12. 𝗠𝗶𝗻𝗲 / 𝗗𝗮𝗶𝗴𝗼 (Y3)


Daigo se encuentra muy afectado por el estrés tras varios días seguidos en los que apenas ha podido dormir bien por culpa de la pila de trabajo que se le almacena todas las noches. Pero una en concreto que se queda dormido sobre el escritorio, Mine decidirá que su Chairman reciba el descanso que se merece.

Mine no había dejado de observar a Daigo en toda la tarde.
Y no de la manera en la que solía perderse en sus ojos oscuros mientras con su mirada rendía homenaje a cada rasgo de su rostro con la misma intensidad en la que le admiraba con cada fibra de su ser, desde personalidad hasta actitud en un cargo donde nunca se habría imaginado a un hombre tan honesto y bueno como él, sino que se encontraba, ahora, observándole con una ligera preocupación.

Esto se debía a que Mine se había dado cuenta de cómo sus ojeras se habían engrandecido y oscurecido tanto que llegaba a parecer hasta grave. Por si fuera poco, su cara también había empezado a llenarse de arrugas y su espalda cada vez se inclinaba en una posición más incómoda y Mine ya no sabía cómo repetirle que se posicionara bien en la silla. Entendía la de estrés que debía de conllevar ser el líder del Clan Tojo, pero también le entristecía que un hombre tan bondadoso y joven (de su misma edad mismamente) tuviera que soportar tal cantidades de estrés que hasta se reflejaba en la manera en la que arrugaba la frente y abría la boca de tanto suspirar mientras sus ojos, cansados y faltos de sueño, cada vez veían más difícil el mantenerse abiertos.

Ya era casi de noche y Mine se había quedado en la oficina con Daigo para tratar de ayudarle a amenizar la montaña de trabajo que tenía sobre su escritorio, a pesar de que la mayoría de los papeles eran tarea única de Daigo y el otro no podía hacer mucho para quitarle ese trabajo de encima. Se encontraba inmerso en el poco papeleo que tenía que hacer y al terminar una parte, fue a entregárselo a Daigo, que estaba al lado suyo.

Sin embargo, se detuvo al ver que el otro hombre tenía su cabeza y brazos apoyados sobre el escritorio; con los ojos perdidos en la madera del mueble y Mine se preguntó si tanto los días llenos de estrés y cansancio le habían pasado factura y ya apenas podía mantenerse despierto, a pesar de que la lógica de la respuesta era lo peor de esto.

—¿Chairman? —preguntó Mine, tratando de comprobar si Daigo sólo había cerrado los ojos un momento porque ya no podía mantenerlos entreabiertos y quería simular echarse una cabezada o realmente se había quedado dormido sobre la montaña de trabajo de la que se estaba encargando.

No hubo respuesta de Daigo, pero Mine preguntó otra vez.

—Daigo-san, ¿estás… despierto?

Preguntó de nuevo Mine, con una ligera vergüenza inundando su rostro al darse cuenta de que su Chairman había caído rendido sobre sus responsabilidades sobrehumanas, y que sería trabajo suyo despertarle.

Pero Mine decidió pensarlo más, porque por más que fuera alguien sumamente anclado a la responsabilidad, no podría despertar a Daigo. Ni siquiera tendría sentido, el otro hombre estaba tan cansado que no podría continuar con todo lo que tenía que hacer.

Pero tampoco podía dejarle así. Quizá lo suyo sería tumbarle en el sofá, porque cuando Mine se acercó al rostro de Daigo vio que los documentos estaban empezando a ser humedecidos por su saliva y tampoco se encontraba en la posición más sana para su espalda.

—Daigo-san… —le susurró de nuevo Mine, pensando sobre lo que iba a hacer y aunque quería que Daigo descansara y estuviera cómodo, moverle del sitio sería algo complicado— Te voy a llevar al sofá, ¿vale?

De repente escuchó un bajo murmuro sobre la madera del escritorio que prevenía del Chairman; parecía que Daigo lo hubiera formulado como una especie de confirmación mientras todavía no entraba en una fase profunda del sueño. De todas formas, fue suficiente para que Mine procediera con su plan.

