012. something is wrong

☄️012. Algo está mal

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PESE A LA DISTANCIA, GISSELLE TODAS las mañanas enviaba un mensaje a su grupo de amigos para hacerles saber dónde estaba y si todo iba bien. Siempre recibía respuesta. Algunos tardaban más que otros, pero nunca pasaban más de hora y media sin que alguien contestara.

Pero esa mañana, algo fue distinto.

Eran las ocho cuando Gisselle escribió en el grupo que acababa de llegar a la UAC y que pronto les avisarían si viajarían fuera de Virginia o permanecerían en la ciudad.

Harry fue el primero en responder, deseándole suerte.

Lysander fue el segundo, diciéndole que esperaba que pronto pudiera visitar Nueva York porque ya la extrañaba.

El problema fue que la tercera respuesta nunca llegó.

Gwen era distraída por naturaleza. Podía olvidar las llaves, el café en la mesa o hasta su teléfono en el refrigerador, pero jamás dejaba un mensaje de Gisselle sin contestar.

A las nueve de la mañana, su celular seguía sin notificaciones de ella. Y entonces, Gisselle lo sintió.

Esa presión en el pecho.

Un nudo en el estómago que parecía revolverse con cada minuto que pasaba.

El ritmo de sus latidos más acelerado de lo normal.

Como si su cuerpo intentara decirle que algo estaba mal.

—¿Te sientes bien? —preguntó Spencer, observándola con atención—. Te noto... no sé, algo pálida. Es raro.

—Estoy bien —respondió ella, aunque no estaba segura de sus propias palabras—. Es solo que... Gwen no responde mis mensajes. Y eso es raro, porque ella siempre me responde.

—Tal vez está ocupada en el trabajo o se quedó dormida —intentó tranquilizarla Spencer—. ¿Le has llamado?

—Un par de veces, pero no contesta —dijo Gisselle, sintiendo un leve punzón en la cabeza—. Hablé con Lysander y dice que aún no llega a trabajar. No es su hora de entrada, pero él también intentó llamarla y tampoco obtuvo respuesta.

—¿Quieres que le pidamos ayuda a García para rastrear su número? —sugirió Spencer.

Gisselle estaba a punto de responder cuando la voz firme de Aaron Hotchner resonó en la oficina, anunciando un nuevo caso.

—Creo que es buena idea, pero será hasta después de la reunión —aceptó ella, poniéndose de pie—. ¿Te puedo pedir un favor?

—El que quieras.

—No le digas nada a nadie, por favor —pidió en un tono casi suplicante—. Yo hablaré con García en cuanto terminemos aquí.

Spencer no estaba del todo convencido, pero Gisselle siempre había sido reservada con ciertos temas, y él respetaba eso.

—Está bien —asintió—. Pero si necesitas algo, lo que sea, dímelo.

Ella le dedicó una leve sonrisa antes de caminar junto a él hacia la sala de juntas.

García hablaba, pero Gisselle apenas la escuchaba. Su mente estaba en otro lado. En Gwen. En el por qué no respondía. En todas las posibilidades, desde las más inofensivas hasta las más aterradoras.

—Gisselle.

El sonido de su nombre en la voz de Aaron la sacó de golpe de sus pensamientos.

—Lo siento... lo siento, me distraje un momento —negó con la cabeza, intentando recomponerse—. ¿De qué me perdí?

—Tu celular ha estado sonando desde hace varios minutos —intervino Blake con el ceño fruncido—. ¿Estás bien?

Gisselle bajó la mirada a la pantalla. Lysander. Varias llamadas perdidas.

—Sí... lo siento, es... —vaciló unos segundos—. Bueno, no importa. Atenderé la llamada después. ¿En qué estábamos?

—¿Segura que todo está en orden? —preguntó Morgan, sin creer del todo en sus respuestas—. No es normal que tu teléfono suene tanto.

—¿Podemos volver al caso? —esquivó Gisselle—. Todo está bien.

Nadie pareció convencido, pero tampoco insistieron. Volvieron a concentrarse en los expedientes en sus tabletas.

