𝐐𝐮𝐚𝐭𝐭𝐮𝐨𝐫𝐝𝐞𝐜𝐢𝐦
XIV
—Te amo Alex, es verdad— Anthony caminó dos pasos hacia la joven, incapaz de despegar la vista de sus ojos—. Todo lo que dije siempre ha sido verdad. Lo he intentado todo para sacarte de mi mente pero cada día que me levanto por la mañana eres el primer pensamiento que atiborrada mi mente, y cuando voy a dormir es tu cara a la que veo con la esperanza de que el día siguiente sea a mí a quien sonrías.
—Anthony....
—Espera—le dijo con los ojos cristalizados acorralándola completamente contra la pared; tenía miedo de que saliera huyendo. Su mano subió a la cara de la joven y con su pulgar secó una de sus lágrimas—, antes de que me digas que no es mutuo, solo déjame atesorar este recuerdo en mi mente por una última vez.
Alex no tuvo ningún instante para responder y aclarar sus sentimientos, pues el rostro de Anthony se acercó y su boca atrapó la suya en ese momento. La estaba besando, y Alex le estaba correspondiendo.
Era torpe, era su primer beso, y Anthony la estaba guiando completamente sorprendido de que la joven Spinster no se hubiera alejado en el primer instante en que ocurrió aquel atrevimiento. Las manos de Alex que antes se encontraban a sus costados ahora se dirigieron por detrás de la cabeza del Bridgerton, quien a su vez afianzó el agarre que tenía en la cintura de la joven.
—Yo también te amo, Anthony—le confesó, pero se encontró con que Anthony no estaba sonriendo.
—Lo siento— murmuró Anthony una vez que se separaron, había confusión en su mirada que fue contagiada por la sorpresa de Alex—, en verdad lo siento mucho...
—Anthony— ahora fue la mano de ella quien limpió una de sus lágrimas. Anthony tomó entre sus manos la de Alex, atesorando ese contacto —. Casémonos, Anthony.
—Yo no puedo, Alex— la voz se le quebró y caminó para atrás negando con la cabeza. Los ojos completamente cristalizados de Alex lo miraron destruida y su mano abandonó aquella cara para posarse en la boca entre abierta de su dueña.
—Por favor...
—De verdad lo siento—sus sollozos eran más fuertes, tanto que cerró los ojos con fuerza. Alex comenzó a respirar agitadamente.
—¿Por qué no?—le cuestionó y la voz le temblaba, sentía que sus piernas le iban a flaquear en cualquier momento. Se sentía usada, destruida—. ¿Es que es tan horrible casarse conmigo?
—Si estuvieras en otra posición lo haría sin pensarlo— estaba destruido, sus ojos se posaron ahora en la pequeña caja de terciopelo que descansaba en el escritorio de su estudio, al otro lado de la habitación—, pero no puedo, le hice una promesa a mi padre, no puedo, Alex.
Alex soltó un poco el aire que tenía contenido en la garganta y que la estaba asfixiando, dio dos pasos hacia enfrente y estampó con fiereza su mano en la cara del Bridgerton que solo atinó a bajar la vista. Sabía que se lo merecía.
En su pecho depositó aquella última carta recibida, Anthony la tomó sin comprender.
—Sienna Rosso sería una increíble esposa también, qué lástima que ninguna mujer en tu vida llene la posición que creas conveniente— murmuró entre dientes, y al ver que Anthony la miraba completamente perplejo pudo continuar—. Se merecen tanto el uno al otro. Dile que si vuelve a enviarme otra carta un malviviente con cinco chelines y tres peniques en su bolsillo podría tocar a su puerta y acabar con su miserable vida—escupió con rabia y estaba dispuesta a marcharse, pero Anthony fue más rápido y la tomó de la mano acercándola contra su cuerpo.
—Si fueras otra persona quizá estaría bien y podríamos estar juntos—intentó explicar exhalando con pesadez, pero para Alex estaba más que claro. Ella no valía la pena como para que el Bridgerton dejara su título —. Te amo.
—Pero no lo suficiente como para caminar detrás de mí lo que resta de tu vida, ¿verdad?
Y Anthony no contestó, pero ella no necesitaba un respuesta. Sabía que era verdad, y él también lo sabía muy en el fondo. Jaló su brazo con fuerza y caminó con paso apresurado a la salida, azotó la puerta tras de ella escuchando cómo Anthony destruía las cosas dentro. Se quedó ahí contando hasta cinco esperando que él saliera y le dijera que se equivocaba, que no quería hacer otra cosa en su vida más que estar con ella.
