𝟬𝟮. percy is attacked by the professor bat
❛ GAME OF SECRETS ❜
❪ act one: capítulo dos ❫
❛ percy es atacado por la
profesora mirciélago ❜
Venus Ross siempre tenía hambre.
Por obvias razones, no podía estar comiendo todo el tiempo, así que Venus Ross siempre estaba mascando chicle. Eso la ayudaba a concentrarse en las cosas importantes y no distraerse con las súplicas de su estómago para que ingiriera algo.
Para su suerte, la hora del almuerzo había llegado. La clase se reunió en la escalinata del museo, desde donde se podía contemplar el tráfico de la Quinta Avenida. Se avecinaba una enorme tormenta, con las nubes más negras que Venus recordara haber visto nunca sobre la ciudad. Supuso que las cosas debían estar realmente, o sea, como la mierda en el Olimpo, y la pobre de su madre debía de estar aguantando los berrinches de Zeus; la compadeció.
Venus suponía que, de poder morir, ya habría alguna deidad muerta, o, algo así como gravemente herida, porque Zeus y Poseidón estaban peleando desde navidad. Los ciudadanos de Nueva York habían sufrido brutales tormentas de nieve, inundaciones e incendios provocados por rayos. Si ahora los noticiarios anunciaran un huracán, a Venus no le sorprendería en lo absoluto.
—Jackson, ¿eh?
Venus miró de soslayo a Stacy y regresó su mirada al vaso de yogurt con fruta que tenía en su mano, cogió un arándano con la cuchara de plástico y se lo llevó a la boca. El sabor ácido del fruto ahogó las papilas gustativas de Venus en cuanto sus dientes entraron en contacto con este, y se tomó el tiempo de saborearlo con tranquilidad, como si no tuviera la penetrante mirada de su amiga encima.
—No es nada —respondió Venus con voz monótona.
Pero se puso de pie y terminó de bajar las escaleras del MET, donde hasta entonces había estado sentada, y se encaminó hacia la fuente en la que Percy y Grover estaban almorzando, apartados del resto de la clase.
—¿Te castigaron? —le preguntó a Percy cuando se sentó a su izquierda en el borde la fuente. El señor Brunner lo había apartado de Venus para hablar a solas con él antes del almuerzo, ella sabía que no lo habían castigado, pero no sabía cómo más iniciar la conversación.
—Que va —negó—. Brunner no me castiga. Pero me gustaría que aflojara de vez en cuando. Quiero decir... no soy ningún genio.
—Eres su alumno favorito —Venus se encogió de hombros dándole una sonrisa comprensiva—. Es normal que espere más de ti que del resto de nosotros.
—Es injusto —dijo Percy con reproche. Quería enfadarse, el señor Brunner sí que sabía como presionarlo. Verán, quiero decir que sí, a Percy le gustaban los días de competición, esos en que Brunner se disfrazaba con una armadura romana y gritaba ‹‹¡Adelante!››, y desafiaba a sus alumnos, espada contra tiza, a que estos corrieran a la pizarra y nombraran a todas las personas griegas y romanas que vivieron alguna vez, a sus madres y a los dioses que adoraban. Pero Brunner esperaba que Percy lo hiciera tan bien como los demás, a pesar de que este era disléxico y poseía trastorno por déficit de atención y jamás había pasado de un aprobado... No; no esperaba que Percy fuera tan bueno como los demás: esperaba que fuera mejor. Y Percy simplemente no podía aprenderse todos aquellos nombres y hechos, y mucho menos deletrearlos correctamente. Y era muy frustrante para él ver a Venus haciéndolo a pesar de que compartía su condición, lo hacía sentir que no estaba dando todo de sí, a pesar de que sí lo hacía—. Los profesores no deberían tener alumnos favoritos. ¿Que no es ilegal o algo así?
Venus soltó una risa por la nariz.
—No, duh —dijo obvia, haciendo sentir a Percy todavía más tonto—. Es muy normal: las personas tienen personas favoritas; es inevitable, con algunas simplemente conectas de manera diferente que con el resto y se genera una conexión especial... —Se dio cuenta de que se había desviado del tema y paró de hablar—. Como sea, me refiero a que, solo está mal que plasmen esa diferencia en las notas.
Guardaron silencio por un minuto, hasta que Grover dijo: —¿Puedo comerme tu manzana?
