𝟬𝟬𝟰: Cenicienta


«Ella era la maldita Cenicienta»

Dos tripulantes que por allí estaban, habían escuchado los gritos de Rose y aparecieron allí junto a los tres jóvenes.

─¿Qué ocurre aquí? ─cuestionó uno de ellos, para después ponerse a observar la escena ante sus ojos.

Las condiciones fueron sospechosas, Jack a un lado de Rose ─pues se había apartado después de caer sobre ella─, con la chaqueta y las botas por el suelo. Además, la chica tenía cara de espanto.

Peyton, que se encontraba allí junto a la barandilla, comprendió al instante lo que malpensarían aquellos dos hombres.

─Apártese de ella y no se mueva de ahí ─exigió a Jack el que antes había hablado─ Llama a la seguridad del barco ─pidió a compañero, quien se fue e hizo lo ordenado.

─Esto es un error, señor ─trató de explicar Peyton, pero no fue quien, pues el hombre la mandó callar.

Solo por esta vez lo dejó pasar, pues tendría tiempo de hablar cuando la seguridad estuviese delante y preguntasen al testigo. Si es que eso sucedía...

Cuando llegaron un par de seguratas y los tripulantes contaron lo que vieron, Jack fue esposado de inmediato.

─Señores, esto es erróneo ─volvió a tratar de explicar la pelinegra, pero uno de los agentes le mostró la palma de su mano como un gesto pidiendo su silencio.

¡Aquello carecía de lógica! ¡Preguntar a unos tripulantes que llegaron en el momento inoportuno y no a la única testigo...!

─¡Esto es totalmente inadmisible! ─exclamó el prometido de Rose─ ¿Cómo se ha atrevido a ponerle las manos encima? ─cuestionó de malos modos al rubio.

─Cal... ─le llamó Rose, pero no le prestó ni un mínimo de atención.

Pudo ser por la rabia, por la injusticia, pero en cualquier caso, Peyton no se pudo mantener callada cuando escuchó al hombre decir "¡Míreme, escoria!", y esta última palabra fue la que no toleró.

─¡No le grites, no ha hecho nada! ─le defendió Peyton, y, una vez más, le mandaron guardar silencio, un silencio que se mantendría solo unos segundos.

─¿Qué intentaba hacer? ─Cal seguía elevando la voz, mientras se dirigía a Jack.

Los hombres allí presentes consentían sus malos modales creyendo que Dawson realmente había intentado abusar de la pelirroja, ¡pero siquiera sabían si era cierto!

Puede parecer cansino, pero Peyton, una vez más, habló:

─¿Pero se puede saber qué narices les pasa? ─cuestionó ya levantando ligeramente su voz.

Los hombres la miraron hastiados por su constante interrupción.

─¡Jack no ha intentado hacerle nada a la señorita DeWitt Bukater! Es más, ¡le ha salvado la vida! ¿Por qué no contamos la verdad? ─preguntó esto último, manteniendo la mesura, a la pelirroja, quien se había mantenido callada exceptuando una vez en la que llamó por lo bajo a su prometido─ Es que ya está bien, si no me preguntáis a mí qué narices pasó, que soy testigo de todos los sucesos, entonces preguntadle a ella.

Y bien, ¿queréis saber qué pasó tras sus palabras?

Hablemos de sentimientos.

Peyton se sintió liberada, aunque a su misma vez sintió una pizca de miedo. No era la primera vez que decía lo que pensaba, pero sí la primera vez que lo hacía ante desconocidos, y lo más importante, ante personas de un grado superior a ella, que si querían la esposaban al igual que a Jack.

Pero para sincerarnos, ser esposada con él no le parecía taaan mala idea.

Y mejor te callas porque si Peyton se entera de que la estás exponiendo tan abiertamente... No tendrás voz para seguir narrando la historia.

Con esto aclarado, proseguimos.

Por parte de Dawson, se le hinchó un poquitito el pecho de felicidad. Él no lo admitiría, por eso os lo cuento yo. La verdad es que Jack no estaba acostumbrado a que lo defendiesen, llevaba mucho tiempo haciendo las cosas por sí mismo, casi emplearía el término de «solo», así que no estaba familiarizado con contar con el apoyo de alguien.
Que Peyton lo hiciese, que la conocía de ese mismo día, le sorprendió a la vez que la admiró por ello. Al fin y al cabo, era una mujer de clase baja, por lo que, desgraciadamente, su opinión y palabra no tenía apenas peso en la sociedad.

