22. Lo inesperado


Capítulo veintidós: 

Lo inesperado



— ¿Ya me vas a decir a dónde vamos?— pregunta Damian a Edward de manera emocionada. El lector de mentes niega sonriendo, apretando los labios.

— ¡Vamos Edward, por favor! — se queja el adorable muchacho haciendo un puchero, su ahora esposo no puede evitarlo y se acerca a besar sus labios tiernamente.

— Lo sabrás cuando aterricemos, ahora disfruta el viaje y no seas impaciente— ambos entrelazan sus dedos de las manos sintiendo sus argollas matrimoniales y Damian se acurruca al costado de su esposo sentado a su lado en el avión privado que Edward se había encargado en contratar.

Había pasado una semana de la boda sorpresa y las cosas no podían ir mejor. Ahora se dirigían al viejo continente en una luna de miel que ambos deseaban extender por tiempo indeterminado;

Edward sonreía contra el sedoso y alborotado cabello al escuchar sobre los lugares y las cosas que Damian quería hacer y visitar. Empezarían en Europa, después África para terminar en Asia; Damian bromeaba sobre la posibilidad de secuestrar a los ídolos coreanos de su mejor amiga Bonnie y llevarlos hasta Forks para su cumpleaños.

— ¿Sabes qué es lo que yo quiero hacer en cada lugar que visitemos?— preguntó Edward colocando a Damian sobre su regazo.

El muchacho negó inocente y su esposo susurró algo en su oído que solo él pudo escuchar, estremeciéndose por completo.

— M-me parece bien— respondió Damian nervioso haciendo reír a Edward al ver su inocencia.— Pero no todo va a ser "jijiji" y "jajaja" en nuestra vida Edward— Damian alza su ceja poniéndose serio y sentándose en su regazo —, estudiaré la Universidad, seré médico y ayudaré a mucha gente. Siempre he sentido la inquietud de que podemos hacer más por este mundo, este don que la inmortalidad me dió debe servir para algo.

— Me parece correcto, tenemos todo el tiempo del mundo para eso. Estaré a tu lado en cada momento.

Damian sonrió ampliamente y rozó su nariz con la de su esposo— Te amo Edward Cullen.

— Y yo te amo a ti, Damian Cullen, con mi alma entera.

— ¿Ahora ya me crees cuando te digo que tienes alma?— pregunta el menor a su compañero después de despegar sus labios de un dulce beso.

— Sí y eso es gracias a ti— Edward toca la punta de su nariz con su dedo—, tengo un alma y está unida a la tuya, ahora lo sé.

Llegaron al Aeropuerto Internacional de Atenas, en Grecia, y de ahí tomaron otro vuelo privado hasta la isla de Santorini. Damian estaba muriendo de emoción cuando se acercaron al auto que con anterioridad Edward había rentado.

Damian había llevado con él una cámara profesional para documentar su viaje, y ahora mismo tomaba fotografías de Edward sonriendo y conduciendo el auto descapotable mientras el atardecer caía sobre la isla. Siempre que el joven pensaba que no podía estar más enamorado de su creador, encontraba otra razón para estarlo.

Edward conducía relajado con lentes de sol mientras los rayos del tardío sol del crepúsculo ocasionan que su piel desprendiera un leve resplandor. A Damian le quitaba el aliento esa imagen sacada directamente de un sueño o de una película.

Llegaron a un muelle y se detuvieron. Eso sorprendió al joven vampiro de cabello rizado.

— ¿No nos quedaremos en Santorini?— pregunta Damian a un Edward de aspecto travieso.

— Nop, vamos— Edward cargó las maletas y caminó hasta el bote atracado en el muelle.

Una vez en el bote y en la oscuridad de la noche, Damian rodea por detrás al lector de mentes mientras éste se encargaba de la navegación del navío.

— ¿Quieres intentarlo?— pregunta Edward sobre el ruido que provoca el motor y el océano.

— ¿Y sí hago que nos estrellemos?— preguntó temeroso poniendo su barbilla en el hombro de su esposo.

La risa de Edward era música para los oídos de Damian. El telépata le dió el timón y se posicionó atrás de él para darle confianza; ambos podían llegar a acostumbrarse a una vida así, sin preocupaciones.