Tampoco era como que Percy tuviese demasiado apetito, así que se la dio sin problema.
Venus observó la corriente de taxis que bajaron por la Quinta Avenida y pensó en el apartamento de la señora Jackson, a sólo unas calles de allí.
No la veía hacía... ni siquiera recordaba hace cuanto. Venus y Percy habían sido amigos desde el jardín de niños, cuando una serpiente había querido morder a Percy y Venus le había clavado un tenedor; más tarde, recordando ese momento, pensaba en la pésima seguridad de aquella institución. Pero se habían vuelto inseparables. Resultó que la madre de Percy y la madrastra de Venus se habían conocido en la universidad, a pesar de la diferencia de edad, habían quedado en el mismo grupo de estudio y compartían clase de escritura creativa, pero finalmente la señora Jackson había dejado la universidad y la madrastra de Venus acabó dedicándose a otra cosa, lejos de las letras.
Venus y Percy asistieron juntos a la escuela la primera vez, aunque Percy fue expulsado por un incidente con soluciones químicas a los pocos meses. Por más que Venus le suplicó a su padre que la transfiriera a la nueva escuela de Percy, este se negó y más tarde, Venus comprendió que el olor a semidiós se potenciaba cuando estaban juntos y que su padre sólo había querido protegerla. Además, se seguían viendo a veces por las tardes y los días festivos. Venus tampoco recordaba cuándo fue que las visitas se hicieron menos recurrentes ni cuando fue que dejó de ver a Percy por completo, sólo sabía que simplemente pasó. Hasta hacía cinco meses, que Venus había sido enviada a la Academia Yancy, un par de semanas después de la integración de la señora Dodds al cuerpo docente.
El problema fue que, en realidad no podía acercarse a Percy, sólo tenía que revolotear lo suficientemente cerca para que el monstruo del que Quirón sospechaba que estaba asechando no pudiera detectar a Percy. Pero Percy, ajeno a toda la situación divina, creyó que Venus ya no quería ser su amiga porque prefería juntarse con chicos más populares, más dignos de ella, como solía pensar él.
Claro, Venus era bonita y carismática, así que nunca le había resultado difícil encajar en un lugar nuevo. Los chicos la querían y las chicas... bueno, las chicas no tanto, pero, como sea, Venus simplemente no tenia tiempo para Percy ahora que era popular.
Y como Percy no supo como lidiar con el aparente rechazo de Venus, también la alejó, utilizando más sarcasmo de lo usual cuando se trataba de ella y negándose a creer que podían volver a ser amigos.
La conversación que estaba sucediendo a su derecha entró en el radar de Venus, alejándola de sus pensamientos intrusivos.
—Hay varias corrientes que explican lo que provoca el bullying —dijo Grover—. Trauma en la infancia, aceptación de insuficiencia...
—Oye, se que Nancy tiene sus cosas, pero me estoy cansando de que se desquite conmigo. Siento que ya es... tiempo de hacer algo, ¿no te parece?
—Programa una cita con el señor Keyne, es muy amable con... —le sugirió Grover, pero era evidente que no era lo que Percy tenía en mente.
—Estaba pensando en empujar a Nancy en un basurero.
—Oh —fue todo lo que salió de la boca de Grover.
Percy sonrió como si nunca hubiera roto un plato y Venus recordó que así sonreía cada vez que rompía algo en su casa, accidentes, claro. Criar a un chico imperativo es todo un desafío.
Grover empezó a negar, ahora convencido de que su amigo hablaba en serio.
—Si hay algo que sé sobre los bullies, es que nunca en la vida debes enfrentarlos.
—Que consejo de mierda, Grover —dijo Venus.
Percy estuvo de acuerdo con ella.
—Oye, sé que este lugar es difícil para nosotros —dijo Grover, y luego le echó una rápida mirada a Venus y se corrigió a si mismo—, nosotros dos. Pero no estaremos aquí para siempre. Hay mejores lugares en el mundo.
Venus sabía que se refería al Campamento Mestizo, pero Percy no parecía muy motivado por el discurso. De todos modos, Grover no pudo continuar porque fue golpeado por una feta de queso chédar en la cara, cortesía de la querida Nancy Bobofit.
‹‹Parece que hoy se levantó con menos neuronas que de costumbre›› pensó Venus.
