━ V.un precio de interés



POV EKATERINA.

Cuando la luz del día se filtró por mi ventana mis facciones relajadas se contrajeron y me volví sobre mi espalda para abrir los ojos, sentí una punzada en mi pierna derecha y supe que dormí en una mala posición con la ropa puesta.

Me incorporé soltando una queja y retiré el cabello pegado a mis mejillas. Sentí que solo había descansado unos minutos y luego de quedarme media hora bajo la regadera del baño, las imágenes del día anterior comenzaron a hacerse nítidas en mi mente.

Tiemble ligeramente recordando la mirada feroz de ese lobo, oso o lo que fuese. Pero sus rasgos eran caninos aunque el tamaño no coordinaba con un lobo común. Me até unas deportivas luego de vestirme y bajé rápidamente las escaleras pidiéndo silenciosamente que esos dos estén en la cabaña.

Suspiré, estaban tomando café en el pequeño comedor y papá revisando su teléfono. Noté las escopetas mal colocadas en la entrada como si hace poco las hubiesen tirado allí.

El abuelo fue el primero en notarme, papá me daba la espalda desde su asiento y cuando Beto se aclaró la garganta, papá se giro a mirarme.

  —Hola. —rompí el silencio acercándome y los escaneé rápido antes de dirigirme a la cocina. —: ¿A qué hora regresaron? No les escuché entrar.

  —Fue hace dos horas, Ella.

Mire de reojo al abuelo y asentí sacando una mezcla refrigerada de panqueques. Encendí la estufa y volví a encararlos esperando que llegará el calor.

  —¿Qué sucedió?

Papá se frotó la frente desviando la mirada y antes de responder miró su teléfono, un mensaje le llegó.

  —Nada, no dimos con nada en toda la noche. —alzo sus ojos oscuros hacia mí y me puse rígida. —: Sea lo que haya sido todavía está suelto, no sólo eso, Charlie me habló sobre otros informes de avistamientos de animales, tu descripción de ese animal es parecida.

  —Ayer vi un reportaje, una pareja vio un grupo de esos animales. —cuando lo dije en voz alta no tuve más dudas acerca de esa criatura. Era evidente la especie, o por lo menos para mí. —: Son lobos.

  —¿Estás segura de lo que dices?

  —Si, no pueden ser osos, no van en grupo y el que vi ayer, tenía orejas grandes, cola y un hocico largo.

  —¿Qué hacías en el bosque, Ekaterina? —pregunto luego de procesar mis palabras con un asentir de cabeza.

Mis ojos se volvieron hacia el abuelo, esté me miró igual de intrigado qué papá. Su memoria de cortó plazo no le haría recordar, supongo.

Bufé.

  —El abuelo no lo recordará, parece ser, pero habíamos hecho un trato hace dos días. Si le demostraba que podía usar el arco para traer algo, ustedes dejarían de insistir con la cacería.

Esperé la reacción de papá. Se demoró y en cambio el abuelo chasqueo los dedos con una sonrisa de altanería.

  —Y no tienes nada, soy un genio.

  —¡Papá, por Dios! —le miró y frunció mucho su ceño. — ¿Te das cuenta de lo que sucedió por esa tontería?

  —No quieras echarme culpas, si. Tú eras el que decía que no habían peligros, yo les dije, y tenía que cazar a ese maldito. Ahora resulta que son varios, me lleva. —se quitó bruscamente su gorro y lo aplastó en su mano contra la mesa.

Papá negó reiteradas veces mirándonos a ambos.

  —Ekaterina; ¿Tanto te disgusta provenir de una familia de cazadores? —me miró con un destello de tristeza.

Hice una mueca.

Joder, con sus miradas sensibles no podía hacer o decir mucho en contra.

  —Solamente me interesan otras cosas. —me volteé hacia la estufa para cocinar los panqueques y evadir un poco el tema.

  —Hija, pero...

  —¡Al carajo, perdiste!

Rodé los ojos a la exclamación de Beto y volteé un panqueque en el aire para llevarlo a mi plato.

  »—Gira los ojos mirándome bailar, mocosa, ahora tendrás que parar las orejas a tus lecciones. Tienes un don y hay que explotarlo.

  —¿Por qué no escuchamos lo que quiere por una vez, abuelo?

  —Quiere ser una maldita princesa.

  —Cállate. —refunfuñe girando hacia ellos una vez que coloqué el onceavo panqueque en el plato.

