𝟣𝟤 𝗎𝗇𝖾𝗑𝗉𝖾𝖼𝗍𝖾𝖽 𝗇𝖾𝗐𝗌

Abrió los ojos con pereza, aún sentía el cuerpo pesado y seguía teniendo un ligero dolor de cabeza. Se enderezó con lentitud mientras observaba los alrededores de la habitación, a juzgar por la lejana vista que le ofrecía el balcón ya debió pasar la hora del desayuno.

— Ya estás despierta.— Daemon acababa de entrar con una bandeja en las manos.— Come algo.

Dejó que colocara la bandeja sobre sus piernas y observó el plato con sopa, su estómago gruñó debido al hambre.

— Gracias.— Le respondió antes de probar el platillo. Alzó la vista al sentir como él seguía observándola.— ¿Qué?

— Le pedí al maestre que te examinara, sólo para estar seguros de que realmente estás bien.

— Está bien.— Asintió, no tenía porque negarse a eso.— ¿Cómo está Dellaena?

Daemon sonrió con resignación, Gerold tenía razón al decir que para Rhea nada ni nadie era más importante que Dellaena.

— Ella está bien, despertó anoche.— Respondió mientras tomaba asiento en la silla a su lado.

Su respuesta se ganó toda la atención de su esposa quien intentó ponerse de pie rápidamente.

— Rhea, espera.

— Estuvo inconsciente dos días, Daemon.— Replicó ella.— Ya esperé suficiente.

— Lo sé.— La tomó por los hombros.— Pero ella está bien, los ungüentos que los maestres le dieron están ayudando a que la cicatriz sane adecuadamente, la verás cuando tú hayas descansado y comido lo suficiente.

— Pero...

— Nuestra niña no se irá a ninguna parte.— Le aseguró mientras acariciaba su mejilla.— Aemond esta con ella, la iremos a ver después de que termines tu comida y hayas tomado un baño.

— ¿Huelo mal? — Preguntó con cierta incomodidad.

— No, no es eso.— Daemon le aseguró mientras reía.— Pero refrescarte te ayudará a sentirte mejor. Ahora termina la sopa mientras yo me encargo de pedirle a las criadas que preparen todo.

— ¿Desde cuándo eres tan atento? — Le cuestionó con una sonrisa burlona.

— Debí ser así desde el principio.— Nunca se perdonaría a sí mismo por cómo fueron las cosas en el pasado, pero si se seguía aferrando a eso jamás avanzaría.— Ahora intento enmendar mis errores.

Rhea le sonrió con ligereza, parecía casi irreal que Daemon estuviera cambiando para bien, si años atrás alguien le hubiese sugerido tal opción ella se habría reído a carcajadas, ahora tenía la prueba de ese cambio frente a sus ojos. Daemon se despidió de ella con un asentimiento y salió de la habitación dejándola sola para que terminara de comer.

— La vida da muchas vueltas.— Murmuró para sí misma.







— Andrew ya basta.— Se quejó al verlo caminar por toda la habitación.— Pareces un animal enjaulado.

— ¿Cómo quieres que esté tranquilo después de lo que ocurrió?

— ¿Y ayudas mucho estando caminando por todos lados,no?

— Jeyne.— Se dirigió a ella con molestia.

— Ya leíste la carta de Gerold.— Le respondió con firmeza a su primo.— Dellaena está fuera de peligro.

— Me parece inaudito que todo eso haya pasado justo delante de la familia real y el resto de nobles ¿Quién se atrevería a tal acto?

Jeyne apoyó ambas manos sobre su escritorio, la verdad era que ella tampoco podía concebir que algo así pasara delante de tanta gente, un intento de asesinato a la vista de todos los presentes.

— Dellaena es sólo una víctima ¿Por qué fingimos sorpresa? Sabemos que todo esto es por Daemon.— Espetó la mujer con rabia.— Ese hombre no es más que una maldita plaga, las innumerables fechorías de su pasado por fin están comenzando a pasarle factura.

— Cada mala acción merece un castigo.— Andrew estuvo de acuerdo.— Pero debería pagarlo él, no su hija.

Una doncella interrumpió la conversación, caminó hasta Jeyne y le entregó una carta que poseía el sello de los Lannister. Andrew suspiró y decidió sentarse en uno de los sofás mientras dejaba que Jeyne leyera aquel papel.

