OO2.















Al día siguiente, Amelia se había despertado primera que todas, todas dormían plácidamente, menos ella que estaba sentada en la cama mirando a un punto fijo en los armarios. Miró hacia arriba donde había una cámara, la miro con desprecio y luego se levantó en busca de un short de jean para ponerselo.

Salió de la habitación y directamente se fue al baño con flojera. Salió de ahí y fue a lavarse las manos y dientes frente a los grandes espejos. Trato de peinarse lo mejor posible y despetarse, lo que le costaba una banda. Luego fue hacia la cocina, donde ahí estaban Romina y Walter, mas bien conocido como Alfa, preparando el desayuno.

—Buenos días —le dijo Romina—. ¿Dormiste bien?

—Uh, si. Algo.

Ame se sentó en la gran mesa y apoyó su cabeza sobre ésta. Alfa se acercó a ella y despeino su cabello, el que le costó tanto ordenar

—¡Alfa! —gritó Amelia.

—¿Qué? Hay que despertarse —dijo el mayor, a lo que luego comenzó a reirse y Amelia le siguió la risa.

Amelia miró hacia el pasillo donde se encontraba un Thiago super alegre camianado hacia la cocina.

—Buenas, buenas —dijo alegremente.

Ni Amelia puede levantarse con tanta energía.

—¿Cómo es que tenés tanta energía? —preguntó Ame.

—Ni yo sé — Thiago sonrió ampliamente.

Amelia se levantó para prepararse su café antes de que todos pudieran invadir la cocina. Tomo un pan que Alfa estuvo cocinando en la mañana y agarró el dulce de leche para complementar con el pan. El mejor desayuno.

Se sentó al lado de Thiago para desayunar mientras hablaban alegremente. Le agradaba mucho el menor y él a ella lo mismo. De a poco en la cocina y en el comedor comenzó haber más movimiento, ya todos estaban despiertos y desayunando.

Amelia se sentó en el sofá y se quedó mirando un punto fijo, tenía bastante sueño, no había dormido bien la noche anterior por estar pensando muchas cosas. Hasta que alguien interrumpió sus pensamientos.

Era el salteño.

—Hola, Ame —sonrió—. ¿Te puedo decir Ame?

—Por supuesto. También podés decirme Lia, así me llama mi abuela.

Marcos asintió alegremente. Tenía una taza de té en su mano y con cuidado comenzó a tomarla para luego dejarla sobre la mesita frente a ellos.

—¿Vas a entrenar?

Amelia lo miró y él levanto sus dos cejas esperando una respuesta. Ella no es una chica que entrene seguido, siempre veía a sus padres entrenar cada semana y a ella sus amigas la llevaban, pero ni una abdominal podía hacer, tan solo hacia gimnasia cuando estaba en la secundaria y ahora no parece importarle hacer ejercicio.

—No lo sé, casi nunca entreno. Siempre mis amigos me llevaban al gimnasio, pero no hacía nada más que solo mirarlos o reírme cuando uno de ellos no podía levantar las pesas —Amelia comenzó a reírse y su risa contagiosa hizo sonreír al castaño

—Bueno, haremos lo posible. No te preocupe', yo te ayudo.

Amelia le sonrió. Podía notar lo amable y amigable que es el salteño, su primera impresión con él fue que tal vez era algún engreído, pero fue todo, literalmente, lo contrario.

Cuando ya algunos estaban listo para ir a entrenar, Amelia fue por un cambio de ropa para poder entrenar cómodamente. Nunca uso uno de esos top deportivos, pero por las dudas siempre lleva uno. Se cambió y salió al patio, ahí estaban Julieta, Daniela, Thiago y otros que aún no recordaba bien los nombres. Ya comenzaron a entrenar, mientras que ella se quedó cerca de uno de los sillones a esperar a que Marcos la ayudara con el entrenamiento.

—Ey, ¿vas a entrenar? —le preguntó Julieta.

—Si, pero voy a esperar a Marcos — le respondió con amabilidad.

La rubia le sonrió y prosiguió con su entrenamiento. A Amelia le caía muy bien aquella chica, además de ser la primera chica con la que pudo entablar una buena conversación al entrar a la casa.

Al fin el salteño salió al patio, ya Amelia estaba a punto de volver a dentro, pero él ya estaba ahí.

