𝐒𝐞𝐱

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VI

El baile de los Cox era la presentación más aburrida de la temporada, pero no una que se pudiera rechazar fácilmente, pues eran demasiado persistentes. Benedict y Daphne llegaron primero, y una hora después, el turno de Alex y Anthony llegó.

Todo el camino estuvieron charlando sobre rutas a seguir, momentos clave, hombres que podrían ser buenas opciones, todos y cada uno de ellos abrumaban tanto a Alex que quería saltar por la ventana y huir al bosque. Anthony se dio cuenta de esto, y fue cuando la charla dio un giro sobre la temporada de pesca de York, y del nuevo canal.

A Anthony le gustó tanto el brillo de los ojos de Alex cuando hablaba de su trabajo en York, que quería atesorarlo en algún lugar, o que ese brillo fuera para él solamente.

—¡Y yo lo hice, los convencí! —las manos de Alex se hicieron dos puños delante de ella y dio un pequeño salto en su asiento, tan feliz de sus hazañas—. Convencí al parlamento.

—¿A todas esas bestias?

—¡Yo solita! —se jactó, con una pequeña risa de lado—. O bueno, eso dice papá.

—Estoy seguro de que fuiste tú sola, Alex—le dijo Anthony—, me gustan mucho tus ideas. He hecho un par de anotaciones, estudié York en mis tiempos libres y creo que tiene mucho potencial.

Lo había hablado con Colin anteriormente, si algo no le gusta a Alex, era que metieran su cabeza en asuntos que no les correspondía, y su duro carácter podía tomar sus ideas como ataques a su manejo de York. Se había arriesgado a recibir incluso una bofetada por el atrevimiento, pero solo miró que Alex abrió más los ojos, tanto que parecía que se le iban a salir de las cuencas.

—¿Lo has hecho? —Anthony asintió—, me encantaría escuchar tus ideas y propuestas entonces, deben ser geniales.

No se lo creía, pero sabía que acertó completamente. Se arriesgó y ganó.

—No tan buenas como las tuyas— por supuesto, no debía olvidar el ego de la futura duquesa—. Pero creo que juntos podríamos hacer grandes cosas en York.

—Juntos...—murmuró Alex—. Sí, puede ser, siempre se necesita un consejero privado.

La sonrisa radiante de Anthony se transformó en una mueca, Alex rio por lo bajo, y una vez que captó que aquello era una broma, Anthony rio también. La puerta del carruaje se abrió, se miraron sorprendidos entre ellos por no haberse percatado antes de que ya habían llegado a su destino. Los cortesanos ayudaron a Anthony a bajar y luego este ayudó a Alex, en la entrada miraron al gran jardín con grandes lámparas luminarias y las esculturas de arbustos finamente perfilados. Sin duda alguna era una fiesta elegante, divisaron a Benedict y a Daphne, esta última levantó una mano en su dirección saludándolos, estaba acompañada de Lord Berbrooke.

—Deberíamos saludar a los anfitriones antes de entrar—indicó Anthony tomando de la mano a Alex y dirigiéndose hacia la entrada, donde el matrimonio Cox los recibió y los invitó a pasar.

—No conozco a nadie...—murmuró Alex una vez que bajaban los escalones hasta el baile.

—Estoy contigo, te diré a quién es conveniente que le dirijas la palabra y a quién no— le respondió Anthony dándole fuerzas—. Oh Dios, hablando de a quien no te conviene que le dirijas la palabra...

—Parece que no te alegras de verme—dijo el duque haciendo una reverencia a ambos. Tan pronto como miró bajar a Alex, el cual era el único motivo que lo tenía en ese aburrido baile, se escabulló de las madres que lo retenían hasta localizarse cerca del chaperón Bridgerton y Lady Spinster—. Alex, ¿tienes un segundo?

—¡Oh, claro! —asintió la joven, pero cuando parecía que se disponía a pasar de Anthony, este no iba a permitirlo.

—¿No crees que es suficiente Hastings? Que los miren hablando, sin un chaperón. Alex ya sufrió suficiente la ira de Wistledown como para darle más motivos para hablar.

—¿Y la mejor forma era que tú fueras su chaperón?

—Wistledown escribirá de mi así sea la más honorable.