Agarrándole con sus hombros y envolviendo un brazo en la espalda del Daigo (el contacto físico tan cercano le hizo sonrojar, pero se deshació del sentimiento pensando que era algo profesional) consiguió levantarle de la silla. Mine trató de hacerlo con la delicadeza máxima posible en la que sabía que tendría que tratar a Daigo y más en un momento así, soportando su peso como si no fuera nada comparado con la tarea de no despertarle de su sueño.

Con un gran esfuerzo, pudo llevarle al sofá en la izquierda de la habitación y tumbar su cuerpo en la textura levemente voluble del mueble; Mine sabía que era cómodo porque, después de su infancia teniendo que sobrevivir en condiciones infrahumanas y siempre con el dinero y la comida más mínima, apreciaba el confort que producían los bienes materiales más caros, y este en concreto lo eligió Mine para la oficina de Daigo.

Suspiró de alivio en cuanto el peso del hombre dejó de almacenarse sobre sus hombros y le observó para comprobar que no se hubiera despertado o que al menos quisiera seguir durmiendo. Sin embargo, sus ojos rápidamente se perdieron en la vista de su Chairman, relajado y con sus pestañas adornando su mirada cerrada y perdida entre la oscuridad de sus sueños.

Era una vista preciosa, que hasta le hacía preguntarse si Daigo era consciente de la forma tan angelical en la que descansaban sus rasgos al dormir y a veces Mine se preguntaba si podría ser partícipe de aquello. La felicidad de Daigo era su máxima prioridad y este deseo no lo solapaba, pero a su vez le resultaba imposible no pensar en cómo sería ocupar algún tipo de lugar en los sueños de Daigo; que su persona captara su atención de tal forma para que ocupara lugar en su momento más vulnerable y relajado de días plagados de estrés y responsabilidades. Las pupilas oscuras de Daigo eran de lo más bonito que Mine había tenido la suerte de admirar y poder verse reflejado en ellos era casi un lujo para él; algo que hacía palpitar su corazón cada vez que pensaba en ello y le hacía creer firmemente que amar a aquél hombre más que él era algo imposible de alcanzar.

De repente observó cómo Daigo giraba la cabeza y Mine apartó la vista de él con vergüenza mientras se aclaraba la garganta. No sabría cómo reaccionar si su Chairman le hubiera visto tan inmiscuido en su belleza, pero para su suerte lo único que hizo Daigo fue acomodarse en el mueble mientras seguía durmiendo y hasta juraría que escuchó pequeños ronquidos provenientes de su cuerpo.

Quizá ya era suficiente. Había conseguido lo que se había propuesto y se pondría a terminar su parte del trabajo mientras Daigo descansaba; Mine no lo habría querido de otra manera.

_______

Habían transcurrido casi unas dos horas y Mine se encontraba a punto de terminar el trabajo que le correspondía a él. No pensaba que tardaría tanto, pero había una cuestión sobre una familia problemática que se le había complicado más de lo previsto, y aunque sabía que lo podría haber terminado en nada de tiempo si le pidiera ayuda a Daigo, jamás se vería capaz de interrumpirle mientras recibía un merecido descanso.

Aún así, fue Daigo el que se acabó levantando por su propia acción, y Mine levantó la mirada de su trabajo mientras observaba cómo el otro hombre empezaba a moverse más de lo habitual, así como a bostezar.
Aparentemente confuso, Daigo pasó de tumbarse a sentarse en el sofá y levantó la mirada mientras estiraba los brazos y la cadera (Mine se imaginó que le debía de doler la espalda debido a la mala postura que había estado adquiriendo los últimos días).

—Oh, me he quedado dormido… —murmuró Daigo para sí, con una preocupación que casi hizo a Mine entonar una mueca algo triste.

—Daigo-san.

Le llamó Mine, y entonces Daigo levantó la mirada, encontrándose con sus ojos que aún luchaban por mantenerse cerrados mientras la oscuridad se deshacía del enfoque de sus ojos negros.

