𝟬𝟯. grover is a goat
❛ GAME OF SECRETS ❜
❪ act one: capítulo tres ❫
❛ grover es una cabra ❜
Venus Ross era un error, en todo sentido de la palabra. Decir que no fue planeada era poco, al menos no por su padre. Venus fue engendrada una noche en la que su padre estaba bajo los efectos de sustancias ilícitas, muy fuera de sí como para siquiera recordar esa noche. Una fiesta en Francia para celebrar que había terminado de escribir el libreto de su primera película, por supuesto que Afrodita estaba allí, observando a la nueva promesa del cine.
En realidad, cuando Afrodita le contó a Venus cómo había conocido a su padre, reconoció que no le había parecido lindo a primera vista. Él era la futura estrella en el mundo del cine, sí, eso fue lo que captó el interés de la diosa, pero fue el carisma del joven lo que la terminó cautivando.
La versión que le dio el padre de Venus a esta fue distinta. Cuando vio a Afrodita no sabía que era la mismísima diosa en persona; como suele pasarle a los mortales. Al verla le recordó a otra persona: casi como estar viéndola a ella. La extrañaba, la extrañaba tanto, que la mera creencia de haber compartido una noche con el amor de su vida había bastado para que cayera en los encantos engañosos de la diosa.
A Venus se le oprimía el pecho cuando pensaba en la manera en la que fue concebida, sentía que una parte de aquello no había estado bien.
Tal vez por eso sentía celos de Percy, muy en el fondo y sabía que estaba siendo tonta, pero él había sido creado con amor. Para Sally, el padre de Percy había representado un punto y aparte en su vida, un recuerdo que atesorar. Mientras que para el padre de Venus, Afrodita sólo había sido quien le regaló una noche de falsas ilusiones.
Venus suspiró entrecortadamente, su corazón latía más rápido de lo debido y le dolía el pecho. Se obligó a recordase que su padre la amaba, a pesar de no haber sido planeada, a pesar de que ella representaba una noche que él preferiría olvidar. Pero entonces a su mente llegó la imagen de los grandes ojos de su madrastra, castaños como el chocolate, observándola de una manera en la que Venus aún después de tanto tiempo no podía descifrar. Sólo sabía que, para aquella mujer, ella era el recordatorio constante de que, mientras esta le lloraba a su padre, él se estaba acostando con otra en un país extranjero.
Se obligó a recordarlo una vez más. Él te ama, se repetía. Ella no te odia, se decía, pensando en su madrastra. Podría ser peor.
Podría, sí, pero la canción triste que llenaba en silencio de su habitación hacía que fuera más fácil sentir pena por sí misma.
Entonces el teléfono sonó, disipando sus pensamientos y sobresaltándola tanto que acabó derramando el esmalte en el suelo de madera, provocando así que un intenso olor se colara por sus fosas nasales.
El ruido de la lluvia cayendo llegó a sus oídos. A Venus le gustaba la lluvia, le ayudaba a dormir, pero esa noche, Morfeo parecía burlarse de ella.
Gateó hasta los pies de la mesa de luz y se arrodilló para alcanzar el objeto que no paraba de sonar. Lo descolgó y se lo llevó a su oído, oyendo una respiración acelerada del otro lado de la línea.
—¿Hola? —preguntó sin alzar demasiado la voz, puesto que Stacy se encontraba durmiendo en la cucheta superior.
—¿Venus? —La voz de Percy se oyó entrecortada, y ella no supo si era porque estaba por llorar o porque ya lo había hecho.
—Sí. ¿Te estás por morir?
—Todavía no... creo —dijo—. Mamá nos trajo de vacaciones y luego comenzó a decir cosas absurdas; dijo que era monja o algo así. Y creo que una cabra se tragó a Grover.
Venus se mordió el labio mientras asimilaba lo que había escuchado. El plan era llevar a Percy al campamento y explicarle todo allí, no antes, porque ahora que sabía... cosas —Venus no tenía claro cuánto de la verdad sabía Percy— su olor debía de haberse vuelto más intenso y eso sólo atraería más monstruos.
—¿Venus, sigues ahí?
—Sí —dijo, e hizo una pausa para echarle una mirada rápida a Stacy, cuya pierna izquierda colgaba fuera de la cama—. Dame un momento.
Tratando de hacer el menor ruido posible, Venus tomó el teléfono de disco entre sus brazos y fue hacia el armario que compartía con Stacy, abrió la puerta y se metió dentro como pudo, quedando en cuclillas con la nariz a la altura de las mangas de los abrigos.
