𝟬𝟴. sally jackson is alive










GAME OF SECRETS
❪ act one: capítulo ocho ❫

❛ sally jackson está viva ❜












Se decía que en Narnia los árboles oían, así que uno debía de tener cuidado cuando hablaba en los bosques. En el Campamento Mestizo era al revés; los árboles susurraban y Venus los oía. Los secretos del bosque llegaban a ella como la brisa fresca que abrazaba al campamento al ponerse el sol y se colaba por su ventana, y Venus siempre dejaba la ventana abierta.

Cuando estuvo parada frente a la entrada de la cabaña 3, soltó su labio inferior, el cual había estado atrapado entre sus dientes todo el camino hasta allí. Lo que no pudo hacer, por más que lo intentó, fue dejar de jugar con sus uñas: su parte con THDA necesitaba algo que hacer mientras ella acomodaba las palabras de la mejor manera para que, al decirlas, no salieran disparadas como un torpedo.

Entro sin tocar, encontrándose con Percy observando el lugar con asombro. Las paredes de la cabaña 3 estaban hechas de tosca piedra gris tachonadas con pechinas y coral, como si los bloques de piedra hubieran sido extraídos directamente desde el fondo del océano. Debido al pacto de los Tres Grandes de no engendrar más hijos, la cabaña había estado desalojada por varias décadas, así que en las esquinas podían verse algunas telarañas. Esqueletos de grandes criaturas marinas colgaban del techo y sobre la pared frente a la puerta de entrada estaba colgado un cuadro de Poseidón, pero Venus no supo identificar el artista que lo había pintado. Aunque lo que más llamaba la atención, era la gran fuente que se encontraba en el centro de la cabaña.

Apenas Venus puso un pie adentro, el olor a salobre inundó sus fosas nasales. Si cerraba los ojos y lo imaginaba con fuerza, podría sentir que estaba en la orilla del mar, con el viento golpeando su rostro y el sonido de las olas romper contra la costa.

La embriagó una sensación de paz.

—A que está guay, ¿no crees? —dijo Percy, volteando en la dirección desde la que sintió el perfume de Venus.

Su habitación en el apartamento donde vivía con su madre y su desagradable padrastro era pequeña, demasiado pequeña para un chico con hiperactividad, pero la cabaña era como una gran habitación para él solo.

—Me gusta —adhirió Venus, con sus ojos críticos recorriendo cada centímetro del lugar.

—¿Quieres ver algo más guay? —preguntó Percy, Venus volteó hacia él y vio la emoción brillando en sus ojos verdes.

Asintió.

—De acuerdo. Mira —Percy extendió su brazo y levantó la mano, de modo que la palma de esta apuntaba directo a la fuente—. Aguas arriba —dijo, y la fuente pareció cobrar vida: un chorro se elevó desde la profundidad, disturbando el agua que, hasta entonces, estaba serena.

Era algo parecido a los comandos del jacuzzi que había en la cabaña 10, con chorros de masajes y burbujas.

A Venus se le escapó una risita y rápido una de sus manos simuló rascar su nariz, cubriendo a la vez su boca.

—¿Ahora eres algo así como Aquaman? —cuestionó divertida—. O tal vez la sirenita.

—Prefiero Aquaman.

—¿Por más que sea de DC?

—DC tiene los mejores superhéroes —habló ofendido.

Venus cruzó los brazos contra su pecho. —Marvel tiene un mejor lore —dijo, arqueando sus cejas para expresar su desacuerdo.

—Me encantaría seguir discutiendo contigo —‹‹o haciendo cualquier cosa contigo›› pensó, escondiendo sus manos en sus bolsillos—, pero debo ir a la Casa Grande. Quirón me mandó llamar y parecía importante.

—Oh... —la mirada de Venus se perdió por un momento. Probablemente Quirón le diría a Percy la situación actual del Olimpo, del porque el clima había estado de locos los últimos meses y que su padre, el que acababa de reclamarlo, necesitaba que arriesgara su vida por él. Y Venus debía convencerlo de aceptar—. Espera, necesito decirte algo.

Percy se detuvo estando a pocos pasos de salir de la cabaña, pero giró y se acercó a ella cuando se lo pidió.