— Es de lady Alice.— Respondió Jeyne mientras rompía el sello y comenzaba a leer su contenido, hizo una mueca de exasperación.

— ¿Malas noticias? — Se burló al ver su reacción.

— Cierra la boca.— Lo regañó.— Tu boda debe adelantarse.

— ¿Qué? — Se enderezó con rapidez.— ¿Por qué?

— Los Lannister recibieron una oferta del Norte, ahora están dudando de nuestro acuerdo.— Arrugó el papel entre sus manos.— Esos malditos ¿Qué puede ofrecer el Norte además de hielo?

— No es para tanto.

— Lo es para mí.— Afirmó.— Eres mi heredero, no puedes desposar a cualquier mujer, debe ser alguien digna y con buenas conexiones familiares, la casa Arryn no merece menos.

— ¿Y la mejor solución es adelantar todo?

— ¿Por ahora? Sí.— Jeyne respondió tajante.— Enfócate en lo importante, ve y escríbele una carta a lady Alice, dile cualquier cosa, que ansias conocerla, casarte con ella.

— ¿Te refieres a mentirle?

— Eres hombre, se te dará bien.

Andrew se rió con burla, Jeyne nunca ocultaba su desagrado por los hombres, no la podía culpar, no después de todo lo que había pasado debido a su posición como encargada del Valle.

— Haré lo que me pides, prima.— Ella lo observó con duda.— Pero no voy a prometer que realmente funcione, no soy bueno con las mujeres.

— ¿Ya comenzaste a mentir? — Ambos se rieron.— lady Alice mencionó que te vio algunas veces durante tu estadía en Roca Casterly.

— La vi una o dos veces, pero siempre huía antes de que yo pudiera saludarla apropiadamente.

— Si le daba pena saludarte significa que te encuentra atractivo.— Le respondió con gracia para molestarlo un poco.

— Eso es ridículo.

— Si fueses feo te habría saludado sin problemas.

— ¿No tiene trabajo que hacer Lady Arryn? — Le preguntó para molestarla. Jeyne rodó los ojos y se recargó contra el respaldo de su silla.

— Sí, al igual que tú.— Respondió.— Ahora ve y escribe esa carta.

Andrew se despidió de ella haciendo una señal con su mano y terminó por dejarla sola. Jeyne se apoyó contra la mesa de su escritorio una vez más mientras suspiraba con cansancio.

— Más vale que no arruines esto Andrew.







Los sótanos del castillo eran simplemente un montón de celdas, todas ellas juntas. El lugar estaba húmedo, desprendía un olor desagradable y estaba plagado de oscuridad.

— No lo repetiré de nuevo.— Amenazó Aegon.— ¿Quién te envió?

El hombre le lanzó una mirada furiosa al príncipe, negándose una vez más a hablar. Aegon estaba perdiendo la poca paciencia que le quedaba, llevaba dos días ahí abajo y el desgraciado seguía sin decir nada.

— ¿Será así entonces?

Le soltó una tanda de puñetazos, el tipo comenzó a escupir sangre mientras tosía. La imagen de Dellaena desplomándose justo delante de él seguía repitiéndose una y otra vez en su cabeza, la habían apuñalado en su puta cara y él no pudo hacer nada para evitarlo.

— Mi príncipe.— Ser Criston lo interrumpió.— No debe matarlo, aún no ha soltado la información que necesitamos.

Le soltó una patada en el estómago antes de detenerse, era cierto, necesitaban vivo a ese bastardo. Lo observó estando inconsciente en el frío y sucio suelo de aquella celda, se giró para mirar al guardia real.

— No le den ni una sola gota de agua o miga de pan.— Ordenó.— Si no se quiere morir de hambre tendrá que hablar.

El hombre asintió ante la orden del príncipe. Aegon salió de aquel lugar con mal humor, lo habían estado interrogando desde la noche del accidente y el maldito se negaba fervientemente a hablar.

Se topó con Jace en uno de los pasillos, el castaño corrió hasta él en cuanto lo vio, por su expresión pudo adivinar que algo había pasado, sólo pedía que no fuera algo malo.

— Despertó.— Le dijo en cuanto llegó a su lado.— Dellaena despertó.

No le respondió, simplemente salió corriendo hasta donde ella se encontraba, quería verla, necesitaba hacerlo. Recorrió todo el camino hasta los aposentos de Dellaena en una carrera, evitaba a cualquiera que se le atravesara, disminuyó sus pasos en cuanto dobló la esquina del pasillo que lo llevaría hasta ella.

