𝗶. the morning
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El crujir de aquella tabla de madera que sobresalía levemente en el suelo de mi habitación había logrado despertarme desde hace un rato a pesar de mis intentos de querer ignorarlo, me removí varias veces de forma lenta en lo que podría llamar una cama —ya que en realidad se trataba de un viejo colchón que estaba rellenado con un montón de trapos y telas despintadas, lo cual era notable a la vista gracias a los considerables agujeros de varias proporciones que habían en toda la superficie; todo aquello encima de un soporte extraño hecho de unas cuantas maderas de tamaños no muy diferenciables —, y recuerdo que antes solía tener otro catre que de hecho compartía con mi hermano menor pero desde hace unos años ya no era así luego de que consiguiéramos uno nuevo.
También había oído unas pisadas que salían del cuarto, seguido del sonido de la puerta del dormitorio abriéndose y luego intentando ser cerrada suavemente como para que no hiciese ruido pero de cualquier forma pude notarlo debido al chirrido que siempre hacía al raspar el suelo con un lado más largo.
Vuelvo a moverme en el colchón para lograr recuperar la confortable posición en la que estaba pero no puede lograrlo, apreté mis ojos castaños al notar que el sueño se me estaba escapando y de cierta forma funciono un poco, ya que comienzo a sentirme tan relajada que mi mente se quedo en blanco por pequeños segundos antes de que llegaran miles de pensamientos con una fuerza imparable que hacen que levanté mis parpados con una sensación de temor.
Y tras sentir ese temor fue cuando me di cuenta que estaba bañada en un sudor frío que seguro había sido causado por alguna pesadilla, pero una pesadilla estando casi despierta; me quite la delgada sábana de algodón que me cubría e intenté pensar en que me había provocado esa horrible sensación de desconcierto.
Me giré de nuevo mientras siento como la luz del sol que entre por la ventana me llega directo al rostro, lo que me hace pestañear varias veces con el afán de acostumbrar mi vista al destello y fue en ese momento en que recordé lo que me había asustado hace un rato.
El día de la cosecha.
Hoy era el día de la cosecha.
Tan solo repetir esas palabras en mi cabeza hacen que me estremezca todo el cuerpo debido a que esté año las papeletas que llevaban mi nombre en la urna había aumentado un poco más a la cifra original. Baje mi mirada hacía mis manos que temblaban e hice cálculos con los dedos, descubriendo que mi nombre iba a figurar un total de diecisiete veces a pesar de que originalmente se supondrían que solo serían cuatro pero he pedido teselas junto a mi prima en muchas ocasiones para poder alimentarnos en la casa —aunque casi siempre nos seguía faltando comida—.
Cerré mis ojos para alejarme de todo aquello que rondase por mi mente y volví a moverme por centésima vez para darle la espalda tanto a la puerta como a la ventana, me centré en lo silencioso que estaba el ambiente y que si alguien tirara un diminuto alfiler o una delgada aguja se escucharía resonar por toda la casa.
Posiblemente hubiese seguido acostada de no ser por el horrible sonido de algo cayendo al suelo en pedazos —que como había concluido antes, efectivamente se escucho por toda la vivienda —; di un estrepitoso suspiro al saber que el causante de aquel ruido proveniente de la cocina era Vicer mi hermano menor.
Me apoye con mis codos para darme un leve empujón y me senté en la cama, pase mi mano por mi cabello para desenredarlo mientras volteaba mi cabeza para mirar la sábana beige que había apartado de mi hace unos minutos pero que ahora estaba arrugada en el suelo cuando la patee con mi pierna en un momento de nerviosismo; redirigí mi mirada hasta el suelo a la vez que extendía mis piernas fuera de la superficie blanda de mi catre.
Agarre mis botines para colocármelos con gran paciencia, estos estaban algo sucios por los bordes pero jamás tuve la decencia de limpiarlos por más que tuviese todo el tiempo del mundo para hacerlo, por lo que siempre me los ponía así.
Cuando me puse de pie sentí un poco de mareo a pesar de que no me levanté con demasiada rapideza pero al final se me paso tan veloz como llego y con con pasos suaves salí de mi cuarto compartido sin siquiera mirar la otra cama que era de Vicer porque era obvio que estaba vacía, ya que lo acababa de oir haciendo desastres en la cocina, además de que desde que entro a la cosecha hace dos años empezó a despertarse más temprano de lo habitual en esté día.