Venus se puso de pie y se acerco a Nancy con pasos lentos y sonriéndole con una de esas sonrisas que aparentaban amabilidad.
—Oh, Nancy, parece que se te cayó tu almuerzo —habló con un tono de fingida pena—. No te preocupes, te regalo el mío.
Entonces vació el yogurt que aún le quedaba en el vaso sobre la cabeza anaranjada de Nancy, quien no tardó en gritar y quejarse. Las exclamaciones de asombro no tardaron, siendo seguidas por las risas. La cara de Nancy estaba roja, Venus estaba segura de que si Nancy fuera una caricatura, estaría expulsando humo por sus orejas.
Sintió como la empujaban y tuvo que contener el equilibrio para no caer al suelo, Nancy era la responsable. Pero para este punto, Percy ya estaba harto de Nancy, de sus comentarios y de su actitud de mierda. Se puso delante de Venus cuando Nancy quiso arremeter de nuevo contra ella, poniendo a Venus detrás suyo y haciéndole frente a Nancy.
—No la toques.
Lo siguiente que vio Percy fue a Nancy sentada de culo en medio de la fuente, a pesar de que él no recordaba haberla empujado, ni tocado siquiera.
—¡Percy me empujó! —gritaba Nancy, completamente empapada.
Algunos chicos cuchicheaban:
—¿Has visto...?
—... el agua...
—... la ha arrastrado...
De repente, el aire pareció volverse más pesado y las nubes en el cielo se tornaron más grises. Percy sintió que algo se movía dentro de su bolsillo y, cuando metió su mano dentro, resultó ser el bolígrafo que le había dado el señor Brunner y que él se había olvidado de devolverle.
‹‹Ah, ahí estás›› Percy reconoció la voz de la señora Dodds y su vista fue del bolígrafo que vibraba a su profesora, pero cuando la encontró junto a un puesto de comida rápida, pensó que era imposible que la estuviera escuchando tan claramente con tanta distancia entre ellos. Hasta que se percató de que la señora Dodds ni siquiera estaba moviendo los labios, sólo lo observaba fijamente con una sonrisa diabólica, como un cazador a su presa. ‹‹No somos tontos, Percy Jackson.››
—¿Señora Dodds? —preguntó Percy al aire y luego volteó a ver a Venus, quien tenía sus ojos puestos en la profesora—. ¿Tú también la escuchas?
Venus asintió sin emitir palabra, palpándose los bolsillos de su uniforme sin éxito.
‹‹Encontrarte sólo era cuestión de tiempo —volvieron a oír la voz de la profesora—. Se creyeron muy inteligentes al querer confundirme, pero aun así los encontré.››
La señora Dodds se acercaba con pasos lentos, haciendo resonar el tacón de sus botas en la acera. En un parpadeo, la cazadora de cuero se convirtió en un par de alas de murciélago gigantes y sus brazos se veían emplumados, con sus manos y dedos como garras. Venus retrocedió y obligó a Percy a imitarla.
Nadie les estaba prestando atención, muy ocupados en el escándalo que estaba creando Nancy, aún desde dentro de la fuente.
—¿Qué estás buscando? —Percy tenía la vista fija en su profesora-murciélago, pero oía las manos de Venus palparse la ropa con desesperación.
—No encuentro mi gloss —su respiración comenzaba a acelerarse.
—No soy experto en maquillaje, pero no creo que sea el mejor momento para preocuparse por eso.
Venus lo ignoró y siguió buscando, hasta que recordó que se lo había prestado a Stacy; si lo prestaba no reaparecía. ‹‹Eso me pasa por ser buena persona›› maldijo Venus para sus adentros.
‹‹¿Dónde está, mestizo?›› la voz de la señora Dodds, ahora completamente transformada en lo que Venus reconoció como una Furia, se oyó más profunda y rasposa. Seguía acercándose.
—El bolígrafo —exclamó Venus recordando las palabras de Quirón—. Úsalo.
—¿Quieres que la apuñale con la punta de un boli? —consiguió decir Percy, paralizado por lo que estaba viendo.
—Sí, eso. Destápalo.
La señora Dodds desplegó sus alas y se alzó sobre ellos. Percy de alguna manera logró reaccionar y empujar a Venus fuera del camino. Destapó el bolígrafo justo cuando la profesora se abalanzaba sobre él, cayendo ambos al suelo.
