𝐗𝐕. 𝐈'𝐦 𝐩𝐚𝐭𝐡𝐞𝐭𝐢𝐜
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Estaba estudiando cuando sentí mi mano temblar, tal como había pasado con Erica. Cuando me había dado cuenta de lo que hacía estaba conduciendo hacia algún lugar, casi como si fuera instintivo.
Paré el coche tras unos minutos, en frente del taller de coches. Al hacerlo vi a gente rodeando una cinta policial y me imaginé lo peor. Salí del coche y cuando me acerqué un poco al taller vi a Stiles junto a su padre, por lo que pasé por debajo de la cinta policial antes de correr hacia Stiles y abrazarlo.
Él me devolvió el abrazo tras unos segundos, en los que parecía algo confuso, supuse que no se esperaba encontrarme allí.
—¿Cómo has sabido que estaba aquí? —me preguntó aún abrazados.
—Solo... Solo lo he sabido —dije abrazándolo con aún más fuerza y tras unos segundos nos apartamos—. ¿Quieres que te lleve a casa? —sabía que no iba a querer hablar de lo que le había pasado así que decidí no preguntar.
—Sí, por favor —dijo y ambos fuimos hacia mi coche.
Llegamos a la casa de Stiles después de 20 minutos de silencio absoluto y nos quedamos así unos segundos más. Stiles abrió la puerta y salió del coche pero se paró frente a su casa, como si no quisiera entrar, así que salí del coche y ambos nos apoyamos en la parte delantera de éste. Tras unos segundos me puse frente a él, poniéndome entre sus piernas.
—¿Quieres hablar de lo que ha pasado? —le pregunté.
—¿Quieres hablar tú de como lo has sabido? —yo negué y nos quedamos mirándonos.
Para mí sorpresa Stiles puso sus manos en mi nuca antes de besarme y no como yo lo había hecho en el colegio, este beso era más intenso. Puse mis manos en su cuello y él bajó las suyas a mi cintura. Lo hice mayormente para saber si le dolía algo, teniendo en cuenta eso le devolví el beso durante unos segundos, lo justo para comprobar si sentía dolor, pero después me aparté y pegué mi frente a la suya.
—No puedo —susurré.
—¿Qué? —preguntó apartándose un poco de mi.
—No puedo hacerte esto Stiles, no a ti. Eres mi mejor amigo —él me miró sin saber que hacer—. Siento haberte besado en el colegio, no debí hacerlo —me disculpé antes de separarme de él y meterme en el coche.
Vi como Stiles se apartaba del coche con lágrimas en los ojos y me sentí la peor persona del mundo. Arranqué y me fui de allí lo más rápido posible. Cuando llegué a la casa de Scott bajé del coche y me senté en los escalones del porche.
—Mierda —susurré.
Y en ese preciso momento me di cuenta de que había roto su corazón.
Pero no sólo eso, me había dado cuenta de que me pasaba algo con Stiles. Me di cuenta de que todos los chistes o frases fuera de contexto que le hacía, tal vez no eran tan falsos como yo pensaba.
Por eso no podía pasar nada con él. No podía dejar que nadie me hiciera vulnerable. No podía dejar que nadie tuviera el poder de hacerme daño, no de esa manera.
***
Escuché un ruido extraño a mi alrededor, así que abrí los ojos lentamente, con pereza pero cuando vi a la criatura frente a mi me desperté al segundo.
Era un Kanima.
Me incorporé enseguida y en cuanto miré a aquella criatura a los ojos, aquel recuerdo volvió de golpe a mi mente.
—Vale, te leo un cuento y después te vas a dormir, ¿trato? —me dijo mi padre.
—Vale —dije asintiendo antes de salir corriendo a mi habitación que compartía con Cora, que en ese momento tenía 2 años.
Me tumbé en mi cama y mi padre llegó unos segundos más tarde. Me tapó con la manta y me dio un beso en la cabeza antes de coger un libro de mi estantería y sentarse a mi lado, en la cama.
—Erase una vez... —empezó a leer y estuvo leyendo durante unos 20 minutos, hasta que escuchamos un ruido bastante extraño viniendo desde fuera.
Yo me asusté y me agarré al brazo de mi padre. Él me soltó y fue a mirar por la ventana. Al hacerlo vi el terror en su cara y segundos más tarde vi a un kanima entrando por la ventana de mi cuarto.
Su mirada estaba clavada en mi padre, creo que ni si quiera se había dado cuenta de que Cora y yo estábamos allí. El kanima se lanzó sobre mi padre y le clavó las garras en la parte baja del abdomen.
Mi padre soltó un grito ahogado cuando el kanima empezó a subir sus garras llegando hasta la garganta, rajando así a mi padre de arriba a abajo. Una vez que mi padre cayó al suelo, casi muerto, el kanima me miró a los ojos un segundo antes de marcharse por donde había entrado.
—¡Papá! —gritaba mi yo de cuatro años mientras corría hacia el cuerpo casi sin vida de mi padre, rasgado desde la cintura hasta la garganta—. ¡Papá no te mueras!
—Te quiero pequeña —susurró y me apretó la mano con la poca fuerza que le quedaba.
—¡No papá!
—Prometeme que vas a cuidar de tu hermana, pase lo que pase —me dijo mirando a la Cora de dos años durmiendo en la cuna, al lado de mi cama.
No me dio tiempo a responder ya que cerró los ojos y un grito desgarrador salió de mis labios antes de perder la consciencia.