—Tal vez deberías sentarte —ladeó la cabeza y apuntó a la fuente.

Percy se sentó en el borde y Venus lo imitó, quedando uno frente al otro. El silencio llenó la cabaña.

—Me estas asustando —bromeó Percy, aunque la risa nerviosa que le siguió a sus palabras le hizo pensar a Venus que hablaba en serio.

—Los nervios son parte del juego; lo hacen más excitante —dijo. Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa sin que ella fuera realmente consciente de aquello. Sentía un hormigueo en la punta de su lengua y tuvo que morderla para calmarse.

Percy quiso preguntarle a qué juego se refería, pero, entonces, el recuerdo de las palabras melosas de Venus resonaron en sus oídos. ‹‹El juego de los secretos››. ¿De eso se trataba todo eso?

—¿Recuerdas la noche que mataste al Minotauro? —comenzó con un tono de voz suave. Percy asintió, le era imposible olvidar esa noche, la noche que había perdido a su madre—. ¿Recuerdas que viste a tu madre desaparecer?

Percy sintió un nudo formarse en su garganta.

—¿A qué viene todo esto? —consiguió decir.

Venus tomó una bocanada profunda de aire y exaló lentamente, comenzó a jugar con sus uñas.

—Bueno, tu madre, ella... se desintegró en un polvo dorado, ¿verdad? —Percy volvió a asentir, sin saber a dónde quería llegar Venus—. Eso se llama metamorfosis, se refiere al proceso de transformación que adopta algo cuando se convierte en otra cosa, pero justamente eso, es un proceso de transformación, no de muerte.

—¿A qué te refieres? —preguntó en un hilo de voz.

—A que tu madre no está muerta, Percy —Venus estudió su reacción, pero lo vio en blanco. Percy estaba pálido como una hoja de cuadernola mientras su vista estaba clavada en sus manos, pero su mirada estaba perdida.

—No... —su voz salió en un susurro casi inaudible, Percy sentía se garganta seca—. Es imposible ella... yo la vi... morir, ¡la vi morir! —Se levantó alterado, sintiendo como cada vez le costaba más retener el aire en sus pulmones antes de que este se escapara. Comenzó a agitarse cuando las imágenes de esa noche empezaron a llegar como flashbacks a su mente y las lágrimas no tardaron en nublar su vista.

Venus se levantó casi de un salto y, sin ser brusca, envolvió sus brazos al rededor del cuello de Percy. Él escondió el rostro en la curva del cuello de Venus y dejó que sus lágrimas fluyeran cual cascadas. Ambos se abrazaron con fuerza, sin dejar que el aire pasara entre ellos; como si quisieran fundirse con el otro.

La siguiente vez que Percy habló, su voz estaba quebrada.

—Tu no estuviste ahí, Venus, ella se fue. Murió.

—Pero no lo hizo.

Venus sentía su pecho oprimirse con cada sollozo que Percy soltaba, nunca lo había visto tan mal, tan roto, y supo que nunca querría verlo así otra vez. Le acarició la espalda mientras le susurraba al oído, tratando de calmarlo, y poco a poco lo consiguió.

Por primera vez desde que había llegado al campamento, Percy pudo expresar cómo se sentía respecto a su madre. Grover era su amigo, sí, pero él jamás entendería todo lo que Sally Jackson significaba en la vida de Percy. Venus sí. Ella había estado allí desde que Percy podía recordar, realmente Percy no tenia un recuerdo de antes de su primera expulsión en el que Venus no estuviera, y en lo que no estaba, estaba indirectamente. Tal vez por eso pudo soltar todas las emociones reprimidas estando con ella, porque Venus iba a entenderlo.

—Escucha, Percy —Venus se separó de él para verlo a los ojos: los ojos de Percy estaban hinchado y rojos por haber llorado y, por esto mismo, rastros de lágrimas secas se distinguían en sus mejillas si lo observabas de cerca. Se sintió horrible por lo que estaba a punto de hacer—, Quirón va a ofrecerte una misión hacia el Inframundo. No puedo darte más detalles, pero debes aceptarla.