Se topó a Aemond charlando con su madre frente a la puerta, se aproximó a ellos con más calma. Alicent se giró al escuchar pasos y le brindó una suave sonrisa en cuanto se dio cuenta que era Aegon.

— Jace dijo que ya había despertado.— Le habló a su madre y hermano.

— Lo hizo, el maestre Orwyle le está cambiando el vendaje.— Asintió en entendimiento a las palabras de Aemond.

— ¿Cómo va el interrogatorio? — Alicent se aventuró a preguntar.

— Mal, ese bastardo se niega a hablar.

— Parece que tus métodos tampoco funcionaron bien.— Agregó Aemond al ver la sangre en los nudillos de su hermano mayor.

— Perdí la paciencia por un momento.

— Está bien.— Intervino la reina.— Todos hacemos lo que podemos, buen trabajo Aegon.

Él no respondió nada, seguía pensando en sí sería prudente pedir hablar a solas con Dellaena, si estaba consciente tal vez podría darle el nombre de algún sospechoso, alguien que quisiera lastimarla.

— ¿Puedo hablar con ella? No tardaré mucho, lo prometo.

Aemond pareció dudarlo por unos instantes, pero la mano de Alicent sobre su brazo lo detuvo de negarse, suspiró con resignación.

— Sólo intenta no alterarla.

— Tendré cuidado.

Cuando el maestre salió de la habitación Aegon ingresó manteniendo cuidado de no hacer demasiado ruido con la puerta. La habitación estaba vacía, no había doncellas y olía a medicina por todos lados, enfocó su vista en la cama y se topó con la sorpresa de que Dellaena lo estaba observando mientras permanecía recargada contra un par de almohadas.

— ¿Por qué entras así? — Le preguntó con diversión.

— No quería molestarte.— Su apariencia había mejorado mucho, ya no estaba pálida y para estar sentada y riendo como si nada definitivamente debía estar sintiéndose mejor.

— No me molestas, Aegon.— Era una respuesta sincera.

Apretó sus puños al escucharla, tomó asiento en la silla que se encontraba junto a su cama y movió sus manos con nerviosismo sobre su regazo.

— Lo siento.— Se disculpó con ella.— Si hubiese puesto más atención alrededor esto se podría haber evitado.— Comenzó a pellizcar sus dedos.

— No hagas eso, sabes que lo odio.— Aegon alzó la vista.— Pensé que habías dejado ese mal hábito en el pasado.

Dejó de hacer aquello y una sonrisa melancólica apareció en su rostro, era verdad que en el pasado Dellaena lo había reprendido por ello, pero no podía evitarlo, solía hacerlo cuando se sentía muy presionado o nervioso.

— Lo siento, no lo volveré a hacer.

— Me dijiste eso la última vez y sin embargo lo volviste a hacer.

— Fue sin querer, es una reacción casi automática.

— Egg...

— De verdad lo lamento.— Repitió la disculpa en un tono decaído.— Tú estabas bailando conmigo, eras mi responsabilidad en ese momento y yo..

— Aegon.— Dellaena no lo dejó terminar.— No te atrevas a culparte por esto.

Bajó la mirada apartándola de ella, incluso en una situación así, incluso cuando él se sentía tan carcomido por la culpa a Dellaena jamás se le había pasado por la mente él culparlo.

— Aemond me contó todo lo que hiciste.— Le habló en un tono suave.— Todo lo que sigues haciendo.

— Es lo mínimo que debo hacer.

— Gracias.

Ella le extendió la mano y Aegon la tomó con algo de duda. Tenía sangre seca en los nudillos y algunos moretones como resultado de la golpiza que le había dado al tipo que atentó contra la vida de Dellaena.

— Me alegra que estes bien, Della.— Ella sonrió al escuchar el apodo de su infancia.

— Gracias de nuevo, Egg.— Él le sonrió y apretó un poco su mano.

— Hay algo que quiero preguntarte.— Dellaena lo observó con atención.— ¿No sospechas de alguien? ¿Tal vez alguien con quien tengas problemas en el Valle?

Dellaena pareció pensarlo un poco, si era sincera realmente no tenía de quién pudo haber orquestado aquel atentado, no visitaba la capital con regularidad y en el Valle gozaba de una buena relación con las demás Casas a excepción de una.