Las llamadas no se detuvieron. Y eso sí que era raro.

Molesta, Gisselle le escribió a Lysander que no podía contestar, que si tenía algo importante que decirle, lo hiciera por mensaje.

Pero cinco minutos después, el teléfono volvió a sonar.

Esta vez, mientras el equipo salía de la sala de juntas, por lo que pudo responder.

—¿Cuál es tu urgencia por llamarme? —preguntó al atender—. Te dije que estaba en una junta y...

—Gisselle, necesitas venir a Nueva York lo más pronto posible —la interrumpió Lysander.

El tono de su voz hizo que la sangre de Gisselle se helara.

—Me estás asustando. ¿Qué está pasando?

Aaron, que aún recogía sus cosas, se detuvo al escuchar el tono de su voz.

—Es... es Gwen —dijo Lysander, y su voz tembló— La encontraron... la encontraron en un callejón muy mal herida

Tuvo que aferrarse al escritorio para no caer, pero ni siquiera eso fue suficiente. Aaron lo notó y se apresuró a sostenerla antes de que sus piernas cedieran por completo.

El teléfono resbaló de sus manos y cayó al suelo.

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro.

Por un instante, no hubo nada más. Solo el frío que le recorrió la piel, el nudo insoportable en su garganta y el eco de aquellas palabras retumbando en su cabeza.

Aaron no entendía qué estaba ocurriendo, pero el temblor en las manos de Gisselle y la forma en que sus ojos se habían perdido en la nada le dijeron que era grave.

Antes de recoger el teléfono del suelo, la sostuvo con más firmeza y la guió hasta una de las sillas cercanas, asegurándose de que no se desplomara.

—Soy el agente Aaron Hotchner, supervisor de la agente Pipes —se presentó con voz firme al tomar el celular—. ¿Qué ocurre?

Pero Gisselle ya no escuchó nada más.

Su mente se había nublado, como si una espesa niebla se hubiera instalado dentro de su cabeza, bloqueando todo a su alrededor. Sentía que el aire se volvía más denso, más pesado, como si estuviera intentando respirar bajo el agua.

Sabía que Aaron tenía su teléfono. Sabía que el resto del equipo había regresado al escuchar el tono urgente en su voz. Veía sus bocas moverse, sus expresiones de preocupación, pero todo era un ruido lejano, difuso.

No entendía qué le decían.

No podía procesarlo.

Lo único que resonaba en su mente eran las palabras de Lysander, repitiéndose una y otra vez con una brutalidad insoportable.

Gwen... en un callejón... muy malherida.

No.

No podía ser real.

Aaron intercambió un par de palabras más con la persona al otro lado del teléfono antes de colgar. Su expresión, normalmente controlada, se endureció aún más cuando volvió a centrarse en Gisselle.

—Gisselle —llamó con suavidad, inclinándose un poco hacia ella— Gisselle reacciona, por favor

Nada.

—Gisselle, mírame —insistió, esta vez con un tono más firme.

Ella parpadeó lentamente, pero sus ojos seguían perdidos, como si su mente estuviera atrapada en un lugar al que nadie más podía llegar.

—Pipes —intervino Morgan con preocupación—. Oye, lo que sea que esté pasando, vamos a manejarlo juntos, ¿sí?

Reid también se acercó, frunciendo el ceño al verla tan pálida.

—Está en estado de shock —susurró, casi como una observación para sí mismo.

Aaron soltó un leve suspiro y se agachó frente a Gisselle, apoyando ambas manos en los reposabrazos de la silla para asegurarse de que ella lo escuchara.

—Necesitas respirar —dijo con calma—. Profundo. Conmigo. Aquí estoy...

No obtuvo respuesta.

Aaron cerró los ojos un segundo, pensando. Luego, sin previo aviso, tomó una de sus manos y la apretó con firmeza.

—Gisselle. Gwen está viva.

Fue como si esas palabras lograran derribar aquella muralla que creció en cuanto Gisselle esuchó que algo había ocurrido con su mejor amiga.

