VII. 𝐌𝐈 𝐀́𝐍𝐆𝐄𝐋 𝐆𝐔𝐀𝐑𝐃𝐈𝐀́𝐍
Hanji fue a la casa de Kumiko al término de la jornada escolar. Ellos y la familia Sakagami comieron un poco del pastel que su hija ganó en la subasta.
─¿Te gastaste el dinero del premio del concurso de disfraces en el pastel de la subasta?─ le preguntó Tomoko, asombrada.
─Síp. No sabía en qué gastarlo, así que los ofrecí en la subasta y me gané este delicioso pastel─ le dio un mordisco a su porción.
─Pero los míos son mejores, ¿eh?
Kumiko y Daichi rieron con ganas.
─Por supuesto. Este tipo de pasteles con diez mil tipos de decoración son demasiado empalagosos a mi gusto, y los tuyos dan ganas de comer durante todo el día─ le dijo Daichi.
─Ay, gracias, me halagas, amor. Por cierto, Kumi, te iba a decir de que hay una nueva tienda de ropa en el centro comercial, con precios muy-muy baratos.
─¡¿QUÉ?! ¡Nooo! ¡El único dinero que tenía eran los quinientos yenes que gané en el concurso!─ se cubrió el rostro con las manos─Debe ser ropa muy linda, ¿no?
─Lo es, pero no te preocupes...─ sacó de atrás del sillón una gran bolsa rosada, de papel, decía: "Mei"─Te compré un conjunto que espero que sea de tu agrado. Es un saco rosado oscuro, una camiseta color café con unos dibujitos y unos shorts blancos.
─¡AYYYYYYYY! ¡GRACIAS, MAMI!─ le dio un enorme abrazo a su mamá.
─Kumi es tan buena, me invitó a comer con su familia el pastel que ganó para ellos... Es un ángel caído del cielo...─ Urabe estaba tan concentrado en Kumiko, que casi se atragantó con un pedazo de pastel que estaba comiendo.
─¿Estás bien, Hanji?─ le preguntó ella.
─S-sí, claro que sí, jeje.
Cuando se fue a dormir, estuvo mirando el techo por varios minutos, y le costó conciliar el sueño, su mente era un torbellino de imágenes relacionadas a la pelirrosa. Siempre que podía, esa muchacha lo hacía sentirse como en el cielo.
─Kumi... tengo muchísimas ganas de pasar un día entero contigo, sin nadie alrededor. Solos tú y yo, riendo, jugando, corriendo, comiendo, mirando Héroes de Saitama, acostados en la cama, abrazados, besándonos y durmiendo en posición de cucharita, o yo duermo pegado a ti, con la cabeza metida entre tus...─ sacudió la cabeza─¡No digas estupideces, Hanji Urabe!─ gritó sin querer.
Su madre tuvo que venir a ver si estaba todo bien.
─No pasó nada grave, sólo pensé algo y sin querer lo dije en voz alta.
─En voz muy alta, diría yo.
─Jeje...
─Duérmete de una vez. En vez de contar ovejas, cuenta Kumis si es necesario.
─¿Contar Kumis? ¡Ay, mamá, me diste una grandiosa idea!
─Shh. Satoshi está durmiendo.
─Upps, perdón─ dijo en un susurro.
─Sólo duerme, que son las dos de la mañana─ se fue, cerrando la puerta de la habitación de su hijo detrás de ella.
─Me he quedado despierto hasta las seis y me desperté a las cinco─ dijo en voz baja─, pero de hecho no es mala idea lo que me dijo. Voy a contar Kumis en vez de ovejas. Aunque... si ella es lo que me mantiene despierto, ¿no es lógico que si cuento varias de ellas en mi mente me mantendré aun más despierto todavía? Ay, pero voy a acabar con los ojos duros─ dijo todo en un susurro─. Pero supongo que no pierdo nada intentándolo, ¿no? Lo único que puede pasar es que me genere insomnio por semanas, nada más, jaja.
Entonces hizo silencio, intentó apagar su mente de todo pensamiento que lo distrajera de su objetivo: contar todas las Kumis que pueda en su mente. Cerró los ojos e intentó relajarse.
─Una Kumi─ imaginando a la pelirrosa─, dos Kumis, tres Kumis, cuatro Kumis, cinco Kumis, seis Kumis, siete Kumis...
Justo antes de quedarse dormido, se imaginó que una de las Kumikos lo abrazaba para que se durmiera, y el Urabe de su cabeza sintió su calor, su suavidad, su aroma, y finalmente logró conciliar el sueño, como si ella realmente estuviera físicamente con él.
─¡Hanjiiii!─ la pelirrosa sonríe felizmente mientras corre por un campo de girasoles inmenso, su sombrero se vuela por el viento, sus cabellos desordenados, su enorme sonrisa...