—No parecía que te importara tan poco cuando subiste llorando las escaleras— a pesar de que el comentario le había dolido e incomodado, Alex sabía que Anthony tenía razón—. Entonces creo que está dicho todo.

—Lo siento, nuestra charla tendrá un intruso—se excusó Alex hacia Simon quien respondió negando con una pequeña sonrisa—. Pensé que no te gustaban los bailes, mucho menos la atención femenina de esta forma, me resulta muy extraño que estés aquí, pero es grato ver una cara conocida.

—Te estaba buscando.

—¿A mí? —la mano de Alex se posicionó en su pecho con una cara de sorpresa, Anthony quería vomitar—, ¿y se puede saber por qué?

—Fui a buscarte en la mañana pero no estabas, quería disculparme personalmente contigo por el pésimo momento que te hice pasar ayer.

—Estaba regando plantas en mi casa, hubiera resultado mejor que no salieras de tu casa, que curioso, ¿no?

—¿Qué es curioso? — inquirió Anthony entrando a la conversación.

—Que somos vecinos—finalizó el duque.

—Bueno, si ya está todo arreglado y las disculpas están dadas, tenemos muchas cosas que hacer—se apresuró Anthony levantando su sombrero de copa a modo de despedida.

—¡Espera! —le retó Alex, girando nuevamente—. Que pesado, por Dios. Simon, ¿dónde conseguiste marie antoinettes en Londres?

—Aún tengo mis contactos, Lady Spinster.

—¿Y no me lo dirás? —Alex sintió un gran empujón, uno que casi hace que caiga al suelo. Anthony evitó esa aparatosa caída tomándola por la cintura y sirviendo de sostén hasta que la joven se recompuso.

—Eleanor Callum—murmuró Anthony en su oído sin que se notara, para que Alex supiera quién era la recién llegada que tenía una copa en la mano.

—Duque, estaba comenzando a preocuparme—con un fingido hablar lleno de suspiros, la joven ni siquiera se había girado a disculparse. Alex había tenido suficiente de todas esas mujeres, nadie pasaría por encima de ella—. Sabía que había ido por bebidas, se lo dije a mi padre, y que lo encontraría también.

Simon rio un poco pero tuvo que cubrirse al mirar la cara de asco que puso Alex por detrás de la joven Callum, después de esto, tomó a Alex del brazo y la colocó a su lado.

—Estaba buscando buena compañía—la señaló con la cabeza—, las bebidas no me interesan.

—Oh—murmuró la joven haciéndose un poco para atrás, pero después miró a Alex de pies a cabeza deteniéndose en los guantes de seda—. ¿No ha seguido el código de vestimenta?, ¿el encaje?, ¿no le llegó el anuncio?

Tomó una de las manos de Alex quien las retrajo rápidamente.

—Le exijo que no me toque— y había empezado, Anthony lo notó porque era la misma cara de disgusto que ponía cuando eran jóvenes, y justo ahí no tenían a Colin para que la tranquilizara—. ¿Es que acaso no le enseñaron modales?, ¿de qué tipo de familia viene?

—Podría preguntar lo mismo, Lady Spinster—al parecer, aquella joven sabía muy bien a quién tenía enfrente—. Yo que usted volvería a casa, antes de seguir poniendo en vergüenza al honorable duque de York.

—¿Cómo se atreve? —preguntó Alex completamente escandalizada, un pequeño empujón por detrás hizo que la actuación suficientemente poderosa de Lady Callum hiciera que el líquido de la copa que tenía en la mano terminara encima del vestido color crema de Alex.

Anthony pensó que por los ojos llenos de veneno de Alex, esta se lanzaría a atacarla directamente con las manos. Se quitó el saco rápidamente al mismo tiempo que el duque lo hacía, y se lo colocó por encima de los hombros a Alex, quien respiró profundamente cerrando los ojos.

—¡Eleanor, querida! —la voz de un hombre hizo que Alex abriera los ojos, se trataba de Lord Callum, entonces la boca de Alex que se había mantenido en una línea recta hasta ese momento, mostró una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Su excelencia, Lord Bridgerton, ¡Lady Spinster, no sabía que estaba aquí!

