𝟬𝟳. it's okay to hurt, but not kill












GAME OF SECRETS
❪ act one: capítulo siete ❫

❛ se vale herir, pero no matar ❜
















Venus Ross amaba apostar, no por nada siempre salía victoriosa en la red de apuestas clandestinas que se habían montado los hijos de Hermes. Se apostaba por cualquier cosa, pero el evento de esa semana era el famoso Captura la Bandera.

Captura la bandera era un juego de simulación de guerra en el que, para ganar, un equipo debía conseguir la bandera de su oponente y llevarla hasta el río. Para muchos, era un modo de probar que todo su entrenamiento y esfuerzo daban frutos, luchando contra el equipo rival, creando artimañas y trayéndole gloria tanto a su cabaña como a su progenitor divino.

Venus odiaba perder.

¿A quién le gusta, en realidad? A nadie. Venus había descubierto que la mejor manera de ganar, era apostar por el equipo ganador, indiferentemente de si ese era el equipo que le habían impuesto. ¿Y cómo sabía ella cuál equipo iba a salir victorioso? Fácil: asegurándose de que aquel por el que apostara tuviera una mejor mano de cartas que su oponente.

Se consideraba a sí misma como un comodín. Sabía que los demás también la veían de esa forma, capaz de conseguir información que ellos mismos no podrían, y para pagarle, solo deberían confesarle algo igual de valioso que ella luego utilizaría a su conveniencia.

De cualquier forma, siempre salía ganando.

Se acercó a la mesa en la que previamente había localizado a Luke y se percató de que Percy estaba también ahí. Este último no tardó en notarla, hablándole incluso antes de que Venus tomara asiento.

—¿Y tu puedes decirle a tu amiga que deje de acosarme?

Las cejas de Venus se alzaron con sorpresa. ¿Amiga? Supuso que debía estarse refiriéndose a Annabeth, por más que nunca le hubiera dicho aquello.

—¿Acaso dormimos juntos que no saludas? —sus palabras fueron irónicas, pero lograron que un intenso sonrojo cubriera las mejillas de Percy.

—Hola... —consiguió decir, después de balbucear algunas incoherencias.

La diversión se apoderó del rostro de Venus. Tomó asiento junto a Percy y observó que Luke tenía la misma expresión que ella, haciendo que la cicatriz de su rostro se acentuara más. Venus arrojó una bolsa de tela desgastada llena de dracmas sobre la mesa y resonó el eco de las monedas chocar entre sí, Luke la agarró y se la guardó por debajo de la mesa, echando una mirada a cada lado para asegurarse de que nadie les estuviese prestando atención.

—La cantidad de siempre, al equipo de siempre —dijo Venus, entonces infló una burbuja con su goma de mascar y esta reventó en un suave ‹‹pop››—. Y hay una pequeña sorpresa dentro.

Le había indicado en un pequeño boceto dónde estaba la ubicación real de la bandera roja.

Luke pareció entender a lo que se refería y asintió sin decir nada. Percy los miró confundido.

—¿Hacen apuestas aquí? —preguntó.

Por alguna razón, pensó en Gabe el Apestoso, en como siempre estaba con su trasero regordete echado en el sofa, con su tableta en mano y sus partidas virtuales de póker. La imagen lo disgustó y sacudió la cabeza para que se disipara.

—No pensé que fueras de las que tira dinero porque sí —le dijo a Venus. Luego se sintió tonto porque, a diferencia de él, que vivía mes a mes con el sueldo de su madre, Venus no tenía que preocuparse porque no le alcanzara el dinero para algo. Ella nunca tendría que echar agua al shampoo para que este durara un poco más o tendría que comer fideos una semana entera porque su despensa estaba vacía.

—No es tirar el dinero si le apuestas al que va a ganar —respondió con seguridad—. Yo siempre gano, Percy.

—Creí que Afrodita estaba aliada con Ares —Percy volteó a ver a Luke para que este confirmara sus palabras, pues es lo que le había dicho esa misma mañana cuando le informó que la cabaña de Hermes estaba aliada con la de Atenea.