Tomé asiento entre ellos, repartir unos panqueques a los hombres y agarré el sirope de chocolate.

  —De acuerdo, bebé, soy todo oídos. —papá entrelazó sus manos sobre la mesa.

  —Me gusta el deporte.

  —Cazar es un deporte. —soltó el abuelo.

  —Uno grotesco.

  —Igual que tú en tus días.

Me volví para echarle la peor de mis miradas a ese anciano, aunque la cara comenzó a quemarme de la vergüenza.

  —¡Eres un..!

  —Ekaterina. —me detuvo papá y traté de recomponerme mientras él negaba hacia el abuelo. —: Y tú cálmate, no discutas con ella.

Beto alzó un ceja y se lavo metafóricamente las manos al levantarse de la mesa como si nada para ir al sofá.

  —Bien, decía que me gusta el deporte. Todo tipo en verdad, las artes marciales y principalmente la arquería.

  —Entiendo. —dijo papá y rápidamente escribió en su teléfono. —: Permíteme averiguar que tiene la escuela de Forks sobre deportes, Charlie tiene a su hija estudiando allí.

  —Recuerda que perdiste un trato, princesa del drama.

La voz del abuelo me hizo verlo, él nos daba la espalda mirando el televisor y yo junte mis dedos simulando aplastar su cabeza.

  —Fui expuesta por ese animal y lo sabes.

  —No hay excusas.

  —¡No lo es!

  —Lo son.

  —¡Qué no!

  —¡Si!

  —Suficiente. —papá se puso en pie y suspiró. — Escuchen, haremos un nuevo trato, uno que beneficie ambas partes; ¿Ok? Ekaterina podrá hacer deportes y lo que guste en el instituto, pero también atenderás las tradiciones de la familia por lo menos tres veces a la semana, verás que no es tan malo, y cuando cumplas dieciocho la decisión de continuar con cualquiera de las dos cosas será tuya ¿qué tal?

Me hundí en mi asiento masticando un panqueque con mala gana. El abuelo se volteó a vernos de la misma forma.

  »—¿Ambos puede vivir con eso?

  —Supongo que no tengo opción. —suspiré.

  —Baah, como sea. —acordó Beto, aún de mala gana.

Papá sonrió, orgulloso de volver a ser quién ponga el orden absoluto en el hogar. Probablemente sin él, mi abuelo y yo no lograríamos convivir bajo el mismo techo o yo lo metería en un asilo a la primera oportunidad. No me confundan, lo quiero casi tanto como a mi padre pero, es una patada en el trasero y un dolor de oídos.

Después de un almuerzo rápido que consistió en la pizza ordenada de ayer, la cuál hubiera sido la cena pero con mi "desaparición" los hombres no lograron pensar en comer y ahí quedó. Junto a papá nos montamos a su camioneta hacia el pueblo, directo hacia la estación de policía de su querido nuevo amigo, el jefe Charlie.

Nada más llegar comenzaron a incomodarme, papá me volvió a presentar a pesar de ya haberlo conocido cuando nos mudamos y de orgulloso alegó decir lo "guapa y bien portada que era", después de una charla donde me comentaron acerca del nivel deportivo en el instituto de Forks, me desanimé.

  —Quisiera decir que pronto arreglarán ese tema pero, ya ves, no tienen un programa muy elaborado en deportes.

  —Valgame la redundancia. —le siguió papá a las palabras del jefe Swan. —: Lo siento, bebé.

  —No es culpa de nadie, está bien. —les di una pequeña sonrisa comenzando a resignarme hasta que Charlie alzó las cejas como recordando algo;

  —Aguarda. Hay otro instituto, no en Forks pero es el pueblo vecino. Si te interesa, en vehículo no es tan lejos. La reserva de La Push, puedo preguntar a un amigo mío que tiene a su hijo estudiando allí aunque de momento están de vacaciones hasta que acabe la semana; ¿Qué dices, Jack?

  —No tengo ningún problema, suena bien. Lo que guste mi hija, ¿Qué te parece?

Mi sonrisa creció antes de poder evitarlo y asentí de acuerdo. Luego de unas llamadas a un tal Billy Black, Charlie nos confirmó que tenían un mejor programa de deportes allí.

Estaba decidido.

Esperamos a la mañana siguiente para poder ir a hacer el papeleo e inscribirme allí; solo debía aguardar por esta semana para comenzar en el instituto de la reserva.

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