Volvió a llevarse el teléfono a la oreja.
—Bien, ya puedo hablar. ¿Dónde estás?
—En el baño.
Si hubiera podido, Venus le habría dado un zape.
—No, idiota, me refiero al lugar al que os llevó tu madre de vacaciones.
—Ah —dijo y Venus pudo imaginárselo con las orejas rojas por la vergüenza—, lo siento. Estamos en Montauk.
Venus no tenía la menor idea de dónde quedaba aquello, y Percy pareció adivinarlo, ya que le dio una descripción más concreta.
—En la punta de Long Island, en la orilla sur; en una casita medio hundida en las dunas —dijo—. Viniste una vez, cuando teníamos nueve. Me despertaste gritando porque había una araña en tu almohada.
Ahora sí se acordaba. Las mejillas de Venus adquirieron un tono rosado y se hundió más entre la ropa, a pesar de que nadie podía verla.
—No lo recuerdo —dijo en cambio.
—No importa —dijo Percy, como si tampoco esperase que ella lo recordara—. La cosa es que Grover llegó hace algunos minutos, tal vez diez, sabes que me cuesta prestar atención a esas cosas, por el déficit de atención y eso...
—Grover.
—Sí, lo siento. Grover llegó con patas de cabra y se puso a discutir con mamá sobre irnos a un campamento. No se dieron cuenta cuando me vine al baño.
Entonces a la mente de Venus llegó la imagen de Percy, sentado con las piernas cruzadas sobre la tapa del inodoro y abrazado al teléfono. Mordió el interior de su mejilla para no reír.
—Okey, escucha —dijo Venus—. Lo importante es que no entres en pánico.
—Pero quiero entrar en pánico. Grover es una cabra.
—No, es un sátiro. No entres en pánico, ¿okey? —repitió, esta vez dejando que un cosquilleo recorriera su lengua y su voz se oyera más melodiosa—. Relájate. Respira y relájate.
Un sonido sordo se escuchó a través de la línea, seguido de un quejido y una maldición.
—¿Qué pasó?
—Estoy bien —la tranquilizó Percy—, sólo me di la cabeza contra la palangana.
Venus escuchó la voz de Sally llamar a su hijo, al parecer ella también había escuchado la caída de Percy y estaba preocupada.
—Estoy bien mamá, dame un minuto —oyó decir a Percy, luego él retomó su conversación con Venus—. ¿En qué estábamos?
—¿Qué fue lo que te dijo tu madre?
Oyó a Percy suspirar.
—Cosas, tonterías sobre los dioses griegos, los héroes y los monstruos. Dijo... dijo que mi padre era un dios y que yo era un semidiós.
‹‹Mierda —pensó Venus—. Segura ahora ya está oliendo como tocino para arpías.››
—Venus... —la llamó, y ella notó que le tembló la voz al hacerlo—. Crees... ¿crees que estoy loco?
A Venus se le oprimió el pecho. Sus nudillos estaban blancos por lo fuerte que apretaba el teléfono contra su oreja.
—No, Percy —dijo—. Mira, sé que todo debe ser confuso para ti ahora, pero prometo que todo tendrá sentido más adelante, ¿si? Confía en mi.
Lo oyó suspirar nuevamente y la puerta del baño ser golpeada.
—Hazle caso a tu madre, ¿sí? —le ordenó Venus—. Haz todo lo que te diga.
—De acuerdo... oye, por las dudas, sólo quiero que sepas que yo...
Entonces oyó como la puerta se abría de un golpe, un grito de Percy y segundos después, la llamada se cortó. Venus supuso que Sally debió irrumpir en el baño y colgar el teléfono, así que no se preocupó de inmediato. Lo hizo un minuto después, cuando razonó que seguro Sally tuvo que llevarse a Percy porque un monstruo los había seguido hasta la cabaña.
Un suspiro tembloroso salió de los labios de Venus, el olor a esmalte fresco ya la estaba descomponiendo, hasta que una corriente de aire fresco entró al armario. Venus se alarmó.
Stacy la observaba con el ceño fruncido y la mejilla recargada a la puerta.
—¿Qué se supone que estás haciendo? —preguntó con la voz adormilada.
Venus no respondió de inmediato, mordiendo el interior de su mejilla mientras pensaba en una buena excusa.