—Lord Callum— le respondió Alex sin hacer la reverencia de rutina—. Que gusto verlo, justamente estaba cuestionando el tipo de familia del cual provenía la señorita.

—¿Perdón? —el rostro de Lord Callum no era de molestia, se encontraba completamente confundido—. ¿Es que Eleanor hizo algo impertinente?

—Desde el momento en el que llegó no ha hecho más que desdenes a mi persona, incluso ha llegado a lanzarme una copa encima— Anthony la miró sin entender, acusar a alguien con su padre era bajo, pero el duque estaba seguro de que Alex tenía algo bajo la manga.

—Estoy seguro de que debe haber sido un error, Lady Spinster.

—Sí, podría ser, pero ya sabe cómo son las cosas en York— la cabeza de Alex se giró un poco y sus hombros se colocaron completamente rectos, parecía que hablaba un mismísimo pavorreal—. ¿Sabe lo que pensará el parlamento cuando se les notifique las groserías que ha hecho la hija del jefe de minas a la futura duquesa, después de años de yo misma ser su benefactora?

—Lady Spinster, creo que no estamos apresurando mucho—el tono apresurado con el que hablaba Lord Callum era tal que pequeñas gotas de sudor comenzaron a surcar su frente, tomó fuertemente del brazo a su hija, tanto que lanzó un pequeño chillido—. Discúlpate con Su Excelencia Lady Spinster, Eleanor.

—¡Papá!

—¡Que te disculpes! —alzó la voz presa de la desesperación.

—No es necesario, Lord Callum, la grosería ya está hecha— ambos hombres no intervenían, estaban mirando atentamente el manejo de la situación—. Entenderá que el memorándum con su finiquito llegará a su dirección en aproximadamente dos días, si las condiciones del clima lo permiten.

—Lady Spinster, suplico a su benevolencia, por favor...

—A pesar de que mi cara rece benevolencia, la verdad es que se agota con facilidad— contractó Alex—. No soy tan solidaria como aparento, buenas noches, Lord Callum, ¡qué pequeño es Londres!

Alex comenzó a caminar llevándose al duque y a Anthony por detrás, por el rabillo del ojo pudo mirar la reprenda que le daba Lord Callum a su hija, y aquella sonrisa de autosuficiencia era tan grande que le duraría el resto de la noche.

—¿No crees que te precipitaste? —preguntó Anthony con una ceja alzada.

—¿Y permitir que me pasen por encima?, ¡Ni hablar! —un pequeño golpe al suelo producto del pie de Alex se escuchó en aquel balcón al que habían dado a parar—. Si Wistledown quiere escribir sobre lo frívola y loca que estoy, que así sea.

El duque de Hastings sonrió al escuchar aquello, y una pequeña idea para molestar a su amigo también.

—¿Quieres darle de qué hablar a Wistledown? —el ofrecimiento de su mano y una reverencia indicaban la solicitud de un baile.

—Oh, pero por supuesto que sí, Excelencia— respondió haciendo una reverencia y tomando su mano, pasando completamente de Anthony.

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El regreso a casa fue un poco más lento. El colapso de uno de los caballos del carruaje Featherington debido al agotamiento causó un estancamiento masivo.

—Me duelen los pies—se quejó Alex, pero Anthony ni siquiera se giró a mirarla—. ¿Crees que aún quede algo de té en tu casa? Estoy muriendo.

De nuevo, nada.

—Presiento que estás molesto, en verdad me gustaría saber la razón, ¿es que hice algo? —preguntó la joven poniendo los codos sobre sus piernas—. ¿Es por Los Callum? Si supiera que te ibas a poner así, no lo habría hecho, ¡lo siento, sí!

—No es por los Callum—Anthony seguía mirando por la ventana con el ceño fruncido, una ráfaga de viento entró por aquella ventana y Alex se ajustó más el saco de Anthony contra su piel.

—¿Entonces?

—Mamá se esfuerza Alex, esta debería ser la temporada de Daphne y ella está haciendo un doble trabajo tratando de conseguirte un buen esposo—finalmente se dignó a mirarla, pero Alex deseaba que no lo hubiera hecho, pues aquellos ojos la miraban de una forma distinta—. Todos en casa nos esforzamos por eso, pero tú parece que estás de vacaciones.