Luke asintió.

—¿Y? —preguntó Venus.

—Que no puedes haber ganado siempre si las últimas tres victorias han sido de la cabaña seis. —Esa era otra de las cosas que Luke le había dicho. La cabaña de Atenea llevaba tres victorias consecutivas y Annabeth quería una cuarta para romper un viejo record.

—¿Y gracias a quién crees que ganaron?

—¿Eh? —El rostro de Percy no delataba más que confusión. Si Venus estaba en el equipo rival no había manera en la que este hubiera ganado gracias a ella, ¿o si?

Luke se rio de la expresión de Percy.

—Venus es nuestra mejor doble agente —dijo con orgullo, enviándole una sonrisa cómplice a la chica.

—¿Doble agente? ¿Significa que eres una espía?

—Puedes decirle así si quieres —ella se encogió de hombros—, pero ‹‹doble agente›› suena mejor.

—¿Y por qué no mejor ayudas a ganar a tu propio equipo en vez de perjudicarlo? —preguntó Percy con el ceño fruncido.

Venus volvió a encogerse de hombros.

—Le apuesto a un equipo y me aseguro de que gane, no veo nada malo en eso.

—Clarisse confía en ti y tu la traicionas —explicó Percy.

Venus rodó los ojos. Era evidente que Percy sólo quería discutir con ella si llegaba al punto de defender a Clarisse.

—No la vivas tanto, Percy, es sólo un juego —dijo, y se volvió a escuchar el sonido de la burbuja de chicle explotar.

—Relájense —terció Luke para apaciguar la creciente tensión entre ambos. Entonces se dirigió a Percy—. Tiene razón, es sólo un juego. Preocúpate cuando no la tengas de tu lado.

Percy suspiró, sólo estaba ansioso porque necesitaba que el captura la bandera saliera bien para conseguir la atención de su padre. Si Venus ayudaba a que eso sucediese, no tenía motivos para enfadarse con ella, por más que lo que hacía no le pareciera del todo ético.

—Está bien —volteó a mirarla y sus ojos no tardaron en encontrar los suyos—. Lo siento. Sólo estoy nervioso, supongo.

Venus le sonrió.

—No te preocupes, saldrá todo bien.

El sonido de la caracola se escuchó por todo el campamento. Quirón apareció en el pabellón del comedor y les indicó que en breve comenzaría el juego y que era momento de prepararse.

—Bueno, suerte —le dijo Venus a ambos, se levantó del banco de piedra dispuesta a irse, pero recordó una parte fundamental del plan de Clarisse. Volteó hacia Percy—. Si algo pasa, ve directo al lago, ¿okey?

—¿Por... algo en particular o...?

—Mis hermanas y yo estaremos cerca —dijo, aunque la verdadera razón era que, si Percy era hijo de Poseidón como Quirón creía, el agua era su elemento, no había otro lugar donde fuera a estar más seguro. Tal vez un tentáculo de agua arrastrara a Clarisse al lago si esta intentaba atacarlo, tal como había pasado con Nancy—. No participamos del combate —aclaró al ver la confusión de Percy—. Los cascos son super incómodos y las armaduras no combinan con nada.

Se encogió de hombros una vez más y le ofreció una sonrisa de labios cerrados. Venus se dio la vuelta para irse, pero escuchó a Percy llamarla. Se detuvo y dio media vuelta sobre su propio eje.

—¿Por qué tu... es decir, tu cabaña, no visten igual al resto?

Venus le dio un repaso a su atuendo como si no recordara lo que llevaba puesto: una camiseta gris claro con la leyenda del campamento y unos vaqueros cortos que llegaban hasta la mitad del muslo. Aunque no toda la cabaña diez vestía diferente del reglamento, claro, cuando convenció al señor D de permitirles utilizar un uniforme de otro color, este solo accedió a que las variantes fueran gris y negro. Venus había pensado que eran un reflejo de su alma atormentada, pero la realidad era que el gris no le disgustaba en lo absoluto, y combinaba con sus ojos.

