𝟬𝟬𝟱: Cena de sofisticados
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«Era una cena de sofisticados»
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Peyton y Jack salieron de los aposentos de la mujer que tan amablemente les había prestado sus ropas, quien, por cierto, se llamaba Margaret, aunque prefería Molly. Seguidamente, se dirigieron al salón de primera clase.
─Buenas noches, señor. Señorita ─saludó el hombre de la puerta inclinándose levemente hacia delante.
La pelinegra se limitó a sonreírle y Jack a corresponderle con un asentimiento de cabeza.
Estaban en el piso de arriba, observándolo todo y escondiendo el asombro de sus rostros. Se asomaron a la barandilla unos segundos para observar cada detalle del lugar.
Vieron cómo la gente se dirigía a las escaleras para bajar por éstas y no dudaron en hacer lo mismo.
─¿Estás nerviosa? ─preguntó el rubio aún en los pasillos de arriba, al ver cómo la chica no dejaba de mover las manos sin saber en qué posición dejarlas.
Se agarraba el vestido, lo soltaba, dejaba sus brazos a ambos lados de su cuerpo, se tomaba las manos por delante...
─¿Es tan obvio? ─dijo con preocupación.
Jack sonrío y le tendió su brazo para que lo entrelazase con el suyo, justo lo que hizo Peyton con expresión agradecida. En ese momento, se sintió más segura. Él estaba allí, con ella.
─Creo que es lo que hacen todos, ¿no? ─dijo el chico mirando al resto.
─¿No son sus parejas? ─cuestionó ella.
─O sus hijas, pero qué más dará.
Ay, mi Jack, no la pillaste.
Tampoco es que Peyton fuese con segundas, pero ya aprenderá.
Bajaron las escaleras a un ritmo exageradamente lento, pero ¿qué podían hacer? Sólo imitaban a los de la alta sociedad.
Una vez abajo, se pararon al lado de una columna a esperar a Rose, pues no se encontraba por el salón, lo que significaba que no había llegado.
Una vez dejaron de caminar, separaron sus brazos y emularon las posturas corporales del resto: Jack pasó su brazo derecho por detrás de sí, doblando el codo quedando su antebrazo en la parte baja de su espalda; Peyton hizo justo lo mismo, pero por delante, sin dejarlo tan firme y reposando la mano en su abdomen.
Están más perdidos que yo en un laberinto.
Por suerte, no tuvieron que esperar mucho, pues al rato bajaron el esposo de Rose, Cal, junto a la madre de la chica. Intentaron saludarlos, pero pasaron de ellos como si de ratas se tratasen. Aunque, si fuesen ratas, al menos les prestarían el mínimo de atención para huir de ellas.
─Qué maravilla... ─dijo Peyton, sarcástica y entre dientes, ante la actitud de los otros.
Justo entonces, vieron aparecer a Rose por las escaleras, acompañada de otra chica, castaña de ojos azules, que lucía un par de años más joven. Ambas venían riendo.
Al cruzarse sus ojos con los de Peyton y Jack, se pararon justo enfrente.
─¡Hola, chicos! ─exclamó la pelirroja─ Estáis estupendos ─dijo asombrada.
─¿Ese vestido no es mío? ─preguntó la castaña que acompañaba a la otra.
─Oh... La señora Brown se ha ofrecido a prestarnos algo de ropa, no sabía que fuese su madre... ─intentó explicarse la pelinegra, pidiéndole internamente a la tierra que la tragase.
─Discúlpeme, mi tono no fue el adecuado, no me causa ninguna molestia ─contestó la chica restándole importancia─. Soy Eloise, encantada ─se presentó, estrechándole las manos a ambos.
─Peyton ─correspondió el saludo, con lo que Jack hizo lo mismo.
Se dispusieron a seguir al resto, que iban de camino al comedor, cuando Rose llamó a su prometido. Éste, al escucharla, se dio la vuelta.
─Cariño, seguramente recordarás a la señorita Lee y al señor Dawson ─le dijo con una inclinación de cabeza en dirección a los nombrados, quienes, por cierto, habían vuelto a entrelazar sus brazos para caminar.