Venus sólo había tenido que sumar dos más dos para darse cuenta de que si Zeus y Poseidón iniciaban una guerra, además de hacer a Ares el dios más feliz del mes, el único beneficiado sería Hades. Debía admitir que habían algunas cuestiones que aún no le cerraban, cabos sueltos, pero Quirón iba a enviar a Percy al Inframundo con cabos sueltos o sin ellos.

Percy se sorbió la nariz y asintió lentamente, soltando a Venus de su abrazo y dando un paso atrás para crear distancia entre ellos. Le gustaría decir que el tono rosado de sus mejillas era por haber llorado, pero su sonrojo sin duda lo había potenciado.

Percy le había preguntado a Grover sobre el Inframundo, porque, vamos, si existía algo allí arriba también debía de existir algo allí abajo, ¿no? Para que existiera un balance. Grover le contó sobre algunos héroes que habían ido y regresado del Inframundo con éxito, pero eran tan pocos que podían contarse con los dedos de una mano.

Percy mentiría si dijera que no había pensado en bajar allí e ir por el ¿alma? de su madre. Si era honesto, ni siquiera se había imaginado el panorama completo, solo tenía la idea de recuperarla. Pero ahora se enteraba de que estaba viva.

Su madre estaba viva, significaba que tendría una persona a la cual volver cuando se terminara el verano, que no debería vivir bajo el techo de Gabe el Apestoso, significaba que aún había esperanza de reencontrarse con la mujer que más amaba en el mundo.

Si Sally Jackson seguía con vida, Percy Jackson movería cielo, mar y tierra para recuperarla y ponerla a salvo.





























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Percy estaba de pie junto a Quirón mientras este le explicaba que debía elegir dos compañeros que lo acompañaran en su misión, la cual previamente le había explicado en qué consistía. Resulta que Zeus y Poseidón estaban peleando porque alguien, vete tú a saber quién, había robado el rayo maestro: el símbolo de poder de Zeus. Y Zeus, en lugar de enfadarse y despedir a su servicio de seguridad, (que hubiera sido lo más lógico), prefirió culpar al hijo recién reclamado de su hermano (porque los dioses no puedes ir por ahí robando cosas de otros dioses, no señor, tenían a los semidioses para hacer sus trabajos sucios). Así que, de alguna manera, Percy se había convertido en el tipo más buscado por los seres divinos.

Percy se imaginaba su rostro en uno de esos carteles de ‹‹se busca›› como en esas películas de vaqueros del Medio Oriente. Esperaba que su cabeza valiera lo suficiente para comprarse una dotación de por vida de gomitas azules.

Pero volviendo a lo importante, su misión consistía en ir al Inframundo (porque, de alguna manera, todos parecían llegar a la misma conclusión: Hades había robado el rayo) y recuperar el artilugio mágico de Zeus antes del solsticio de verano, o los dioses entrarían en guerra.

—Seleccioné a los candidatos más capacitados para ayudarte a tener éxito en tu misión y...

—Annabeth —dijo rápidamente.

Percy no la conocía, mucho menos podía decir que le caía bien, todo lo contrario, pero aunque había descubierto gracias a Luke que Annabeth y Venus no eran amigas, ambas parecían hacer buena dupla en cuanto a planes y estrategias se trataba. Además, recordó las palabras del Oráculo, al que había ido a ver esa mañana: ‹‹Y serás traicionado por quien dice ser tu amigo››. De esta manera, no tendría que preocuparse porque alguno lo traicionara.

Quirón pareció sorprendido.

—Eh, Percy, por costumbre, hay que esperar a oír un nombre o dos antes de elegir.

Pero Percy ya había decidido cuales dos semidiosas iban a acompañarlo, y no iban a hacerlo cambiar de parecer. Le explicó a Quirón que necesitaba llevar consigo a alguien que no le importara dejarlo atrás por el bien de la misión, y esa era Annabeth.

Percy tenía claro que su principal objetivo era rescatar a su madre de las garras de Hades. Si conseguía el rayo, bien, y sino, que su padre se las arreglara solo. Pero no expresó esto último en voz alta.

—Y quiero a Venus.