—El señor D fue muy comprensivo cuando le expliqué que el anaranjado era un color terrible para los uniformes, no combina con nada y es demasiado... intenso.

Luke le lanzó una mirada de incredulidad por la elección de palabras. Comprensivo, , era una bonita manera de decirlo. Pero Venus ni siquiera le devolvió la mirada.

—Entonces... ¿si yo quisiera usar una camiseta azul...?

Venus pasó su peso al lado derecho, apoyando las manos en la cadera y ladeando la cabeza un poco hacia la derecha. Le dio un sutil repaso a Percy, considerándolo por un momento. Hizo explotar otra burbuja de chicle. Al final negó.

—Ese color no te queda mal —¿con qué pensaba combinarlo él, de todos modos?—. Resalta tus ojos.

Pareció que Percy quería decir algo más, pero ninguna palabra fluyó de su boca. Un leve sonrojo cubrió sus mejillas y él pareció sentirlo, porque apartó la mirada y la clavó en la mesa de piedra.

—En fin —dejó los brazos caer a los costados del torso y sonrió sin mirar a nadie en específico—. Rompansen una pierna o lo que sea.

Percy escuchó un último ‹‹pop›› antes de perderla de vista y tener que ir con Luke a por las armaduras.























❪ ➶ ❫




















Ambos bandos ya estaban reunidos listos para comenzar el juego, cada uno de un lado diferente del caudal del río.

El equipo rojo, liderado por la cabaña de Ares, estaba aliado con las cabañas 4, 9, 10 y 12: los hijos de Deméter poseían grandes habilidades con la naturaleza y las actividades al aire libre, pero no eran muy agresivos. Los pocos hijos de Hefesto no eran guapos, pero si grandes y corpulentos debido a su trabajo en la herrería todo el día. Los hijos e hijas de Afrodita (como le había dicho Venus a Percy) no iban a resultarles un problema; prácticamente evitaban cualquier actividad en la que tuvieran que sudar, preferían cotillear y hacerse bonitos peinados. Por su parte, los hijos de Dionisio eran muy buenos atletas.

A la cabeza del equipo rojo estaban los hijos e hijas de Ares: una docena de los chavales más grandes y marrulleros de Long Island, y de cualquier otro lugar del planeta. Poseían habilidad nata con cualquier tipo de arma así como también con el combate cuerpo a cuerpo. Y no está de más decir que eran malditamente atractivos.

Por otra parte, el equipo azul estaba liderado por la cabaña de Atenea, se había aliado con las cabañas restantes: Apolo y Hermes, dos de las cabañas más grandes. Los hijos de Apolo eran expertos arqueros, capaces de darle a su objetivo incluso a veinte metros de distancia. Los hijos de Hermes eran buenos en el combate con espadas gracias a las lecciones que les impartía Luke, y eran extremadamente sigilosos, así que sus oponentes pocas veces se los veían llegar hasta que ya estaban chocando espadas. Por su parte, los hijos e hijas de Atenea eran buenos con las armas, pero más lo eran con las estrategias; siempre tenían un as bajo la manga.

—El equipo que tome la bandera del contrario y regrese con ella al río, será el vencedor. —La voz de Quirón, el cual estaba parado sobre una roca en medio de los equipos, se escuchaba fuerte y clara para todos los campistas a la redonda. Repetía las reglas como antes de cada juego—. Como siempre, no se permite mutilar ni matar. Confío en que las reglas serán respetadas. Cualquier artilugio mágico que posean está permitido también.

Percy bajó la vista hacia el bolígrafo que apretaba en su mano, su espada retráctil.

—Está bien —la voz de Luke remplazó la de Quirón en los oídos de Percy—. Saca el filo.

—Ni siquiera se cuál es mi puesto. Tal vez no necesite la espada.

—¡Que comiencen los juegos! —vociferó Quirón, seguido del sonido de la caracola.