Rose DeWitt Bukater. La conmocionó ver que una mujer hablase así a esos hombres, tan directa, sin preámbulos. Ella también quisiera ser así, poder decir lo que pensaba sin tener nada que perder. Si su familia no le impusiese esa figura perfecta que debía seguir... Y a pesar de que Peyton le estaba pidiendo que contase la realidad de los acontecimientos, no sintió inseguridad ni miedo, pues no iba a pasar nada si la inventaba, ¿cierto? La tomarían por loca si contase que quería acabar con su vida.

Así pues, la pelirroja habló al fin:

─Tiene razón, ha sido un accidente.

─Un accidente ─repite Cal esperando que se explique.

─Es cierto, he sido una estúpida. Quise asomarme demasiado y resbalé ─explica con calma─. Estaba intentando ver las... eh... ¿cómo se les llama?

─¿Las hélices? ─pregunta Peyton, pues aunque ha entendido que la verdad es algo que no contará, no pierde nada por apoyarla con la nueva historia, siempre y cuando libre a Jack de la cárcel del barco (si es que eso existe).

No la juzguemos, no tiene ni idea de barcos.
Ni yo tampoco.

─Sí ─agradece Rose por su aportación─. Hubiera caído por la borda, pero el señor Dawson estaba cerca. Me salvó la vida a riesgo de caerse él.

Era una historia algo pésima, pero se la creyeron fácilmente. Aunque omitiese el hecho de que Peyton la había ayudado también... Pero entendía que añadiendo eso solo perdería credibilidad ─aunque fuese cierto─.

─Quería ver las hélices ─se disculpa el prometido de la pelirroja con la guardia del barco.

─Siempre lo he dicho, las mujeres y las máquinas son incompatibles ─comentó uno de los hombres, que debía rondar los cincuenta años.

«Tendrá descaro», pensó Peyton.

─¿Fue así como sucedió? ─pregunta uno de los que sujetan a Jack a este mismo.

─Sí, fue más o menos así ─acepta sin más remedio─. Aunque he de agregar que si no fuese por la señorita Lee, probablemente no hubiese podido subir de vuelta a la dama. El mérito también es suyo.

─Eso es cierto ─admitió Rose, ahora sí.

Los hombres se miraron entre ellos bastante satisfechos y soltaron al ojiazul.

─Entonces todo ha acabado bien. Ha sido usted todo un héroe. Es el suceso perfecto para un brindis ─declara el de los cincuenta años.

Los civiles sofisticados estaban a punto de irse cuando un tripulante dice:

─¿Qué tal una propina para ambos?

Después de darse la vuelta y pensar un par de segundos, Cal se decide por dar un billete de veinte, lo que no contenta a su prometida.

─¿Ese es el precio por salvar a la mujer a la que amas? ─cuestiona con sorpresa y desdén.

─Rose no está contenta, ¿qué podemos hacer? ─se pregunta el hombre con un deje de burla en su voz─ Oh, ya sé. Quizá al señor Dawson y a la señorita Lee les apetecería acompañarnos en la cena de mañana. Podrían entretener a nuestros amigos contando su hazaña ─les propuso directamente.

Peyton y Jack se miraron y a ninguno pareció disgustarle del todo aquella propuesta. Es decir, sabían que el hombre solo quería reírse de ellos, pero no les importaba si iban a tener una cena de calidad.

─Claro ─confirmó la chica.

─Hasta mañana, pues ─se despidió el prometido de Rose y se alejó con ella.

Siguiéndolos, se fue el resto, excepto el hombre que debía continuar haciendo guardia, que se quedó fumando un cigarrillo.

─¿Podría invitarme a uno? ─le preguntó Jack.

─¿No era que lo estabas dejando? ─desaprobó Peyton.

El hombre le ofreció la caja y Dawson sacó un cigarro que se colocó en la oreja.

─Sí, por eso lo guardo para mañana ─aclaró para luego dar las gracias al hombre.

─Debería atárselas ─dijo éste observando las botas del rubio─. Es curioso que aunque la joven resbalase de repente, a usted le hubiese dado tiempo de quitarse el abrigo y desatarse las botas.

Y dicho eso, se fué a otra parte de la cubierta, dejando a ambos chicos algo pensativos.

‿︵‿︵‿︵

A la mañana siguiente, Peyton, Jack, Fabrizio y Tommy salieron a la cubierta. Empiezo a pensar que tienen una ligera obsesión con esa parte del barco.

Se sentaron en el suelo, ya que parecía que los bancos no los contemplaban, y empezaron a charlar entre todos para conocerse un poco.

