4. Pokemon Sol & Luna [Guzmán x Kukui]


Guzmán y Kukui se conocían antes, cuando estuvieron haciendo el recorrido insular. Y las memorias de cuando Guzmán decidió abandonarlo a veces vienen de vuelta a ellos.

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La moral de Guzmán se encontraba por lo bajo.
La idea de llevar a cabo el recorrido insular con Kukui y Lario había sido emocionante de primeras; era la verdadera prueba que realizaría para hacer saber a los demás lo bueno que él verdaderamente era y de decirles a todos aquellos que les dejaron en segundo y tercer puesto toda su vida sólo estaban contando una mentira a gritos.

Sin embargo, últimamente no hacía más sino sentirse alejado de aquél propósito por el hecho de no estar siquiera acercándose a conseguirlo. Más bien, diría que todas aquellas creencias que quiso reprimir estaban haciéndose más ciertas que nunca.

No era bueno. Tenía un wimpod muy bueno que siempre sacaba, con una excelente selección de movimientos y que además incluso recibía halagos de otros entrenadores más profesionales que él. Por lo que estaba claro que el problema era él, y aún así, adoraba demasiado a su Pokémon como para cambiarlo por otro si es que no era suficiente.

Durante el principio del recorrido insular no le fue tan mal; perdió algunas veces, pero la mayoría ganó y se alzó en combates que resultaron tanto reñidos como muy elevados hacia su victoria e incluso una vez le pudo debilitar como dos Pokémon a Kukui y dejar a uno al borde de la derrota, teniendo en cuenta que tenía cuatro.
Pero después de un par de cristales Z había caído en picado.

Estaban cerca de alcanzar la mitad del recorrido insular y tanto Kukui como Lario confiaban mucho en ellos tanto como en sus pokémon, pero Guzmán no había dejado de perder y casi pierde completamente sus nervios contra un entrenador que derrotó a todo su equipo si es que Kukui no hubiera estado ahí para calmarle.

A raíz de aquello, había permanecido todo el resto del día de rodillas en la esquina de la cala cerca del hotel donde iban a descansar esa noche.
Si el dicho combate transcurrió por la mañana, era seguro decir que Guzmán ni siquiera se había levantado para comer, y es que ya se vislumbraba un anaranjado amanecer por el paisaje que él observaba.

A Kukui no le gustaba ver así a su compañero, así que se acercó a él en cuanto la preocupación se abalanzó lo suficientemente fuerte sobre él como para identificar esta escena como algo más que un berrinche por parte de Guzmán.

—Ey.

Entonó silenciosamente, queriendo evitar una respuesta agresiva del otro hombre por sólo acercarse a él; ya que era más que susceptible a aquellas situaciones.

Guzmán seguramente pensaría decirle que se fuera, pero vio el trozo de pastel que Kukui llevaba en su mano y se detuvo. No se dio cuenta hasta aquel momento que sus tripas le traicionaron que se dio cuenta de lo hambriento que estaba, y Kukui entonó una pequeña carcajada.

—Supuse que tendrías hambre.

—Mmmh —refunfuñó, pero no negó en aceptar el pastel que Kukui le ofreció en cuanto estuvo sentado a su lado.
Lo digerió prácticamente en segundos y de muy pocos bocados y al principio Kukui pensó que Guzmán se atragantaría pero luego se tranquilizó cuando observó que se sintió con un mejor ánimo que hace unos segundos y que sorprendentemente lo había digerido bien.

Entonces, Guzmán volvió a ser consciente de la situación y que, para su suerte o desgracia, Kukui no había venido aquí sólo para que comiera. Y se formó un silencio incómodo entre ellos.

—Guzmán… —le llamó Kukui, con una mueca algo triste. Guzmán volvió a dirigir su mirada hacia el cielo vacío y bajó su cabeza, escondiéndola entre sus rodillas.

—Soy un perdedor.

—No, no digas eso —Kukui le reconfortó al instante, no soportaba ver así a un compañero, tan desolado en sus propios pensamientos de soledad, a los que había sido forzado a caer todos estos últimos años.

—Pero si es la verdad, ¿por qué no puedo decirlo? Siempre he estado en segundo lugar, a veces en tercero, pero nunca en el primero. Jamás he tenido éxito en lo que he hecho, y quiero ser el mejor y me esfuerzo, pero siempre me caigo antes de alcanzarlo. Ya ni siquiera depende de lo mucho que quiera conseguirlo, es que estoy seguro de que no sirvo para ser número uno. Kukui, el destino no está de mi lado.

Nada deseaba más Kukui que animar a Guzmán, pero a su vez el otro hombre se veía tan desesperanzado y seguro en lo que decía, que hacerle cambiar de opinión parecía ser imposible. Así que se limitó a tender su brazo y apoyar su mano en el hombro de Guzmán, al menos quería hacerle sentir que estaba a su lado.

—Voy a abandonar el recorrido insular —terminó Guzmán de hablar, aún perdido.

Los ojos de Kukui se abrieron y no podía creerle. Sabía que el recorrido insular era algo que Guzmán llevaba deseando hacer mucho tiempo, algo para verdaderamente demostrar su valía y enseñarle a los demás que él era un entrenador hábil. Saber que iba a abandonar su sueño por las vicisitudes a la que se encontraba que habían exprimido toda esperanza y emoción en él le hacía sentirse muy mal por el futuro de Guzmán.

—Guzmán, no tienes que…

—Da igual lo que digas, Kukui. Ya he tomado mi decisión —así, Guzmán se dio la vuelta y finalmente miró a la cara a Kukui. Pudo ignorar por un segundo la mueca entristecida en su rostro pero no conseguió que durara demasiado, pues era más fácil digerir su abandono del recorrido insular que la reacción del otro a sus problemas—. Supongo que esto es un adiós.

—Eso parece.

Los ojos de Kukui se reflejaban en Guzmán de una forma en la que nunca jamás lo harían.

—Espero que nos volvamos a ver, algún día.

Kukui asintió, pero lo cierto es que en su interior preveía que Guzmán sería una persona muy diferente para cuando se reencontrara con él tras esta despedida.

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