! Capitulo 23

La adrenalina recorría el cuerpo de _____ mientras ella e Izana se movían rápidamente a través del caos de Tokio.

La explosión aún resonaba en su mente, y la decisión de escapar parecía más urgente que nunca.

Aquel oscuro capítulo de su vida debía cerrarse de una vez por todas.

Izana la guió a través de callejones oscuros, su mano firme en la de ella, como si pudieran escapar de la muerte que parecía acecharlos en cada esquina.

La promesa de un nuevo comienzo en un país lejano brillaba ante sus ojos.

Ella se aferraba a esa esperanza, incluso cuando su corazón temblaba de miedo.

—¿Estás lista?—preguntó Izana, sus ojos fijos en el aeropuerto que se perfilaba en la distancia.

Ella asintió, sintiendo una mezcla de emoción y pavor.

La idea de dejar todo atrás, de comenzar de nuevo, era embriagadora, pero la sombra de sus responsabilidades y su familia seguía acechándola.

—No puedo creer que estemos haciendo esto.—dijo ______,  su voz apenas un susurro mientras se acercaban a la entrada del aeropuerto.

A medida que se acercaban, un escalofrío recorrió su espalda. La atmósfera cambió de repente; el aire se volvió tenso.

—¿Qué pasa? —preguntó, notando que Izana se detuvo y su mirada se oscureció.

—No lo sé, pero... —dijo él, frunciendo el ceño—. Tengo un mal presentimiento.

Y justo en ese momento, una multitud de hombres con trajes oscuros emergió de la sombra, sus rostros serios y decididos.

Los hermanos Donovan habían llegado, armados hasta los dientes, y un silencio pesado cayó sobre el lugar.

—¡Detenlos! —gritó Adirael, apareciendo al frente con su voz autoritaria y temible.

La menor de los Donovan sintió que su corazón se hundía en su pecho. Mo podía ser.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó, aunque su voz temblaba con la incertidumbre.

—¿Qué estamos haciendo?—replicó Azkeel, con los ojos ardientes de rabia—. Estamos aquí para protegerte. Sabemos que estás con él.

Izana, al escuchar las palabras, se puso en guardia, sacando un arma de su chaqueta.

—No pienso dejar que me detengan.—dijo con determinación, aunque su voz estaba teñida de preocupación por la chica a su lado.

El enfrentamiento era inminente. Las miradas se intensificaron, y la atmósfera se volvió electrizante.

La menor de los Donovan, atrapada entre dos mundos, sintió que el tiempo se detenía.

—¡No tienes que hacer esto! —gritó ella, dirigiéndose a sus hermanos—.¡Puedo manejarme sola!

Pero Adirael no se movió, su expresión era de pura determinación.

—Tu amor por él te hace inestable. No puedo permitir que eso te destruya.—dijo, su tono de voz grave.

Antes de que ella pudiera responder, las balas comenzaron a volar.

El sonido de los disparos resonó como una sinfonía mortal en el aire, y el caos estalló a su alrededor.

La menor de los Donovan se lanzó al suelo, sus instintos de supervivencia tomando el control.

—¡Izana!—gritó mientras trataba de buscarlo en medio de la confusión.

Izana había caído al suelo, su rostro pálido mientras se llevaba la mano al abdomen, de donde una mancha oscura comenzaba a expandirse.

El horror se apoderó de ella al darse cuenta de que lo habían alcanzado.

—¡No! —corrió hacia él, pero los disparos seguían resonando a su alrededor.

—¿Por qué hiciste esto?—preguntó, las lágrimas brotando de sus ojos mientras se agachaba junto a él.

Izana, con dificultad, sonrió débilmente, su mirada aún fija en ella.

—Porque creí que podríamos tener una oportunidad. —dijo, su voz apenas un susurro, pero había una calma en su expresión.

—No, no, no. ¡No te vayas! —su voz temblaba, y el pánico se apoderó de ella. Aún tenemos tiempo. Podemos escapar.

—La vida no es un cuento de hadas.—dijo Izana, su aliento cada vez más entrecortado—. Pero te prometo que siempre estaré contigo. No llores.

Las palabras resonaban en su mente mientras los gritos y el caos continuaban a su alrededor.

Era como si el tiempo se estuviera deteniendo, como si todo se convirtiera en un borrón.

La menor de los Donovan se sintió desgarrada, su corazón latiendo con una mezcla de dolor y desesperación.

—No quiero perderte. —sollozó, mientras las lágrimas caían por su rostro.

Izana cerró los ojos, y con un último esfuerzo, tomó su mano.

—Siempre estarás en mi corazón.—susurró, antes de que su mano se deslizara de la suya, dejándola en un abismo de desesperación.

En ese instante, el mundo se volvió oscuro y frío. ______ sintió que su vida se desmoronaba en pedazos, su alma desgarrada por la pérdida.

La rabia y el dolor comenzaron a burbujear dentro de ella.

Dos personas totalmente de mundos diferentes, qué nunca debieron mezclarse.

Hizo que se amarán con tanta intensidad, tanto qué los volvió Inestables

FIN

Falta el epílogo.

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