Entonces la señora Dodds emitió un rugido que sonó más como un gato siendo atropellado y Percy notó que su bolígrafo, ahora convertido en una espada brillante, la había atravesado por un costado. Ante sus ojos, la profesora-murciélago se desintegró en polvo negro.
Luego perdió el conocimiento.
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Las cosas se habían ido a la mierda demasiado rápido.
Venus agradecía que existiese la niebla, de lo contrario, cada persona en un radio de doscientos metros habría visto una mujer murciélago monstruosa (lo que los semidioses llamaban Furia) y todo se habría sumido en pánico. Así que, problema uno; resuelto.
Problema dos: Percy se había desmayado.
Y en lugar de llamar a una ambulancia o avisarle a algunos de los maestros encargados de supervisar el viaje, toda la clase se había amontonado alrededor del cuerpo inconsciente de Percy, observándolo fijamente, tal y como la profesora Sprout se deleitaba antes de abrir una rana por la mitad. Hasta que Venus se hartó y le ordenó a uno de sus compañeros que fuera a traer al señor Brunner.
Se agachó para quedar más cerca de Percy pasó sus dedos por las hebras de cabello rubio, luego puso su dedo índice debajo de la nariz y soltó un suspiro de alivio cuando comprobó que el chico seguía respirando.
—¿Y si lo besas?
Todos allí, incluida Venus, voltearon la cabeza en dirección del autor de aquella pregunta: Thomas. Las mejillas regordetas del chico adquirieron un tono rosado, producto de tener veinte pares de ojos sobre él.
—Para que despierte —siguió diciendo—. Como en las películas.
Venus rodó los ojos y volvió a centrar su atención en Percy. Oyó varios sonidos de burla y otros de fastidio, pero la vergüenza de un chico con el que nunca había cruzado palabra no era de su interés.
La mirada de Venus se desvió a los labios de Percy por un segundos, eran finos y parecían suaves. La mano de Venus dejó los rulos de Percy y fue hasta su mejilla, y entonces comenzó a darle palmadas rápidas y a usar su encanto para decirle que despertara. Suspiró cuando lo vio entreabrir los ojos, aturdido.
Venus rápidamente se levantó e hizo que el resto de sus compañeros retrocedieran para darle espacio. El señor Brunner se materializó de un segundo a otro en su silla de ruedas y Grover ayudó a Percy a levantarse del suelo.
—¿Qué pasó? —preguntó alterado. Observó a Nancy empapada cubierta por una toalla, y a una mujer que no recordaba haber visto nunca frotándole los hombros, supuso que para que entrara en calor.
Percy pensó que su almuerzo debía de estar contaminado de hongos alucinógenos o algo así. ¿Acaso se lo había imaginado todo?
—¿Y la maestra Dodds? —preguntó, aún sin entender nada.
Nadie respondió, algunos incluso lo miraron como si estuviera loco, mientras que Nancy seguía afirmando que Percy la había empujado a la fuente.
—Quiero que todos regresen a sus asuntos —pidió el señor Brunner—. Percy tan sólo necesita un momento, es todo.
El alumnado no tardó en seguir cada quien con lo suyo y dejar el tema atrás. Antes de que Venus se fuera, Percy la sujetó de la muñeca y la hizo quedarse, sorprendiéndose cuando ella se libró de su agarre bruscamente.
—No entiendo, ¿qué nadie vio eso? —Luego volteó a mirar a Venus, que seguía ahí de pie mirándolo como lo hacía cuando apenas había llegado a Yancy—. Tu lo viste, Venus, diles, por favor.
Venus le dio una mirada rápida a Grover y al señor Brunner y se encogió de hombros, aparentando confusión.
—Percy, te golpeaste la cabeza, quizá tengas una contusión.
—No, no —siguió él—. Se que fue real, sé que no lo imaginé... ¿dónde está la señora Dodds?
—¿Quién?
—La otra acompañante. La señora Dodds, la profesora de introducción al álgebra.
Venus frunció el entrecejo levemente y se inclinó hacia adelante, con gesto de ligera preocupación.
—Percy, no hay ninguna señora Dodds, como, en ninguna parte. ¿Seguro que te encuentras bien?