Su pecho subió con un respiro entrecortado y, por primera vez, su mirada pareció enfocarse.

—Pero necesita que estés fuerte por ella —continuó Aaron—. Necesita que reacciones.

Apretó los labios, temblando visiblemente, pero asintió con la cabeza.

—Tengo que ir a Nueva York —susurró, con la voz rota.

—Lo sé.

—Ahora.

—Lo sé —repitió Aaron, con la paciencia de quien está acostumbrado a manejar crisis—. Vamos a hacerlo bien.

García ya estaba en su computadora, tecleando con rapidez.

—Puedo conseguirte un vuelo en menos de una hora —anunció haciendo que una muy ligera sonrisa se formara en su rostro—. Pero si quieres llegar más rápido... puedo hablar con la policía de Nueva York y pedirles que nos presten un jet privado.

—Quiero lo más rápido —dijo Gisselle sin dudar.

Aaron asintió.

—Reid, encárgate de que tenga todo lo necesario. Morgan, ayuda a García a coordinar con Nueva York.

—¿Vas a ir con ella? —preguntó Rossi

Aaron miró a Gisselle, quien estaba siendo auxiliada por Spencer y Morgan. La rubia parecía solo un poco más consciente que antes, sin embargo, aún lucía bastante dispersa.

No podía dejarla sola...

—Sí— asintió Aaron sin dudarlo— Ella necesita a alguien, no puede estar sola...

(...)

El jet despegó en cuanto les dieron luz verde. Gisselle había permanecido en silencio todo el trayecto hasta la pista, caminando con pasos automáticos, como si su cuerpo estuviera en piloto automático mientras su mente seguía atrapada en el caos de sus pensamientos.

Aaron no se separó de ella en ningún momento, Incluso había momentos en donde debía sostenerla, ya que sus piernas parecían flaquear en momentos, definitivamente no estaba nada bien.

Se aseguró de que subiera al avión sin problemas y de que tomara asiento antes de instalarse en el de enfrente a él.

El sonido del motor llenó el espacio mientras ascendían, pero el silencio entre ellos era lo único que podía notarse.

Gisselle miraba fijamente por la ventana, aunque sus ojos no parecían enfocar nada en particular, estaban demasiado perdida en sus pensamientos. Sus manos estaban entrelazadas sobre su regazo, los nudillos blancos por la fuerza con la que apretaba sus propios dedos.

Aaron la observó unos minutos antes de hablar.

— Vas a lastimarte si continúas clavando tus uñas en la palma de tu mano— dijo Aaron

Ella apenas reaccionó y detuvo la presión en sus manos.

—Estoy bien...

—No, no lo estás —dijo él, con esa calma firme que siempre usaba cuando alguien del equipo estaba al borde de derrumbarse.

Gisselle cerró los ojos con fuerza y apoyó la cabeza contra la ventanilla.

Su cabeza aún parecía estarle jugando muy malas pasadas mientras la hacía recordar todos y cada unos de los momentos que había pasado con Gwen. Desde que se conocieron cuando ambas llegaron a Arizona. La manera en la que sus amistad fue surgiendo poco a poco. Todo el apoyo que había recibido de su parte cuando pasó por su momento más oscuro...

Cuando ella había perdido a...

—No puedo hacer esto otra vez —murmuró, casi para sí misma

Aaron, quien había alcanzado a escuchar, frunció el ceño sin entender a lo que ella se refería. ¿A quién había perdido?

—¿Otra vez?

Ella tragó saliva, como si las palabras le pesaran en la garganta.

—Perder a alguien que amo...— decía con un nudo en la garganta que apenas permitía que las palabras salieran de su boca— La última vez pude salir adelante gracias a Gwen... pero ahora, si la pierdo...

El silencio se instaló entre ellos por un momento.

Aaron la entendía mejor de lo que ella imaginaba. Sabía lo que era vivir con ese miedo, con esa sensación de que en cualquier momento todo podía derrumbarse... sabía lo que era perder a alguien que amaba.