Llegaron a una isla pequeña pero llena de vegetación en la que la única construcción era una hermosa y elegante construcción, Damian no esperó a que Edward terminará de atracar cuando ya se había lanzado a la arena de la playa.

— ¿Qué es este lugar?— preguntó el muchacho sumamente emocionado.

— Es la Isla Evelyn— dice Edward.

— ¿Por qué se llama como mi madre?— preguntó Damian con una sonrisa tímida, recordando a la mujer que más había amado en su vida.

— Carlisle y Esme compraron la isla en lote junto con otra que está en Brasil— explica Edward mientras camina hasta el atolondrado muchacho—, yo les sugerí bautizar la isla con el nombre de tu madre, sé lo importante que es para ti y creí que traerte sería como darte un pedazo de ella en esta nueva vida que vamos a comenzar.

Damian toma el rostro de su esposo y besa sus labios.— Te odio por hacerme amarte más a cada segundo que pasa, no me parece muy justo. Mereces una demanda o algo.

— Ven— Edward tomó su mano y caminaron juntos hasta la puerta de entrada, que era toda de cristal. En un movimiento que no pudo prever, Damian es tomado en brazos por el mayor, justo antes de entrar a la casa.

— ¿De verdad?— preguntó Damian arrugando su frente pero sin perder su buen humor.

— Soy de la vieja escuela, lo sabes— contestó Edward sonriente.

— Oh sí claro, dile eso al pervertido que quiere hacerme Dios sabe qué en cada lugar que visitemos.

La decoración del interior de la casa era elegante y minimalista, pero poco les importaba a los vampiros. Edward se dirigió hasta la habitación y Damian apretó sus labios al ver la enorme cama.

— ¿Quieres nadar?— preguntó el lector de mentes, el sanador asintió con la cabeza.

— ¿En qué piensas?— pregunta Damian cuando ambos están juntos mirando a la luna, ambos cubiertos hasta la cintura por el agua cálida del mar Egeo.

— En que no puedo imaginar un instante más feliz que este— susurró Edward girando su cuerpo para mirarlo, Damian sonrió sin despegar la vista de la luna—, este es el mejor momento de mi vida, si muriera ahora lo haría pleno.

— Tienes una extraña fascinación con la muerte, con tu muerte— comenta Damian, tomando la mano de Edward que flotaba en el agua—, es un poco perturbador si me lo preguntas.

— No le tengo miedo a morir, ahora mi más grande temor es perderte, ya no estar a tu lado me aterra al punto de la desesperación.

— Ay Edward Cullen, tú siempre tan melancólico— suspira el menor rodeando el cuello del más alto con sus manos—. Nada podrá alejarme de tu lado a partir de ahora, no pienses en eso. ¿Podemos solo disfrutar como Dios manda nuestra luna de miel?

El telépata le dedicó una sonrisa torcida, la sonrisa favorita de Damian pues hacía sus rodillas temblar—. Claro que podemos.

Pasaron los días y la pareja no podía estar más enamorada. Exploraron cada rincón de la Isla, se divirtieron de lo lindo realizando impresionantes saltos desde una cascada altísima, nadando en las fosas de agua dulce, retándose el uno al otro en interminables juegos de ajedrez en los que los que la habilidad telepática de Edward le daban ventaja.

— No lo puedo creer— susurró Damian después de vencer a Edward por primera vez en el juego, a las orillas del mar— , te gané.

Damian aparta de un manotazo el tablero y se lanza a los brazos de su esposo para besarlo con vehemencia, recibiendo la misma necesidad por parte de Edward y poco a poco fueron eliminando las pocas prendas que vestían.

— ¿No tienes sed?— preguntó Edward acariciando la espalda del menor de los Cullen que estaba recostado sobre la cama más que rota de la habitación principal.

— Ahora que lo mencionas sí, gracias— Damian gira los ojos pero sonríe siempre amable.

— Podemos ir a Atenas si deseas no irnos tanto tiempo de la isla— sugiere el lector de mentes.

Damian no sabe por qué pero la idea de dejar la isla suena atractiva—. Aunque amo este lugar creo que es momento de irnos, podemos regresar el próximo año en nuestro aniversario.

