𝐈𝐧𝐭𝐞𝐫𝐥𝐮𝐝𝐞𝐫𝐞
The world is ugly—My Chemical Romance
Though I'm empty when you go, I just wanted you to know
That the world is ugly, but you're beautiful to me
Are you thinking of me?
Like I'm thinking of you?
Benedict Bridgerton se paseaba por el gran vestíbulo de la residencia Bridgerton, era temprano por la mañana y le había pedido a Colin ayuda en obtener una audiencia con Simon Basset, pues habían acordado mostrar sus pinturas en la galería de arte de Hastings en octubre, así que debía coordinar unos detalles.
Su sorpresa fue grande al no encontrar a nadie en las respectivas residencias, así que decidió volver a casa y buscar a alguno de sus hermanos para molestarlos. Sin encontrar suerte, se dirigió al estudio de Anthony para tomar unos documentos y salir a hacer unas diligencias pendientes en sus tareas diarias.
Entró sin tocar y se encontró a su hermano mayor con un montón de documentos, libros, pergaminos, entre otras cosas regados a través del gran escritorio que siempre mantenía en orden. Negó la cabeza, él aún no lo había visto, pero sí que le había escuchado.
—¿Qué necesitas? —preguntó el vizconde, Benedict levantó uno de los pergaminos del suelo, uno sobre el árbol genealógico de Alex, pero le fue rápidamente arrebatado por Anthony, el cual parecía no haber descansado lo suficiente durante los últimos días. Las grandes ojeras debajo de sus ojos lo delataron rápidamente—. Tienen un orden, por favor, deja eso donde estaba.
—No vas a casarte con ella—dijo, cortando completamente todo pensamiento que tenía el mayor, quien ahora lo veía con una ceja alzada. Se sentó sin mayor preocupación en el reposabrazos de un sillón individual, cruzando los brazos frente a él—. No la conoces verdaderamente, y te voy a decir lo que pasa.
—¿Te parece que quiero oírlo? —preguntó, pero a Benedict no le importó.
—Me pasó también a mí—aseguró—, pero no podría hacerle eso a mi hermano. Tiene las cualidades que buscamos, ¿recuerdas? Caderas anchas para poder darnos hijos, es hermosa, mamá la adora, la conocemos desde que éramos niños. Y yo pensé, ¡no soy el primer hermano!, por supuesto que podría pretenderla, y Colin podría ayudarme.
A Anthony no parecía gustarle el rumbo que tomaba aquella conversación.
—Creí que podría enamorarme de ella en el proceso.
—Yo la amo—afirmó Anthony—, esa es la diferencia.
—Te obsesionaste tanto con encontrar una forma en la que pudieran casarse y que conservaras el título, que descuidaste completamente lo más importante—dijo encogiéndose de hombros—. No dudo en que ella también te haya correspondido, pero el amor es algo que se cultiva, y te dejaste adelantar mucho por el duque de Hastings, ¿si quiera sabías que ayer la llevó a ver Macbeth al teatro?
Anthony negó.
—Inteligente, a decir verdad, le subestimé mucho, luego lo pensé mejor. Reemplazó la experiencia terrible que debió ser ver a Sienna Rosso y a ti, con lo armonioso que resulta para ella las obras de teatro, y que mejor, la originalidad de una que nadie se atreve a ver puesta en escena.
—Si vas a adularlo, vete de aquí—el vizconde señaló la puerta. Benedict salió, parecía que su trabajo estaba hecho, puesto que el pensamiento de Anthony ahora estaba en otro lugar.
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Pasarían quizá unos cuarenta y tres minutos hasta que la puerta de su estudio fue nuevamente abierta de par en par, pero ahí no estaba su hermano, sino el prometido de su hermana.
—¡Lo encontré!—dijo Nathaniel Williams abriendo un enorme libro lleno de polvo sobre el escritorio —. Se habla del matrimonio morgánico en todos los pergaminos, en el cual el novio sostendrá la mano derecha de la novia con su mano izquierda.
—Investigué al respecto, cualquier hijo de dicha unión no heredará u obtendrá los títulos, privilegios y propiedades del noble en cuestión— Anthony se masajeó las sienes—. Hyacinth lo encontró el otro día en la biblioteca. No podría hacerle eso a nuestros hijos. Alex jamás lo aceptaría.
—Hay una laguna legal que podríamos atacar— Nathaniel lo miró con esperanza, Anthony parecía desahuciado, las palabras de Benedict le habían calado en su subconsciente —. Todos los pergaminos por años fueron escritos por hombres y para hombres, en ninguno de estos se habla sobre lo que pasaría si una mujer desea contraer un matrimonio morgánico porque...
