07. Dagas en el corazón
Capítulo siete:
Dagas en el corazón
El joven neófito de ojos dorados estaba sumamente nervioso. Era su primera salida al mundo exterior; empezarían con algo sencillo y tranquilo según Alice: una salida al centro comercial.
Iba toda la familia, era domingo por lo cual también los acompañaba Carlisle. Damian estaba golpeando el piso del auto con su pie contagiando de su estado nervioso a su acompañante, el vampiro lector de mentes. Esa era la prueba final que necesitaban Edward y Carlisle para llevarlo con su madre enferma e impaciente pese a que su comportamiento había sido intachable, sorprendiendo a Jasper Hale más que a nadie.
La familia Cullen iba distribuida en tres automóviles de lujo que circulaban en caravana. Alice y Jasper iban junto a Rosalie y Emmett en la Jeep, Carlisle en su auto junto con Esme y en el Volvo, Damian y Edward.
Una vez aparcados en el estacionamiento subterráneo del lugar, todos se reúnen ante Damian en lo que parece ser un ataque de pánico pues el muchacho se rehúsa a salir del lujoso Volvo.
— ¡Vamos Dam, tú puedes!— gritó Emmett golpeando el vidrio del copiloto, dándole ánimos.
— Hijo, lo haz hecho increíble todo este tiempo— lo apoya Esme— , estamos todos juntos para que todo salga bien.
— Cariño, no te preocupes por nada. Confiamos en ti—. interviene Rosalie.
— Hermano, en todos mis años conviviendo con neófitos ninguno se había controlado como tú, ten por seguro que lo harás con excelente— Jasper lo ve a través del vidrio del piloto, en donde está Edward.
Damian respira fuertemente y voltea a ver a su acompañante, quien le corresponde la mirada con una pequeña sonrisa.
— Está bien— suspira y pasa sus manos por su cabello—, vayan adelantándose, iré en un segundo.
Aunque se miran entre ellos indecisos, los Cullen caminan hacía la entrada del centro comercial dejando a los ocupantes del Volvo a solas.
— A ti no te puedo mentir, tengo miedo—. suelta Damian sin pudor alguno a Edward— ¿Y si no puedo controlarme? ¿Y si lastimo a alguien?
Edward, quien hasta el momento no había hablado, lo tomó de los hombros y lo sacudió un poco para calmarlo.
— Ya oíste a los demás, eres el vivo ejemplo de que con disciplina y guía, los neófitos pueden controlarse— ambos se miran a los ojos y ahí estaba de nuevo esa complicidad entre ambos.
Damian proceso sus palabras y se dio cuenta de que tenían razón, pudo contra todo pronóstico soportar el incidente del hombre herido y además logró sanarlo. Él podía hacer esto y mucho más.
— Quédate conmigo— en un gesto de valentía, Damian sujeta fuertemente la mano de Edward y para sorpresa del más joven, no retira su mano.
— ¿A dónde más podría ir?— pregunta Edward sonriendo de lado, apoyando al más joven.
Damian suelta el agarre y da una respiración profunda antes de abrir la puerta del auto. Decidido, camina flanqueado por Edward, encontrando a sus hermanos, Jasper y Emmett en la entrada.
— ¿Vamos a la tienda de videojuegos?— cuestiona Emmett mirando a los demás.
— Prefiero ir a una librería si no les molesta— responde Jasper y mira a Damian—, acompáñame hermano, prometo acompañarte en cuanto encuentre lo que busco.
— Los vemos luego, estaremos cerca— Emmett despeina el cabello de Damian.
Como todos esperaban la salida al centro comercial fue todo un éxito. Alice compró media tienda y Damian no atacó a nadie. El neófito sufrió un poco de sed cuando se vió rodeado por tanta gente al mismo tiempo pese a acudir en un horario no tan concurrido. Inclusive todos miraron la reacción del muchacho hacía la comida rápida humana y no pararon de reír en minutos.