Él no salió y ella supo que no había nada más que hacer en aquella casa.
Bajó las escaleras amargamente tratando de tranquilizar sus sollozos, quería irse inmediatamente de Londres y abandonar todo lo que la había llevado ahí en un primer lugar. Necesitaba irse, y necesitaba hacerlo ya.
La cocina de la casa Bridgerton era excesivamente grande y tenía dos puertas que daban al patio trasero, que a su vez tenía un acceso a los establos en donde descansaba Lord Gian, el caballo predilecto de la joven. Las lágrimas casi le impedían la vista completamente, e intentó desesperadamente abrir la puerta pero le fue imposible, estaba cerrada y la persona con las llaves estaba arriba quebrando su subconsciente. Se desplomó hasta el suelo escondiendo su cabeza entre sus piernas abrazándose a sí misma.
—¿Alex?— escuchó pasos acercarse a ella, era Daphne quien había salido en búsqueda de un bocadillo nocturno pero se había guiado hasta la cocina al escuchar ruido—. ¿Estás bien? Buscaré a Anthony.
—¡No!— gritó con la garganta desgarrada y sorbiendo la nariz. Se veía decadente y lo sabía—. Necesito irme, Daph, por favor. Solo necesito mi caballo, volveré por la mañana lo prometo.
—Iré por Colin, espera...
—Por favor— la miró esperanzada, Daphne se tocó el corazón por encima de la bata de dormir y caminó rápidamente a la salida. Alex cerró los ojos pesadamente haciéndose nuevamente un ovillo en su lugar. No quería tener que explicar las cosas, tampoco quería que todos en la casa se enteraran del por qué estaba llorando.
—Debe haber una llave por aquí—escuchó que Daphne revolvía los cubiertos de un viejo cajón—. Las mujeres del servicio siempre dejan una porque Gregory la pierde a menudo, ¡ajá!
La alzó en el aire y tomó de las manos a Alex para ayudarla a levantarse, después le extendió un paño de cocina para que se secara las lágrimas con él y abrió la puerta.
—No sé cuánto tiempo podré entretenerlos, tampoco lo que hayas pasado. Solo promete que te cuidarás y que sabré de ti pronto.
—Lo harás —asintió en su lugar—. Muchas gracias Daph.
La Bridgerton la sorprendió tomándola de los hombros y dándole un fuerte abrazo, cuando se separaron Alex corrió entre la bruma de la noche directo a los establos y Daphne cerró la puerta tras de ella.
Su caballo estaba sin ensillar pero no le importó, de un solo salto brincó encima de Gian que la esperaba despierto.
El duque de Hastings había salido sorpresivamente temprano del club de caballeros, incluso lo hizo antes de que las mujeres llegaran. No había bebido gran cantidad de Whisky, la noche estaba extrañamente pesada para él y decidió que lo mejor era irse a casa a descansar.
Lo hizo caminando, necesitaba un poco de aire fresco y ordenó al cochero que llevara el carruaje a la residencia Basset adelantándose.
Las calles frías de Londres y la oscuridad de la noche le dieron suficiente a su mente como para despejarse por un momento. Caminó entre los pasadizos de las casas que reconocía para poder abrirse paso hasta la zona de las excéntricas residencias del ducado. Entonces justo al dar la vuelta en la calle que lo llevaría a la residencia que nunca había considerado su hogar, escuchó el galope de un corcel que aminoraba su paso. Se escondió un poco entre las sombras pensando que quizá se trataba de un malviviente que lo estaba siguiendo, pero tan pronto como miró al jinete de aquel caballo negro sus pensamientos se disiparon y caminó hasta su lado.
—¿¡Alex!?—preguntó sorprendido, y ella se asustó tanto ante ese grito que contagió a Gian al detenerlo abruptamente y que este se colocara en dos patas.
Alex era increíblemente buena cabalgando, pero carecía de una silla de apoyo y estaba débil, así que hubiera caído directamente al suelo de no ser porque Simon la atrapó antes de caer. Sus ojos se encontraron por unos instantes, y miró con pesar cómo aquellos ojos sinceros y llenos de vida ahora se miraban desamparados y perdidos. Había una gran herida emocional en su alma.
Los trabajadores de ambas residencias salieron despavoridos a intentar tranquilizar a Gian, después las damas y sirvientas se acercaron a Alex para cuestionar su bienestar físico.
