❝ Teufel ❞
Jimin veía su nueva habitación con genuino asombro. Era grande, muy espaciosa y algo calurosa para lo que estaba acostumbrado, además de tener una luz muy tenue, pero justa y necesaria. La cama también era grande, y estaba cubierta de sábanas color vino tinto que, a su parecer, se veían muy suaves.
También había una enorme ventana, desde donde se podía ver toda la estructura del inframundo, ya que las habitaciones de los que trabajaban en el lugar, o los que eran de confianza, dormían en la zona más alta y alejada del lugar. Le gustó esa vista, por extraño que suene, le agradó de cierto modo.
Había un enorme vestidor lleno de ropa e hizo una mueca al ver que esta era de colores oscuros y algo ligera. No estaba acostumbrado a vestir de ese modo.
—El inframundo es de una temperatura alta, lo recomendable es usar prendas ligeras para que no te de tanto calor —explicó Yoongi, viendo como Jimin analizaba cada camisa o tela—. Sé que el clima en el cielo es fresco, casi frío, pero ya te acostumbrarás a esta nueva temperatura.
Jimin asintió y le regaló una dulce sonrisa a Yoongi, ocasionando que el pálido hombre se sintiera muy avergozando y con las ganas de correr hasta su habitación y esconderse bajo sus sábanas.
Caminó hasta la puerta que daba al baño y la abrió, encontrándose del otro lado una especie de piscina de donde salía humo. El Ángel se acercó y metió su mano, sintiendo el agua tibia pero agradable. Había también un espejo y un closet con toallas, líquidos con aromas y demás objetos de higiene personal.
Salió de nuevo y se encontró a Yoongi en el mismo lugar y en la misma posición. Se acercó hasta él y sonrió en grande. Ya no se sentía aterrado de estar en el lugar, porque el Señor Lucifer era muy amable con él y sabía que lo cuidaría.
—Esta habitación es muy bonita, Señor Lucifer. Gracias por todo.
—Oh, no es nada. Todos poseemos habitaciones similares —respondió Yoongi, restándole importancia y mintiendo en el acto, pues esa habitación, la que ahora era de Jimin, era una de las habitaciones para huéspedes especiales, y las otras eran mucho más pequeñas y sin la vista que esta tenía. Pero el pequeño Ángel no tenía porqué saber eso—. Te dejaré para que puedas establecerte y descansar. Dentro de un rato te traerán tu cena.
Los ojos de Jimin se abrieron y su rostro se baño de miedo, —¿Q-qué me traerán de c-cena?
Yoongi, al ver su expresión, no dudó ni un segundo en soltar una suave carcajada, mostrando esa sonrisa de encías que no concordaba con su título de "El Señor de la Oscuridad".
—Te puedo asegurar de que tu cena será igual a lo que comías en el cielo y no todas esas aberraciones que te metieron en la cabeza —dijo Yoongi sin borrar su sonrisa—. Allá en el cielo corren muchos rumores sobre el inframundo, pero la mayoría son falsas, así que no caigas en esas especulaciones y averigua todo por ti mismo.
Jimin se sintió un poco avergonzado y bajó su cabeza, —Lo siento mucho, Señor Yoongi.
—No te preocupes, Jimin —habló el mayor y dejó unas suaves palmaditas en la cabeza del chico—. A todos les ha pasado, así que ya estoy acostumbrado. No te sientas mal, eh.
Jimin volvió a asentir y Yoongi hizo una reverencia a modo de despedida, caminó hasta la puerta del lugar, pero se detuvo antes y se giró nuevamente a ver a Jimin.
—¡Casi lo olvido! Mi habitación es la de al lado, la que tiene la puerta más grande. Si tienes algún problema, puedes tocar y decirme.
—¡C-claro! ¡Muchas gracias, Señor Yoongi!
Sin más nada que agregar, Yoongi salió de la habitación y se fue a hacer sus deberes como el Señor del lugar. Como ya era un poco tarde, dejó algunas de sus responsabilidades para el día siguiente y volvió a su habitación.
Tomó un baño y se relajó con el agua tibia. Secó su cuerpo y se vistió con su pijama de seda negra, la cual hacía resaltar su precioso color de piel. Cepilló sus dientes y se dirigió a su cama, para por fin descansar de su ajetreado día, lleno de muchos sentimientos.
Una vez acostado, cerró sus ojos intentando conciliar el sueño, pero unos toques a su puerta lo trajeron a la realidad. Frunció el ceño y se levantó, preguntándose quién podría ir a fastidiarlo a esa hora de la noche.
