𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒖𝒏𝒐

Los cálidos rayos del sol entraban por su ventana, las cortinas de color celeste estaban recogidas a cada lado con un moño rosa, y chocaban con su cuerpo extendido en la cama. La textura suave y esponjosa del edredón bajo su peso le envolvía, siempre le había gustado por qué sentía que estaba sobre una nube de algodón, además de que lo mantenía caliente de cualquier manera que lo usara.

Paseó sus ojos por la habitación propia, levemente aburrido. No tenía ánimos ni demasiada fuerza física para ponerse a hacer algo productivo, por lo general, desde que se habían mudado, sus días transcurrían dentro de esas cuatro paredes mientras dibujaba, estudiaba, pintaba, veía la tele o cocía sus pantalones. Ah, sí. También lloraba con frecuencia, sintiéndose patético por su condición, y acababa tan o más rendido que ese día.

—Jeongguk, hijo, necesito un favor—la cálida voz de su madre llegaba desde su habitación, justo al lado de la suya. Rápidamente se limpió el rostro con la manga de su buzo, por si acaso quedaba algún rastro de su anterior llanto, no quería preocuparla—, ¿podrías ir a comprar levadura?—cada vez ella estaba más cerca, lo sabía por su caminar y el sonido que hacía en el entrepiso. Finalmente, se asomó por el umbral de la puerta—, es que quiero hacer pan.

Escaneó unos segundos a su progenitora. Era unos centímetros más alta que sí mismo, con el cabello negro y corto hasta los hombros. u cuerpo, a pesar de los años, era envidiado en todo el vecindario. Ella era hermosa en todo sentido, y ambos, se parecían bastante. Aqunque lo único que les diferenciaba, eran sus ojos marrones. Esas dos almendras que le miraban a diario con tanto amor, no sé parecían en nada a sus orbes negros llenos de dolor.

—¿No puedes ir tú, mamá?—se quejó, batiendo sus largas pestañas repetidas veces, intentando verse tierno. No quería moverse de su cama, aunque en realidad no era el verdadero problema.

—No has salido en todo lo que va del día, amor. Solo será un momento, aprovechas a tomar un poco de aire y disfrutas el sol calentito—el menor no se veía convencido—, quizá tienes suerte y encuentras al vecino…

—¡Mamá! ¿Qué cosas dices?—se sonrojó violentamente, y poniéndose de pié con rapidez intentó ocultarlo—, voy a ir, solo por qué me encanta el pan que horneas.

—Si, por supuesto—soltó con ironía, y se rió saliendo de la habitación—. Sobre la mesa hay dinero. Ten cuidado al cruzar las calles.

—Estaré bien, mamá—le aseguró.

Se colocó una pantufla negra, se roció un poco de perfume en el cuello y tomando el par de muletas salió de la habitación. Bajó las escaleras con cuidado de no caer hacia adelante, Jieun, su madre, insistía en que usará la habitación de huéspedes en la planta baja por precaución, pero se sentía seguro por que tenía demasiada práctica los últimos días.

Sobre la mesa ratona, rectangular, de madera de roble, había dinero suficiente para más de lo que debía comprar. Su madre siempre le daba de más para que pudiera comprarse algo para comer si quería, por lo general Jeongguk regresaba a casa con caramelos o gominolas. Sin más tomó el dinero y salió de la vivienda, la brisa de aire cálido acarició su rostro y despeinó un poco sus cabellos negros. Continuó avanzando por el porsche y continuando por el camino de concreto hasta la reja de salida a la vereda pública para emprender el verdadero viaje al almacén.

En el trayecto, varios vecinos, chicos de su barrio o gente que ni conocía pasaron por su lado en lo que se dirigía a su destino. Algunos lo saludaron con un “buenas tardes” y a otros... simplemente no los conocía. También algún que otro transeúnte le miró con demasiado detenimiento, haciéndole sentir nervioso.

¿Tan extraño es ver a una persona con una pierna amputada?

Lo hacían sentir un bicho raro desde el momento uno que tuvo que salir a la calle así, cuando era pequeño. Estaba malacostumbrado, por supuesto, pero él no conocía más que la lástima en los ojos de quién le mirara.

—¡Hola vecino!—de la nada, un peli-castaño apareció con una gran sonrisa en el rostro. El menor se sobresaltó—, ¿te asusté? Discúlpame.

