❁ཻུ۪۪🔖ꦿ 𝗣𝗔𝗥𝗧𝗘 𝗢𝗖𝗛𝗢.
❝ꓸ᭄ꦿ⃔𝐅𝐑𝐄𝐄𝐃𝐎𝐌 𝐎𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐑𝐀𝐌𝐏𝐀𝐑𝐓𝐒 ━━━━ 𝐞𝐫𝐞𝐧 𝐣𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫.
ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴏᴄʜᴏ: ʟᴀ ᴍᴜᴊᴇʀ ϙᴜᴇ ᴀɴʜᴇʟᴀʙᴀ ʟᴀ ᴊᴜsᴛɪᴄɪᴀ.
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— ¡Sonne III de Caria! ¡Ven acá ahora mismo! —una mujer perseguía a su hija en los pasillos del castillo.
— ¡Atrapame! —esbozó una sonrisa impecable mientras daba rumbo al patio.
— ¡Por Artemisia! ¡Tienes dieciocho años y sigues comportandote como una niña mimada! —paró de seguirla, aprovechando para tomar una bocanada de aire.
Sonne había dejado su recorrido en el olvido cuando su propia madre dijo esas palabras.
— ¿Y Owen? —preguntó por su mellizo, sin prestar atención a lo que le reclamó la mujer.
Suspiró, — No lo sé... —se puso bien de pie—. ¿Cumplirás la condena de la familia? ¿O de verdad amas a Ferdinand?
Los ojos azulados de Sonne recorrieron el pasillo en busca de una distracción a la pregunta, pero decidió enfrentar la realidad.
— No me gusta mi mellizo, mamá. Lo siento. —se encogió de hombros—. Ferdinand es el amor de mi vida, lo sentí como nunca lo hice con Owen. Por favor, créeme.
La mujer parpadeó unas cuantas veces, hasta finalmente asentir rendida.
— Bien, pero debes tener cuidado. Nunca confíes en personas que no son tu familia. —tomó la mano de su hija, haciéndola caminar a su lado mientras abanicaba su rostro con un pequeño abanico de mano tradicional.
Sonne canturreó, aunque la mujer lo notó inmediatamente y rió.
— La corona será toda tuya, ¿no te gusta eso?
Pensó, — Me gusta la corona, pero no la idea de tener que devorar a mi padre.
Su progenitora sonrió nostálgica.
— Me alegra que hayas podido encontrar el amor en alguien que no sea de tu misma sangre. —sonrió gentil—. Es... Deprimente que esta maldición nos acompañe desde que Artemisia y Orlando de Caria encontraron ese río.
— Es una porquería, la verdad. —su madre le dio un abanicaso—. ¡Auch! ¡Pero es la verdad! Aunque nunca entendí a la perfección esa parte de la historia.
— ¿No te sabes la historia de los mellizos y te convertirás en nuestra reina?
— ¡Por favor explicame!
— Igual lo verás en tus memorias, pero bueno. —se aclaró la garganta—. En el año 1003 A.1 tanto Ymir Fritz como la melliza Artemisia consiguieron un Titán fundador, desconozco el cómo lo consiguieron exactamente, ya que es algo prohibido de repetir en nuestra sangre, pero la cosa es que la melliza lo consiguió en el río o un lugar próximo ahí. Así formó la gran nación de Caria junto a su hermano Orlando. En ese lapso de tiempo se creó una alianza con la familia Fritz y su imperio eldiano, aunque la reina Artemisia no estaba segura de ello. —murmuró—. Tiempo después en el año 990 A.1, al convertirse Caria en una fuerza militar, se hicieron experimentos tradicionales, dándonos cuenta de que la maldición que ahora recorría en nosotros se trataba de que debíamos procrear entre nuestra familia. Formabamos lazos demasiados fuertes por la cosa que nos entregaba el poder del fundador, parecía ser que necesitaba que sólo nuestra sangre pudiera tener el control de eso. También es por ello que todos en la familia real tenemos mellizos, no puedes permitirte morir o él o ella también morirán al instante.
