1. 𝗺𝗮𝗷𝗶𝗺𝗮 / 𝗺𝗮𝗸𝗼𝘁𝗼 (Y0)
Como en otoño, Majima y Makoto eran dos hojas destinadas a vivir una relación delicada, para después caer y no volver a encontrarse.
Tal y como si fuera una ventisca de aire fresco, como una de esas que sólo aparecen en verano y que presagian cambios y el augurio de un futuro imposible de desentrañar, Majima subió las escaleras del edificio todo lo rápido que pudo.
Después de la ventisca, se encontró con la realización de que se encontraba en el otoño. El iris de Makoto imitaba el aura hogareño de la estación y ahora se formaba más claridad en su visión; podía reconocer a Majima, por más cosas como sus andares, respiración o voz. Observaba la forma de su cara y su cuerpo y una muy tímida visión sobre su rostro. Ella sabía, cuando se levantó después de encontrarse inconsciente y ver que él no estaba a su lado, que se iban a encontrar de nuevo.
De la misma manera que el otoño marcaba un episodio entre medias del verano y el invierno, así lo estaban viviendo ellos. El suave aroma del takoyaki y su deliciosa textura más la preocupación casi arrolladora de Majima se hundía sobre ella, sabiendo que esto no podía durar tanto tiempo como ellos dos quisieran y que había que seguir adelante; Makoto debía de avanzar, tratar de saldar, de alguna manera, la deuda que les han dejado todos aquellos que este tiempo habían estado protegiéndola, y que tanto daño les había ocasionado por eso mismo.
Como en el otoño cuando se empiezan a caer las hojas y acaban cayendo al suelo totalmente desesperanzadas y siendo arrebatada la vida de sus manos, así fue como lo sintió Majima cuando observó a Makoto caer delante suya por culpa de la bala de una pistola de silenciador. Ella, la hoja frágil pero persistente, había intentando ser asesinada por una ardiente bala.
Ahora se sentía con un frío atroz. Ya no había ningún rastro del período alegre y, aunque no más tranquilizador, sí que conmovedor del verano. Majima no era el mismo y ahora sólo conocía la rama de los árboles totalmente desplumada y solitaria que gobernaría todo el invierno.
Así fue como marchó por ella. Y tanto como hizo aquello, salió triunfante y nunca la abandonó de su mente. Pero ya había terminado el otoño y ahora sólo hacía frío y caía nieve en vez de hojas; al observar Makoto los ojos de Majima no pudo reconocerlo porque ya no existía aquella dualidad frío-calor del otoño para él. Aquello ahora era sólo un reflejo de su pasado, un reflejo de lo que ya no era, porque una vez las hojas de los árboles nazcan de nuevo por más que ocupen el mismo lugar en el corazón de los dos serán completamente nuevas y renacerán siendo totalmente distintas. Pero quizá, por más que el potente verde de las hojas de la primavera y el verano resultara el más fuerte y completamente desconocido para ellos dos, Makoto y Majima se conocieron en un estado delicado y al borde de derrumbarse, aún si estaban dispuestas a encontrarse una vez cayeran al suelo, justo como hacen las hojas en otoño por más que después desaparezcan para siempre.
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