—¡Estoy bien!, ¡estoy bien! —gritaba desesperada intentando que no la tocaran. Las sirvientas de los Spinster solicitaban al duque que las dejara revisarla, pero él fue más rápido y entró sin más abriéndose paso entre ellas hasta la sala del recibidor de la casa de su amiga.
La casa Bridgerton se caracterizaba principalmente por sus delicados tonos pasteles, la residencia del duque de Hastings tenía mayoritariamente tonos verdes, y la de los duques de York lucía por tres colores principalmente; el negro, el blanco y el rojo. El duque depositó delicadamente a la joven en el sillón rojo principal, el que se veía más grande y cómodo ocupándose de que su cabeza reposara en un cojín. Estaba por pararse para darle espacio, pero su pequeña mano lo tomó de la muñeca insistiendo en que se quedara con ella.
—Lady Spinster—se apresuró el ama de llaves—, ¿se encuentra bien?, ¿desea que llamemos a un médico para que la revise?
—Vayan a dormir, por favor—les ordenó con voz autoritaria, pues era la única forma en que le hicieran caso.
—¿Desea algo de comer, Lady Spinster? —insistió la mujer—. Podemos preparar bocadillos si quiere.
—Whisky—murmuró—, quiero whisky.
—¡Quiere Whisky! —gritaron las otras mujeres corriendo hacia las cocinas velozmente. El ama de llaves mientras tanto se apresuró a asegurar la puerta de entrada.
—¿Joanne no ha venido con usted? —inquirió—, ¿es que la ha dejado sola?
—He venido por mi cuenta sin avisar—le contestó, las sirvientas llegaron con varias copas y vasos, y una bandeja de quesos, además de pañuelos y las botellas indicadas que depositaron en la mesa, Alex miró aquellas botellas con los ojos desorbitados. Simon se preocupó—. Pensándolo bien, traigan el vino más añejo y extraño que tengan en la cava.
Un pequeño gritillo de sorpresa salió de sus bocas.
—Lamento que no puedo hacer eso—dijo Coretta, y al unísono las mujeres tras de ella asintieron rápidamente—. Su padre reservó por muchos años ese vino para brindar el día que vinieran a pedir su mano en matrimonio, Lady Spinster.
Aquello fue como una bofetada en la cara para Alex, y como una daga justo en su corazón lastimado. Se levantó ferozmente de donde estaba y las miró a todas con los ojos entrecerrados.
—¿Y es que ven a mi padre aquí por algún lado?, ¿no? —tomó uno de los vasos con una mano, Simon temió que con la fuerza que ejercía en él, aquel vaso terminara por romperse y lastimarle la mano—. ¿Saben por qué?, ¡Porque está muerto, maldita sea!, ¡Está muerto!, ¡Y jamás voy a casarme!
El vaso se le resbaló de la mano, afortunadamente la alfombra había aminorado la caída y no se había roto, pero el corazón de Alex sí lo estaba, y presa del llanto no pudo sostenerse más. Simon se levantó y la tomó entre brazos, levantándola y acercándola a sí, acunando su cabeza contra su pecho y acariciando su cabello intentando tranquilizarla.
—Vayan a dormir, me quedaré con ella—les indicó y todas asintieron al unísono desapareciendo de la vista de Simon—. Shh, tranquila, está bien...
—Debo verme patética—murmuró con pesadez estirando la mano para poder tomar un pañuelo y secarse las lágrimas.
—No ha sido tu mejor noche—Simon se acomodó mejor en el sillón y comenzó su tarea de trazar círculos en la espalda de Alex—, ¿qué ha pasado?
—Quiero irme en el primer tren que salga mañana, o en carruaje, o yo sola en mi caballo—parecía que cada palabra le costaba más trabajo. Alex se separó un poco para poder servirse el Whisky, pero Simon no se lo permitió. Ella pensó por un instante que la iba a sermonear, pero en realidad él fue quien sirvió la bebida y le extendió el vaso para igualmente tomar uno él mismo—. Londres nunca ha sido mi lugar, no es mi hogar, y me siento tan abrumada que quiero irme a York cuanto antes.
—Huir de tus problemas nunca es buena opción.
—No quiero estar más en la misma casa que el dueño de ellos.
Simon sabía en un primer instante que Alex estaba herida, que aquellas lágrimas eran ocasionadas por algo que atormentaba su sincero corazón y también sospechaba que el causante era Anthony, pero esas palabras se lo confirmaron.