—¿Preparada, Lia? —el castaño le sonrió. Con una mirada dudosa y curiosa, bajo su vista al abdomen del lado derecho de Amelia, donde tenía un tatuaje de un marciano violeta. Eso le causo gracia.

Amelia ignoro esa mirada y solo le sonrió.

—No, pero haré lo posible —una risa salió de la boca de él y Amelía le sonrió.

Marcos la dirigió hacia las pesas, mientras el buscaba la indicada, ella lo miraba curioso, no sabía cual agarrar o que hacer. Marcos agarró una de las pesas un tanto pesada y Amelia, para seguirle la corriente, tomo otra igual a esa, aunque fue un error. Podría haberle quebrado el pie por la caída, pero Marcos fue rápido y la ayudo.

—Esa puede ser muy pesada para vos. Podes agarrar de estas que un poco menos pesadas —él le señaló las del estante de abajo.

—Oh, gracias —Amelia obedeció y agarró las del estante de abajo. Pesaba menos que la que Marcos tenía, pero no era tan liviana para ella. Así que tomó una silla y se sentó—. ¿Cómo lo hago?

—Podés dejarla en el piso y levantarla desde ahí o levantarla hasta arriba y bajarla hasta la altura de tus hombros.

Ella asintió y procuró usar los dos métodos que, ahora, su amigo le recomendó. Mientras trataba de ver como es que el podía levantar esas pesas, aún no comprendía, pero en algún momento ella también quería intertarlo. También veía como Thiago disfrutaba cada rincon de la casa y al estar entrenando, probaba con cada cosa que podía.

Cuando Thiago comenzó a usar la caminadora, Amelia se acercó a él.

—Eu, después quiero usarla —el menor asintió sin dejar de caminar.

—Vi que casi te rompes los pies con esas pesas —comenzó a reírse desenfrenadamente. Se estaba burlando de ella.

—Ey, no te rías. Un poco más y podría irme tan solo el primer día —sonrió—. Igual, Marcos me ayudó, sino yo estaría llorando con un hueso fuera de lugar.

Thiago volvió a reír y eso le contagió la risa a Lia.

—Ame, ¿cómo paras ésto? —Thiago miraba la máquina con nerviosismo,

—Uh, la verdad no sé —la castaña también miro la máquina.

Amelia no estaba segura, pero aún así apretó uno de los botones, pero fue un error. Eso hizo aumentar la velocidad de la máquina. Thiago, ahora, comenzó a correr y su cara de miedo de decía mucho.

—Eu, paralo —dijo el menor con desesperación.

—Es que no sé —Amelia también estaba nerviosa. Nunca en su vida uso una de esas máquinas.

—¡Ame! ¡Dale! —gritó Thiago.

Amelia se dió vuelta y a unos metro de ahí estaba Marcos sentado todavía con sus pesas, así que ella corrió hacia él y lo sacudió.

—Marcos, ayúdame —la desesperación de ella era mucha.

—¿Qué pasa?

Ella señalaba hacia Thiago con desesperación, en momentos de nervios se traba y ninguna palabra de su boca puede salir.

—¡Thiago! —al fin grito y el castaño se giró hacia el menor.

Marcos se levantó rápidamente de su lugar y fue hacía la máquina, buscó el botón de apagar y al tocarlo la máquina fue deteniéndose de a poco. Thiago comenzó a respirar tranquilamente, pero Amelia todavía tenía un nudo en la garganta. Estas situaciones la hacen querer llorar, se pone super nerviosa y sus manos comienzan a temblar.

—Primo, ¿estás bien? —Marcos palmeó la espalda de Thiago mientras el menor trataba de recuperar fuerzas.

—Si, si. Estoy bien, solo fue un susto.

—Ame, ¿estás bien? —Thiago miró a la castaña.

—Si, si. Solo me puse nerviosa —sacudió sus manos nerviosamente.

Marcos se giró hacia su amiga, la notó nerviosa, así que acarició su espalda, mostrándole apoyo

—Solo fue un un susto, prima.

—Si, bueno, siempre me pongo nerviosa en estos casos.

Thiago acarició la espalda de la castaña para calmarla y Amelia le sonrió.

—Perdón, soy una boluda —ella comenzó a reírse con nerviosismo.

—No se preocupe, prima —Marcos la abrazó de costado y acaricio su brazo.

Y fue tan solo un simple abrazo, pero no para otros que los miraban con curiosidad y/o desprecio.

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