— ¿“Eso”? Me enseñaron en clase de historia que un demonio había hecho un pacto con los mellizos en el río de Heracles. —se rascó la nuca confundida—. Eso de los mellizos lo sabía.
— No, Sonne. En realidad hay muchos mitos y leyendas, pero sólo el fundador lo puede saber. —se encogió de hombros—. Unos dicen que Artemisia se encontró con los comienzos de la materia orgánica, otros dicen que fue un pacto con un demonio tal como Ymir Fritz. Desconozco la verdad.
— Entonces... —se quedó pensando—. Lo que sea que tenga el fundador, necesita sangre pura de nuestro linaje cariano para que el poder del fundador siga siendo igual de fuerte y masivo.
— Así es, acertaste. —su madre sonrió—. Solo debo dejarte algo en claro, Sonne. El poder del Titán de guerra nunca se utilizará hasta que alguien quiera hacer daño a nuestra nación, ¿entendido? No actives nada que pueda crear la destrucción del mundo, porque eso no nos corresponde. Solo somos un país que mantiene buena amistad con los demás en el mundo.
— Está bien... —ahora estaba algo nerviosa por el poder que le dejarían a su cargo.
Su hija abrió las puertas del gran salón, dejando ver a su mellizo: Owen II de Caria.
Él si estaba enamorado de Sonne, pero ella ya tenía sentimientos por Ferdinand.
— Es una historia trágica de amor, si te pones a pensarlo bien... —objetó la hija en lo que miraba su mellizo, que se encontraba ordenando un florero con una asistente del reino Cariano, solo que al notar la presencia de su melliza, no pudo evitar formar una sonrisa adorable—. Me refiero a eso de los mellizos, me imagino que se casaron y así continuó nuestro reino, ¿verdad?
— Sí... —la madre analizó una puerta que dejaba ver a su otra hija: Astrid III de Caria—. Tuviste suerte de haber roto la maldición, es muy raro cuando sucede.
La madre de Sonne y Owen se había arriesgado a tener otros mellizos, ya que se estaban quedando sin familiares en el reino.
— ¡Astrid! ¡Sal de ahí! —Sonne corrió para perseguir a su hermana y jugar con ella.
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Un mes después.
Había sucedido lo inevitable para Sonne; seguir las tradiciones de la familia de Caria, lo cual significaba ser convertida en Titán y para posteriormente devorar al anterior portador del poder del Titán de Guerra, que ha sido entregado desde hace varias generaciones.
Sonne se disponía en organizar los preparativos de su coronación que ya venía a la puerta de su casa, tan solo faltaban dos semanas para esta, y ella estaba muy emocionada por pensar en todos los cambios que realizaría con el fin de terminar las disputas entre las naciones contra Caria —si es que llegaba a suceder—, así para poder tener a su gente en paz y armonía dentro del país, y que los escasos peligros terminen una vez por todas.
La joven princesa era la persona más apta que podría tener Caria como reina.
Pero a su familia no le convencía ese hecho, o no a la mayoría.
Sonne caminaba jovial entre los pasillos del gran castillo. Tenía planeadas algunas cosas que haría ya que se convirtiera en reina, y debía comentárselas a su madre, a sus hermanos y a los viejos abogados que ayudaban al reino en cuanto su manera de manejar en todos los ámbitos.
Todo era perfecto.
Estuvo a punto de dar golpeteo a la puerta de madera, sin embargo, las voces seniles de los abogados sonaban con discreción a través de las frágiles paredes. Además, escuchó la voz de su hermana Astrid.
— Debemos armar desde ya el plan para contraatacar a Marley y a la isla de los demonios. —bufó la chica—. Les dije desde hace meses cuando la salud de mi padre empeoró, pero no quisieron actuar ya.