—Mine…

—Perdona por no levantarte, Daigo-san. Espero que puedas perdonarme —se apresuró a decir Mine mientras se levantó de la silla y formulaba una pequeña reverencia en forma de disculpa.

—¿Cómo? —dijo Daigo casi por inercia. Seguramente debía de estar medio dormido aún, y después del cansancio acumulado los últimos días no había ninguna manera de que una siesta de dos horas hubiera sido suficiente para descansar bien— Da igual, tengo mucho trabajo que hacer.

Daigo quiso levantarse del sofá mientras las arrugas de su frente volvieron a aparecer y su postura se tensó frente a la simple idea del estrés de todo lo que tenía que hacer, pero Mine se apresuró a evitarlo en cuanto corrió hacia él y sujetó con suavidad su muñeca, a lo que el Chairman le observó más plenamente confuso.

—Daigo-san, no estás en condiciones de trabajar. Por favor, sigue durmiendo.

El hombre se detuvo, volviendo a sentarse en el sofá mientras Mine se arrodillaba delante suya.

—¿Qué ocurre, Mine? Puedo continuar con el trabajo, además, ya he dormido suficiente-

—No hay manera de que un hombre pueda estar en buena forma y lo suficientemente despierto después de dormir dos horas y tras días que no ha descansado bien. El trabajo puede esperar, Daigo-san. Y si lo haces cuando estás bien descansado, lo llevarás a cabo más rápido y de forma muy efectiva, te lo prometo.

Daigo relajó los hombros, aparentemente convencido por las palabras de Mine y el otro hombre no solía insistirle tanto en nada, así que la excepción hizo que Daigo se lo tomara muy en serio, estando Mine tan lleno de preocupaciones sobre su estado de los últimos días que ninguna otra persona había sido capaz de notar.
Así, cuando volvió a hablar sonrió y al mismo tiempo Mine pensó que todo su mundo se paralizaba hasta que Daigo entonó una pequeña carcajada.

—Casi parece mentira que seas tú el que me hable de relajarme e ignorar el trabajo —Mine se sintió extrañamente adulado por la pequeña broma, y observar aquella pequeña mueca de felicidad en el rostro de su querido Chairman casi le hizo abandonar su semblante serio—. Está bien, te haré caso Mine, parece que sabes mejor que yo lo que me conviene.

—No quería dar eso a entender, Daigo-san —se apresuró a decir Mine, pero Daigo se deshizo al instante de la creencia.

—Lo sé, no te preocupes —le dijo Daigo con una sonrisa, y al instante Mine se levantó y procedió a volver a la mesa, captando la atención del Chairman— ¿Y tú qué vas a hacer, Mine?

Mine giró la cabeza y observó a Daigo, confuso por la implicación de la pregunta.

—Oh, terminaré mi trabajo. Así mañana te podré ayudar mejor para terminar el tuyo.

Daigo entonó una especie de mueca compasiva, con una sonrisa en su rostro diferente a la anterior.

—Venga, Mine. No es justo que yo duerma mientras tú trabajas. Tú también debes de estar cansado.

Mine volvió a sentir cómo la vergüenza se encendía sobre su rostro.

—Bueno, si así lo piensas, Daigo-san.

Mine miró hacia la ventana y después a su reloj y se dio cuenta de lo tarde que era. No le entusiasmaba volver a su apartamento tan de noche porque lo cierto es que él también se encontraba bastante cansado, cosa que quiso esconder hasta que un bostezo traicionero se escapó de él.

—¿Ves? Yo no soy el único que necesita dormir —comentó Daigo, leyendo toda su persona a la perfección y Mine no se vio capaz de negarlo—. Pero… Es muy tarde.

—Sí —afirmó Mine—, pero no es problema. Conduciré a mi apartamento.

—¿Conducir, con lo cansado que estás, Mine? —repitió Daigo. A lo que Mine no tenía ni idea de a qué se estaba refiriendo exactamente el Chairman, porque parecía que quería llegar a algo pero no era capaz de identificarlo.