—Es que no encontraba buena señal —dijo. Al parecer Stacy estaba tan soñolienta que le creyó, asintió con la cabeza lentamente y soltó un bostezo que contagió a Venus—. Genial, entonces, si me disculpas, debo hacer otra llamada.
Estiró su brazo para cerrar la puerta y Stacy no se lo impidió. De vuelta contra los abrigos, Venus marcó un número y escuchó el primer pitido, luego el segundo, hasta que al quinto oyó una voz al otro lado de la línea.
—Hola, papá —dijo, con el labio inferior atrapado por sus dientes—, soy Venus. Necesito que me saques de Yancy ahora mismo. Percy... él está en graves problemas.
Y como si Zeus le diera la razón, un fuerte trueno se escuchó desde los cielos y la lluvia siguió cayendo con fuerza.
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El resto de la noche, Venus no pudo dormir, tampoco volvió a intentarlo, sus pensamientos eran demasiado ruidosos. Todos giraban en torno a Percy y cada uno la ponía más nerviosa que el anterior.
Cuando los primeros rayos de sol se asomaron, Venus ya estaba vestida con una blusa color celeste pastel y una pollera de pana color crema. Había cubierto las bolsas negras que se habían formado debajo de sus ojos con maquillaje y esparcido gloss en sus labios para que estos no se vieran resecos.
Al salir de la habitación con su bolso de mano colgado a la altura del codo y las ruedas de su maleta girando sobre el piso de madera, Stacy aún dormía.
Venus recorrió por última vez los pasillos de la academia Yancy hasta llegar a la puerta que daba hacia el exterior. No iba a extrañar ese lugar. Para nada. Respiró hondo cuando el aire fresco golpeó su cara y no tardó en distinguir un Maserati 3500 GT Coupé del 64. Negro. Todo un clásico; Venus adoraba aquel coche.
Cuando estaba por subirse, un grito la hizo girarse. Victor estaba corriendo en su dirección, llamándola y pidiendo que esperara. Venus contuvo una mueca, odiaba las despedidas.
—¿También tu te vas? —le preguntó con la respiración entrecortada—. Es por lo que pasó en el museo ¿verdad? Todos se pusieron de acuerdo para jugarme una mala broma, ¿no es así?
Venus frunció el ceño.
—¿Qué cosa del museo? —No había manera en la que Victor pudiera haber visto algo fuera de lo normal, la niebla se encaraba de eso. Él no podía haber visto a la Furia, no recordaba a la señora Dodds y el incidente de la fuente sólo había sido Percy defendiéndose de la estúpida Nancy.
—Todos tienen demencia colectiva, o algo. Yo no estoy loco —dijo. Dio una gran bocanada de aire y terminó por normalizar su respiración. Venus lo miró pidiéndole en silencio que fuese más claro—. El señor Brunner...
—¿Qué pasa con él?
—¿Quieres decir que sí lo recuerdas? —suspiró aliviado.
—Claro, ¿por qué no iba a... recordarlo? —Venus maldijo para sus adentros, por eso odiaba cuando improvisaban.
—Esta mañana le dije a Tayler que me prestara su libro para estudiar para el examen de la semana entrante y me miró como si estuviera loco. Me dijo: ‹‹¿Qué señor Brunner? El maestro de latín es el señor Sherman›› —imitó la voz de Tayler en falsete—. ¡¿Quién carajos es el señor Sherman?!
—Suficiente —lo interrumpió, dio un paso al costado y abrió la puerta del coche e hizo un ademán a Victor para que este entrara—. Sube al coche.
Victor comenzó a negar y Venus suspiró frustrada, seguro se pensaba que ahora lo iba a secuestrar para luego matarlo y tirar su cuerpo en algún lugar remoto.
—Sube. Ahora —repitió demandante.
Victor cerró la boca y subió al coche.
Venus subió tras él y cerró la puerta.
—Fred, tenemos un posible 3-14 en proceso, toma el camino menos concurrido —le indicó mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
—¿Qué? —preguntó Victor sin entender nada—. ¿Qué es un 3-14? ¿A dónde vamos?
—Ponte el cinturón.
Victor siguió protestando.
Venus enarcó una ceja.
—¿Me harás repetirlo?
Victor se puso en cinturón. El coche arrancó.
—Ahora sí —dijo Venus—. ¿Qué es lo que viste en el museo?
—¿Te refieres a nuestra profesora convertirse en un pájaro extraño y atacarlos a ti y a Percy?