—No tienes por qué estarlo si no quieres—y su mirada la incitó a contarle sus desventuras con el mayor de los Bridgerton, desahogándose en el proceso y bebiendo aquel Whisky maltés como si fueran tragos de agua.
El duque hacía comentarios pertinentes de vez en cuando, escuchando con atención lo que contaba su amiga una y otra vez, interviniendo a veces cuando era necesario aclarar algo y permitiendo en todo instante que fuera ella la que pudiera expresarse.
Al final de la botella, Alex se sentía mejor, y quizá era el efecto de los tragos en su torrente sanguíneo, pero sentía que estaba flotando y que no le quedaban más lágrimas por derramar.
—Y cuando me dijo que si fuera otra persona o que estuviera en otra posición podríamos estar juntos, eso hizo que quisiera morir—le confesó bebiendo el último trago que le quedaba.
—Que no se te vuelva a pasar por la mente—le indicó quitándole de la mano el vaso y poniéndolo en la mesa—. No te mereces esos tratos. Es un imbécil.
—Yo lo sé—se veía tan cansada, y Simon no pasó por alto que casi la mitad del tiempo su mirada se dirigía hacia la puerta de entrada. Sospechaba que se había pasado el tiempo esperando a que él cruzara aquella puerta—. Ahora no quiero, no, no puedo verlo. Dios, soy una tonta...
—¡Claro que no! —se separó un poco de ella, lo suficiente para tomarla por los hombros—. Escúchame, eres preciosa, eres la debutante más bella que existe en toda la temporada.
—La tercera—la corrigió lanzando un leve hipido por el alcohol—. La primera es Cressida Cowper, la segunda es Daph...oh, creo que soy la cuarta, porque antes está Marina Thompson.
—Hey—con una de sus manos levantó la cabeza de quien sería la duquesa de York, mirándola a los ojos—. Eres la debutante más bella de la temporada, no está a discusión, y tienes muchas cualidades que todas ellas no tienen.
—Y no me han servido de nada—se lamentó—. No he podido cumplir el único propósito que me trajo aquí.
—Porque fijas tu atención en primitivos—Simon dirigió su atención nuevamente a trazar círculos en la espalda de la joven, quien parecía que se había tranquilizado nuevamente—. No necesitas de ningún hombre para brillar, jamás lo has hecho. Miles de personas están a tu cargo y a tu corta edad diriges el ducado más grande de todo el Reino Unido, has podido antes con los simios del parlamento y podrás una vez más.
»Tienes el apoyo de la reina Charlotte y del rey George claramente, la moción podría ser firmada también por los nobles del reino y por la realeza internacional. Es hora de que esas leyes viejas cambien, y tú has hecho historia antes, podrás hacerlo. No pueden negarte un derecho que te corresponde por nacimiento. No hay nadie en este planeta que pueda hacer lo que tú haces.
El duque podría haber continuado por más tiempo, pero fue interrumpido porque Alex lo abrazó con fuerza a horcajadas de él susurrando un pequeño pero muy sincero «gracias» en el oído de Simon, quien correspondió el abrazo de igual forma y cerrando los ojos ante el contacto.
Era curioso el cómo Simon tampoco sentía que Londres fuera su casa, pero ahí, en los brazos de Alex, se sintió diferente, pero no diferente en una forma extraña.
Se sintió en su hogar. Finalmente sintió que pertenecía a un lugar.
Aspiró el aroma del cabello de Alex, que olía a fresas, y se permitió estar en esa cómoda posición más del tiempo que sería el indicado.
—En cuanto a Anthony...—murmuró una vez que sintió que Alex se separaba de él—. Definitivamente tienes que vengarte.
Alex lo miró sin comprender, Simon sonrió de forma cómplice.
—¿Cómo voy a hacer eso?
—Tienes que mostrarle lo idiota que fue al dejar que te marcharas—explicó—, ¿qué lo ha puesto furioso?
—Últimamente que los hombres me invitaran a bailar, o que fueran a su casa en la mañana para verme—recordó—, pero creo que lo que más lo ha molestado ha sido pensar en que me cortejabas.
—¡Eso es! —levantó el dedo índice señalando que tenía una idea—. Tenemos que hacerle creer que nos casaremos y...
—Anthony no creerá eso—negó la pelinegra arrugando levemente la nariz en el proceso—, además se supone que estás pretendiendo a Daphne.