—Oh, pues…

—Si no recuerdo mal, este sofá tenía modo cama. Te puedes quedar a dormir, si quieres.

El corazón de Mine empezó a latir vergonzosamente rápido y tuvo que discutir en su cabeza si lo que acababa de escuchar era real.
Sí, recordaba que el sofá tenía modo cama pero no lo eligió por eso; sólo era una opción muy buena con un añadido al que pensó que Daigo nunca le daría uso y del que incluso se había olvidado. Pero las implicaciones de lo que le había dicho empezaban a volverle loco: “¿Yo, durmiendo en la misma cama que Daigo-san, mi Chairman?” No quería ni imaginárselo porque el solo plantearse esa pregunta le hacía sentir cosas que no quería que le cegaran ahora.
No es como si tuviera que significar algo, y a Mine le hacía sentir mucha incomodidad pasar por ese pensamiento, pero lo cierto era que sabía que Daigo estuvo cinco años en la cárcel (nunca preguntó por qué, lo que le hubiera ocupado en su pasado no era de su incumbencia y no iba a dar cabida a un tema del que no sabía si el Chairman quería hablar) y que allí debían de dormir hombres juntos, o al menos eso era lo que pensaba. Pero esto…

—Mine, ¿estás bien?

Mine despertó y saltó de su mente a la realidad para darse cuenta de que todo este tiempo había estado ajustándose la corbata sin darse cuenta.

—Oh, sí, yo… —respondió al instante, tratando de no tartamudear demasiado— Pero creo que lo mejor será que me vaya a mi apartamento. No quiero molestar, de verdad.

Daigo volvió a reírse por lo bajo y Mine se preguntó si en algún momento el calor de sus mejillas alcanzaría la temperatura máxima, porque no paraba de aumentar y en consecuencia su mente se llenaba de niebla.

—Mine, no lo pienses tanto.

De repente, los interminables pensamientos de Mine pararon y sus ojos se enfocaron en la figura de Daigo, sentado en el sofá y que le miraba con tal sonrisa que sería capaz de destruir el corazón de Mine si se lo propusiera.

—Chairman…

—No hace falta que me llames así. Vamos a descansar ahora, Mine, ¿te parece bien?

Mine asintió con la cabeza.

—Sí.

Daigo se dispuso a tratar de adivinar cómo funcionaba el modo cama del sofá y al conseguirlo moviendo una palanca que casi rozaba con la alfombra, lo que antes ocupaba sólo a una persona tumbada en vertical ahora era capaz de almacenar a tres de forma que no se sentirían apretadas entre sí, lo cual esperaba que tranquilizara un poco a Mine. Al girarse, se lo encontró quitándose su chaqueta del traje, así como la corbata y dejándolo solo con su camisa oscura.

—¿Qué haces? —preguntó Daigo.

—Oh… Es que no quiero que se arrugue —respondió Mine, haciendo un gran esfuerzo para no desviar su mirada de Daigo mientras el otro le observaba.

—Es una buena idea —siguió Daigo, y procedió a hacer lo mismo, deshaciéndose de su chaqueta de forma igual y dejándole solo con su camisa blanca. Posteriormente, Daigo se tumbó en el sofá que hace unos minutos parecía mentira imaginar que llegara a ser tan grande. Mine no parecía valorar las cosas materiales, pero aún así tenía buen ojo para ellas.

Mine, que estaba de espaldas dejando su chaqueta encima de la silla, se armó de valor para darse la vuelta en lo que contempló a Daigo, que ya estaba tumbado en la parte más profunda del sofá y le dejaba el resto a Mine. Su rostro volvió a inundarse de vergüenza y llevó un dedo a su cuello para acomodarse la corbata hasta que se dio cuenta de que se la había quitado. Daigo se dio cuenta de su nerviosismo y no pudo evitar comentarlo con una mueca tímidamente preocupada.

—Mine, ¿Estás bien?

Mine no sabía qué responder a eso. Se sentía bien, muy bien, pero paralizado ante la idea de dormir en la misma cama de Daigo, y ni siquiera sabía por qué. Si no significaba algo para el Chairman, tampoco debía de serlo para él y esto no era más que otro gesto de la amabilidad que le caracterizaba y que Mine realmente adoraba.