—¿Es por el baile con Simon?, ¿te molesta eso?

—¡Claro que me molesta! —fue un arrebato, uno tan grande que casi lo expone—. La atención que debería estar poniendo en los pretendientes de mi hermana, tengo que ponerla en una niña consentida que no quiere casarse con nadie, que se pasea en los bailes con el único hombre que jamás se casará.

—No te pedí que lo hicieras—le recordó. Alex estaba poniéndose a la defensiva—. Jamás te lo pedí, yo no quería esto Anthony. Podría haber venido con Colin, pero fuiste tú quien solicitó el cambio.

—¡Porque pensé que te conseguiría un esposo y así te irías más rápido de la casa! —aquello no era cierto, pero Anthony estaba siendo presa de algo que desconocía en gran medida.

—¡Pues me iré! —Alex se levantó dispuesta a llamar a Joseph a través de la ventila del carruaje para que la llevara a su casa, pero un mal movimiento hizo que se resbalara y cayera encima de Anthony, quien la sostuvo en el momento—. ¡La noche no podría ir mejor!

Alex se paró del rezago de Anthony, giró los ojos y se sentó nuevamente en su lugar.

—Deberías prestarle atención a Daphne, así como lo dices. Si tanto te jactas de querer ayudarla, organizar un buen matrimonio en pro de tu familia es lo que deberías estar haciendo.

—Malagradecida.

—No puedes reprenderme, no eres mi padre, y tampoco el de Daphne, aunque hagas tanto el intento de serlo.

—No tienes idea de lo que hablas.

—Puede que no—Alex se cruzó de brazos y subió las piernas a su lado del carruaje—. Tú diriges por la mitad a una familia, yo dirijo a una ciudad, por lo menos algo debo de saber.

—Eres insufrible.

—Pero soy honesta—le contestó tomándolo desprevenido—. ¿Alguna vez has sido honesto contigo mismo o con otra persona Anthony?

Joseph anunció la llegada a la residencia Bridgerton, después las puertas del carruaje fueron abiertas. Anthony bajó y en el momento en el que se giró para ayudar a Alex a bajarse, esta le arrojó el saco en la cara.

—Joseph por favor llévame a casa.

—Estás loca—negó Anthony deteniendo la puerta del carruaje que Alex estaba empedernida en cerrar—. Baja de ahí.

—Has dicho que quieres que me marche a mi casa y pretendo cumplirte el gusto—la fuerza de Alex no se comparaba para nada con la de Anthony, así que se precipitó un poco más a la puerta—. ¡Quítate!

Anthony lanzó un largo suspiro y tomó a Alex como un saco de patatas.

—¡Qué!, ¡Bájame!, ¡Anthony Bridgerton!

—Joseph por favor dale de comer a los caballos, no quiero que hagan una escena como la de nuestros vecinos hoy—dijo Anthony dirigiéndose al hombre, ignorando completamente los gritos de la joven y los golpes en la espalda que estaba recibiendo.

—¡Bájame!

Pero no lo hizo, subió las escaleras de forma lenta pues corría el riesgo de que ambos cayeran, y atravesó los pasillos hasta llegar a la habitación de Alex.

—Mañana hablaremos, ahora ve a dormir—le indicó a la joven mientras la bajaba, pero esta se dispuso a salir rápidamente.

—Me iré a mi casa, no voy a...

La mano de Anthony tiró de la de ella y con la fuerza que tenía la aprisionó entre su cuerpo y la pared, tomando con ambas manos sus brazos a los costados de la cabeza.

—¿Por qué eres tan terca? —le preguntó, Alex tenía un leve sonrojo en las mejillas y miraba hacia otra dirección—. Vete a dormir, te he dicho que mañana hablaremos.

—Quiero irme a mi casa, Anthony—lo miró directamente a los ojos, ahora el sonrojo iba para Lord Bridgerton por la cercanía de sus rostros—. Exijo que me sueltes.

—¿Y que te vayas en medio de la noche? El loco aquí no soy yo—los gritos se volvieron murmullos—. No lo decía en serio, que te fueras no era en serio.

—Pues parecías muy serio mientras lo decías.

—Las personas dicen cosas sin pensar, tú lo haces todo el tiempo.