Los campistas de casco con penacho rojo se alzaron al unísono con un grito de guerra, alzando sus espadas, lanzas y escudos con el fin de intimidar a sus oponentes.

Percy los miró perplejo.

—Okey, tal vez sí necesite la espada.

Los del equipo azul respondieron con dos golpes en sus escudos antes de dispersarse. Annabeth se acercó a Luke solo para asegurarse de que supiera lo que tenía que hacer y luego le ordenó a Percy que la siguiera. Percy se acomodó su casco de penacho azul antes de internarse detrás de ella en el bosque.

Habían estado caminando casi veinte minutos cuando una voz inesperada los sobresaltó a ambos.

—Hola —reconocieron el tono meloso de Venus y segundos después ella se materializó recostada en el tronco de un árbol. En su mano sostenía la gorra de invisibilidad de Annabeth.

—¿Qué te pasa? —protestó Annabeth, acerándose con pasos largos para arrebatarle la gorra. ¿Cómo es que Venus la había tomado sin que ella se diera cuenta?

—Ah, no es divertido cuando te lo hacen a ti, ¿o sí? —se burló Venus, ganándose un bufido por parte de la otra chica.

Los ojos de Venus buscaron a Percy al ya no verlo detrás de Annabeth, resulta que se había caído del susto cuando Venus apareció.

—¿Qué haces en el suelo?

—Es que se veían tan solito que quise abrazarlo —contestó con sarcasmo.

Venus rodó los ojos.

—Me refería a que haces todavía en el suelo.

Percy se puso de pie y se sacudió la tierra de la armadura mientras un sonrojo se expandía por sus mejillas. Annabeth siguió caminando y tanto Percy como Venus la siguieron un par de pasos por detrás, en silencio.

Finalmente de detuvieron en una especie de risco que en realidad era una saliente de la colina entre los árboles. La caracola volvió a sonar y Annabeth volteó a ver a Percy.

—Ya empezó —dijo con una pequeña sonrisa, entonces se enfundó la gorra de los Yankees sobre la cabeza y desapareció enterita.

—Espera, ¿qué?

Annabeth reapareció tras quitarse la gorra dos metros más adelante de donde había estado hacía un momento.

—Fue un regalo de mi madre —le explicó a Percy refiriéndose a la gorra, pensando que eso era por lo que él preguntaba, pero lo que Percy esperaba que le dijera era lo que tenía que hacer durante el juego—. Tu tranquilo, lo harás bien.

—¿Qué? ¿Hacer qué cosa bien? —preguntó más alterado, pero Annabeth volvió a desaparecer y esta vez ya no reapareció.

Percy volteó hacia Venus y se alivió de que siguiera allí, tal vez ella le diría en qué consistía la parte qué él debía de hacer.

—¿Por qué me estas mirando así?

—¿Cómo? —Percy rezó para que su cara no lo hiciese ver como un idiota.

—Como si esperaras que respondiera la duda de tu existencia.

—Ah —fue todo lo que pudo decir. Hizo una pausa antes de seguir hablando—. Creí que me dirías lo que debo hacer ahora.

—¿Por qué asumes que yo lo sé?

—¿No eres una especie de espía? Los espías saben los planes de ambos bandos —dijo, pero no sonó tan seguro—. Al menos en las pelis...

Venus apretó los labios para que no se le escapara una sonrisa burlona.

—Estoy jugando con Luke, no con Annabeth.

—Pero están en el mismo equipo —dijo confundido.

Venus negó al ver que no la había entendido.

—Juego con Luke. Él quería saber la ubicación de la bandera roja y a cambio de me dijo dónde iban a resguardar la azul; un secreto por un secreto, ¿recuerdas? No juego con Annabeth, no sé que planeó ella para ti.

Percy asintió lentamente con la cabeza, en realidad no había entendido del todo, solo que Venus tampoco iba a decirle cuál era su parte en el captura la bandera y ahora todo lo que podía hacer era admirar el paisaje del campamento desde un pequeño risco. Suspiró decepcionado.

Venus acortó la distancia entre ellos.

