8. 𝗕𝗮𝗯𝗮 & 𝗦𝗮𝗲𝗷𝗶𝗺𝗮 (Y5)
Baba siente que está a punto de morir en la montaña y piensa en Saejima.
POV de Baba, Yakuza 5 spoilers.
La piel de Baba se erizó de forma extrema hasta que dejó de sentir ningún tipo de contacto sobre su piel. El frío de la montaña se abalanzó sobre él y procurar raptar sobre la superficie para escapar resultaron en un mero intento fallido sin ningún mérito que destacar: sus piernas y brazos estaban totalmente congelados y no podía ni siquiera ejecutar el mínimo movimiento con ellos, a pesar de su desesperación. Dios, es que tampoco era capaz de mover su cuello para poder obtener una vista del sitio en el que iba a morir.
La nieve que caía sobre su cuerpo era totalmente cristalina y su piel, ya pálida de por sí, alcanzaba un color parecido a ella mientras la hipotermia invadía lenta y tortuosamente su cuerpo. Tirado en el suelo y temblando de frío ansiosamente, su respiración cada vez se hacía más pesada y la tirantez de sus extremidades apenas le estaba permitiendo pensar. Entre el aturdimiento, el frío y el cansancio, todos iban a acabar con él.
Aún así se permitió el lujo de pensar con la poca capacidad mental que le quedaba en tal estado de vulnerabilidad.
Y no podía parar de darle vueltas a la posibilidad, ya casi un hecho en su mente, de que iba a fallecer ahora.
Se preguntó sobre el sentido de su vida; había sido enviado para engañar a Saejima y llevarle a una trampa para después asesinarle. Y el pobre le estaba considerando su “kyodai”.
Bueno, era justo. Baba le llamaba “aniki” y no se había arrepentido en ningún momento. De lo que sí se arrepintió, sin embargo, fue de todo lo demás.
Entendía por qué Saejima era tan gentil con él; al fin y al cabo, se había creado una personalidad ajustada para atacar a las debilidades emocionales del otro hombre sólo para hacerle empatizar lo suficiente con su situación inventada y así ganarse su confianza, pero algo le decía a Baba que Saejima iba mucho más allá.
Porque después de todo lo que había hecho por él en la cárcel, de pararse a escuchar sus problemas (falsos, pero por supuesto no lo sabía) y hasta acceder a ser torturado con tal de que él no saliera herido, aún así era difícil visualizar la reacción que tendría Saejima cuando la cruel verdad le fuera revelada.
No tenía ni idea de si estaría enfadado o decepcionado con él. La segunda opción le hizo estremecerse, más de lo que el frío de por sí le estaba haciendo, porque se preguntaba si realmente había un hombre tan bueno como para no cegarse por la rabia y la venganza tras enterarse de una gran traición de su llamado hermano de juramento.
Baba cerró lentamente sus ojos, sonriendo tenuemente ante el pensamiento de que Saejima perteneciera a aquél ideal que acababa de imaginarse en unos momentos de delirio por culpa de la congelación que sufría todo su cuerpo; era una felicidad extraña, pues si aunque la posibilidad de algo que veía que no iba a ocurrir conseguía alegrarle, en parte era justamente por eso mismo: no herir a Saejima por enterarse de la verdad a su vez le estaba trayendo alegría en sus últimos suspiros de vida.
Y aún así, mientras sus ojos entrecerrados apenas eran capaces de vislumbrar la luz clara y resplandeciente de la montaña, apenas se dieron cuenta de cómo la figura de un tigre se dirigía en busca suya.
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