Hanji despierta de golpe luego de imaginarse todo eso. Estaba despeinado, todo rojo y sentía un calor inmenso en su cuerpo, no por las sábanas, sino por ese sueño. Se sintió tan real, principalmente cuando se imaginó a Kumiko abrazándolo antes de dormir.
─Aunque pensar en ella no me dejaba dormir, irónicamente imaginar que ella me abrazaba antes de dormir me ayudó a entrar en un sueño profundo...─ bosteza─Pero aun sigo con sueño...─ se fija en la hora de su celular. Las 07:07─A... ¿No se supone que estas horas espejos significan algo?
En ese momento, entra Sakana.
─¿Hanji está despierto a esta hora? No lo puedo creer.
─Me desperté hace unos segundos, y encima lo peor de todo es que lo hice sin alarma.
─Wow...
─Pero lo más raro de todo es que justo desperté a las 07:07, una hora espejo...
─¿Y?
─¿No quieren decir algo?
─Esas son creencias entre los adolescentes y el resto de las personas, aunque he visto que ver esa hora en varias ocasiones, significa que tu ángel guardián te está felicitando por todos tus logros y cosas buenas que has hecho.
─Mi ángel guardián...─ y lo primero que se le viene a la mente, es nada más ni nada menos que─: Kumi...
─¿Ella sabe que estás haciendo las tareas domésticas más seguido y que te estás acostando y despertando más temprano?
─Sí, se lo comenté. No le dije que es para que me des dinero y le compre los plumones, eso es sorpresa, pero también le mostré el diez que me saqué en la clase de Educación sexual. Le pedí prestados sus plumones y me mandé tremendo apunte.
─¿Ese que estaba todo rayado, lleno de colores?
─¡No importa que estuviera rayado! La maestra entendió a la perfección mi letra y me felicitó por el contenido de la tarea.
─Ya veo. A lo que quería llegar era que Kumiko debe estar felicitándote por tus esfuerzos.
Urabe casi se largó a llorar frente a su mamá. Sakana se dio cuenta de que estaba conteniendo las lágrimas, porque sus ojos estaban muy brillosos y le temblaban los labios, además de que se le salía moquillo.
─Ay, mi niño, ya estás creciendo─ le da un abrazo.
─¡Me siento tan feliz!
─Lo sé, y me enorgullece que cada vez sean más unidos ustedes dos.
─A mí también. Quiero más que nunca darle un beso en la boca, pero la última vez me interrumpieron mis amigos─ vuelve a romper en llanto.
─Oh, Hanji, simplemente no era el momento perfecto, pero ya se va a dar, y va a ser aun mejor que ese...
El oji-verde sigue llorando.
─Ya, Hanji, no llores por eso, no se dio y ya está...
─N-no es por eso que lloro, es que me acabo de acordar que me acabé todos los cereales ayer y ya no tengo desayuno─ se cubre el rostro con sus manos, sin dejar de llorar.
─... Estos niños de hoy en día hacen que te preocupes para nada.
Urabe está yendo a la escuela, caminando, y pensando en cómo hacer que él y Kumiko estén juntos, pero solos, en algún lugar bonito.
─¿Y si la invito a salir? El problema es que no tengo dinero, el único dinero que tengo es precisamente el que estoy ahorrando para hacerle ese regalo especial. Quizás si le pido a mamá me dará, ella sabe de antemano que será para Kumi. ¡¿Pero qué carajo puedo hacerle?!
En eso, se escucha el sonido de una campana de bicicleta. Kumiko aparece en su bicicleta, al lado de su amigo.
─Holis, Hanji. Buenos días─ sonríe.
─¡AAAAAAAAH! ¡ELLA ESTÁ AQUÍ!─ su mente es todo un desorden. Se arregla la garganta─Hola, señorita.
─Jiji. ¿Vas a la escuela?
─¿No es muy obvio por la mochila y por la hora en la que estamos?
─Supongo, pero sólo preguntaba─ ríe levemente y un poco avergonzada─. ¿Vamos juntos? Hay espacio de sobra en la bicicleta.
─¿Puedo?
─Por algo paré al lado tuyo.
─Bueno, sí, pero... Ay, no importa─ se sube en el asiento trasero de la bicicleta─. ¡VAMOS A LA ESCUELA! ¡PEDALEA RÁPIDO!
─Bueno, ya, ya─ comienza a pedalear.
Durante todo el trayecto, Hanji sólo se concentraba en mirar el hermoso cielo. Esa mezcla de rosa, naranja, amarillo, morado y azul, acompañada de un patrón de nubes muy peculiar: unas bolas agrupadas en una columna que iba de un extremo del horizonte al otro. Ese paisaje le parece cautivador, pero lo que más disfruta del viaje es apoyarse en la espalda de su amiga, sentir su dulce aroma a fresas de su cabello largo y sedoso. La abrazaba de la cintura y tenía apoyada su mejilla en su espalda.
Por algo tan simple como andar en bicicleta, se sentía en el paraíso.
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