— ¿Seguro?

— Sí, tengo ganas de sangre de oso y en Atenas no hay más que en el zoológico— dice Damian mientras se incorpora con la ayuda de sus codos para revisar su celular— , podemos ir a no sé, ¿Albania?

— Buena idea. Nunca he estado ahí pero suena atractivo, los osos son endémicos de la zona. ¿Cuándo quieres irte?

— Mañana— el menor sonríe ampliamente —, ahora mismo quiero besar cada poro de tu piel y como me voy a equivocar intencionalmente muchas veces, tardaré todo el día.

Los bosques de Albania eran majestuosos, con árboles milenarios, frondosos y de maderas valiosas. Damian sacaba fotografías del hermoso lugar mientras Edward terminaba de beber la sangre del oso pardo que se habían topado.

— Este lugar es hermoso— susurra el más joven cuando Edward saca un pañuelo para limpiar las manchas de su boca— , da un poco de miedo pero es bello de verdad.

— Podremos sugerirle a Carlisle venir aquí cuando nuestros días en Forks lleguen a su fin— responde Edward poniéndose la mochila en la espalda de nuevo—, también me gusta.

Ambos se adentraron en el denso boscaje, la temperatura era baja y el cielo era parecido al de su hogar: encapotado por nubes grises. Damian tomaba una fotografía de Edward cuando de pronto y de manera lenta, llega hasta ellos un fuerte olor a sangre; el menor baja lentamente la cámara y mira a su esposo para hacerle saber que está bien, que no se ha descontrolado.

Siguen el rastro del olor a sangre y la escena con la que se topan es digna de una pesadilla: una mujer joven yacía sobre un montículo de tierra húmeda completamente bañada en sangre empezando por su vientre, como si algo se hubiera abierto paso dentro de ella para salir.

— ¿Qué demonios?— susurra Damian al tocar la piel de la demacrada mujer, muerta hace menos de un par de minutos.— ¿Fue un animal?

Edward, de manera cautelosa se acerca a la mujer y niega en repetidas ocasiones—. No, un animal no hace esto.

Damian cierra los párpados de la demacrada mujer y suspira por la pena, Edward sujeta el hombro de su esposo cuando algo se mueve entre la vegetación que contornea el lugar; el menor mira fijamente el lugar y escucha un sonido peculiar, el de un corazón diminuto latir rápidamente y un olor especial, no humano ni animal, simplemente único.

Edward se acerca lentamente a lo que quiera que se estaba moviendo y cual corazón latía de esa forma. Damian sigue de cerca a el telépata y cuando ambos descubren a la diminuta figura humana que se movía, emite un jadeo de sorpresa.

— Dime que también estás viendo lo que estoy viendo— susurra Damian al ver a lo que parece un bebé recién nacido, cubierto de sangre.

— Es imposible— responde Edward, totalmente consternado. El vampiro sanador pretende acercarse más al pequeño bebé que empieza a llorar cuando su compañero lo detiene—. No creo que sea buena idea.

— Edward no va a lastimarme, al contrario— Damian ignora el abrazo protector de Edward y se acerca a tomar en brazos al pequeño para calmar su llanto sin éxito—, puede que esté lastimado. Dios sabe qué tanto ha estado así, dame rápido algo para limpiarlo de la mochila.

Edward obedece aún sin estar convencido de que todo eso sea real y que sea una buena idea. Damian limpia al pequeño tratando de consolarlo para que deje de llorar, pero el niño se niega a dejar de hacerlo.

El lector de mentes se acerca con cautela hasta su compañero, ideando qué rayos hacer con esa situación y cada segundo más asustado porque el niño no deja de sollozar. Damian lo envuelve en una camisa de franela gruesa y sonríe al ver que poco a poco el bebé deja de llorar.

— Tenía frío, debemos alimentarlo y buscar a su madre— murmura Damian mientras lo mece en sus brazos.

— Creo que su madre es ella— responde Edward, señalando a la mujer desangrada con un movimiento de cabeza—, escucha su corazón, parece el de un colibrí. Su olor es extraño, es como si fuera...