—Yo pienso cada que cosa que voy a decir y a hacer—le dijo Alex con ceño fruncido—. No actúo como neandertal, no soy un hombre, me adelanto siempre a las cosas.

—¿Lo haces, Alex? —casi era imposible que las miradas del otro no se dirigieran a sus labios, Anthony se acercó excesivamente—. ¿En verdad te adelantas siempre?

—Claro que lo hago, siempre lo...—pero no pudo terminar la oración.

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El club de hombres siempre era una buena opción para la diversión de los tres hermanos Bridgerton, y como Colin no había podido asistir desde que su mejor amiga llegó a Londres, Anthony y Benedict creyeron que sería una buena opción llevarlo en esa ocasión. Quizá las cosas serían diferentes.

Bebieron un par de tragos, después entraron las mujeres, y sí, las cosas eran diferentes, o se sentían diferentes. Anthony se sentía en otro lado, en uno muy lejano al club de hombres, así que más temprano que tarde —y tomando como excusa que Colin podría ponerse muy ebrio como para decir sandeces frente a la señorita Spinster—, salieron rumbo a la residencia Bridgerton en medio de la noche, en el carruaje familiar.

Al llegar intentaron no hacer ruido, pero la casa se encontraba casi vacía. La noche no estaba tan entrada como para no encontrar a alguien rodeando los pasillos, por lo menos a alguien del servicio, pero tampoco los encontraron. Colin fue el primero en subir las escaleras tambaleándose levemente, iba con el objetivo de contarle a Alex todo lo vivido en esa noche, pero los tres hermanos encontraron al más joven de los hombres Bridgerton saliendo con un puchero y los brazos cruzados.

—Me han sacado de mi propia habitación—renegó en su lugar, los tres mayores se le acercaron cuestionando con la mirada a quién se había atrevido a hacer eso—, las chicas. Han dicho que es noche de charlas y chicas, y me han sacado porque también es habitación de Hyacinth.

—¿Y de qué están hablando? —cuestionó Colin.

—De chicos, creo—dijo Gregory bajando la voz considerablemente—, primero fue Daphne, habló hasta por lo codos de los hombres, justo ahora deben interrogar a Alex.

—¿Alex hablando de chicos? —preguntó Benedict riendo—. No me lo creo.

—Están locas—finalizó el menor, saliendo despavorido rumbo a la sala de estudio, en donde había un cómodo sofá que lo esperaba para dormir.

Benedict levantó una ceja y buscó con la mirada a Colin, pero este ya se encontraba con el oído completamente pegado a la puerta.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó.

—Material para reírme de ella mañana—explicó, y luego abrió los ojos muy grandes.

—¿Qué? — inquirió Anthony también, dando grandes zancadas hasta lograr colocarse al lado de la puerta—, ¿qué dicen?, ¿escuchas algo?

—Nos van a descubrir, cállense— los regañó Benedict entre susurros, agachándose lo suficiente como para abrirse espacio y escuchar de igual manera lo que decían—. ¡Auch, no me empujen!

—¡Shhh! —los calló Colin—, están hablando de nosotros.

Dentro de la habitación estaban ya con sus batas de dormir todas las jovencitas de la casa Bridgerton, a excepción de Francesca, claro está. Daphne peinaba a Alex dejando grandes bucles caer en su espada, Eloise estaba renuente a ponerse la crema que tan insistentemente Hyacinth le estiraba, pero lo hizo finalmente a petición de Alex.

—Entonces...—comenzó Daphne—, ¿nunca te gustó?

—¡Claro que no! — dijo Alex, y se escucharon las risas de todas. Los tres hombres se miraron entre ellos.

—Cuando convives muchísimo tiempo con alguien es natural que ocurra, Alex—siguió Daphne, Benedict se acalambró en su incómodo sitio, pero eso no impidió que encontrara otro rápidamente para seguir escuchando—. Se conocen desde pequeños, siempre han estado el uno al otro, creo que sería lo más normal del mundo.

—¡Qué romántico! —se escuchó el suspiro de Hyacinth—. Si se casan, ¿puedo organizar la boda?