Abrió la puerta con algo de enojo, el cual se desvaneció en cuanto vio al nuevo Ángel con las mejillas cubiertas de lágrimas y abrazándose a si mismo, intentando detener los movimientos de su cuerpo a causa de los sollozos.
—Jimin, ¿Sucedió algo? —preguntó con preocupación.
El chico mordió su labio y se acercó hasta Yoongi, posando su cabeza en su pecho y rodeándolo con sus cortos brazos. La respiración del mayor se cortó y su corazón parecía querer salir de su pecho.
Una furia lo consumió y sus ojos comenzaban a teñirse de esos colores rojizos del fuego, denotando su pronta molestia. Tenía la sensación de que alguien le había hecho algo a Jimin, y si eso era cierto, él mismo se encargaría de enviar con sus demonios más sádicos al responsable de las lágrimas del chico.
—M-me da mucho miedo d-dormir solo, Señor Y-yoongi —habló entre sollozos Jimin, aferrándose más al otro—. E-en el cielo d-dormía con mi m-mejor amigo y ahora e-estoy solito.
La molestia de Yoongi fue bajando y sus ojos volvieron a ser de ese color negro tan profundo. Llevó una de sus manos hasta la espalda de Jimin y comenzó a acariciarla de arriba a abajo a modo de consuelo.
—¿Por qué no me lo dijiste antes?
Jimin se alejó un poco de Yoongi y lo miró con mucha pena, —E-es que no quería ser una molestia para usted.
Yoongi sonrió de lado y acarició la mejilla del chico, —No eres molestia, Jimin... aunque no sé realmente cómo solucionar tu problema.
—¡Podría dejarme dormir con usted! —exclamó el Ángel y Yoongi abrió los ojos—. Le juro que no pateo, hablo ni ronco, ¡No lo voy ni a tocar! Solo necesito saber que alguien más está conmigo.
La expresión desesperada de Jimin, hizo en Yoongi un lío. Iba a negarse, claro que sí, pero Jimin juntó sus manos e hizo un puchero, mientras suplicaba con un: «Por favor, Señor Yoongi».
Así fue como Yoongi aceptó a Jimin en su cuarto, despertando al otro día con el cuerpo del Ángel por completo sobre él y abrazándolo como si fuese lo más suave del mundo.
『 °*• ♡ •*°』
Yoongi volvió a su habitación a altas hora de la noche, encontrando todo a oscuras. Ese día, Jimin había estado trabajando por otro lado, así que no habían podido verse mucho.
Lo vio acostado en la cama, abrazando su almohada como si fuese él, y no pudo evitar sonreír por tan bonita imagen. Sin querer despertarlo, entró al baño y limpió de él todo rastro de trabajo o sudor. Cepilló sus dientes y se vistió con un simple pantalón, puesto que ese día hacía un poco más de calor que lo normal.
Levantó las sábanas y se adentró en la cama. Tomó su almohada y la sacó de los brazos de Jimin, colocándola debajo de su cabeza y entrando él entre los brazos los brazos de su lindo Ángel de Oro.
Jimin nunca volvió a su habitación. Desde aquella noche en la que le pidió dormir con él, el chico no quiso salir de ahí, y Yoongi no estaba tan molesto con la situación, puesto que amanecer con el precioso Ángel abrazándolo era una de las mejores sensaciones que había vivido.
—Mhm... Yoonie~
—Dime, pequeño —habló Yoongi, embelesado por la imagen de un Jimin hablando dormido y abrazándolo más.
—Dame mi beso de buenas noches.
Yoongi sonrió y acercó sus labios hasta los de Jimin, besándolo de manera suave y lenta, sacándole uno que otro suspiro al pequeño Ángel. Paseó sus manos por la estrecha cintura del chico, acercando sus cuerpos y suspirando por lo exquisito que eran los labios de su novio.
Se separó un poco y comenzó a dejar pequeños besos sobre los labios de Jimin, ganándose unas suaves risas que calentaron su corazón. Se alejó y miró al chico, quien ya había abierto los ojos y lo veía con amor.
—Te extrañé durante todo el día, Yoonie.
—Yo también te extrañé a ti, Jiminie.
—¿Mucho? —preguntó Jimin de manera juguetona y Yoongi asintió, siguiéndole el juego—. Demuéstramelo entonces.
Sonrió en grande y volvió a tomar los labios de Jimin, posicionándose encima de él y sacándole uno que otro gemido por sus caricias.
A veces Yoongi se sentía mal por todo lo que estaba haciendo con el hijo favorito de Dios, pero mientras Jimin estuviese ahí, recibiendo gustoso cada uno de sus toques y besos, él no iba a dejar de amar con más ahínco el precioso cuerpo del Ángel de Oro. Adorándolo y demostrando cuánto le encantaba.
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