—Sí, Daigo-san, no te preocupes.

—Venga, sabes que no puedo no hacer eso —le respondió Daigo con compasión—. Mine, si te incomoda dormir en la misma cama que yo…

—No es eso —le interrumpió Mine al instante y Daigo se sorprendió levemente, a lo que aún así quiso seguir hablando.

—...que sepas que es bastante grande y no creo que haya problemas de espacio.

Mine asintió con la cabeza pero ya le había dicho a Daigo que no era problema y sólo pudo dedicarle una mirada un poco incómoda (pero más relajada que las anteriores) mientras miraba a su Chairman.

Acto seguido Daigo se tumbó de espaldas al respaldo del sofá y Mine examinó el espacio libre que había; sin duda era bastante grande y su cuerpo no tendría que tocar al de Daigo, aunque esto le ponía nervioso por muchas razones menos por las que parecía pensar Daigo.

Mine siguió su ejemplo y después de apagar la luz de la habitación (a lo que solo quedó una tenue luz proveniente de la calle) se tumbó también, dándole la espalda a Daigo para que sus miradas no se cruzaran y correr el riesgo de que su Chairman viera cómo se sonrojaba al observar su rostro por las noches entre lo que se podía ver con la iluminación que venía de afuera.

Lo cierto es que Mine no se dio cuenta de lo cansado que verdaderamente estaba hasta que se tumbó en el sofá-cama y sintió cómo todos sus músculos agradecieron el reposo sobre una superficie cómoda y blanda. Bostezó nuevamente y detrás suyo sintió cómo Daigo parecía acomodarse en el sofá mientras se inducía al sueño; seguramente no tardaría mucho en volver a caer pues Mine se había fijado de que hasta al levantarse le estaba costando mucho mantener los ojos abiertos y el estrés ya no era capaz de despertarle.

—Buenas noches, Daigo-san —murmuró Mine, sintiendo que debía de decir algo mientras miraba al fondo la pared de la oficina.

—Buenas noches, Mine. Y… —susurró Daigo mientras su voz caía a un tono más bajo y dulce, pero algo cortado— gracias por preocuparte por mí. De verdad.

Mine sintió cómo sus mejillas volvían a llenarse de calor mientras sus ojos se cerraron con la fragilidad más tranquilizadora del mundo.

_____

Ya había amanecido y Mine lo vislumbró en cuanto los rayos de la luz del día se colaron por la ventana así como a sus ojos al mismo tiempo.

Algo desorientado, trató de hacer memoria sobre la noche anterior hasta que se dio cuenta de que había algo que lo estaba agarrando, y es que su postura ahora se encontraba mirando hacia el respaldo del sofá cama, cara a cara con Daigo y más que eso, pues el otro hombre se encontraba abrazándole mientras los brazos de Mine caían con timidez bajo su cuerpo.

El corazón de Mine se encontró en el limbo al sentir que se paralizaba y latía nerviosamente sobre su pecho a la vez. Daigo se encontraba con la cabeza apoyada justo al lado de su cuello y podía observar su rostro a la perfección; le hizo feliz ver que los rasgos tensos del otro día se veían visiblemente relajados y así la armonía y belleza de su cara se encontraba expresando su verdadera faceta. Así, los dos botones superiores de la camisa de Daigo se encontraban desabrochados y las arrugas seguían a sus brazos pegados al cuerpos de Mine por la cintura, tan acomodado que a Mine se le hacía complicado sentirse fuera de lugar.

Debía de despertar a Daigo y ayudarle con la pila de trabajo que tenía y que ahora seguro que podría realizar con más efectividad al haber descansado lo suficiente (y sí que parecía que Daigo estaba cómodo en el sofá-cama) pero Mine pensó que no estaría mal ser un poco egoísta por unos minutos y disfrutar de la manera en la que su cuerpo se ajustaba perfectamente al abrazo dulce y amable de Daigo en su sueño.

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