— Uno de nosotros— completa Damian mirando a su esposo—, no completamente, solo una parte.

— Cielo, debemos hablar con Carlisle— Edward frunce el ceño, sin saber muy bien qué hacer—, no podemos dejarlo aquí por supuesto pero no sabemos ni siquiera qué es.

Damian asiente al escuchar las palabras de Edward, el niño hace un ruido que llama la atención de ambos haciendo que lo miren con atención. Y el niño abre los ojos por primera vez.


Jasper acaricia la mejilla de su amada Bonnie mientras duerme plácidamente en la cama de la recamara principal de la casa de Edward y Damian.

— Cariño, despierta— susurró Jasper mientras sacudía a la rubia, sonriendo divertido al ver la cara de su rubia favorita.

— Eso estuvo muy alto Jas— se queja Bonnie, quitándose el cabello del rostro—, me estás gritando con un megáfono en la oreja.

Jasper soltó una risa sentándose junto a ella y le ofreció un vaso con algo de un color verde extraño adentro—. Leí en internet que esto quita la resaca rápidamente, bebelo rápido.

— Aww, eres el mejor fucking novio del mundo— Bonnie empezó a beber el contenido del vaso y casi vomita pero logró terminar el remedio para resacas de Jasper Hale—. Te adoro y todo pero, ¿Por qué es importante que esté despierta? No quiero salir de la cama hoy.

— Damian y Edward regresan en un par de horas, creo que no quieres perderte eso, ¿O sí?— Jasper entrecierra los ojos y besa la frente de Bonnie.

— ¡Cielos! ¡Claro que no!— exclama Bonnie, arrepintiéndose inmediatamente de hacerlo por el fuerte dolor de cabeza que la invade—, debo limpiar la casa, van a matarme cuando se enteren que aprovechando que no estaban hice una fiesta con los lobos, aunque diré que fuiste tú.

— Yo limpio y tú toma ese vaso de agua que deje en la mesita de noche junto con dos aspirinas— dice Jasper para después besar castamente sus labios, divertido por los comentarios de su novia—, tu duerme algo más en lo que les preparo de desayunar.

— ¿Les preparo?— pregunta Bonnie agarrando el vaso.

— ¿Pueden callarse? Están taladrando mis oídos con sus voces — gime Leah acostada en el piso junto a la cama, tapándose la cabeza con el cobertor para seguir durmiendo.

Bonnie y Jasper arribaron a la casa Cullen después de dejar a Leah en la reservación, en una sola pieza y sin resaca. Cuando llegaron todos estaban listos en la entrada para recibir a la pareja que llevaba fuera de Forks casi mes y medio.

— ¿Aún no puedes ver nada Alice?— pregunta Jasper al ver a la vidente fastidiada, masajeando su frente.

— No, es horrible.

— ¿Qué sucede?— pregunta Bonnie abrazando por la cintura a la pequeña vampiresa, haciéndola sonreír y besando sus mejillas—. Ayer te fuiste en la mejor parte Alice.

— Ya llegaron— dijo Rosalie sonriendo por el comentario de la rubia y vieron como el Volvo negro de Edward llegaba hasta donde ellos estaban.

El telépata baja y se le nota serio, precavido incluso al acercarse a su familia.

— Tenemos una situación, uhm... necesito que todos tengan la mente abierta ¿De acuerdo?— pregunta Edward y todos lo miran extrañados.

— ¿Por qué Damian no baja? ¿Qué sucede? — pregunta Carlisle mirando el auto.

— No he podido ver su futuro en tres días, ¿Qué sucede?— interviene Alice.

— Solo manténganse abiertos, explicaremos todo con calma.

Damian abre la puerta trasera derecha del auto de Edward y sale sonriente con ese aire inocente que lo caracterizaba, la diferencia es que ahora traía entre sus brazos a un hermoso niño de cabello castaño y ojos color chocolate totalmente expresivos. El bebé mira a todos y suelta una risita cantarina que hace que Rose jadeé de la sorpresa.

— Sí, son ellos— susurra Damian al pequeño haciéndolo sonreír.

Bonnie abre la boca sorprendida-— ¿Alguien más notó que Damie trae un bebé hermoso?

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