Venus consideró un momento si debía usar el embrujahabla, mientras más supiera Percy, más apestosa e intensa se volvería su esencia de semidiós. Al final no tuvo que hacerlo. El tono de las palabras de Percy bajó hasta convertirse en un murmuro casi inaudible, y luego se detuvo.
Stacy llegó al lado de Venus y la jaló del brazo para que se fuera con ella al autobús, ya que había comenzado a llover, pero como ella estaba tan inmersa en el tema de la Furia, ni se había percatado.
Percy la observó alejarse y sintió como su pecho se oprimía, de nuevo, todo volvía a la normalidad. Y Percy deseaba con todas sus fuerzas poder adaptarse a esta, pero sabía que eso era imposible, que él no era normal. Sentía que estaba roto.
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—Necesito que me devuelvas mi gloss.
El sonido del ‹‹click›› de un candado se oyó y Stacy abrió su casillero, impidiéndole a Venus ver su rostro.
—Tienes decenas de glosses, creí que podría conservar este.
Los labios de Venus atraparon el sorbete y succionó el jugo de fresa, deleitándose con el sabor. Elevó una ceja y le envió a Stacy una mirada escéptica, a pesar de que esta no podía verla.
En otra ocasión, a Venus no le habría importado el comportamiento caprichoso de su amiga, pero ese gloss era... diferente. Venus nunca había necesitado usarlo para otra cosa que esparcir brillo en sus labios, pero la única vez que sí lo hizo, no lo tenía, y odió la sensación de estar desprotegida.
—Puedes tener otro, ese no... fue un regalo de mi madre. —A ver, Venus casi nunca mencionaba a su madre, sobre todo porque no quería tener que responder preguntas sobre ella. Todo lo que decía cuando alguien preguntaba era que su madre era una modelo famosa que trabajaba en Europa y no tenía tiempo libre. De cualquier forma, usualmente las preguntas eran sobre su padre, el famoso director de cine.
Stacy cerró su casillero y el eco que el ruido produjo en el pasillo casi vació hizo sobresaltar a Venus.
—Aquí tienes —dijo, regresándole el objeto.
Venus sonrió a medias y siguió bebiendo el jugo. Durante el viaje de regreso a Yancy se había sentido muy abrumada por los acontecimientos ocurridos y, como no tenia nadie con quien hablarlo, prefirió sumergirse junto con sus preocupaciones en una tina de burbujas, mientras el último álbum de Taylor Swift se escuchaba a través del tocadiscos. Para la desgracia de Venus, tenían clases el resto del día, así que tuvo que hacer un gran esfuerzo y salir de la tina, y acompañar a Stacy a su casillero para recoger los libros de la siguiente clase.
Venus guardó el gloss en su bolsillo y se disponía a ir a clase de francés cuando sintió que un cuerpo impactaba con el suyo, haciéndola derramar el jugo de fresa sobre el suelo y manchando sus botines Gucci en el proceso. Formó un puchero de manera inconsciente; amaba esos botines.
—Lo siento, fue un accidente.
—Sí, seguro eso es lo que tu padre pensó cuando naciste. —Se mordió la lengua tan pronto las palabras se deslizaron por sus labios de manera mordaz. Solo eran unos botines, se repitió, tenía centenas de pares parecidos, podría comprar la marca entera si quisiera.
—Oye, sé que no te agrado y que ahora eres popular y todo, pero eso no te da derecho a ser una perra —espetó Percy, no sabía qué significaba, pero había sonado bien.
Venus se mordió el interior de su mejilla y maldijo en sus adentros, no se había fijado que era Percy a quién había insultado. Cuando quiso arreglarlo, el chico ya se había ido por el pasillo hacia la salida.
—¿Quién se cree ese rarito? —dijo Stacy con una mueca de asco—. Vamos, no quiero llegar tarde otra vez.
Venus se mordió el labio con la mirada perdida en el pasillo, volteó hacia una impaciente Stacy.
—Ve tú, me aburro en francés —fue todo lo que dijo antes de desaparecer por el mismo camino que Percy.
Cuando Venus cruzó la puerta, el viento la golpeó en la cara y le desordenó su cabello perfectamente arreglado con una diadema, intentó acomodar los mechones rebeldes, pero era inútil, la brisa era muy fuerte. Vio a Percy sentado en uno de los bancos de la entrada, con una maleta a sus pies.