—No te preocupes—sonrió dejando ver sus dientes, Kim pensó para sus adentros que parecía un conejo. Lo cierto del asunto era que Jeongguk casi se muere del susto, no se esperaba que el peli-castaño lo saludara. Ambos dejaron de caminar para esperar a que pasara un camión, y el menor, no queriendo que la conversación muriera ahí, preguntó—; ¿tu también vas a comprar al almacén?

El chico, sonriendo, negó con la cabeza sin mirarlo y el menor se limitó a asentir.

—No, yo... ¡voy a ver a mi novio!—soltó con felicidad, hace un par de días que no lo visitaba. Jeongguk sintió como si algo se quebrase dentro de sí, ¿el corazón, acaso?—. Él vive en el barrio que sigue, así que me queda bastante cerca.

—Oh… eso es bueno—a pesar de la sonrisa en sus labios, el mayor notó el repentino cambio de humor.

—Oye, ¿te molesta si te hago compañía hasta el almacén?—preguntó mientras cruzaban la calle. Kim tenía que seguir una cuadra más adelante por sobre la misma calle que estaban cruzando y la casa de su novio estaba justo después de la esquina, pero no quería dejar a su vecino solo.

—Cl-claro, como quieras—aceptó, tenía los nervios a flor de piel. Su vecino estaba invadiendo su espacio personal de metro y medio a la redonda, eso lo ponía intranquilo.

Caminaron por la nueva vereda con tranquilidad, casi no había personas dando vueltas y el menor se sintió un poco más tranquilo.

—Bonita pantufla—soltó de repente, acompañando con una risita.

Oh, mierda. El peli-negro quiso que la tierra se lo tragara, o tener súper-poderes y ser muy veloz, o bien, ser invisible.

¿Por qué justo ese día tenía que encontrarse con Kim? El universo siempre conspiraba para hacerle pasar vergüenza.

—S-si, bue-bueno, ¿gracias?—murmuró sin girar a verlo, sintiendo como un inminente calor se apoderaba de sus mejillas—. Yo no tenía muchas intenciones de venir, pero mamá quiso que saliera a tomar aire.

—Salir de casa siempre es bueno—aportó—. Si quieres un día podemos ir al parque a alimentar a las palomas.

—Hmm… claro, m-me gustaría.

Solo faltaba media cuadra y llegarían al almacén, Jeongguk pensó que quizá el mayor le haría compañía hasta ahí, si total ya no quedaba nada de camino “peligroso”, pero el chico siguió caminando a su lado hasta estar frente a la construcción.

El peli-negro volteó hacia su acompañante y su corazón se sacudió en su pecho, de cerca el chico era el triple de lindo.

—Adios, hijo de los Kim—una sutil sonrisa se coló en su rostro.

—¡Hasta pronto!—saludó energéticamente con ambas manos.

Cuando el menor finalmente ingresó a la tienda, el peli-castaño volvió sobre sus pies el camino hecho y se dirigió a la casa de su novio.

Jeongguk por su parte, compró lo necesario y regresó con prisa a la calidez de su hogar. Buscó desesperadamente a su madre por toda la planta baja, y finalmente la encontró entretenida con el ordenador en su habitación.

—¡M-mamá, mamá, tengo que pedirte algo!—a falta de aire tubo que parar de hablar un momento, dejó caer su peso de lleno en las muletas para descansar del reciente esfuerzo.

—Hijo, ¿estás bien?—la mujer se puso de pie de inmediato, asustada—, ¿qué pasó?

—Mamá, tú eres amiga de la señora Kim, ¿verdad?—la mayor frunció el ceño, pero aún sin entender asintió con la cabeza—. Entonces, pregúntale el nombre de su hijo menor.

—¿El que te gusta?—frunció el ceño.

—¡No me gusta! So-Solo, yo quiero saber su nombre.

Era lindo, sí, muy tierno y todo, pero el chico tenía novio. Quizá si sentía algo de atracción hacia él, pero de nuevo, Kim tenía un novio al que parecía amar mucho. Jeongguk no planeaba interponerse ni mucho menos, solo quería un amigo. Era una de las únicas personas de su edad que no le observaba con lástima, y estando a su lado, olvidaba la ansiedad que le producían las demás personas.

—¿No has intentado con ir y preguntarle por tu propia cuenta?

—¡Mamá, por favor!—hizo un puchero con los labios, sus ojitos negros parecían los del gato con botas.

Y Jieun no tuvo otra opción más que aceptar.

N/a: no olviden mirar la fotito en multimedia 🤭


©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5

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