—Tranquilo, sea lo que sea, lo harás bien —dijo a manera de consuelo, la verdad era que se le ocurrían unas quince cosas que podrían salir mal, pero decírselas no iba a ayudarlo a sentirse mejor. Se inclinó hacia él y acomodó la hebilla suelta de su armadura, palmeó su hombro y le regaló una sonrisa de labios cerrados—. Y si sale mal, sé donde conseguir colorante azul. Podríamos teñir palomitas de maíz y hacer un maratón de películas. ¿Aún eres fan Marvel?

Venus recordaba que para su cumpleaños número siete, el cual había sido de disfraces, Percy había usado un traje de Spider-Man cocido a mano por Sally, ya que no les alcanzaba el dinero para comprar uno en una tienda.

Percy se puso nervioso por el acercamiento de Venus.

—No es que no me guste la idea —dijo, esforzándose por no perderse en el aroma de su perfume—, pero prefiero pensar que esto va a salir. En serio necesito que salga bien.

—Mmm... ¿por tu padre? —Lo había escuchado mencionarle algo sobre eso a Annabeth mientras subían hasta el risco, solo que a la morena no pareció importarle.

Percy suspiró.

—Debes pensar que soy patético, ¿no es así?

Él mismo se consideraba patético. ¿Qué motivos tendría un dios para darle atención a él? Percy no se creía la gran cosa. Ni siquiera estaba seguro de que ganando en el captura la bandera su padre fuese a reconocerlo, pero ahí estaba, dando la impresión de un cachorro necesitado de amor frente a la chica que le gustaba.

¡¿Gustaba?! Quiso decir, osea, se le hacía linda, pero nada más. Venus era su amiga, entre muchas comillas, podía parecerle linda, ¿verdad?

También se le hacían lindos algunos chicos y eso no significaba nada, ¿por qué con Venus sería diferente?

—No creo que seas patético. —A Percy le sorprendieron sus palabras, pero ella no dijo más al respecto—. Y, sin importar quién gane —dijo, refiriéndose al juego que estaba en progreso—, podemos hacer el maratón de películas igual.

A Percy le gustó la idea de pasar tiempo con Venus a solas, hacía mucho que eso no pasaba.

—Sí —dijo, y camufló con una risa nerviosa el echo de que le había respondido demasiado rápido.

Venus sonrió. —Genial. Es una cita.

Percy se ahogó con su propia saliva. Venus le dio palmaditas en la espalda cuando él comenzó a toser, preguntándole si se encontraba bien. Percy terminó por alzar el pulgar al verse incapaz de formular una oración coherente.

Cuando se recompuso, Venus se despidió rápido ya que probablemente sus hermanas se estarían preguntando dónde estaba. Percy la vio marcharse entre los árboles y suspiró lléndose a recostar en un tronco seco y pasó los siguientes treinta minutos contándole a una lagartija sus problemas existenciales.
























❪ ➶ ❫




















Venus suspiró relajándose, las manos de Silena parecían tener un tacto mágico sobre su cabello, el cual estaba trenzando con toda la paz del mundo, como si a diez metros de donde estaban no hubiera seis docenas de campistas enfrentándose. El choque del metal de las espadas era opacado por los gritos de ataque que se perdían entre los árboles, aun así, Venus podía distinguir de a ratos el sonido de un arco ser disparado.

A Silena le encantaba jugar con el cabello castaño de Venus, alagando siempre lo bien cuidado que estaba, lo sedoso que era y el dulce olor que desprendía. Venus nunca se oponía a que su hermana la peinara, lo encontraba relajante.

Silena estaba terminando de acomodar unas flores que había recogido de camino a la piedra en la que estaban sentadas, junto a la orilla del lago, alejadas de la acción y de cualquier cosa que pudiera arruinar sus manicuras. Una vez que el peinado estuvo listo, le pasó a Venus un espejo para que ella pudiera admirarlo y, al hacerlo, le mostró una sonrisa brillante y le agradeció.