—Porque en línea de sucesión las mujeres no heredan títulos— finalizó Anthony cayendo en cuenta de lo que se decía.
—No hay nada escrito que rechace su matrimonio, porque no existe alguien que tome el título de duque de York, Alex no tuvo hermanos— comenzó Nathaniel nuevamente completamente acelerado—, y el duque Geoffrey Spinster no obtuvo su título por rango, si no por sucesión real, porque es primo hermano del Rey George.
—No pueden quitárselo entonces— dijo Anthony entendiendo finalmente —. El parlamento está atado de manos.
—El apellido es lo único con lo que no podemos pelear — Nathaniel buscó en aquel libro hasta llegar a una página exacta y señalar con el dedo—. Su primer hijo varón será el próximo duque de York, y su segundo hijo varón se convertirá en el Vizconde Bridgerton, pero hasta que lleguen a edad adulta todos serán Spinster.
—Lo encontramos — Anthony se cubrió la boca con la mano, sus ojos estaban llenos de lágrimas. Se precipitó con las llaves de su bolsillo a sacar cosas desesperadamente de los cajones, hasta que finalmente pudo encontrar aquella caja que necesitaba—. Necesito verla, necesito verla ya, iré a su casa en este momento.
—Está en el paseo— respondió rápidamente Nathaniel comprendiendo lo que había en aquella caja—. Salió con el duque y con su hermano Colin por la mañana a merendar y después dijeron que estarían cerca del lago.
Anthony Bridgerton temblaba por la emoción cuando tomó a Nathaniel de los hombros y lo abrazó fuertemente.
—Gracias— le dijo.
—Tienes que irte ya— le respondió Nathaniel—. Mi caballo está ensillado y afuera, tómalo y alcánzala.
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—¿Dónde está Colin?— Alex se extrañó por no verlo atrás de ellos como normalmente lo hacía.
Se encontraban en el puente del lago, justo frente a la banca en donde muchas veces se sentaron a darle de comer a los patos. El sol vibrante bañaba de luminosidad el paisaje, las flores a sus alrededores enmarcaban aún mejor el momento. Aquel puente estaba vacío, y Alex miraba con emoción a las ardillas que corrían entre los árboles.
Se tomó un minuto para admirar el paisaje completamente, el aroma de las flores frescas le hizo preguntarse si habían estado ahí durante todo ese tiempo. Por supuesto, aquello no era cierto, Simon Basset había enviado a sus empleados a que arreglaran ese paseo durante la noche, para que el plan se llevara de la mejor manera.
Simon la miró embelesado, tomó sus manos entrelazándolas y ella lo miró a él también.
—Alex Spinster— la llamó, cerrando los ojos un segundo y tomando la respiración completamente. Se sentía listo, se sentía en paz—. Debo de confesar que antes de ti creía que yo no merecía amor, vivía bajo la sombra de un trauma inmenso, mis noches y días pasaban como páginas de un libro que deseaba arrancar con fuerza.
Alex lo miró con tristeza, quería decirle muchas cosas también, pero Simon siguió hablando.
—Y vine a Londres sin saber que te encontraría, debo agradecer a todos los dioses de todas las religiones que existen por permitirme sentir lo que estoy sintiendo—Simon tomó una de las manos de Alex la cuál guio hasta tocar su corazón, Alex lo sintió. Estaba acelerado—. Hoy pienso que si existo es gracias a ti, que finalmente tengo un motivo para despertarme por las mañanas, que cuando me miras siento que todas las preocupaciones del mundo se han desvanecido. Muchas noches me las pasé pensando en que jamás encontraría un hogar, ahora siento que pertenezco a un lugar cuando estás conmigo.
Alex tenía los ojos cristalizados, estaba muy feliz y conmovida. Una lágrima rodó por su mejilla izquierda y Simon la limpió al instante.
—Por fin la palabra vida tomó significado, y quiero estar contigo en cada momento de ella— el duque también estaba llorando, pero aquellas lágrimas eran de felicidad—. No importa si es una noche oscura o un día nublado, contigo todo es perfecto.
Anthony estaba a una cuadra de distancia cabalgando con una rapidez que nunca había tenido, sus pensamientos estaban con aquella joven que se encontraba en lo alto del puente.
—Soy solo tuyo, Alex—le confesó—. Podría jurarte amor eterno porque si esta vida no fuese suficiente para demostrar lo mucho que te amo, estoy dispuesto a amarte por toda mi eternidad, a buscarte en esta y en mil vidas. Ahora lo sé, Alex, siempre has sido tú.
