𝐒𝐞𝐩𝐭𝐞𝐦
VII
Pasaron cuatro días sin muchas novedades, Wistledown seguía siendo un problema pues se empeñaba en escribir cosas negativas sobre Alex. Cada día era algo nuevo, pero parecía que la joven Spinster se estaba acostumbrando. En la residencia Bridgerton, sin embargo, habían existido dos cosas nuevas;
Diecisiete hombres llegaron a cortejar a Alex, y a diferencia de lo que se pensaba en un principio, algunos de ellos sí ostentaban un título. Quizá había sido su percance en el baile Cox, o quizá se debía a la intromisión de cierto duque que la visitaba todas las mañanas para enfrascar animadas charlas con la joven que a veces transcurrían durante horas.
Sea la razón que sea, estaba funcionando en hacer que los hombres comenzaran a atiborrarse en la puerta, no al nivel que en el de la señorita Thompson, pero sí los suficientes como para que Alex creyera que finalmente estaba avanzando, y para que Anthony se quisiera arrojar de la ventana al igual que su hermana Daphne.
Sin embargo, una de las mañanas en las que Alex salió a dar un paseo con el duque y su madre fungió como chaperona, Anthony escuchó una charla que lo hizo entrar en razón.
—¿Peonias entonces? —se trataba de Benedict con una libreta en la mano, acompañado de Eloise y Colin a su lado—. ¿De algún color en específico?
—Rosas y blancas intercaladas—Benedict asintió anotando rápidamente—. No le gustan las rosas rojas, pero las blancas le gustan mucho. Aún así, las peonias son sus favoritas.
—Entiendo.
—¿De qué hablan? —cuestionó Anthony.
—De las flores favoritas de Alex—le respondió Eloise—. Tampoco le gustan las violetas, Benedict, anótalo bien.
—Y que las peonias estén cerradas, no le gusta cuando no lo están—complementó Colin—. Y le gustan los bocadillos no tan dulces, porque le escaldan la lengua y después se queja de eso.
—Escuché que le gustan los macarons marie antoinette— Anthony bufó ante el comentario de Benedict, recordando lo que había hecho el duque de Hastings—. ¿Saben dónde conseguirlos aquí?
—No.
—¿Por qué están anotando todo eso?, ¿me he perdido de algo?
—Benedict va a cortejar a Alex—explicó Eloise—. Le estamos ayudando.
—No puedes hacer eso—Anthony miró a su hermano con desaprobación—. No puedes hacerlo.
—¿Por qué no? —inquirió—. Yo no soy el hermano mayor, yo no necesito conservar el apellido. Yo no seré vizconde.
—¿Y vas a renunciar a ser un Bridgerton? —preguntó tomándolo de los hombros—. ¿Cuándo fue que tomaste esta decisión?, ¿por qué razón no se me informó? Si parecía que no querías casarte nunca.
—La gente cambia, hermano—Benedict le dio una palmada en el hombro—. ¿Pero por qué te importa tanto?, ¿no es que le gritaste que querías que se casara de una buena vez?
—Yo no...¡un momento!, ¿cómo es que sabes eso?
—Digamos que nos hicimos un poco cercanos estos últimos días, los suficientes como para darme cuenta de que funcionamos muy bien juntos.
—No puedes...
—¿Por qué no? —inquirió levantando una ceja—. Mamá está de acuerdo, Colin también, no veo mayor problema.
—¿Y se lo has preguntado a ella? —le preguntó—, ¿qué ha dicho ella al respecto?, ¿es que acaso su opinión no te importa?
—¿Por qué te importa tanto? —Eloise lo señaló acusatoriamente con el dedo.
—Porque ella le gusta—razonó Colin mirándolo fijamente sin ninguna expresión en el rostro—, ¿ella te gusta Anthony?
—No es verdad— le respondió el mayor de los Bridgerton tomándose el cabello entre los dedos.
—Entonces no debe haber ningún problema—dijo Benedict con media sonrisa—, ¿crees que Aubrey Hall le gustará para luna de miel?
—¡No! —gritó Anthony.
—¿Te gusta, Anthony? —cuestionó nuevamente Colin recibiendo un asentimiento de cabeza en respuesta, pero con Anthony mirando hacia abajo incapaz de levantar la mirada—. Bien, ahí lo tienen. Se los dije.
—Pensé que tendría que usar la carta del anillo—negó Benedict.
—¿A qué se refieren?
—Tienes que apurarte porque hoy Lord Getty le insinuó una propuesta de matrimonio, la verdad es que no tardan en hacer un movimiento—le explicó Eloise—. Benedict dijo que sería buena idea quitarte la venda de los ojos.
—Estaba en lo cierto— se enaltece el joven.