─¡Dawson! ─exclamó incrédulo─ ¡Es... Es increíble! Podría pasar por un caballero.
─Es posible ─respondió Jack ante aquel ataque indirecto.
Peyton levantó una ceja, ¿es que ella no pintaba nada o qué? Cal se dio cuenta de ello, la había ignorado a propósito, pero tras aquella mirada no pudo no decir nada al respecto.
─¡Y usted! ─se carcajeó─ Solo le falta la familia para ser una auténtica dama. Es extraordinario ─la miró de arriba a abajo.
─Debería cuidar sus palabras, señor, podrían tener consecuencias ─le advirtió Jack severamente.
─¿Cómo cuáles? ─se rio de ambos.
Tras eso, les dio la espalda para seguir caminando con Ruth.
─Mi puño en tu cara me parece una idea de lo más satisfactoria ─dijo Peyton en bajo, con rabia acumulada.
El pequeño grupo comenzó a reír y la pelinegra se llevó la mano a la boca a modo de «ups».
─¿Quién te detiene? ─habló Eloise en el mismo tono, lo suficientemente alto para que la escucharan.
Rose no pudo evitar sonreír.
A medida que avanzaban hacia el comedor, Rose y Eloise les presentaban desde la lejanía a algunos individuos importantes de allí, explicando un poco a lo que se dedicaban o el escándalo que habían provocado, como el de una joven que se casara estando en estado.
Poco después, apareció Molly junto a su marido, quienes hablaron un poco antes de decidirse por acercarse a saludar.
─¡Vaya! Veo que ya se han conocido ─saludó la mujer, refiriéndose a su hija y los otros dos jóvenes.
─Soy Alan Brown, encantado de conocerlos ─se presentó el hombre, dando un apretón de manos a Jack y besando la mano de Peyton─. Señoritas ─saludó a Rose y Eloise inclinándose ligeramente hacia delante.
─Es mi padrastro ─aclaró esta última, una vez los adultos se marcharon─. Mi madre se había divorciado de mi padre un par de años antes de conocerle a él ─suspiró─. Es un buen hombre, además, perdió a su mujer una década antes de conocernos y hacernos un hueco en su vida.
─Vaya... No sé qué decir... ─habló la pelinegra luego del pequeño silencio que se había formado.
─Ni hace falta, solo os lo contaba para que supieseis que la vida no ha sido tan sencilla como dicen todos sobre nosotros. Eso de que encontramos una mina de oro y estamos aquí porque tenemos una flor en el culo... Pero bueno, qué os voy a contar que no sepáis ya de la aspereza de la vida... No siempre hace Sol, pero la lluvia tampoco dura eternamente ─sonrió en un intento de animarlos.
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Una vez estuvieron sentados en la misma mesa, comenzó la plática antes de que llegaran siquiera los entrantes.
─Jack, ¿eres de los Dawson de Boston? ─preguntó un señor con curiosidad.
─No, en realidad soy de los Dawson de Chippewa Falls ─contestó el rubio.
─Ah, sí, sí... ─en realidad, el señor no tenía ni idea, pero al menos trataba de no ser maleducado.
En su interior, Jack estaba bastante nervioso, pero, por fuera, aparentaba que realmente era uno de ellos. Sí, un "nuevo rico", pero un miembro del club al fin y al cabo. De Peyton, sin embargo, no se podría decir lo mismo.
Naturalmente, la madre de Rose estaba allí para romper el encanto.
─¿Qué tal es el alojamiento en tercera clase, señor Dawson? Dicen que no está mal en este barco ─comentó fingiendo que no había ninguna intención oculta más que la de la curiosidad.
¿Que por qué Ruth tan solo preguntaba a Jack? Nada que ver con el machismo, si no con que lo veía una amenaza para el matrimonio de su hija y quería dejar bien claro que no era bienvenido entre ellos como un igual.
─Es en el mejor que he navegado, señora. Apenas hay ratas ─contestó, sacando varias risas.
─El señor Dawson y su acompañante, la señorita Lee, viajan en tercera clase y anoche salvaron a mi prometida de un contratiempo ─explicó Cal.