Anthony los miró a lo lejos, faltaba poco.
Simon Basset se arrodilló completamente frente a ella, con las dos rodillas en el piso. Aquello, aunque insignificante para los ojos ignorantes, sorprendió de sobremanera a Alex y al resto de las personas que los veían. El duque se estaba arrodillando ante una mujer como lo hacían los adoradores, mostrando completa sumisión frente a ella.
El duque no solo iba a pedirle matrimonio, él estaba de rodillas porque iba a rogarle que se casara con él.
Simon metió la mano en el bolsillo derecho de su pantalón y mostró el anillo justo cuando Anthony bajó corriendo de aquel caballo.
Alex lo miró, eufórico con las fuerzas que le quedaban se arrodilló frente a ella, sacó aquel anillo y dijo:
—¡Cásate conmigo, Juliette, nunca tendrás que estar sola!— la gente a su alrededor se conmocionó de que aquellas palabras no vinieran del duque. Gritos de sorpresa resonaron en todos cuando se percataron de que era Anthony quien hablaba—. ¡Te amo, y eso es realmente todo lo que sé!
Alex se llevó una mano para taparse la boca, incapaz de hablar. Simon lo miró amenazado.
—Encontramos una solución— explicó intentando tomar la mano de Alex que ella arrebató inmediatamente—. Lo hicimos, solo tienes que decir que sí.
Simon se levantó iracundo, de forma hostil también obligó a Anthony a levantarse. Alex estaba en shock, incapaz de moverse siquiera, o de reaccionar.
—¿Qué estás haciendo?— preguntó Simon.
—Voy a casarme con ella— respondió tajantemente el Vizconde.
—Sobre mi cadáver, Bridgerton— dijo el duque.
—Como desees—respondió.
Anthony soltó el primer golpe que desencadenaría aquella pelea. Las mujeres asustadas señalaban y llamaban a algún hombre que separase a aquellos amigos. Alex gritó que se separaran, buscó a Colin con la vista. El ojo de Anthony estaba morado, la boca del duque sangraba y aun así, no se detenían.
Pero lo hicieron. Ninguno de los tres involucrados supo si se trató de un golpe de Simon o de Anthony aquel que le dio a Alex en el rostro e hizo que trastabillara hasta caer en el lago cuando se metió en medio de la pelea, con la intención de separarlos.
—Alex no sabe nadar— murmuró Anthony con preocupación, y mientras se quitaba las botas con rapidez, Simon ya se encontraba en el lago. Se lanzó también en su búsqueda.
Alex salió de aquel lago temblando de frío y miedo envuelta en un ataque de ansiedad de proporciones colosales. Tenía el maquillaje corrido y el cabello hecho un desastre, su mejilla derecha estaba inflamada y la pesadez del vestido mojado la hacía caminar lento.
Estaba llorando. Colin, quien venía con un muffin de moras en la mano y lo suficientemente distraído, la miró de espaldas.
—¿Por qué hueles a estiércol de cabra?—preguntó hasta estar frente a ella. Aquel muffin quedó en el suelo y él la sostuvo—. ¡Oh, Dios mío Alex! ¿Estás llorando?, ¡¿Qué ocurrió?!
Alex se separó de las manos de Simon y de Anthony para abrazar con fuerza a Colin y llorar de miedo. Ellos intentaron volver a acercarse, pero como si fuera un perro rabioso, Colin les gritó que se alejaran.
—Estás temblando— murmuró Colin al sentir a su amiga en ese estado, se sacó su saco y lo puso sobre los hombros de la joven—. Vámonos, te llevaré a casa.
Pasaron cinco minutos, el carruaje de los Spinster comenzó a moverse. Colin regresó.
—No tengo idea de lo que haya pasado— dijo apretando la mandíbula—. Pero está llorando y no quiere ver a ninguno de los dos justo ahora. ¡¿Acaso son animales?!, ¡Tiene un jodido golpe en la cara!, ¡¿Por qué estaba en el lago?! ¡Ella le tiene miedo al agua!
—Colin— Simon estaba desesperado, se sentía impotente, respiraba entrecortadamente mientras hablaba—. Déjame hablar con ella, por favor.
—No es el momento— respondió Colin mirándolos mal—. La instrucción en la Residencia Spinster será que no les permitan el acceso a ninguno de los dos.
—Necesito hablar con ella— dijo Anthony de la misma forma que Simon.
—¡¿Estás sordo acaso?!—gritó Colin—. No quiere ver a ninguno, a nadie. Más les vale no aparecerse, porque no son bienvenidos.
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