Mientras conducía de regreso, Edward miraba de reojo al muchacho que miraba por la ventana, sumido en sus pensamientos. Estaba completamente orgulloso de él y esa misma noche le diría toda la verdad, para así llevarlo con su madre al día siguiente pues según Carlisle, su madre estaba ansiosa por verlo pues no le quedaba mucho tiempo de vida.
— Estoy muy orgulloso de ti, en verdad— dice Edward sin despegar la vista del camino. Los demás se habían adelantado así que el camino estaba vacío a excepción del Volvo con ellos dos adentro.
Damian voltea a mirarlo y sonríe de lado—. Gracias por confiar en mí, sin ti no creo que pudiera hacerlo.
— Después de ver tu excelente comportamiento estos meses esta salida solo fue la confirmación de que eres increíble— responde Edward y a Damian le hormiguean las mejillas de la vergüenza.
En cuanto llegaran a casa, Edward reuniría a todos para revelarle la verdad al neófito: que tenía una madre y que ella llevaba esperándolo mucho tiempo. Mojó sus labios con su lengua y en su pecho se instaló un enorme agujero, y la verdad llegó de manera tan reveladora que hizo que Edward respirara profundamente.
Temía perder a su persona favorita, temía que Damian se fuera con su madre y que se alejara de su familia, de él específicamente al conocer la verdad. Trató de convencerse de que era lo mejor, que los sentimientos que había desarrollado por su hermano adoptivo eran inapropiados e incorrectos, no solo por ser ambos hombres sino porque era su culpa que Damian no pasara los últimos días de su madre con ella. Edward no supo en qué momento llegó a quererlo tanto pero lo hacía y eso lo confundía.
Ambos varones no dicen nada por un largo rato y para cortar con el silencio incómodo, Damian prende la radio del auto. En ese momento una melodía que el neófito conocía perfectamente empezó a sonar, era La Vie en Rose en la inconfundible voz de Édith Piaf. Empieza a tararear en un perfecto francés y el en el pecho de Damian algo se detiene y después hace clic.
Edward aprieta con las manos al volante.
Era la dulce melodía que le cantaba su madre antes de dormir cuando era niño, específicamente cuando su padre murió y empezó a mojar la cama de nuevo. La dulce voz de la mujer lo calmaba cuando lloraba por la falta de su padre, cuando lo molestaban en la escuela o cuando su madre le reveló que tenía cáncer.
"Yo tengo una madre" piensa y se como nunca antes lo había hecho, trata de recordar algo, algo más que le confirme lo que acababa de pasar.
Se aprieta el pecho con una mano, como si le faltara el aire.
Edward sigue conduciendo tratando de llegar a la casa Cullen pero es imposible, pues Damian comenzó a recordar más y más, como si aquella canción hubiera sido la llave de su memoria.
—¡Edward detente!— grita Damian y Edward lo hace. La respiración es agitada e irregular, trata de tranquilizarse pero no lo logra.
Después de varios minutos sin que el neófito no diga o haga nada, Edward arranca el auto de nuevo y se dirige a toda velocidad a su casa, Damian parece haber entrado en trance. Ni siquiera se detiene a apagar el auto cuando llegaron, saltó hacia afuera y abrió rápidamente la puerta del copiloto para sacar a su hermano, quien no alzaba la mirada perdida.
— ¡Carlisle!— Edward llama a su padre mientras se pone en cuclillas frente a su hermano, lo sujeta de la mejilla y hace que suba su mirada—, Hey, todo está bien... mírame por favor.
— ¿Hijos? ¿Qué sucede? — cuestiona el líder del Clan Cullen—, ¿Por qué se retrasaron?
Los demás salen a la entrada y se alarman al ver a su hermano en ese estado.
— Damian ha recordado a su madre— dice Edward.
— Mi mamá, mi mamá estaba en el hospital cuando yo salí a tomar fotos de paisajes o algo así, necesitaba dinero para pagar su cuenta en el hospital porque el seguro había vencido— responde Damian con la voz cortada—. Dios, eso fue hace seis meses...