Jack observó a su amiga, quién se limitó a fingir una sonrisa ante aquel señor. El chico se obligó a hablar, por alguna razón, no podía pasar por alto un detallito.
─Así es, aunque, si me permite contradecirle, señor, Peyton ha sido igual de invitada que yo, por lo que no está aquí solo como mi acompañante ─aclaró.
Desde ese momento, comenzaron a prestarle a la joven un poco más de atención, aunque ella no sabía si agradecerlo o no. No estaba muy segura de si prefería seguir siendo irrelevante.
Justo entonces, llegaron los camareros con el primer entrante.
Peyton observó los siete cubiertos y miró a Jack a su derecha, perdida. El chico también estaba bastante sorprendido. La pelinegra se dirigió a Eloise, quien se situaba a su izquierda.
─¿Son todos para mí? ─susurró.
─Empieza utilizando desde el extremo hacia adentro ─le indicó en su mismo tono.
Peyton miró a Jack para asegurarse de que lo hubiese escuchado. Él asintió dos veces en respuesta.
─¿Cómo desean el caviar? ─preguntó uno de los camareros situándose entre ambos.
─No quiero, gracias, nunca me ha gustado ─contestó el rubio.
La chica miró al camarero de vuelta y negó con la cabeza indicando que tampoco le apetecía. Al ver el caviar, pensó que se asemejaba a la tierra mojada, pero aún más oscura.
─Señorita Lee, ¿a qué se dedica usted? Dado que no tiene esposo, según entiendo, ¿cuál es su profesión como subsistencia? ─cuestionó el señor que la noche anterior había dicho que las máquinas y las mujeres eran incompatibles.
Eloise giró la cara en la dirección opuesta a él con cansancio.
─Subsistencia ─resopló la ojiazul ante las palabras del hombre.
─No trabajo, vivo con mis padres en París ─respondió con simpleza.
─¿Y qué la ha llevado a embarcarse en el Titanic? ¿Su familia ha venido con usted? ─preguntó una mujer que no reconocía de nada.
─No, ellos no están aquí. Y mi objetivo es llegar a América, como el de todos ustedes ─respondió sin entrar a detalle.
─Es bailarina ─añadió Jack entonces─. París será la ciudad del amor, del arte y todo lo que quieran, pero nunca comprenden de todo el talento de uno.
Cuando Jack dijo aquello, lo hizo pensando en que Peyton no había ganado el concurso de ballet por el poco criterio del jurado, pero después también recordó que allí no les habían gustado mucho sus dibujos. Ambos eran artistas incomprendidos, en cierto modo.
Los allí presentes parecieron satisfechos con la respuesta y abrieron otra conversación. Poco después, la madre de Rose volvió a hablar:
─¿Dónde vive exactamente, señor Dawson?
─Verá, señora, en la actualidad mi dirección es el Titanic y, cuando desembarque, estaré en manos de Dios.
─¿Y con qué medios cuenta para sus largos viajes? ─volvió a preguntar.
─Trabajo para ir de un lugar a otro ─comenzó a explicar el chico─, utilizo cualquier medio para viajar. Gané mi pasaje en el Titanic con una mano afortunada al póquer. Tuve mucha suerte.
─Todo en la vida es un juego de azar ─comentó uno de los caballeros.
─Un hombre que se precie y crea su propio azar, ¿verdad, Dawson? ─dijo Cal. Jack emitió un sonido en afirmación.
─¿Le parece atractiva esa clase de existencia desarraigada? ─preguntó Ruth de nuevo.
Aunque nadie lo notaba, Jack se sintió un poco mal por dentro.
Molly le echó una mala mirada a la mujer. Peyton, por su parte, posó su mano en la pierna del chico, haciéndole entender que le apoyaba. Jack sintió entonces una calidez en el pecho.
Aquella señora solo se había propuesto dejarle a Jack un mal perfil ante todos.
─Sí, señora, me lo parece ─contestó el rubio, para sorpresa de muchos─. Verá, siempre llevo todo cuánto necesito: aire en mis pulmones y unas hojas de papel en blanco. Me encanta despertarme por la mañana sin saber lo que va a ocurrir ─dijo mordiendo el pan─, a quién conoceré ─miró a Peyton, para volver a dirigirse al resto─, o dónde me llevará la vida. Hace unas noches dormía bajo un puente y, ahora, estoy aquí, en el buque más grande del mundo bebiendo champán con personas distinguidas.