—Gwen está viva —le recordó—. Y necesita que llegues fuerte por ella, no la vas a perder

Gisselle soltó un suspiro tembloroso y finalmente desvió la mirada de la ventana para encontrarse con la de Aaron.

—¿Cómo lo haces? —preguntó en voz baja—. ¿Cómo mantienes la calma cuando todo se siente como si estuviera fuera de control?

Aaron la sostuvo con la mirada, conociendo muy bien ese abismo en el que ella estaba cayendo... uno que él deseba evitar que conociera.

—No siempre la mantengo —admitió con honestidad— Solo... encuentro una razón para seguir adelante, incluso cuando todo parece perdido... Jack es esa persona para mi

Gisselle bajó la mirada a sus manos, sintiendo que la presión en su pecho era casi insoportable.

—No sé si puedo hacerlo —susurró con la voz notablemente quebrada

Aaron se inclinó un poco hacia ella, asegurándose de que lo escuchara.

—Sí puedes. Y no estás sola.

Gisselle parpadeó, sorprendida por la firmeza en su voz.

Era extraño, pero por primera vez en toda la mañana... sintió que podía respirar un poco mejor.

El zumbido constante del avión era lo único que llenaba el silencio entre ellos. Gisselle exhaló lentamente, soltando el aire como si con ello intentara expulsar la angustia que le oprimía el pecho. Pero no funcionaba. Nada lo hacía.

Aaron la observaba con atención, notando la tensión en su mandíbula, la forma en que sus manos seguían apretadas sobre su regazo.

—Si necesitas desahogarte, hazlo —dijo con suavidad— No tienes porqué cargar con esto tu sola

Gisselle negó con la cabeza, su mirada perdida nuevamente en el reflejo de la ventanilla.

—No, no puedo...

—¿Por qué?

Su garganta se cerró, sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se negó a derramarlas.

—Porque si empiezo, no sé si voy a poder parar... y no me gusta ser vulnerable... menos frente a la personas

Aaron se tomó un momento antes de responder. Sabía lo que era contenerse, tragarse el dolor hasta que doliera más de lo que debería... no queía que Gisselle sintiera ninguna de esas cosas.

—Entonces no te contengas— dijo Aaron mientras se cambiaba de asiento para colocarse junto a ella— Yo estoy aquí para escucharte... no importa el tiempo que necesites, te lo repito, yo estoy para ti

La rubia apretó los labios, luchando contra la tormenta de emociones que se acumulaba dentro de ella.

No quería mostrarse vulnerable, mucho menos ante Aaron, sin embargo, algo en ella le comenzaba a gritar que hablara, que no se quedara con nada guardado, que podía permitirse ese momento de vulnerabilidad con Aaron...

—Yo... tengo miedo —susurró, y en cuanto lo dijo, se odió a sí misma por admitirlo. Pero era la verdad— Miedo de perderla... Gwen ha sido mi soporte durante años. Soy la persona que soy gracias a ella...

Aaron asintió, comprendiendo perfectamente a lo que Gisselle se refería.

Recordó la segunda vez que se encontraron en Nueva York. Recordó la manera en la que Gisselle casi se quiebra cuando Gwen estuvo en peligro por la bomba.

No hacía falta ser un genio para darse cuenta del valor que Gwen tenía en la vida de Gisselle... y eso era lo que temía.

¿Qué seria de Gisselle si algo le ocurría a Gwen?

— Perdón si me cuesta hablar. No soy tan buena expresando mis emociones, menos en situaciones como esta— rio Gisselle amargamente

—Es normal. Lo importante es que sigas recordando que no estás sola en esto y puedes sacar todo lo que tengas guardado

Ella sonrió, una sonrisa que aunque era débil, era la más honesta que había tenido en todo el día.

—No quiero llegar y encontrarme con lo peor —su voz se quebró—. No puedo perderla, Aaron. No después de todo...

El hombre de traje inclinó la cabeza, manteniendo su tono tranquilo.