Tras salir del momentáneo shock grité. Grité con todas mis fuerzas, casi sentí que mis cuerdas vocales se desgarraban, al igual que aquella noche.
El kanima salió corriendo cuando escuchó el grito y Scott llegó segundos después. No podía parar de gritar y llorar. Scott llegó a mi lado y me pegó a su pecho abrazándome.
—Grace, ¿que pasa? —me preguntó.
—Estaba aquí, ha entrado por la ventana —le dije entre pausas intentando calmar mi respiración.
—¿Quién? —no tuve fuerzas para contestarle así que simplemente me aferré a él como si la vida me fuera en ello.
Él me devolvió el abrazo con fuerza y estuvo conmigo el resto de la noche. Se pasó la noche acariciándome el pelo intentando que durmiera pero me era imposible. No podía. La imagen de los ojos de reptil del kanima estaba clavada en mi mente.
No dormí en toda la noche y a la mañana Scott llamó a Melissa y le dijo que me encontraba mal y que por eso iba a quedarme en la cama. Intenté conciliar el sueño durante más de dos horas hasta que escuché la puerta abrirse. Sabía que a Melissa todavía le quedaba una hora de trabajo así que era imposible que fuera ella.
Mi corazón se aceleró notoriamente cuando escuché los pasos de alguien subir las escaleras pero lo hizo aún más cuando ese alguien se paró unos segundos frente a mi puerta, que estaba cerrada. Tras lo que pareció una eternidad, la persona en cuestión tocó la puerta un par de veces.
—Grace, ¿puedo pasar? —me preguntó Stiles y me relajé al instante.
—Sí, pasa —dije y cuando entró se me quedó mirando.
Supuse que sería por los ojos rojos, por haber llorado o por las horribles pintas que debía tener. Se acercó a mí y se sentó a mi lado evitando mi mirada.
—Lo siento —dije en un hilo de voz—. No debí besarte y seguro que ahora me odias pero te necesito muchísimo Stiles y.... —no me dejó terminar ya que me pegó a él, abrazándome con fuerza.
Me aferré a su camiseta mientras lloraba. Nunca había dejado que nadie me viera llorar de esa manera tan descontrolada antes de esa noche y lo raro era que no me sentía incómoda.
Stiles me acariciaba la espalda mientras lo abrazaba y tras unos segundos me separé lo justo para mirarlo a los ojos.
—¿Has dormido algo desde que la cosa esa vino? —me preguntó y yo negué con la cabeza—. Ven aquí —dijo tirando de mi hasta quedar los dos tumbados en mi cama.
Apoyé la cabeza en el hombro de Stiles mientras él me rodeaba con el brazo. Cerré los ojos y por primera vez en toda la noche me sentí segura, me sentí agusto. No tardé mucho en quedarme dormida en sus brazos.
***
Ya era de noche y le había prometido a Melissa que iba a ir con ella a ver el partido de lacrosse que iba a jugar Scott así que después de que Melissa me preguntara 50 veces mínimo si estaba bien, nos fuimos hacia el instituto.
Estuvimos unos minutos mientras el entrenador se quejaba de un jugador del otro equipo al que llamaban "abominación".
Sabía que todos tenían un plan en el que no me habían incluido por el miedo que le tenía al kanima y eso me hacía sentir inútil.
—Melissa, si no te importa voy a ir al coche a por mi móvil —le mentí y ella me dio las llaves del coche.
Fui hasta él y en cuanto estuve dentro volví a llorar, porque eso era lo único que había hecho en todo el día, llorar.
Estuve allí unos minutos hasta que alguien se acercó al coche.
—Hey, Grace, ¿que pasa? —me preguntó Stiles y subí la ventanilla del coche, no quería que volviera a verme así—. Grace, venga ya.
—Solo márchate Stiles —le dije limpiandome la cara—. Mira, no necesito que vuelvas a verme llorando.
—Venga ya, Grace. No debería importarte que la gente te viera llorar, ¿vale? Especialmente a ti.
—¿Por qué?
—Porque creo que estás preciosa cuando lloras —en cuanto dijo eso bajé la ventanilla del coche.
—Se que soy patética, pero no puedo evitarlo Stiles. Una de esas cosas mató a mi padre.
—Yo no... No lo sabía.
—Lo sé, nunca se lo había contado a nadie, ni si quiera hablé con la policía cuando pasó. Y lo más triste es que el recuerdo de su muerte es el único que tengo suyo. Era tan pequeña cuando murió que no tengo ni una solo foto suya, ni un solo recuerdo.
—¿Me das 5 minutos? —me preguntó y fruncí el ceño—. Solo quédate aquí, llorando. O no llorando. Lo que quieras. Pero quédate aquí, volveré enseguida y podremos hablar de lo que quieras, ¿vale? Solo serán 5 minutos —dijo antes de salir corriendo.
Suspiré pesadamente cuando alguien entró al coche. Al girarme vi a Lydia a mi lado con la cara llena de lágrimas. Ninguna dijo nada hasta que Lydia se acercó a mí y me abrazó. Empezó a llorar y de repente fue como si mi problema ya no importase, solo podía estar centrada en Lydia.
—Ey, ¿que pasa? —le pregunté.
—Vas a pensar que estoy loca —dijo contra mí pecho.
—Lydia, créeme, no hay nada que puedas decirme que me pueda hacer pensar que estás loca.
—Es que... —empezó a decir y se cortó con un sollozo.
No dijo nada más mientras la abrazaba. Pasamos así unos minutos hasta que Lydia me invitó a ir a su casa a dormir y ya que Stiles no aparecía, accedí.
***
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