Pero Venus no se encontraba entre los presentes. Quirón paseó su mirada al rededor del lugar solo para confirmar lo que ya sabía. Entonces preguntó en voz alta:

—¿Alguien sabe dónde está Venus?






















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Venus soltó un suspiro de satisfacción cuando el agua caliente entró en contacto con su piel. Se sumergió hasta el cuello en el jacuzzi de su cabaña, el cual estaba lleno de espuma y sales de baño con aroma a lavanda, y no tardó en sentir como la presión en sus hombros cada vez era menos gracias a los masajes automáticos con chorros de agua.

Una de las ninfas le ofreció una copa de vidrio que contenía jugo natural de naranja, con una pajilla y una sombrillita a modo de adorno. Venus le sonrió como agradecimiento y le dio un sorbo, viendo a la ninfa alejarse hacia otra de sus hermanas, a la que le estaban haciendo una pedicura.

Dejó la copa a un lado y cerró los ojos, relajándose, su cabello estaba atado en un moño desordenado, así que no debía preocuparse por que este se mojara. Pero la paz sólo duró unos minutos, porque no tardó mucho en escucharse un alboroto provenir desde la puerta. Venus abrió los ojos y se acomodó mejor, de modo que ahora sus hombros sobresalían a la superficie, volteó hacia la derecha y observó a Percy ser arrastrado por Drew y Valentina hasta donde ella estaba.

—Ay, V, no nos habías dicho que era extremadamente lindo —dijo Drew, con su dedo índice jugando con uno de los risos de Percy.

Por alguna razón, a Venus le molestó que ninguna le diera espacio personal.

—Si dije que era lindo.

—Claro, solo te faltó el ‹‹extremadamente›› delante —dijo Valentina y soltó un suspiro soñador.

¿Desde cuando le gustaban los rubios?

Percy estaba todo sonrojado, sus mejillas, nariz, orejas y la base de su cuello. Quería que la tierra lo tragase ahí mismo.

—Suéltenlo.

Drew y Valentina suspiraron dramáticamente, pero acataron la orden y, acto seguido, los brazos de Percy chocaron contra su torso. Ambas se alejaron para darles espacio, puesto que el chico ya les había dicho que había ido allí a hablar con Venus.

Percy se rascó la nuca, avergonzado. Venus giró su torso y descansó sus brazos en el borde del jacuzzi para estar más cómoda.

—Entonces, Perseus, ¿qué te trae a mi humilde cabaña?

Él soltó una risa nerviosa, sus ojos rebotaban de un lugar a otro, cualquier parte menos Venus. No sabía porque, pero algo en la manera en la que había pronunciado su nombre había hecho que algo se removiera en sus entrañas. No eran mariposas, para nada. ¿Medusas?

—Se me ocurren varios adjetivos y ninguno es humilde.

Venus rodó los ojos pero no perdió la sonrisa.

—Por qué no entras y hablamos más tranquilos —sugirió, refiriéndose al jacuzzi.

—No traigo traje de baño.

—Métete en calzoncillos —dijo como si nada, y las orejas de Percy volvieron a estar rojas.

Percy dudó, pero al ver que Venus hablaba en serio, suspiró y comenzó a desvestirse con algo de pudor. Sus mejillas no dejaron de arder mientras lo hacía; primero los zapatos, luego los calcetines, seguido de la camiseta del campamento y, por último, los pantalones. Se metió dentro del agua en tiempo record, aunque atrajo varias miradas en el proceso, lo que no ayudó a que se sintiera menos incómodo. Pensó que seguramente se estaban burlando de él.

Se sumergió hasta el cuello, sintiendo como el agua lo abrazaba y lo confortaba, de repente, fue como si el mundo entero se desvaneciera y no existiera más que las burbujas y el aroma a lavanda. Cerró los ojos mientras daba un largo suspiro. Venus chasqueó los dedos frente a su nariz y Percy se sobresaltó, recordando dónde estaba.

—Rayo. Misión. Acompañarme. Tu.

—No tan rápido, cavernícola —se rio Venus—. ¿Que tal si desarrollas más esas palabras?