—No pienses en lo peor todavía. Gwen es fuerte. Tú lo sabes.

Gisselle cerró los ojos con fuerza. Sí, Gwen era fuerte, pero... ¿cuánto podía soportar una persona antes de romperse?

No era la primera vez que algo hería a Gwen. ¿De verdad podría resisitr otro evento traumatico?

Sintió una presión en su mano y, cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que Aaron había cubierto la suya con la suya.

No era un gesto impulsivo, sino calculado. Medido. Pero genuino.

—Vamos a encontrarla bien. Ella es muy fuerte y lo sabes—dijo con seguridad— Tú vas a estar ahí para ella, como siempre lo has estado.

La rubia bajó la mirada a sus manos entrelazadas y dejó escapar un suspiro tembloroso.

Definitivamente estaba agradecida con Aaron por acompañarla.

(...)

Cuando Gisselle y Aaron llegaron al hospital indicado por Lysander, la rubia no perdió tiempo para correr y abrazar a su mejor amigo, quien de manera inmediata correspondió la acción.

— ¿Qué... qué pasó?— preguntó Gisselle en brazos de Lysander

Lysander tenía los ojos rojos por la cantidad de lágrimas que había estado derramando. Sus manos temblaban, las ojeras se marcaban en su rostro como si no hubiera dormido en semanas.

— No... no lo sé— negó Lysander con la voz quebrada y sin soltar a Gisselle— Mis oficiales la encontraron mientras realizaban una revisión de rutina... uno de ellos la reconoció y me dio aviso inmediato... la encontraron con la ropa destrozada, varias heridas y sin identificaciones...

El corazón de Gisselle se rompía con cada palabra que salía de la boca de su mejor amigo. No podía creerlo... ¿Quién sería capaz de herir de esa manera a alguien tan dulce y noble como Gwen?

—¿Y cómo está ella? —preguntó Gisselle, separándose apenas lo suficiente para limpiar las lágrimas que ya rodaban sin control por sus mejillas.

Hubo un silencio.

Un silencio que le heló la sangre.

—Está en cirugía... pero los doctores no creen que lo logre.

El mundo pareció detenerse.

Las palabras golpearon a Gisselle con la fuerza de un tren en marcha. Sus piernas temblaron, y antes de que pudiera reaccionar, toda la energía abandonó su cuerpo.

Aaron y Lysander intentaron sostenerla, pero ella se desplomó de rodillas.

—No... eso no puede... eso no puede ser cierto —su voz se quebró en mil pedazos mientras las lágrimas seguían cayendo sin piedad—. ¡Algo tienen que hacer para salvarla! ¡Ella no puede morir!

No podía. No podía. No podía perder a Gwen. No así.

—Los doctores están haciendo todo lo que pueden... —intentó explicar Lysander, pero su propia voz temblaba—. Pero mencionan que es bastante complicado. Tiene muchas heridas por golpes... algunas con arma blanca...

—¡Basta! —gritó Gisselle, cubriéndose los oídos—. No... no quiero oírlo. ¡Por favor, basta!

Su pecho subía y bajaba con desesperación, el aire escapándosele como si su propio cuerpo estuviera negándose a respirar esa realidad.

Aaron se agachó rápidamente, colocándose a su altura, y sin pensarlo dos veces, la atrajo hacia él.

Gisselle se quebró por completo.

Se aferró con fuerza a los brazos de Aaron, su rostro enterrado en su pecho mientras los sollozos desgarraban su garganta. Algunos gritos ahogados escapaban entre cada respiración temblorosa, perdiéndose contra el traje de su acompañante.

Aaron cerró los ojos un momento y deslizó una mano por su cabello, acariciándolo con la suavidad de alguien que entendía lo que era perder a una persona importante. Lysander, por su parte, apoyó una mano en la espalda de Gisselle, frotándola con lentitud en un intento torpe, pero genuino, de brindarle consuelo.

Pero... ¿Cómo se consuela a alguien que siente que el mundo se está desmoronando a su alrededor?

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