—¿Te vas? —le preguntó parada junto al banco.
Percy no respondió.
—Oye —Venus corrió la mochila de Percy más contra él para tener espacio y así poder sentarse. Percy se removió en su lugar sin mirarla—, lamento lo que dije hace un minuto, no sabía que eras tú.
Percy soltó una risa nasal. —Oh, entonces si hubiera sido otra persona habría estado bien.
—No lo sé... supongo.
Percy suspiró y una mano fue a parar al puente de su nariz.
—Eres igual a ellos —Venus iba a replicar, ofendida, pero él siguió hablando sin darle tiempo de hacerlo—. Si no nos conociéramos me tratarías igual que ellos; te burlarías de mi como lo hace Nancy, como lo hacen todos.
—No es verdad —dijo—. Te dije que me agradabas.
—Pues tienes una extraña forma de demostrarlo. Ignorándome, fingiendo que no existe la señora Dodds, haciéndome quedar cono un lunático —enumeró con sus dedos.
—Percy, no sé que crees que pasó en el museo —dijo. Percy bufó—, ¿quieres hablar acerca de eso?
—No.
—¿Por eso estabas llorando?
—No estaba llorando —dijo rápidamente, pero por la mirada de Venus sabía que no le había creído—... Grover le dijo al director que yo empujé a Nancy a la fuente.
Auch, el sentimiento de la traición. Venus no sabía que hacer expulsar a Percy era parte del plan, pero en su experiencia basada en películas, cuando los protagonistas empiezan a improvisar, es que están completamente jodidos.
—No me mires así —dijo Percy. Prefería que lo ignorara a que esos bonitos ojos grises lo miraran con lástima—. Todos me miran de esa manera hoy: Grover, el señor Brunner... él me dijo que era especial.
Venus sabia cuanto odiaba Percy esa palabra. Separó uno de sus mechones sueltos por el viento y lo enroscó y desenroscó en su dedo índice, mirando a Percy con los ojos entrecerrados.
—No eres especial, sólo diferente. No puedes saber si lo diferente es malo hasta que le das una oportunidad —hizo una burbuja de chicle y esta explotó en un suave ‹‹pop››—. Date una oportunidad, Percy.
No lo vio muy convencido al respecto.
—Mira, ven —lo tomó de la muñeca y jaló su brazo, le arremangó la campera de neopreno roja y el buzo de algodón y pasó un dedo por su piel, causándole a Percy un escalofrío. De su bolsillo sacó un bolígrafo (uno normal) y con él garabateó un número telefónico—. Sólo para emergencias.
Si estaban improvisando, mejor improvisaban bien.
—Tengo el número de tu casa —dijo Percy, claro, no se lo sabía de memoria, pero estaba escrito en un post tip y pegado con un imán en la puerta del refrigerador.
—No es de mi casa —dijo obvia, y las orejas de Percy se encendieron—. Repito, sólo emergencias.
—¿Qué sería una emergencia?
—Muerte inminente —dijo con seriedad.
Percy volvió a dudar de que Venus no recordara nada de lo sucedido en el museo, ¿por qué le estaría diciendo aquello sino?
—Está bien —contestó de todas formas—. Entonces, si alguien quiere matarme, le pediré por favor que se espere hasta que encuentre un teléfono y te llame.
—Seguro quien quiera que sea será muy comprensivo.
Una camioneta vieja con el logo de la academia Yancy aparcó a pocos metros de donde estaban. Percy se puso de pie, se colgó la mochila en los hombros y agarró la maleta.
—Llegaron por mí, así que... —señaló la camioneta a su espalda.
—Claro, suerte.
Percy apretó los labios viéndola levantarse del banco y caminar hacia el edificio.
—¿No hay beso para eso? —preguntó, elevando la voz para que ella lo oyera.
Venus giró su torso y le sonrió divertida. —Sobrevive el verano sin meterte en problemas y luego hablamos.
Le guiñó un ojo antes de girar nuevamente y entrar a la escuela, dejando a Percy de pie junto al banco sonriendo como idiota.
BASTA AMO A PERCY Y A VENUS
Si les gustó el capítulo no se olviden de votar y comentar y guardar esta historia en su biblioteca para no perderse ninguna actualización, yo en mi youtuber mood, pero en fin. MUAK
XOXO, Aria
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