Percy la miró con timidez, pero Venus le regaló una sonrisa serena. Estaba recostada al borde del jacuzzi, con un brazo por fuera flexionado para que su mano sostuviera su cabeza.

—Quirón me ha dicho que debía escoger a dos acompañantes para ir en busca del rayo. Las he elegido a ti y a Annabeth —dijo sin mirarla a la cara, jugando con sus dedos debajo del agua cubierta por burbujas de jabón.

—Mmm... ¿por qué a mi? Entiendo lo de Annabeth, claro, pero yo... —frunció los labios hacia afuera soltando un bufido y enroscando un mechón suelto de cabello en su dedos—. ¿Quieres que vaya a una misión extremadamente peligrosa y con altos riesgos de muerte?

—¿No suena divertido?

—No —respondió seca—. Y creo que debería replantearte tu concepto de diversión.

—Vale —suspiró, alzando su cabeza para observarla—, sé que no suena como unas vacaciones ideales —Venus lo miró con cara de ‹‹¿en serio?››—, pero en serio me sentiría mejor si aceptaras.

Venus sintió como el agua parecía cobrar vida propia y cambiaba de dirección de un momento a otro. Supuso que era obra de Percy, tal vez incluso de manera inconsciente, estaba nervioso.

Pero aun no sabía en qué podía ser útil ella en esa misión. No se especializaba en trabajo de campo, más bien se le daba interceptar información y usarla a su favor, o a favor del equipo al que le apostara. La excusa de volver a usar el precioso arco que le había regalado su madre no bastaba para poner su vida en riesgo, menos por un berrinche de los dioses.

—¿Por qué me eliges a mi?

Percy dudó, no quería revelarle el verdadero motivo, pero decidió contarle parte de la verdad.

—Elegí a Annabeth porque sé que, si hace falta, ella me dejará atrás para conseguir el rayo maestro. Te elijo a ti porque espero que me acompañes a salvar a mi madre.

Esperó. Silencio. Percy sabía que lo que le estaba pidiendo era una locura, pero no se atrevía a pedírselo a nadie más, porque sabía (o esperaba) que si algo le pasaba a él durante la misión, Venus se encargaría de poner a su madre a salvo.

—De acuerdo —cedió Venus, pero más que una sonrisa le salió una mueca.

—Gracias —dijo, sintiendo una gran alivio en su pecho—. Y gracias por lo de antes, cuando yo... ya sabes, básicamente lloré como un bebé.

—No debes avergonzarte por llorar —le dijo, viendo como Percy bajaba la mirada nuevamente a las burbujas—. Sirve para aliviar el estrés y te ayuda a sentirte mejor.

—Tu haces que me sienta mejor.

Venus sonrió genuinamente, tomando la mano de Percy por debajo del agua y dándole suaves caricias.

—Traeremos de regreso a tu madre, Percy. Lo prometo.

Percy le dio un apretó en su mano. Entonces se percató de que estaba todo mojado, al igual que su ropa interior, y que tendría que vestirse e ir a su cabaña, lo cual sería incómodo. Seguro que caminaría como un pingüino.

En eso, Percy vio como una chica se le acercaba y le ofrecía una galleta con chispas de chocolate. Le recordó a las caceras que solía preparar su madre, solo que esta no era azul. Pero cuando iba a tomar, Venus lo detuvo con una mirada ácida.

—No comas eso. —La mano de Percy se detuvo en el aire y vio como el rostro de la chica que le ofrecía la galleta cambiaba del color natural de su cara a verde, luego a azul, rojo, amarillo, hasta volver a quedar de un tono de piel normal. Sus ojos negros brillaron de miedo cuando Venus le dedicó una mirada mordaz y se fue de allí lo más rápido que pudo, olvidándose de la galleta, la cual acabó en el suelo.

—Oye, no tenías que ser tan... —Venus enarcó una ceja en dirección de Percy, retándolo a terminar la frase, pero la mirada del chico se quedó fija en las orejas de la chica que salió huyendo; eran puntiagudas como la de los duendes—. No es humana.

Luego pensó que debería haber sido más específico, puesto que él y Venus tampoco eran sólo humanos, sino mitad humanos. Pero aquella chica no parecía ser ni eso.

