IX. 𝐓𝐎𝐃𝐎𝐒 𝐀𝐌𝐀𝐍 𝐀 𝐊𝐔𝐌𝐈𝐊𝐎
Kumiko quiso recorrer una papelería llamada Miniso que se encontraba en el segundo piso, porque en su clase hablaban de unas washi tapes (cintas para decorar) muy buenas y bonitas, y como ella no gastó ni un yen de los que llevaba consigo, decidió comprarse algunas.
─Kumi, deja que yo te las pague...
─No, Hanji, ya gastaste casi todo tu dinero en todo. Además, dudo que te dé para comprar todo lo que me quiero comprar. Porfis, deja que yo compre mis cosas con mi dinero─ lo tomó de las manos y lo miró a los ojos con su típico gesto de perro triste que le da lástima y ternura a cualquiera.
El oji-verde se rindió ante ese gesto tan tierno.
─Bueno, tú ganas.
─Jiji─ sonrió, mostrando sus hermosos hoyuelos.
─Dios, esta niña me va a matar de diabetes antes de que yo me mate del estrés que me genera Inglés─ pensó.
La pelirrosa no sólo se compró unas washi tapes, sino también unos post-it, que le van a servir para anotar cosas importantes en su agenda.
─Wow... ¿en serio te va a dar el dinero para todo eso?
─Ojalá, sino devuelvo alguna, pero la verdad es que me quiero llevar todas, jaja.
─Cualquier cosa pongo parte de mi dinero.
─Gracias por preocuparte, Hanji. Vamos a rezar porque me pueda llevar todo esto...
Milagrosamente, a Kumiko le dio justo para llevarse todo, pero se quedó sin un solo yen. Ella llevó doscientos yenes, y por fortuna los artículos de Miniso son económicos, pero al llevarse tantos, no le sobró nada.
─Si quieres comprarte algo más, dime y te lo pago.
─No creo que quiera algo más. Ya comí hasta reventar, y sólo quería comprarme esto ahora que las chicas de la clase las mencionaron. Son muy bonitas todas estas cosas. Gracias a ellas mis apuntes se verán más bonitos. Solamente falta una caja de los Kuretake 3000 y sería la más feliz del mundo... Nah, mentira, ya soy la más feliz de tener a mi familia y a mis amigos, pero de todas formas quiero esa cajita con toda mi alma, jiji.
─No te preocupes, preciosa, yo seré quien te regale esa cajita preciosa para tu cumpleaños... Esperen... me sobraron cincuenta yenes... Si Kumi no quiere nada más, me los puedo guardar para comprar la cajita de plumones. Un paso más para llegar a la meta─ pensó muy feliz.
Al final de la cita, sacaron fotos del atardecer, y se fueron caminando a casa. Hanji la acompañó hasta el hogar de Kumiko, y luego se fue a su casa.
A la hora de dormir, se acostó boca arriba para mirar el techo. Esa cita fue muy linda. Pudo estar con su chica un buen rato, y quiere repetir ese momento, pero Kumiko prefiere estar con todos sus amigos, algo que a Urabe no le disgusta, pero le quita lo divertido al asunto.
─Quiero que seamos solamente ella y yo... ¿Por qué siempre tienen que estar ellos para entrometerse?
Para dormir en paz, siguió con la táctica que había estado aplicando estos últimos días: contar Kumis.
─Una Kumi... Dos Kumis... Tres Kumis... Cuatro Kumis...─ y por último se imaginó a la pelirrosa acariciándolo y cantándole una canción de cuna, mientras él dormía en su regazo.
Gracias a ese ejercicio mental, es capaz de dormir las ocho horas ininterrumpidas.
Hasta el momento en el que suena la fastidiosa alarma.
Es decir, es sábado, y no hay por qué poner alarma a menos que sea totalmente necesario, pero si Hanji no pone una alarma, es capaz de dormir hasta la una de la tarde (y se está acostando a la una de la mañana). Tiene que levantarse temprano para sentirse que el día avanza más lento, hacer las tareas domésticas que le correspondan, y no sentirse pesado y cansado todo el día.