—¿O sea que recuerdas a la señora Dodds?
—Sí —Victor se rascó la mejilla con nerviosismo—. Solo que como nadie parecía recordarla creí habérmela imaginado, pero entonces, Percy preguntó por ella, lo que me hizo creer que sí había sido real.
—¿Sueles ver ese tipo de cosas?
—¿Profesoras emplumadas? —se encogió de hombros—. No, en realidad. Suelen ser personas con ojos saltones y amarillos, o garras en lugar de manos. El otro día vi a una señora con cola de lagartija.
—Okey, bien —dijo Venus, más para sí misma que para Victor.
—Y anoche vi a Gregory, ¡no!, a Grover, con patas de cabra. Y al señor Brunner con un gran trasero de burro —siguió diciendo.
Las cejas de Venus se elevaron, estupefacta, ¿desde cuando Quirón se paseaba sin pantalones por la escuela?
—Ah...
—¿Me dirás qué es un 3-14?
—Mortal con vista clara —dijo, obligándose a concentrarse en lo importante y procediendo a explicarle a Victor lo que estaba pasando sin sonar como alguien salido del manicomio—. Los mortales con vista clara son aquellos capaces de ver a través de la niebla y distinguir entre las cosas míticas que ocurren a su alrededor. Como la... Benévola en el museo. La niebla fue creada por Hécate para que los mortales, es decir, los humanos comunes y corrientes, estén ajenos a los monstruos y dioses. Y antes de que digas algo, ¡no estoy loca ni me fume nada!
—No, no, te creo —aseguró Victor—. Llegué a pensar que yo era el loco. Entonces, Grover es un ¿fauno?
—Sátiro —corrigió—. Los faunos son romanos, aunque no hay mayor diferencia que el nombre. Y el señor Brunner no es un burro, es un caballo. ¿Qué hacías anoche?
—Ah, eso. Me dio hambre y fui hasta la máquina expendedora por barritas de cereal y los escuché hablando en el salón continuo sobre que debían apurarse y encontrar algo que fue robado.
El coche frenó abruptamente y desde dentro se escucharon las bocinas y chiflidos, pero Venus no prestó atención a aquello. ¿Algo había sido robado? ¿Cuándo? Y más importante aún, ¿por qué ella no sabía nada al respecto?
—¿Qué cosa?
—No dijeron... pero mencionaron algo sobre el solsticio de verano.
Venus no era tonta, Zeus y Poseidón habían estado peleando desde navidad, sólo tenía que averiguar cuál de los dos había metido la pata para enfadar tanto al otro. ¿Y si Percy tenía algo que ver? Una Furia lo había atacado, Venus todavía recordaba las palabras dichas por la criatura ‹‹¿Dónde está, mestizo?›› ¿Se estaría refiriendo al objeto del que hablaban Quirón y Grover? Si así era, significaba que alguien le había robado algo a Hades, pero él era el único de los Tres Grandes que no estaba metido en la pelea.
Venus sintió que su cabeza empezaba a dolerle. Nada tenía sentido.
—Escucha, Victor, estoy retrasada a donde tengo que ir, así que no podemos hablar más. —El coche estacionó y cuando Victor miró por la ventanilla estaban otra vez en la entrada de la academia Yancy. Fred se bajó del choche, abrió la puerta trasera y jaló a Victor hacia la vereda—. Pero tu no recuerdas nada sobre lo que acabamos de hablar, ¿verdad? No recuerdas a la señora Dodds ni al señor Brunner. El maestro de latín es el señor Sherman, ¿no es así, Victor? —le preguntó con voz dulce.
Él asintió.
—El señor Sherman.
—Exelente —Venus sonrió encantada—. Fue un gusto conocerte Victor, espero que volvamos a vernos algún día.
Esperaba no volver a verlo nunca.
La puerta se cerró y el coche volvió a ponerse en marcha, dejando a Victor con la mirada perdida en la calle.
Venus suspiró fuertemente y recargó su cabeza contra la ventanilla mientras veía los taxis pasar a su lado y los peatones caminar con pasos largos por las veredas. Justo en un semáforo, sus ojos captaron un precioso vestido azul en la vitrina de una boutique, se lamentó en silencio, pero no había tiempo para ir de compras. Venus se dirigía al campamento mestizo.
¿Opiniones sobre Victor?
Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización, yo en mi youtuber mood, pero en fin. MUAK
XOXO, Aria
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