Le devolvió el espejo a su hermana y Silena lo tomó, percatándose del brazalete que adornaba la muñeca de Venus.

—¿Es nuevo? —preguntó, jalando la mano de Venus hacia ella para examinar la joya más de cerca.

Venus asintió.

—Fue un regalo... de mamá —murmuró aquello último, sin querer que el resto de sus hermanas y hermanos que estaban al rededor la escucharan.

Normalmente a Venus no le habría importado presumir de su nuevo regalo, pero Afrodita no había estado tan presente últimamente. Venus ahora sabía que probablemente se debía a los problemas que azotaban el Olimpo, pero aquello no era algo de público conocimiento y la falta de la presencia de la diosa del amor se notaba en varios de sus vástagos. Venus también sabía que no era su culpa que su madre le hubiera regalado el arco ni que la invitara a tomar el té de vez en cuando, pero no creyó indispensable que el resto de la cabaña lo supiese, sabiendo que la envidia y los celos no tardarían en llegar.

Silena asintió lentamente, compartiendo su discreción y continuó con la conversación en voz baja.

—¿Cómo está ella? Además de ocupada, claro.

—Estresada —confesó; podía confiar en Silena—. Las cosas están algo tensas en el Olimpo.

Silena bufó con gracia.

—¿Cuándo no?

Entonces vieron una enorme nube de tierra formarse más adelante. Venus se bajó de la roca y caminó un par de metros adelante para poder distinguir de qué se trataba. Era Percy. Se había tropezado llegando a la playa, cayendo sobre las pequeñas piedrecillas que estaban desparramadas por el suelo, causándole algunos raspones en los brazos y el rostro. Tres hijos de Ares aparecieron de dentro del bosque y lo rodearon.

Clarisse lo estaba apuntando con su lanza eléctrica, la cual era un regalo de su padre. Rio antes de abalanzarse hacia Percy. Él retrocedió y consiguió sujetar el palo de la lanza cuando esta casi lo atiza en las costillas, lanzó un ataque con su espada hacia uno de casco de penacho rojo, el cual fue bloqueado fácilmente con un escudo, mientras Percy utilizaba el extremo de la lanza que sacaba chispas para detener un ataque del otro oponente. Esta vez si consiguió tumbarlo al suelo e impulsó la lanza hacia Clarisse, desequilibrándola el tiempo suficiente para rodar por el suelo y tomar el escudo que se le había caído al llegar a la playa.

Percy aguardó en posición que alguno lo atacase. Sus ojos recorrieron los tres oponentes, pero no detuvo la mirada en ninguno por más de tres segundos sin querer bajar la guardia.

Entonces, una flecha impactó en el hombro de la campista que estaba en la punta izquierda, la chica cayó de rodillas al suelo con un grito de dolor mientras llevaba su mano a la zona afectada y sentía como la sangre mojaba sus dedos.

Tanto Percy como Clarisse y su hermano, voltearon hacia la dirección desde donde la flecha había sido lanzada, y vieron a Venus con su arco tensado, lista para disparar en cualquier momento.

Las hermanas y hermanos de Venus se la quedaron viendo asombrados, soltando una exclamación de dolor al ver como la flecha se había enterrado en el hombro de aquella chica.

—¿Se puede atacar a alguien de tu mismo equipo? —preguntó una, desconcertada.

—Está sangrando —dijo otra, con una mueca más cercana al asco que a la preocupación.

Venus rodó los ojos, girándose un momento para enviarles a sus hermanas una mirada cargada de irritación.

—Ni que la hubiese matado.

Clarisse estaba igual de sorprendida que Percy, pero reaccionó primero. Percy levantó su escudo justo a tiempo para bloquear el ataque de la lanza, y vio una flecha pasarle al vuelo a centímetros de su nariz antes de terminar en el brazo del otro campista que estaba por atacarlo, haciendo que soltara la espada mientras un grito de dolor era arrancado de su garganta.

