05. Fotografía
Capítulo cinco:
Fotografía
— Doctor Cullen, su paciente ha resistido contra todos los pronósticos el nuevo tratamiento, pero debo decirle que solo le ha dado un par de meses más, después de eso no hay nada que podamos hacer— recita el médico de guardia del área de oncología, le entrega al vampiro el reporte de ese día y se va por el pasillo.
Carlisle lee el reporte y, como lo dijo su colega, la madre de Damian no respondió favorablemente al tratamiento que él mismo le prescribió. El doctor Cullen entra a la habitación y mira a la mujer que usaba una mascada en la cabeza mirando al espeso bosque con árboles cubiertos por la nieve.
— Señora Evelyn, debería estar en cama— la reprende Carlisle con su amabilidad característica.
— Estoy cansada de esa cama, quería un poco de luz natural— la pálida mujer de gira y le sonríe con dulzura.
— ¿Cómo se siente hoy?— pregunta Carlisle, sentándose en la cama para quedar frente a ella.
— Hoy es un día bueno, ayer no tanto— suspira la mujer mirando al doctor y por su expresión, sabe qué preguntará.
— Él está bien— dijo Carlisle con una leve sonrisa—, es un chico grandioso, está adaptándose todavía, es un muchacho muy inquieto.
— Mi Damian— los ojos de la mujer se humedecen, sacude la cabeza y toma las manos de Carlisle sin importarle la temperatura helada del médico—, ¿Cuándo podré verlo? Es lo único que me mantiene de pie, es en lo único que pienso cuando los efectos de la quimioterapia aparecen, es mi única luz.
Carlisle aprieta los labios y toma las manos de la enferma mujer—. Evelyn, él necesita más tiempo, necesita controlarse más para no lastimarla, un par de meses más, es lo único que le pido.
La mujer estalla en llanto y toma su rostro con las manos, ya no tenía tiempo.
— No quiero irme sin verlo— dice entre lágrimas—, ya perdí a mi hijo una vez sin despedirme y eso casi me mata, quiero hacerlo esta vez, una última vez si es necesario. Usted me ha dado esa esperanza, no me la quite.
Carlisle le da un pañuelo para secar sus lágrimas; esa situación era una especie de Deja Vu para él, era como cuando transformó a Edward hace tantos años. El amor de una madre que sobrepasaba cualquier límite.
— Evelyn, él vendrá a verla, se lo prometo. Pero es necesaria más preparación, jamás me perdonaría si usted o él salen lastimados— habla Carlisle en tono de súplica—, sé que es un gran sacrificio pero espere un poco más.
— Por Damian esperaría toda la vida— dice firmemente Evelyn—, después de tantos intentos fallidos lo concebí de milagro, puedo esperar aún más de ser necesario. Solo le pido que lo mantenga a salvo.
— Así lo haré— responde Carlisle, con la misma firmeza de la madre de su nuevo hijo.
— Feliz navidad Doctor.
— Feliz navidad Evelyn.
— A la mierda, estoy harto. ¿Un vampiro puede morir de muerte de cuna tardía? Díganme que sí, por favor— pregunta Damian frustrado, ocasionando la risa estridente de Emmett y la risita cantarina de Rosalie.
— Lo dudo bro, pero de verdad no entiendo tu problema con el Alemán— respondió Emmett desde el otro lado de la mesa.
Carlisle había dado la orden de que Damian aprendiera dos idiomas como mínimo, eso para entretener al joven neófito. Emmett se había ofrecido a enseñarle Alemán y Rosalie francés.
— Mi problema es que me escucho hablar y solo pienso en esas películas del holocausto. Además, es nochebuena, ¿no tendríamos que estar haciendo galletas de jengibre o algo?
Sus hermanos rieron y fueron interrumpidos por el arribo de Alice y Jasper al salón principal, trayendo consigo un enorme pino natural el cual cargaban sin esfuerzo alguno.
— Alice lo eligió— dice Jasper colocando el árbol en el lugar dispuesto por Esme, explicando el tamaño.
— ¡Hay que decorarlo ya, tengo muchas ideas!— chilló Alice como niña pequeña.
— No hasta que llegue Edward. Ahora, ¿quién quiere escucharme cantar "Bohemian Rhapsody" en francés?
— ¡Nadie!— dicen todos sus hermanos a la vez.
Sus hermanos desaparecen rápidamente y se distribuyen a lo largo de la casa, Damian ríe y niega girando los ojos. Va para su habitación y sobre su sillón de piel ve los regalos que había comprado para toda su familia pero uno en particular le había costado demasiado trabajo de encontrar. Para nadie era un secreto que a Edward le encantaba tocar el piano, pero a raíz de su ruptura con Isabella Swan había dejado de hacerlo.
Mira su reloj y arruga la frente, tanto Edward como Carlisle ya deberían estar en casa, era noche buena y quería pasar esa noche con su nueva familia, Carlisle debía estar en el hospital pero podría ir a buscar a Edward.
Salta de su ventana cayendo en el patio trasero cubierto por una gruesa capa de nieve y corre en dirección al puente de piedra, antes de llegar capta el olor del lector de mentes.
— Quiero estar solo— la voz seca y grosera de Edward lo sobresaltó, no esperaba verlo de ese modo.
En las últimas semanas había logrado hacer que su melancólico hermano sonriera y se divirtiera, siempre con esa sombra pero lo había conseguido; pero ahora se encontraba ahí de nuevo, regodeándose en su miseria.
— Pues entonces consigue tu propio lugar de autocompasión y desprecio porque éste es el mío. Te tengo una noticia, es noche buena estúpido— responde Damian de manera grosera cruzando sus brazos.