— Sólo se me ocurre una persona, pero ni siquiera fue invitado a la boda.

— ¿De quién se trata?

— Del tío de mi madre, ya hubo un accidente con él en el pasado pero después de eso se mantuvo tranquilo así que asumí que se había dado por vencido.

— ¿Lo crees capaz de atentar contra tu vida?

— Me gustaría decir que no, pero ahora no estoy segura.

— Entonces es una posibilidad.

— Eso supongo.

— Mi visita ya se extendió demasiado y le prometí a Aemond no alterarte.— Dellaena rodó los ojos.

— No alteraste nada.— Le aseguró.— Y agradezco tu visita.

Él simplemente asintió para después ponerse de pie, la observó una última vez y sonrió.

— Que descanses bien, Della.

— Igual para ti, Egg.

Se dio media vuelta y abandonó la habitación dejando a Dellaena sola de nuevo. La visita de Aegon le había levantado aún más el ánimo y por un momento se olvidó del dolor constante de su herida, se acomodó con cuidado sobre la cama, esta vez acostándose completamente, quería dormir un poco más.

Antes de que pudiera hacerlo las puertas volvieron a abrirse y por ellas entraron sus padres. Rhea casi corrió hasta la cama, Dellaena le sonrió mientras su madre tomaba asiento a su lado.

— Mi bebé, mi dulce niña.— Rhea besó su mano.— ¿Cómo te sientes cariño?

— Estoy mucho mejor mamá.

— ¿Estas segura? Si te duele algo podemos llamar al maestre.— Dellaena se negó.

— Estoy bien, de verdad.

Daemon observaba la escena desde la puerta, desde que había tenido aquel sueño en el que Dellaena lo culpaba por lo sucedido se había estado sintiendo culpable. Y es que recordar lo que el asesino había gritado antes de apuñalar a su hija seguía grabando en su mente.

"¡Muerte a la sangre de Daemon el cruel!"

El mismo apodo que la gente le había otorgado al rey Maegor años atrás, ahora lo asociaban a él también con aquella etiqueta.

— ¿Daemon? — La voz de Rhea lo trajo de nuevo a la realidad.— ¿Te sientes bien?

— Estoy bien.— Aseguró con tranquilidad mientras caminaba hasta la cama.— Si llegas a tener alguna incomodidad Orwyle puede venir a revisarte.

— No, de verdad estoy bien.— Se acomodó mientras observaba a sus padres a su lado.— Estuvo aquí por la mañana, me cambió el vendaje y me examinó por mi..— De repente dejó de hablar.

— ¿Por tu qué? — Su madre la observaba con preocupación.

Dellaena se maldijo a sí misma por hablar de más, no tenía planeado contarles sobre su embarazo, al menos no ahora.

— Bien, lo diré ahora sólo porque no quiero seguir ocultándolo.

— Dellaena me estás asustando.— Rhea le lanzó una rápida mirada a Daemon quien parecía estar igual de confundido.

— Estoy embarazada.

Rhea no supo qué decirle, su confesión la había tomado completamente por sorpresa. Dellaena estaba tranquila, esperando por sus reacciones ante la noticia.

— ¿Tú también?

Dellaena desvió su vista hacia Daemon quien parecía estar consternado ante la noticia, ella frunció el ceño al recordar sus palabras.

— ¿Yo también? — Repitió con confusión ¿Qué diablos significaba eso? Miró a su madre y su expresión había palidecido, un silencio incómodo se había instalado en la habitación.

Dellaena comenzó a intercambiar miradas con ambos pero ninguno le decía algo, permanecían quietos en sus lugares mientras se miraban. Entonces cuando la realización la golpeó no pudo evitar asombrarse ante la posibilidad de aquello.

— No me digas que tú también estás embarazada, mamá.— El silencio de Rhea habló por ella.— Tienes que estar bromeando.



































¡Holi holi, volví con nuevo capítulo! ¿Cómo han estado?

¿Qué les pareció el capítulo? Ahora Daemon volverá a ser padre y abuelo todo al mismo tiempo 🤓

La Dellaena todo traumada al descubrir que sus padres siguen compartiendo la cama #SaveDellaena

Recuerden que sus lecturas y votos son bienvenidos, estaré esperando por sus comentarios

Nos vemos, los tqm 🫶🏻

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