— Pero... Marley no nos ha hecho nada. No podemos actuar así. —uno refutó—. Y su padre debe esperar.
— ¡¡Tenemos que hacerlo!! ¡¡En unos años lo harán!! Y a lo que veo de Sonne y mi madre Rusałka, no creo que nos ayuden con el plan. —dio un golpe a la mesa.
Sonne se apartó de la puerta, llevándose una mano a la boca, en lo que sus manuscritos con ideas caían poco a poco al suelo de roca firme.
“¿Q-quieren... Quieren meter a nuestro país en un conflicto armado? Pero no nos han hecho nada... ” sus ojos comenzaban a picar debido al agua salda que rodeaba sus cuencas.
— Entonces... Para lograrlo, la única manera que tenemos para conseguir los demás poderes titánicos... es con el poder de la princesa Sonne.
— Sí, debemos sabotear la coronación. —dijo Astrid en bajo—. Debemos probar si la sangre eldiana puede fucionarse con la cariana.
Eso le cayó como un balde de agua fría, por lo que abandonó el papel que anteriormente había caído, y salió corriendo de aquél pasillo.
En un punto del castillo, se topó con su madre, quien la observó preocupada al notar como derramaba lágrimas a mares.
— ¿Qué pasa, Sonne?
La joven negó con la cabeza y tomó distancia. Su hermana la estaba traicionando.
— ¡Debo irme!
— ¡¿Sonne?! —vociferó, mirándola irse por el pasillo que daba a las otras habitaciones reales.
Llegó a la puerta del amor de su vida, o como ella lo consideraba. Tocó la puerta con desbaratamiento y jadeante por el reciente acontecimiento.
Ferdinand abrió la puerta, soñoliento mientras daba un largo bostezo.
— ¿Sonne? ¿Estás bien?
La dejó pasar, y ella se tiró a la cama de un salto sin decir palabra alguna.
— Me quieren muerta.
El de cabello oscuro azabache la miró confundido, las noticias sorpresa no eran lo suyo.
— El congreso de los viejos me quieren matar para crear una guerra contra la isla y Marley. Además, quieren los demás poderes Titanes. —comentó en un hilo de voz y con el rostro sumido en las cobijas de su prometido—. Astrid es parte de eso.
— ¿Q-qué? —se sentó a su lado temblando.
— Debo irme, Ferdinand. —paró de llorar, y con sus dedos removió el exceso de agua.
— Pero... Tus hermanos, tu mamá y yo estamos para ayudarte. —acarició su espalda.
— Solo ustedes. Pero dudo que el resto del reino quiera apoyarnos, incluso los ciudadanos... dirán que lo mejor es la extinción de los eldianos y de Marley. Ya sabes como han estado las cosas desde la gran guerra de los Titanes. —se levantó y miró por la ventana a la oscura noche que iluminaba a la habitación—. Debo aprovechar que es de noche para irme. Es peligroso que me quede más tiempo en el reino.
— ¿Adónde piensas ir? ¿Estar escondiendote dentro de tu propio país? ¿A Marley? ¿Eldia? ¿Otro país? Nadie quiere estar con nuestra nación traicionera. Sabes muy bien como Artemisia y Orlando de Caria abandonaron al imperio de Eldia en esa guerra, nadie confía en nosotros, sólo se hacen ver como los buenos que no nos harán daño.
Sonne abrió los ojos exageradamente y lo encaró.
— Prefiero estar en Marley que aquí. —apretó la mandíbula y abrió el cristal de la ventana, dando espacio para que entrase la corriente de aire. Dio media vuelta y miró a Ferdinand—. Solo que... no quiero irme sin ti.
— Sonne...
La mencionada achicó sus ojos y las lágrimas volvieron amenazantes a sus orbes, después extendió su mano en dirección al azabache.