—De cualquier forma—comenzó el mayor quejándose de su suerte y miseria mientras se sentaba en uno de los sillones—, no sé qué hacer.
—Porque nunca has cortejado a una señorita, pero debes apurarte—admitió Colin—. Todo el mundo está hablando de lo bien que se ve al lado del Duque de Hastings.
—Simon Basset no se casará con ella.
—¿Por qué estás tan seguro? —preguntó Eloise con el ceño completamente fruncido y colocándose delante de él—Si está con ella justo en este momento, pasa más tiempo con él que con nosotros.
Benedict asintió desde su lugar y Colin se cruzó de brazos.
—Han salido sin chaperón—dijo Benedict con una sonrisa cizañosa—. Mamá fue, pero Daphne también, así que en este momento puede que el corazón de la duquesa lata por otra persona.
Anthony se levantó muy rápido, tanto que se mareo en el intento y tardó unos cuantos segundos en estabilizarse. No sabía qué estaba haciendo, tampoco le interesaba quedarse a averiguarlo. No tenía un plan elaborado, pero debía interrumpir lo que sea que estuviera pasando en ese paseo.
El sol brillaba en lo alto mientras él corría entre las calles, detrás y al verlo moverse con tal velocidad varios de los presentes se giraron a admirar su recorrido. Había sido lo suficientemente tonto como para no esperar un carruaje, o tomar y montar uno de los caballos. La realidad era que no pensaba en ninguna de esas cosas mientras corría a toda velocidad.
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Alex disfrutaba de alimentar a los patos con pequeñas migajas de pan que el duque compró a un niño pequeño en una carreta al otro lado del lago. El verlos revolotear y luego sumergirse para conseguir un pedazo la divertía de sobremanera, eso hasta que se le acabó el pan.
El duque se ofreció a conseguir más, pero ella se negó.
—¿En qué piensas? —le preguntó el duque sentado al otro lado de la delicada banca tomando la sombrilla fina de la joven para tapar del sol a ambos.
Esas últimas semanas se habían hecho particularmente cercanos por muchos motivos distintos. Tenían intereses parecidos, un carácter algo similar e historias familiares muy semejantes. Finalmente podían hablar con alguien que entendiera de primera mano lo que se sentía estar solo, lo que implicaba ser un duque desaprobado. Simon le pedía consejos constantemente a Alex, y ella se los otorgaba siempre dándole razones diversas y con una sonrisa en la boca.
Simon finalmente tenía una amiga real y se sentía increíblemente bendecido y agradecido con la joven por ocupar ese lugar.
La mirada de Alex que antes se encontraba en las lejanías del lago lo miró a los ojos antes de negar levemente disipando ideas que se le generaban.
—Siento pena por Daphne—le confesó—. Esta es su temporada, tiene que dejar huella para sus hermanas, y he venido yo a arruinarle todo metiéndome en medio de lo que está destinada a ser.
Unos niños pequeños pasaron por detrás de ellos jugando, y más atrás corrían las damas y empleadas de aquella familia buscando que los niños volvieran a donde se encontraban sus padres. Ambos duques los miraron fijamente sintiendo una mezcla extraña de emociones.
—No le has arruinado nada.
—Está sola con Violet y Lady Danbury—la señaló con la mirada—, nadie ha ido a casa, y es sumamente bonita, además de tener unos modales increíbles y ser muy noble. Es la mejor debutante a esposa de la temporada, y está opacada por esa tonta revista y...
Alex abrió levemente la boca mirando al lado, el duque miró en esa dirección pero no encontró nada fuera de lo normal. Al volver a mirar a la futura duquesa, esta lo miraba con los ojos bien grandes y una sonrisa excepcional en el rostro.
—Ya sé cómo ayudarla—dio dos aplausos a sí misma por la idea que se le había ocurrido—, y tú vas a ayudarme.
—¿Perdón? —el duque se llevó una mano al pecho.
—¿Las madres te han molestado últimamente? —le preguntó acercándose a él, un hábito que tenía cuando quería dar a conocer sus ideas.
—No—le contestó el duque pensativo—, pero tampoco es como que pudiesen tener tiempo, si cuando me ven en público es contigo.
—Exacto—Alex levantó un poco la voz, pero al darse cuenta de que había llamado la atención se abanicó la cara rápidamente con una mano—. Porque creen que me pretendes, y es la misma razón por la que los hombres han comenzado a visitarme. Porque eres alguien importante y todos querrán el trofeo que tú pretendas alcanzar.
—Alex...—el duque alargó su nombre, la joven por su parte puso un pequeño puchero y tomó ambas manos del hombre frente a ella, para sorpresa de este.
—Por favor...—dijo agitando un poco el agarre que tenía—. Será un ganar—ganar, a ti no te molestarán y ella podrá casarse en su primer temporada.