—Lo hemos hablado ya, desde el viernes decidimos que ella tiene los suficientes pretendientes como para que el acuerdo termine—aclaró asintiendo convencido de su idea—. Lo ha creído antes, lo hará ahora. Además, las mujeres impulsadas por Lady Danbury pueden encargarse de esparcir el rumor de que cumpliremos con la voluntad de los duques, el de casarnos.
—Suena tan ridículo que funcionará— se rio la joven asintiendo hacia su lugar—, ¿puedes imaginártelo, tú y yo casados? Nos presentarían como el duque y la duquesa de Hastings y York.
—La duquesa y el duque de York y Hastings—la corrigió imaginando la escena en su mente. Una pequeña sonrisa traicionera casi lo delataba, de no ser porque Alex ya estaba ebria—. Siempre me recuerdas que York está mejor posicionado que Hastings, también lo harían en las presentaciones.
—Eso—asintió señalándolo—, ¿viviríamos en un punto cercano a ambos ducados?
—Un mes en York y otro en Hastings estaría bien—Alex rio pensando en lo complicado que sería transportar la documentación todos los meses.
—Y nuestros hijos...—ella habló sin pensar, su cara rápidamente cambió a una de preocupación y su mirada se dirigió a la de Simon, pero ahí no había dolor—. Lo siento, no recordé...
—Está bien—minimizó con la mano las palabras de la joven—, son suposiciones Alex. Serían dos, supongo, una niña y un niño, y llevarían tu apellido.
Alex estaba sorprendida de que hablara con tanta facilidad de los niños siendo que le había confesado con anterioridad la realidad de por qué no los quería en su vida. Imaginó que también se debía al alcohol.
—En realidad me gustaría que nuestros hipotéticos hijos se apellidaran Spinster-Basset, así no se pierde ninguno— y Simon se encogió de hombros.
—Sigo pensando en que me gusta más tu apellido. De cualquier forma, el primero sería el futuro duque de York, y el segundo el de Hastings.
—O la duquesa—le corrigió.
—La duquesa, sí—Simon miró que Alex bostezó levemente y le arrancó una sonrisa el ver cómo se tallaba por ojos por el sueño—. Necesitas dormir, mañana va a ser un día muy largo.
—Ni que lo digas—murmuró tomando un cojín y colocándolo debajo de su cabeza—. Ojalá pudiera quedarme así por siempre. Me siento en paz.
Era su subconsciente el que hablaba, pero Simon también deseaba quedarse así por siempre. No le tomó mucho tiempo a Alex quedarse dormida, ni menos a él para caer rendido de igual forma con el cuerpo de ella abrazando su torso. La mañana comenzó temprano con el corretear de las sirvientas por el lugar, hasta que una de ellas encontró a los duques e hizo una expresión de asombro que despertó a Simon.
Se levantó levemente y como pudo sin despertar a Alex, serían apenas las seis de la mañana pero tenía muchas cosas que hacer y preparar. Les dio instrucciones claras y precisas a las damas, como que levantaran a la joven una hora después y le explicaran con detalles el inicio del plan.
Ellas obedecieron sin chistar y desaparecieron por el corredor que daba a las escaleras hacia la cocina, después contempló a Alex, quien descansaba tranquilamente. Acarició su mejilla por una última vez, besó su cabeza y se acercó a la puerta donde uno de los mayordomos lo acompañó hasta la salida.
Alex se despertó por sí misma un poco después de que el duque se marchara sintiendo la falta de calor corporal y por el olor del desayuno que escapaba por el comedor. Se levantó y llamó al servicio para que le prepararan la tina. Antes de eso, se disculpó abiertamente con todas por las escenas de la noche anterior, y después ellas procedieron a explicarle el plan del duque.
—¡No está en la casa! —bajando las escaleras rumbo al comedor Bridgerton estaba Eloise, a quien Violet había encomendado la tarea de buscar a Alex, pues esta faltaba en el desayuno familiar—. La he buscado por todos lados.
Las miradas se dirigieron hacia Colin, Daphne tomó de su vaso de zumo de naranja rápidamente intentando pasar desapercibida. Anthony se acercó como un fantasma hasta su lugar en la mesa, sin prestar mayor atención a la conversación, sin embargo se extrañó al mirar la silla de Alex vacía.
—¿La has buscado en la biblioteca? —preguntó Colin—. No mencionó que saldría.
—¿Alex no está? —preguntó con miedo en la voz de que la respuesta fuera afirmativa, que ella se hubiera marchado por su culpa.