— ¿Me acompañas? ¿O no? —sus labios tiritaban al pensar en todo lo que abandonaría con tal de mantener la paz entre los países y Caria—. Te amo, Ferdinand. Sabes que te he jurado lealtad, y una vida plena con felicidad.
El chico observó la mano de su amada, y con algo de duda, la tomó.
Él también había jurado lealtad, pero a Caria y a su futura reina. Él anhelaba la aceptación del reino para que su familia Heraclea lograra tener una vida normal y corriente, con lujos de sociedad media.
Pero sus planes cambiaron.
Tal vez si lograban regresar con la paz, los premiarán de mejor manera.
Sonne esbozó una sonrisa y lo jaló a ella.
Bajaron con ayuda de los bloques que sobresalían del castillo, y una que otra vez se tomaban de las manos con tal de no resbalar. Ya que llegaron a tierra firme, se toparon con unos militares que protegían la entrada oficial al castillo de la familia real.
Se miraron mutuamente, y rápidamente los patearon con brutalidad en sus rostros, dejándolos desfigurado de sus facciones.
— Lo siento... —Sonne se incó e hizo el símbolo Cariano, una inclinación de cabeza y uniendo sus puños levantando los pulgares juntandolos.
— Sonne. —su madre la miraba desde la entrada.
Los dos amantes palidecieron, en cambio, Rusałka sonrió ligeramente y dio un asentimiento de cabeza.
— Cuídense, por favor.
Tal vez... Ella ya sabía lo que estaba sucediendo entre la familia.
Ambos derramaron lágrimas y corrieron a quitarles los uniformes a los soldados, y después se los colocaron, próximamente corrieron en las calles de Caria, topandose con pueblerinos que los observaban extrañados pero sin indagar más en el tema.
Llegaron a las estaciones de trenes, los cuales a tales horas de la noche yacían deshabitados sin alguien alrededor.
— Ferdinand, aléjate.
Hizo caso. En eso, Sonne sacó una daga de la realeza que se le concedió como reliquia para que se transformara en casos extremos de que Caria lo necesitara. La empuñó en el centro de la palma de su mano, dejándola sangrar a chorros.
Su Titán relució a grandes escalas en la zona.
Obviamente, los residentes de esas zonas, se darían cuenta, y llamarían a la realeza. Así que, Sonne bajó la mano de su Titán para que Ferdinand subiera, quien obedeció sin rechistar.
— ¿Adónde iremos? —preguntó Ferdinand una vez en qué el Titán femenino de guerra emprendiera carrera a lo más lejano de las tierras Carianas.
La Titán le dio un vistazo, entre abrió la boca e hizo sonar su voz gruesa pero femenina.
— A la primera civilización que veamos.
Ferdinand bajó sus ojos al pastoso suelo que comenzaba dejar de serlo, para dar paso a la arena.
Probablemente la idea de Sonne habrá ayudado en un futuro, pero para ese entonces, Caria entró en pánico al ya no portar con su única arma de guerra que les daría la victoria: el Titán de Guerra, junto a sus próximos y últimos reyes de Caria.
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En el primer capítulo del libro 2 hice un guiño en la cabaña donde se quedaban Orlando, Artemisia y su padre, cuando Orlando se encontró por primera vez un libro de su papá y que vio que mataría a su madre, junto a una fecha en la que se decía que Caria era una potencia militar.
Ahora saben porqué lo era, además de que son muy avanzados en tecnología. 🧚♀️
Caria lo pueden encontrar geográficamente en Grecia.
Y por si no entendieron el tema de la sangre, prácticamente lo que explicó la mamá de Sonne es que el poder del Titán fundador no puede funcionar si no es de sangre directa real, por lo que se ven en la “obligación” de casarse y procrear con sus hermanos. Turbio el asunto, pero eso lo hacían sus antepasados para tener más poder.
Y bueno, también existe la maldición de los mellizos en la que hice énfasis en tooodos los libros: a Orlando le gusta Artemisia, pero no quiere admitirlo.
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