Sakana fue amable con él y solamente le hizo tender la ropa y entrar la que estaba seca, ir a pagar las cuentas y hacer las compras del día. Le dijo que luego de la cita merecía estar tranquilo, y que ella haría el resto de las tareas.
─Toma─ le dio quinientos yenes─. Un premio por cada día ser un mejor hijo, y por haber sido tan caballeroso con ella ayer.
Los ojos verdes de Hanji se cristalizaron y le volvió a dar un abrazo a su mamá.
─Te amo, mami.
─Yo más, tesoro.
─Hanji, ¿tienes planes para hoy?─ le preguntó su padre.
─Supuestamente Kumi va a invitar a los demás a jugar cerca del arroyo, pero no creo que nos quedemos hasta más de las seis.
─¿Después quieren salir a pasear los dos en el auto? La verdad es que tengo ganas de ir a recorrer la playa en la noche, ¿ustedes qué dicen?
─Me parece genial, Satoshi.
─Sí, tengo ganas de salir de paseo.
Urabe está muy emocionado por el día de hoy. Se va a reunir con los niños en el arroyo, y en la noche va a salir con su familia en auto. Esos momentos le encantan. Lo hacen sentir muy bien, y gracias a esos momentos es capaz de disfrutar de la vida, cosa que le resultaba imposible hasta que la conoció a ella...
Los niños están en el arroyo, tratando de pescar peces con unas redes, o bueno, Kishida, Nakayama y Nishio son los que están pescando, Yoshiko está recolectando piñones, Kumiko se está mojando los pies, y Urabe está saltando y salpicando en el arroyo.
─¡Hanji! ¡Me vas a mojar la ropa!
─¿Y qué? Somos niños, para disfrutar la vida tenemos que ensuciarnos, mojarnos y a veces hasta lastimarnos.
─Tampoco exageres con eso de lastimarse, no es lindo para nada. El otro día estaba tratando de andar en patineta, pero me caí y me raspé las dos rodillas, ¡no podía ni caminar!─ cuenta Yoshiko.
─Yo nunca anduve en patineta─ comenta Nakayama, tratando de atrapar peces con la red.
─Yo tampoco─ dice Kishida.
─A mí me gustaría intentarlo, pero no sé si sea buena idea─ dice Nishio.
─Yo lo quiero intentar, pero me da miedito lastimarme─ Kumiko ríe levemente.
─Se ven geniales los chicos andando en patineta, pero luego de lo de la bicicleta hace casi diez años... no quiero volver a intentar algo parecido, ni en un millón de años─ piensa Urabe, totalmente serio.
─Oigan, ¿y si nos metemos en el agua sin la ropa?─ sugiere Yoshiko─Obviamente nos dejamos la ropa interior.
─¿Eh?
─No hay nadie aquí, no tengan vergüenza de mostrar sus cuerpos.
─B-bueno.
Todos se quitan la ropa, dejándose las prendas íntimas. Todos se sonrojan al ver a Kumiko en ropa interior.
─S-sus pechos son enormes...
─Joder, qué piernas...
─Qué cintura...
─Me va a dar una hemorragia nasal...
Los chicos pensaron ese tipo de cosas, mientras que Yoshiko fue y le agarró los pechos a la pelirrosa.
─¡Y-yoshiko!─ exclama con el rostro hirviendo.
─Dios, esto me encanta─ dice, babeando y con los ojos hechos estrellas, amasando los enormes pechos de Kumiko─. Son tan suaves, como dos boligomas.
Esa palabra le trajo recuerdos vergonzosos a Urabe.
─Ay, no. ¡Cierra la boca, Yoshiko!─ exclama, totalmente sonrojado.
Pero los otros chicos no dejan de pensar en el sensual cuerpo de la pelirrosa. No sólo eso, sino su belleza en general, su forma de ser tan dulce e inocente los vuelve locos desde que la conocieron.
Urabe no es el único que la ama.
Todos aman a Kumiko.
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