—Tampoco me molestan ahora, no veo cuál es la diferencia para mí—le respondió.
Alex lo miró ofendida soltando rápidamente sus manos.
—Te lo estaba pidiendo como un favor para mí, pero entiendo que no quieras—su mirada se dirigió a donde estaban sentadas las tres mujeres y se levantó sacudiendo un poco el vestido por la parte de atrás—. Debo irme, adiós Excelencia.
Cuando Alex comenzó a caminar y lo tuvo de espaldas, escuchó un resoplido y luego las hojas crujir bajo unos zapatos que la seguían, posteriormente la sombra de su sombrilla la cubrió por completo pues el duque la había alcanzado.
—No puedes enojarte por eso.
—No puede decirme por qué enojarme y por qué no hacerlo.
—¿Me estás tratando de usted? —eso era, estaba acorralado—. Alex...Alex...¡Alexia!
—Ese no es mi nombre.
—¡Lo haré!, ¡Dios santo! —un suspiro de derrota resonó en el duque que no sabía en qué se estaba metiendo.
—Bien—la pelinegra lo miró con una gran sonrisa—. Debes proponérselo, que no sepa que es mi idea o podría rechazarla.
—¿Algo más?
—Cuando digo que tienes que pretenderla es completamente, con todo lo que involucra. Debes enviarle flores a ella y a Violet, y salir a pasear y a los bailes, por lo menos a unos cuantos.
—¿Me estoy condenando? —preguntó mientras cerraba la sombrilla, pues habían llegado a la sombra de un árbol.
—Si haces todo bien, te estás salvando
—Eso no suena como una salvación, Alex.
—Anímate un poco—le sonrió complacida—, no es como que vayas a casarte esta temporada.
—Quizás en otra vida—asintió imaginándolo—, en esta no creo que suceda.
—Bien, señor regente, debes ir a contarle a Daphne—Alex lo tomó de la mano moviéndolo unos pasos, después se giró y agitó ambas manos en una indicación de que caminara—, anda, shu.
—¿Y te vas a quedar sola? —cuestionó, pero al respuesta a su pregunta llegó en forma de una persona que corría a toda velocidad hacia ellos—, ¿ese es Anthony?
—No me quedaré sola, anda, ¡vete!
Simon soltó una pequeña risa e hizo una reverencia. Sus pasos comenzaron a dirigirse en dirección hacia la banca donde estaban sentadas las mujeres, y más específicamente, hacia donde Daphne se encontraba.
—¡Alex! —Anthony se sostuvo del árbol en donde antes había estado el duque, su pecho subía y bajaba constantemente e intentaba con desespero recuperar el aire.
—Mi Lord, ¿ha corrido hasta aquí? —Alex comenzó a abanicar velozmente a Anthony.
—Alex, yo...
—Respira primero, vamos, siéntate—tomando ambas manos del Bridgerton, Alex lo guio a sentarse en el suelo justo al lado de ella—, ¿por qué no has venido en caballo, o en el carruaje? Son como 25 kilómetros, Dios mío.
—Yo..., yo...—el abanicar constante de Alex no le permitía mirarla, que era lo que más deseaba. Tomó con delicadeza la mano de la joven y la apartó de la mitad de sus rostros ante el desconcierto de ella—, ¿saldrías conmigo?
—¿Qué? —Alex pensó que había escuchado mal—, iré por agua, espera aquí.
—Alex—la llamó apenas miró que ella hacía el intento de levantarse—, me refiero a...si irías a cenar hoy conmigo.
—¿Hoy no es noche de comida italiana en tu casa? —cuestionó recordando que por la mañana miró curiosamente en la cocina que estaban en la preparación de pasta.
—Dios, eres tan despistada—murmuró con una sonrisa en el rostro. Alex lo miró aún más confundida e incluso ofendida, estaba por reclamarle que no era ninguna despistada, pero Anthony se le adelantó—. Me refiero a que si quieres cenar conmigo en Rules Restaurant hoy en la noche.
—¡Oh!, ¿puedo invitar a Eloise? —la mueca de Anthony le indicó que aquello no sería prudente—, ¡Oh, creo que entiendo!, ¿te refieres a nosotros solos?
—Con un chaperón—le aclaró asintiendo.
—Pero si tú eres el chaperón...—la boca de Alex formó una "O" perfecta al entender a qué se refería—. ¡Anthony, claro que sí!
Con una sonrisa complacida por su logro, Anthony terminó por recostarse en el pasto. Estaba muy agotado, pero por lo menos había cumplido su propósito. Cerró los ojos un momento, escuchando con atención todas las preguntas, quejas y acotaciones que hacía Alex, asintiendo en todo momento o negando cuando era necesario.
Lo había conseguido, o eso pensaba él.
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