—No me voy a casar con Colin, Dios mío— dijo Alex, desde el otro lado de la puerta, Colin lanzó un pesado suspiro negando levemente—. Es como mi hermanito menor, como si ustedes se enamoraran de Gregory, no te casarías con Gregory, ¿verdad Hyacinth?

La cara de horror de la menor hizo que todas en la habitación estallaran en carcajadas, escucharon otros murmullos, pero no les fue posible distinguir quién decía que cosas.

—Cállate Daphne— murmuró Anthony—, deja escuchar.

—De cualquier forma, la chica que se case con él va a ser muy afortunada, y debe gustarle mucho viajar, y tenerme en casa—Colin asintió a cada palabra que decía su amiga—, y tiene que gustarle mi nombre, porque él me prometió que se lo pondría a su primogénita o primogénito.

—Tiene razón—dijo Colin en su lugar.

—¿Y Benedict? —preguntó Hyacinth—, ¿qué hay de él?

—Parecen empeñadas en que se quede en la familia—dijo Eloise rodando los ojos.

—Queremos que sea una Bridgerton hecha y derecha, eso es todo.

—Benedict...—comenzó Alex, una risa corta se le escapó. Anthony miró que Benedict abría los ojos muy grandes, y luego murmuró ¡soy yo, soy yo! Señalándose a sí mismo, entonces le soltó un golpe en la cabeza para que se callara—. No le digan a Colin, pero cuando tenía 13 años, venía más a su casa a ver a Benedict que a él.

Colin abrió la boca de sobremanera, completamente ofendido. Benedict tenía una sonrisa de autosuficiencia tan grande que Anthony tuvo que darle otro golpe para que la quitara.

—Pero solo duró menos de un verano, estaba tan metido en otras cosas como para notar que la boba amiga de su hermano menor lo miraba—dijo Alex de manera tranquila.

—¿Y Anthony? —si alguien era persistente, era la menor.

—¿Anthony? —la voz de Eloise se escuchó burlona, el ceño fruncido del mayor se hizo notar rápidamente—. Es más probable que se case con Gregory que con él.

—¿Por qué lo dices? —cuestionó Daphne.

—Han peleado todo el tiempo, desde antes de que volviera Londres. Cuando eran pequeños lo hacían, y justo ahora lo hacen.

—Además Anthony no tiene ojos para el amor, creo—dijo Daphne recapacitando—. Nunca los ha tenido que yo recuerde.

—Sí...—dijo Alex—. De cualquier forma, no estaba en mi lista.

—¿Y quién sí lo está? —preguntó Eloise interesada.

—¿Es el duque acaso?

—¿El duque? —preguntaron simultáneamente Alex y Anthony, del otro lado de la puerta—. ¿Simon? Oh, no, creo que se están confundiendo.

—¿Ya se conocían?

—Pasaba todos los inviernos y primaveras en casa, papá le enseñaba lo que era ser un duque. Su padre estaba completamente loco, y su madre tuvo amistad con mi familia durante mucho tiempo— la voz era nostálgica, Anthony lo sintió también—. Bailamos por lo menos una pieza en todos los bailes, ya casi era tradición. Hastings no está tan lejos de York. Su padre siempre tuvo la esperanza de que papá se volviera a casar y tuviera un varón.

—¿Por qué?

—Porque así podrían arreglar sus matrimonios—murmuró Eloise—. Si se tenía un varón, él sería el duque, y Alex podría ser libre.

—Hubiera tenido más ataduras— dijo Alex—. El ser mujer en esta sociedad ya de por sí pesa más, con un hermano las cosas empeoran.

—¿Y quieres hijos entonces?

Hubo silencio, los tres hombres intuyeron que Alex había asentido.

—Tengo que tenerlos— volvió a decir—. Uno por el deber, dos por gusto propio. La muerte es algo que se afrenta mejor en familia, la pérdida también, no me gustaría que si tengo un solo hijo, pase lo mismo que yo. Además necesito repoblar a todos los Spinster del mundo.

Las risas volvieron a hacerse presentes, incluso Daphne soltó su característica risa.

—¿Premio o castigo? —murmuró Benedict levantando y bajando sus cejas, nuevamente fue golpeado por Anthony, pero esta vez su cuerpo cayó al suelo lanzando un ruido definitivo.