— ¿Qué te pasa?— pregunta Edward preocupándose por su hermano, olvidando inmediatamente su dolor.
Damian se sienta a su lado, tener que expresar de manera verbal lo que pensaba no era fácil. Casi deseó pedirle a Edward que leyera su mente de nuevo.
Habían llegado al acuerdo en el que Edward se compromete a no leer la mente de su nuevo hermano adoptivo. Le costaba mucho al cobrizo pero había cumplido su parte del trato.
— Mañana navidad y no recuerdo nada antes de que me salvaras— Edward baja la mirada—, no sé si alguien me busca o me espera. He tratado de recordar pero nada se queda conmigo. ¿Qué pasa si hay alguien me está buscando o si ya me han dado por muerto y no hay una tumba en dónde llorar?
— Te entiendo, más de lo que crees. Aún así creo que lo mejor es que no te aferres a tu vida humana, ya no va a volver—, el neófito miró de reojo a Edward y se giró hacia él.
— ¿Estás cien por ciento seguro de que no había una identificación o algo que dijera mi identidad el día en el que me salvaste? Solo quiero agotar toda posibilidad— pregunta Damian y Edward se muerde la lengua.
— No— miente—, lo lamento.
Estaba mintiendo y no sabía exactamente por qué, así que hizo la siguiente pregunta.
— ¿Si encontraras a algún familiar o a alguien que te espere, te irías? ¿Nos dejarías?—
— No lo sé— contesta con sinceridad—, pero si esa persona me necesitara creo que sí lo haría. Lo siento si mi respuesta no es la que quieres escuchar— el gesto de Edward no mentía, sentía tristeza.
Damian reclina su cabeza en el hombro de Edward, ambos compartiendo sentimientos profundamente intensos de dolor, angustia y añoranza. El mayor se permite bajar la guardia unos momentos y reclina su mejilla contra la cabeza del menor, sintiendo su sedoso cabello rizado en la mejilla.
Pasaron así unos minutos, cada uno sumido en sus pensamientos hasta que el sonido del celular de alguno de los dos los separa.
— Es el mío— dice Damian separándose medio metro de Edward, aún tratando de entender el arranque de afecto de su recatado y poco sentimental creador— ¿Qué pasó Rose?
— Ya llegó Carlisle, los estamos esperando para adornar el árbol— Damian alcanza a escuchar las voces de sus padres.
— Estamos ahí en dos minutos—. Damian cuelga el celular.
Una vez adornado el árbol, toda la familia se reúne en la sala. La chimenea encendida y los obsequios debajo del pino, Damian sintió de pronto un golpe de nostalgia recordando la plática que tuvo con su hermano.Edward se tensó y carraspeó la garganta.
— Alice, es hora de abrir los obsequios.
Su hermana no lo pensó dos veces y entregó sus regalos a cada miembro de la familia, regalando a Damian una costosa camisa de diseñador.
Los demás hicieron lo mismo, hasta que fue el turno del más joven integrante de la familia Cullen. A Emmett le regaló un videojuego, a Rosalie un hermoso espejo de mano parecido al de una princesa de los cuentos de hadas, a Alice un lujoso guardajoyas, a Esme unos hermosos aretes de diamantes. El que quedó encantado con su regalo fue Jasper pues se trataba de un juego de estrategia naval antiguo y difícil de encontrar.
Damian obsequió a su padre un diario con cubierta de piel y cuando llegó el momento de entregarle su enorme obsequio a Edward, se puso nervioso.
— ¿A mi no me regalaras nada?— pregunta Edward alzando la ceja ante el nerviosismo de su hermano, aunque el lector de mentes ya sabía de su obsequio.
— Antes que nada debes prometer que lo usarás, si no no tiene chiste. Y para que quede claro, el obsequio es de toda la familia.
— De acuerdo— Edward arrugó el entrecejo pero aceptó.
— ¡Está bien, quédate aquí! ¡Cierra los ojos!— emocionado, Damian junto a Jasper desaparece y vuelve con un hermoso piano de cola color negro y lo colocan en un lugar de la estancia que estaba libre.
Edward al abrir los ojos no puede evitar sonreír ante el noble gesto de Damian, no tenía ganas de tocar el piano desde que huyeron de Forks. Parecía que al dejar a Isabella en ese bosque, con ella se había quedado su inspiración, pero al ver el detalle del menor supo que era momento de volver hacerlo.
Edward le agradeció de corazón y se acercó a él con un paquete.
— Esté es el mío, ábrelo— ordenó Edward y Damian abrió rápidamente abrió la caja, en el encontró una fotografía en un bello marco de todos ellos que el mismo adolescente había tomado con el celular de Esme. Todos sonreían y se miraban felices.
— Aquí tienes una familia, aquí siempre tendrás tu hogar— la intensidad de la mirada dorada de Edward casi le corta la respiración a Damian. Jasper se percata de la fuerza de los sentimientos de sus hermanos y arruga su frente un poco, completamente confundido.
— Gracias, no sé qué decir. — dice sinceramente el vampiro, abraza la foto y después se la muestra a Esme y a Carlisle.
El resto de la noche la pasaron como una familia americana normal, a excepción de que no beben ni comen nada. En las puertas había muérdago y las parejas no dudaron en besarse siguiendo la tradición; mientras Alice y Jasper compartían un inocente beso, Damian no puede evitar voltear a mirar a Edward, dedicándole una pequeña sonrisa que le corresponde el lector de mentes con un nuevo sentimiento naciendo dentro de ellos.
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