—¿Estás sordo acaso? —el coraje en el tono de voz de Daphne era claro; se había tomado la noche para analizar el comportamiento de la joven, y ahora no le quedaba duda. Su hermano tenía algo que ver.
—¡Daphne Bridgerton! —la reprendió su madre.
—Iré a buscarla a su casa—se levantó Colin de su asiento, pero justo en ese momento uno de los mayordomos ingresó por la puerta.
—No va a ser necesario Lord Bridgerton—anunció—, Su Excelencia Lady Spinster se encuentra aquí.
Por detrás de él y con una sonrisa en la cara se asomó Alex. Tenía una cesta en la mano que colocó en la mesa del lado en donde Hyacinth y Gregory estaban y les indicó que lo abrieran sacando bocadillos de esta.
—Lamento no haber avisado con premura, jamás hubiese imaginado que el tiempo me consumiría más de la cuenta con las diligencias.
—Alex querida, no hay nada de qué disculparse—negó Violet invitándola a sentarse—. Nos preocupamos cuando no te vimos, pero por favor, siéntate, aún no hemos comenzado.
Un tumulto de gente se atiborró en la entrada, lo escucharon por el cotilleo continuo de las personas que se acercaban a la residencia Bridgerton y que cuchicheaban tan alto que les era imposible pensar con claridad.
—¿Qué es lo que pasa? —cuestionó Eloise levantándose de su asiento.
—Lady Bridgerton, debe venir a ver esto—la dama de compañía de Violet se apresuró a la salida, y los hermanos Bridgerton lo hicieron de igual forma. Alex fue la última en salir.
Se trataban de dos carruajes que tenían el escudo oficial del ducado de Hastings, pero no había nadie dentro. En su lugar, y rebosando por fuera de las ventanas, aquellos carruajes estaban repletos hasta reventar de hermosas peonias y orquídeas. La gente a su alrededor los miraba maravillados, algunos incluso con temor a acercarse sin creer que lo que veían sus ojos fuera real.
—Lady Bridgerton, debe estar muy feliz, no cabe duda de que el duque de Hastings estará por hacer una propuesta pronto —comentó Lady Portia Featherington tocando una de las peonias que sobresalían por encima de la ventana más cercana al lugar donde se encontraban.
Colin y Alex se miraron entre sí, pesando que aquella peonia se marchitaría al instante.
—Mmm, mmm—el cochero del primer carruaje se levantó de su lugar aclarándose la garganta, su mirada se clavó inmediatamente en la de Alex, y la Anthony por consiguiente también—, Su Excelencia El Duque de Hastings espera que las flores sean de su agrado, hace especial énfasis que ni todas ellas, ni todas las flores del mundo igualan la belleza que emana su Excelencia, Lady Spinster de York.
—¡Mi Dios! —exclamó Portia tocándose el corazón.
—Menciona que le hubiera encantado asistir a entregarlas él mismo, pero en su lugar, está preparando todo...—las mujeres presentes se acercaron aún más, solo se escuchaban las respiraciones entrecortadas de las mismas, deseosas en todo momento de que aquel caballero siguiera hablando—, y le extiende una invitación para que lo acompañe a desayunar en su residencia.
—¡Alex! —Daphne sonreía abiertamente, la verdad era que hacía tiempo que se lo esperaba—, ¡tienes que prepararte!
Anthony estaba plantado en su lugar, perplejo. Colin movía los ojos rítmicamente paseándolos entre todos los presentes y cayendo en cuenta de que su hermano solo miraba con angustia a su mejor amiga.
Benedict le dio una palmada en la espalda a Anthony de consolación. Él la observó acercarse al carruaje y tomar una de las flores, olerla y después sonreír.
Daphne y Eloise tomaron a Alex de las manos y se encaminaron a arreglarla, y él la miró marcharse.
Anthony estaba acabado.
ACTO I: EL VIZCONDE QUE HUÍA
FINALIZADO
[X]: No he dormido escribiendo este capítulo porque las ideas van y vienen en mi mente de una forma tan rápida que terminan por escaparse. Espero que este capítulo haya sido de su agrado. Pueden contarme qué les pareció. Debo admitir que es mi favorito hasta el momento.
Para quien no vio el anuncio que escribí ayer, les quería decir que Love Story ha llegado a 1K de votos y eso no podría tenerme más feliz, es por eso que he decidido publicar este capítulo hoy, y no el viernes como lo tenía planeado.
Muchas gracias por todo, en verdad.
Nos leemos pronto en el Acto II: El duque que sanó.
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