El muchacho cubre su rostro y comienza a sollozar sin lágrimas, pensando lo peor. Edward tragó saliva y miró a su padre, quien asiente dándole a entender que era momento de decirle la verdad.
— Tu madre está viva— todos miran a Edward, incluyendo Damian—, cuando te encontré leí en tu mente la preocupación por tu madre enferma. Encontré una cámara en donde tenías fotografías de ella pero no logré recuperarlas, tenía tu nombre grabado en ella. Así supe tu apellido y la busque en los hospitales cercanos y la encontré en el Hospital Metropolitano.
— En ese hospital trabaja Carlisle— señala Rosalie y entrecierra los ojos—, ¿Tú lo sabías Carlisle?— pregunta la rubia.
— Edward me pidió ayuda días después de la transformación de Damian— explica con vergüenza mirando a su hijo—, me pidió que hiciera todo lo posible por mantenerla viva, la he estado tratando todo este tiempo.
El de cabello rizado mira a su padre y a su hermano confundido, mira a los demás y se pone de pie, alejándose de Edward.
—¿Ustedes lo sabían?— pregunta con un hilo de voz, con el corazón totalmente roto.
— Ellos no sabían nada, solo Carlisle y yo— responde Edward, esperando lo peor.
— ¿Cuándo...— Damian siente sus ojos picar por lágrimas que nunca iban a salir de nuevo— cuándo pensabas decirme?— pregunta el muchacho.
— Cuando estuvieras listo, cuando pudieras controlar tu sed— responde de la misma manera.
Jasper se acerca a su hermano y lo toma por el hombro, sintiendo toda su tristeza y su decepción, los sentimientos eran tan fuertes que logran hacer sentir mal físicamente al rubio.
— ¿Así que todos esos votos de confianza de hoy eran falsos?— cuestionó el neófito— ¿Eran una prueba para ver a mi madre?
— Necesitábamos saber que estabas listo— esta vez responde Carlisle.
— Eso lo puedo entender, por supuesto que puedo pero— se interrumpe— ¿Por qué ocultarlo? ¡Jamás la hubiera lastimado, es mi madre por Dios!— Damian se acerca a Edward furioso y lo empuja—. No tenían derecho de ocultarme eso, siento como si me hubieran secuestrado todo este tiempo. ¿Por qué lo hiciste?
"Porque no quería que te fueras y nos dejaras, porque no quería perderte" contestó mentalmente Edward sin poder mirarlo a los ojos, miraba a través de las mentes de los demás su rostro roto y angustiado.
Damian siente como en su inerte corazón son clavadas miles de afiladas dagas, había vivido en un cuento de hadas desde que se había despertado pero la realidad era muy diferente, él vivía sin preocupaciones mientras su madre estaba muriendo . Mira a Edward y éste no se atreve a levantar la mirada, suspira pesadamente y asiente.
— Bien, iré a ver a mi madre y no quiero saber nada de ustedes dos, en especial de ti. —, señala a Edward dolido—. Como te habrás reído de mí todo este tiempo, que estúpido soy al creer que confiaban en mí.
— Yo te llevo hijo— interviene Esme mirando disgustada tanto a Edward como a Carlisle.
— Nosotros también iremos— dice Rosalie sujetando a Emmett del brazo.
Damian no pone objeción aunque lo que menos quisiera en ese momento era compañía, subió al auto de Rosalie junto con los demás. Miró un momento a Edward, quien se mantenía parado con las manos en las bolsas de su pantalón. Edward subió su mirada y lo que encontró en los ojos de Damian fue parecido a lo que vio en los de Bella cuando la abandonó en el bosque: dolor y desilusión.
El auto de Rosalie arrancó dejando a los demás integrantes del clan Cullen con un sentimiento de vacío. Alice se acercó a Edward y lo abrazó fuertemente.
— Él te perdonará, puedo verlo—, afirma Alice colocando su cabeza en el pecho de su hermano.
— Espero que sí.
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