Aquello último volvió a sacar algunas risas. El ojiazul volvió a tomar la palabra.
─Creo firmemente que la vida es un regalo y no pienso desperdiciarla ─bebió de su copa─. Nunca se sabe qué cartas te repartirán la próxima vez. Aprendes a aceptar la vida tal como viene. Ahí va eso, Cal ─le lanzó una cajetilla de cerillas, puesto que el hombre tenía ahora un cigarrillo en la mano─. Así, cada día cuenta.
─Bien dicho, Jack ─aplaudió, no literalmente, Molly.
Tras ese comentario, la mayoría estuvieron de acuerdo.
─Por que cuente ─dijo Peyton alzando la copa, no muy segura de si le seguirían el brindis.
─Por que cuente ─la imitó Rose, apoyándola.
Después, se unió el resto de la mesa a la vez. Menos Ruth y Cal, quienes solo alzaron su copa por educación.
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Al terminar la cena, los caballeros salían a fumar y hablar de política. Justo antes, Jack se giró en la silla, en dirección a Peyton, y escribió en un papel.
─Es para Rose.
«Haz que cuente, reúnete con nosotros en el reloj»
Se lo enseñó a su amiga, quien torció el gesto y se invitó a añadir:
«Trae a Eloise, parece aburrida»
Sonrió y se lo devolvió al rubio. Éste asintió esbozando una pequeña sonrisa.
Jack rechazó la invitación de los hombres a ir con ellos afuera a tomar ese coñac y se levantó junto a Peyton, despidiéndose de todos y diciendo que se iban ya.
Para despedirse de Rose, Jack tomó la mano de la pelirroja y dejó un beso en el envés de esta. Sin embargo, con ese pequeño acto solo pretendía pasarle la nota.
Aún así, Peyton se sintió ligeramente mal por dentro.
Unos minutos después, Lee y Dawson les esperaban en el lugar indicado. Ambos mirando la hora del reloj.
─Lamento lo que sucedió en la cena ─habló la chica─ y que te hayas sentido así.
Jack pareció confundido.
─¿Sentirme cómo?
Tras unos segundos en los que suspiró, Peyton giró la cabeza para mirarle.
─Atacado, juzgado, desplazado...
Jack le miró también para terminar girando todo su cuerpo para estar frente a frente con ella, por lo que la chica imitó su posición.
─¿Cómo sabes eso?
El rubio no lograba entender cómo pudo describirlo tan bien, si ni siquiera él supo cómo nombrar a todo lo que sintió en aquel momento. Era como si ella tuviese las palabras que no le salían y las respuestas a sus preguntas.
La pelinegra se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja, en un acto inconsciente.
─Al ser adoptada he tenido que lidiar con varios comentarios... Y al sumarle el ser pobre ni te cuento ─rio un segundo sarcásticamente─. Supongo que la situación se me hizo similar y ese sentimiento volvió de repente.
Jack se quedó mirando a sus ojos, sin decir nada. Peyton no pudo sostenerle mucho tiempo la mirada, porque el brillo en los ojos del contrario le provocó mil mariposas hiperactivas, así que giró su cabeza lentamente en dirección al reloj.
El ojiazul sentía que necesitaba decir algo, pero no sabía lo qué y eso le comenzó a agobiar. Sin embargo, no fue por mucho tiempo, pues Rose y Eloise aparecieron en las escaleras.
Ambos se giraron a mirarlas y Jack pudo recomponerse.
─¿Queréis ir a una fiesta de verdad? ─les preguntó el chico.
La cena había estado bien, con hambre sin duda que no se habían quedado. Sin embargo, tenía lo mismo de divertido que tomar el té con una hormiga.
¿Qué se le podía pedir? Era una cena de sofisticados.
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dije que en este capítulo estaría la fiesta, pero se me hizo súper largo y tuve que separarlo en dos :(
pero bueno, que se vienen cositasss
ᝰ zoe
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