Caminé hasta llegar a la puerta chirriante y la cerré detrás de mi al salir, pasando por el pasillo escuche ruidos desde la habitación de mi prima Maev y supuse que ella ya estaba despierta por lo que seguí mi camino hasta llegar a las escaleras.
Cuando llegué a la entrada de la cocina me apoyé con lentitud en el marco de la puerta que estaba abierta, obteniendo una perfecta vista de como mi hermano intentaba preparar lo que se suponía que debía ser un buen desayuno pero a decir verdad no lucía muy apetecible porque Vicer no poseía de buenos dotes culinarios como los que tenía mi tío —quien era el que siempre nos dejaba preparado el desayuno antes de irse a trabajar en una de las muchas fabricas de textiles que habían en el distrito, pero que como hoy era el gran día tendría que llegar más temprano a su puesto por todo el revuelo que causaba esta desfavorable fecha —; como mi hermana aún no se daba cuenta de mi reciente presencia en el lugar decidí carraspear ruidosamente mi garganta mientras golpee un par de veces en el marco de madera donde me había apoyado, todo eso hizo que Vic diera un leve salto por la sorpresa y se volteará hacia mí.
—Veo que nuevamente te has convertido en un madrugador, eh. —comenté con una pizca de gracia mientras cruzaba mis brazos por encima de mi pecho. —Y también intentas ser un cocinero por lo que veo... —murmuré alzando las cejas al dirigir mi mirada hacia el plato roto que se encontraba en el suelo, luego camine hacia donde estaba la escoba junto con el basurero para poder recoger los fragmentos de porcelana desparramados por allí.
Después de que acabe de barrer bajo la atenta mirada de mi hermano, me acerqué a la mesa en el centro de la cocina. —¿Qué mal te han hecho estás tostadas? —Le pregunte en tono divertido y juguetón a la vez que agarraba una de las tostadas quemadas que habían encima.
—No es gracioso. —me respondió Vicer con una mueca de leve molestia, luego me quito rápidamente la tostada de la mano para volverla a colocar en la mesa. —Lo siento, Sid.
—Son solo tostadas. —le replique restandole importancia al inconveniente para evitar que se sintiese mal. —Pudiste haberme despertado, te hubiese preparado algo para desayunar. —añadí mientras me sentaba en una de las cuatro sillas que rodeaban la mesa y no pude evitar pensar en que antes solían haber siete sillas.
Eran siete sillas pero luego de la muerte de mis padres al igual que la de mi prima decidimos vender las que sobraban porque en aquel entonces no solo daban malos recuerdos al estar vacías sino que nos faltaba dinero, tanto así que entraron en la lista de aquellas cosas que tuvimos que vender para poder comer lo mínimo.
Sacudí mi cabeza muy despacio y volví a concentrarme en el presente cuando escuche la voz de Vic.
—Solo quería distraerme un poco, tampoco quería tener que despertarte a ti o a Maev. —contesta a mi comentario a pesar que no se veía muy convencido.
—Lo sé, pero aún así pudiste... —intenté responder de vuelta pero mi hermano me interrumpió casi al instante en que abrí la boca.
—Puedo hacer las cosas solo, Sid. —hizo otra mueca.
—Vale. —dije dejando de insistir porque yo sabía a la perfección que mi hermano estaba nervioso por la cosecha, peor aún considerando que este era de apenas su segundo año ingresando con un papelillo que portaba su nombre en la urna para elegir un tributo para los juegos.
Y comencé a dar pequeños mordisco a mi tostada quemada mientras él se sentaba en la silla de al frente para comenzar a hacer lo mismo que yo.
Ambos estábamos en completo silencio porque a ninguno de nosotros se le ocurría que decir, ese silencio era como un especie de pacto no dicho entre nosotros que de alguna extraña madera habíamos logrado coordinar y consistía en no decir nada referente al día de la cosecha enfrente del otro.
Así que nos limitamos a continuar así durante todo el transcurso de la merienda, siendo acompañados por el sonido de las manivelas del reloj moviéndose hasta que mi prima apareció.
—Buenos días. —saludó Maev entrando apresuradamente a la cocina y sentándose justo a mi lado, ella agarró la última tostada continuando el silencio que nosotros dos habíamos empezado. —¿Me acompañas a dejarle una entrega a la señora Drylis? —preguntó ella al acabar de comer mientras se levantaba de la mesa.
—Claro, voy a cambiarme. —respondí asintiendo y levantándome junto a ella.
—¿Vienes con nosotras, Vic? —ofreció mi prima a Vicer, quien solo negó con la cabeza.
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