Clarisse y Percy forcejearon y la lanza eléctrica se atascó en el escudo de Percy. Al final, ambos cayeron al suelo y la lanza se partió como si de una ramita seca se tratase. Clarisse soltó un grito de dolor, no dolor físico, sino emocional, al haber perdido el único objeto que le había dado su padre. Se levantó del suelo con el enojo consumiéndola y Percy no fue lo bastante rápido para escapar, acabando siendo sujetado por la camiseta por Clarisse.

Entonces sonó la caracola que indicaba el final del juego.

Luke llegó junto a Chris a la playa y enterró el mástil de la bandera roja en la arena. Todos los campistas que les venían pisando los talones, tanto los del equipo rojo para atraparlos, como los del azul para cubrirles la retirada, se apiñalaron en el borde del bosque, sin llegar a entrar a la playa, y pronto se escucharon los vítores del equipo ganador.

Clarisse empujó lejos a Percy, tirándolo al suelo, y se alejó con pisadas firmes de todo el alboroto.

Venus llegó hasta Percy y le dio un escaneo para asegurarse de que no tuviera alguna herida profunda. Suspiró aliviada al verificar que así era: sólo eran tajos superficiales y rasguños de las ramas y las piedras.

Percy iba a agradecerle, pero entonces escucharon una voz fémina a su lado.

—Nada mal, héroe. —Annabeth se materializó segundos después.

—¿Estuviste aquí todo el tiempo? —preguntó Percy, tratando de regular su respiración.

Obtuvo una respuesta afirmativa.

—¿Estuviste ahí todo el tiempo y no me ayudaste? —esta vez sonó más ofendido.

La respuesta volvió a ser afirmativa.

—¿Por qué?

Annabeth le ofreció la mano a Percy para ayudarlo a levantarse y él la aceptó.

—Escucha, Percy... lo siento —dijo Annabeth.

Y entonces lo empujó al agua.

Venus estaba segura de que Annabeth no lo sentía en absoluto.

—¡¿Pero qué te pasa?! —le gritó Percy, sentado sobre la arena que era cubierta por la orilla del río. Eso atrajo la atención de los demás campistas.

Venus, a pesar de que odiaba la sensación de los calcetines mojados, entró al agua y le tendió la mano a Percy para que se levantase, pidiéndole que se calmara.

—¿Qué me calme yo? —la soltó de la mano de un tirón y señalo hacia Annabeth—. ¿Acaso estás de su lado?

—No, Percy, escúchame... —Pero Percy no quería escucharla.

Entonces, Percy notó que las heridas que le habían causado Clarisse y su séquito ya no le dolían. Su mano fue hacia su mejilla y las yemas de sus dedos tocaron su piel con cuidado. Donde se suponía que debían estar las heridas, sólo se hayaban rasguños, y estos estaban desapareciendo. 

—No entiendo nada —murmuró. Buscó la mirada de Venus hasta que sus ojos se encontraron, y un sentimiento de familiaridad de apoderó de él, sabiendo que, mientras ella estuviera con él, estaría bien.

De repente, un silencio se instaló en el lugar y Percy se sintió avergonzado, convencido de que había hecho el ridículo, otra vez, pero los campistas que miraban en su dirección no lo veían precisamente a él. Cuando se percató de ese detalle, alzó la vista y sobre su cabeza alcanzó a ver el holograma de luz verde, parpadeando y brillando. Una lanza de tres puntas: un tridente.

—El whatsapp de tu padre —murmuró Venus y Percy regresó su vista a ella, e imitó la pequeña sonrisa que adornaba sus labios.

Ahora todos los campistas estaban congregados en torno a Percy, sus expresiones estaban pintadas de sorpresa, miedo o envidia, pero ninguno se atrevió a decir una palabra.

—Has sido reclamado por Poseidón —la voz de Quirón se alzó entre el silencio—. Sacudidor de tierras, portador de tormentas, padre de los caballos. Salve, Perseus Jackson, hijo del dios del mar.


















































━━━━━━━━━━ aria's notes

Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización, yo en mi youtuber mood, pero en fin. MUAK

XOXO, Aria

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