—Es una ninfa —dijo Venus, su tono de voz denotaba aburrimiento. Percy paseó sus ojos por toda la cabaña y distinguió a varias chicas como aquella, con las orejas puntiagudas y las cabelleras de distintos colores, como azul, violeta y rosado. Todas eran altas y flacuchas, pero a la vez esbeltas, vistiendo de esos vestidos de túnica blanca como los de las princesas griegas.

—¿Todas ellas...?

Venus asintió, admirando sus uñas y diciéndose a si misma que necesitaba darles otra capa de esmalte.

Percy estaba asombrado. Había visto Náyades cuando fue al río a probar su destreza con las canoas (ahora entendía porqué se le daban bien), y esa noche, cuando fue al pabellón comedor con Luke, vio niñas de apariencia no mayor a diez años emerger de los árboles. Pero las de la cabaña 10 parecían de otra clase. Otra especie. ¿Estaba bien decirlo así? ¿O las estaba discriminando?

En la cabaña 11, un chico de Hermes le había dicho que las hijas de Afrodita tenían esclavizadas a las Ninfas. Percy no le había creído, aun no lo creía, ¿por qué habrían de esclavizarlas? De cualquier forma, no se atrevió a preguntarle a Venus al respecto por miedo a que se enfadara con él.

Venus notó que sus dedos comenzaban a arrugarse como pasas de uva. Llamó a Dalia con voz melodiosa y esta no tardó en llegar hasta el jacuzzi con dos batas blancas que tenían una paloma bordada con hilo plateado en la espalda: el símbolo de Afrodita. Venus salió primera y se envolvió en una sin perder el tiempo, luego incitó a Percy a hacer lo mismo. Él notó que el material de la bata era super suave.

—Entonces —comenzó Venus mientras una de sus manos abría la pinza que sujetaba su cabello, dejándolo caer sobre su espalda—, ¿cuándo nos vamos?

—Lo antes posible, según me ha dicho Quirón. Antes debo ir a buscar a Grover.

Venus frunció levemente el entrecejo y le dio un sorbo a la copa de jugo que Dalia le pasó.

—¿Grover? Creí que ya éramos tres.

Percy le sonrió como un niño pequeño que se había salido con la suya de una travesura.

—Es lo que me han dicho: que tenía que elegir a dos semidiosas para acompañarme. Pero al ser Grover mi protector y al yo no tener tanto entrenamiento, Quirón ha permitido que me acompañe también.

La sonrisa de Venus se ocultó fácilmente con la copa.

—Vaya, parece que el cerebro te funciona cuando te conviene, ¿eh, Aquaman?

—Ya no vas a parar de llamarme así, ¿o sí?

Venus negó, esta vez mostrándole la diversión en su rostro. Percy suspiró resignado, aunque no parecía desconforme.

—Entonces tendré que buscar un apodo para tí.

—Se creativo. —Venus echó su cabeza hacia atrás, bebiendo todo el contenido de la copa de un solo trago y luego se la pasó a Dalia, que andaba revoloteando por ahí—. No perdamos el tiempo, si hay que partir tan pronto sea posible, debes cambiarte primero.

Señaló la ropa de Percy, la cual estaba arrugada en un rincón, él la tomó en sus brazos y Venus lo guió a través de la cabaña hasta la puerta, la abrió y se despidió.

—Puedes conservar la bata —dijo una vez que Percy se encontraba fuera—, hay como cien más aquí.

Percy sonrió apenado y apretó su ropa más contra sí mismo. Venus le sonrió una última vez y cerró la puerta.

Suspiró recostándose en la madera y observando el panorama que le presentaba la cabaña 10. Iba a ser la primera de su cabaña que iba a una misión en ¿una década? Tal vez más, no lo sabía. Tampoco sabía si estaba en los planes de su madre cuando le comentó que debía convencer a Percy de aceptar la misión, pero eso ya no importaba porque ya había aceptado.

Ayudaría a Percy a traer a Sally Jackson de entre los muertos, costara lo que costara.











































































Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización, yo en mi youtuber mood, pero en fin. MUAK

XOXO, Aria

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