—¿Han oído eso? —preguntó Eloise—. Debe ser Gregory espiando, iré a ver.

Los tres Bridgerton se miraron entre ellos y huyeron despavoridos, entrando a la primera habitación que encontraron libre, la cual era de Alex.

Pasos se escuchaban en su dirección, casi de inmediato distinguieron la voz de Alex acompañada de la de Eloise.

—...pero tu padre quería que se casaran, ¿no es así?

—Mi padre apreciaba mucho al nuevo duque de Hastings, Eloise— asintió Alex cerrando la puerta de su habitación tras de sí. Colin estaba escondido en el baño, Anthony desde el armario miró la cara de terror de Benedict, quien estaba debajo de la cama—. Pero aceptaría cualquiera fuera mi decisión.

—¿Y la sabremos pronto?

—Quizá— la risa cómplice de ambas se escuchó, después la puerta. Benedict le hizo una señal a Anthony pero este negó, solo Eloise había salido de la habitación.

La pequeña mirilla no lo dejaba ver mucho, pensó que Alex se recostaría en la cama, o que entraría al baño a lavarse la cara. En cualquier caso, Colin podría explicar mejor la situación que cualquier otro, pero Alex se miró en el gran espejo de pared, soltó un largo suspiro y sacó un centenar de hojas y libros que arrojó a la cama.

Una de ellas cayó debajo de esta, pero Alex estiró la mano mirando en otra dirección despreocupadamente, Anthony pudo soltar el aire contenido. Benedict la había tenido cerca.

Entonces Alex se acercó al armario, Anthony pegó su cuerpo lo más que pudo al borde contrario. Alex lo abrió y sacó una bata de dormir de seda sin siquiera mirar por la otra puerta, en donde Anthony estaba.

Se quitó las sandalias y comenzó a caminar en la alfombra con los pies descalzos. Lucía muy adorable a los ojos de los dos hermanos Bridgerton que la miraban. ¿Por qué sacó una bata, si es que ya traía una puesta? Quizá era por el color, quizá prefería vestir batas de color negro en lugar de las rosas pasteles.

Anthony esperó que Alex entrara al baño a vestirse y justo en ese momento pudieran salir, pero eso no ocurrió. No quería mirar, de verdad no quería, pero ella desajustó el lazo de su espalda.

Luego recordó, no estaban solos. Él podría voltear sin más, sin mirar, pero no podía asegurar que Benedict hiciera lo mismo. Aún peor, no quería que nadie más la viera. ¿Qué diablos?, ¿qué era eso?, ¿eran celos?

Entonces uno de los tirantes bajó. Sí, estaba muy celoso.

Un estruendo sonó en el baño. Alex se colocó correctamente la bata para dormir a la par que Colin salía apresuradamente del baño.

—¿Qué diantres?, ¡Colin Bridgerton!

—No hay agua caliente en mi cuarto—dijo sin excusarse correctamente—. Necesito conversar contigo, ven.

—¿Por qué no lo hacemos aquí?

—Nunca sabes cuando hay moros en la costa, Alex—le dijo tomándola de los hombros y pasando por el umbral de la puerta—. Las paredes tienen oídos, ¿recuerdas a Wistledown?

—¡Espera! —se escuchó la voz de Alex un poco lejana—. Necesito trabajar, mis documentos...

—¡Iré por ellos, adelántate! —los pasos de Colin Bridgerton cesaron al llegar a la habitación—. ¡Ustedes bola de sucios, salgan ahora!, ¡FUERA!

Benedict fue el primero en salir despavorido, tenía las mejillas muy rojas y recibió un puntapié de Colin.

—¡Tú también Anthony! , ¡Fuera de aquí!

Anthony abrió la puerta con cuidado, pues esta rechinaba levemente. Miró con los ojos muy abiertos a Colin, quien le arrojó un libro gritando de que marchara, y no puso objeción alguna.

No se encontró a nadie en los desiertos pasillos de su casa, y no se detuvo hasta llegar a su cuarto.

Estaba agitado, estaba sudando, su corazón latía a mil por hora. Se sentía un estúpido adolescente por todo lo acontecido aquella noche, pero se dio cuenta.

Le gustaba la señorita Spinster.

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