─¿Así que bailas? ─le preguntó Tommy a la pelinegra, quien hizo un gesto afirmativo con la cabeza─ Me gustaría verlo.

─Yo también se lo dije, pero no hay manera ─se quejó Jack.

─Tengo las zapatillas en la habitación, chicos ─les recordó ella.

─Y aunque las tuvieses aquí no ibas a bailar, así que no finjas que ese es el problema, Pey ─resolvió Dawson─. Es que no lo entiendo, tú has visto mis dibujos, ¿por qué yo no puedo ver algo tuyo?

La chica estaba muy ocupada analizando sus sentimientos en cuanto pronunció aquel apodo, otra vez. Aquello comenzaba a cansarle. ¿Por qué le pasaba? Sin embargo, no se permitió pensarlo mucho, pues rápidamente contestó a su pregunta, sin ser consciente de que sus mejillas estaban un poco rosadas.

─Es que la danza es algo más... Personal. Con cada paso transmites lo que sientes. Frente a cientos de personas carece de importancia porque sólo están para decir «¡wow!» o «¡hala!», pero en un grupo reducido, todo es más perceptible.

Pero en sus palabras había un mensaje escondido y, es que lo que temía, era que al bailar frente a Jack, los sentimientos de libertad, o nostalgia, o acongojo, fuesen substituídos por nervios y... Felicidad, la felicidad de tener a alguien a tu lado a quien le tienes algo más que aprecio: la palabra innombrable para Peyton. No quería que él pudiese descifrarla así.

─¿Eso significa que no quieres que sepamos lo que sientes? ─preguntó Jack, que se había quedando procesando sus palabras.

─Eh... ¡Mira! Creo que alguien quiere hablar contigo ─disimuló Peyton al ver a Rose acercarse.

Jack se puso de pie y se alejó hablando con ella, quien echó un vistazo atrás para ver al grupo de amigos. Mientras, Peyton se quedó observándolos en la lejanía.

─¡Chist!, ¡quita! ─dijo Fabrizio a Tommy mientras quitaba su mano de su pierna.

─¿Qué? ─se rió de él─ ¿Te molesta?

─Sí.

─Pero...

─Cállate ─siguió susurrando Fabrizio mientras le hacía una seña con los ojos en dirección a Peyton.

─No se entera, está muy ocupada viéndolos a ellos como una enamoradiza.

Entonces sí, Peyton giró la cabeza de repente.

─¿Enamorada de qué? Esos sois vosotros que acabáis de descubrir vuestra homosexualidad. Así que, por favor, dejad vuestros comentarios sobre el amor en otro lado.

La palabra "amor" era aquella que evitaba decir a toda costa, pero si no se trataba de ella misma y era por los demás, no le molestaba en lo absoluto. Incluso le resultaba agradable.

─¿Qué? ─chilló Fabrizio agudamente con sorpresa.

─Bueno, yo sí soy... Gay ─susurró Tommy la última palabra, pues no era algo que estuviese bien visto─, pero nosotros no... ─trató de explicarse.

─Oh ya, no te preocupes, amor es amor y sé guardar secretos. No hay problema ninguno, todo guay.

─¿Todo guay? Pues no parece que te vaya «todo guay» porque miras a esos dos con tristeza en los ojos ─habló Tommy mirando para Jack y Rose.

─Es que está coladita por Dawson, por eso me molestaba que no parases con la mano, no me dejabas descifrar el puzzle de esa relación ─explicó Fabrizio al chico.

─¡Eso no es cierto!, ¡no estoy coladita por Jack! ─negó la pelinegra, levantándose, a lo que ambos elevaron una ceja─ ¡Digo la verdad! ─pero los chicos se miraron entre ellos, no convencidos, y volvieron a mirarla─ Sois insufribles, me voy.

─Creo que ella es la clase de persona que huye de lo que le atormenta ─dijo Tommy por lo bajo.

─¿Ah, sí? ─preguntó Peyton, quien lo había escuchado.

─Sí ─aseguró el chico.

─Ahora verás.

Dicho eso, Lee se dirigió a donde estaban Jack y Rose.

─¿Ves? Ella sola se ha expuesto, yo nunca dije que lo que le atormentase fuesen sus sentimientos al verlos a ambos juntos.

─Y yo te dije que estaba coladita por él ─concordó Fabrizio.

Ambos chocaron los cinco a modo de "trabajo en equipo".

Cuando Peyton llegó junto a Dawson y DeWitt Bukater, esta le dijo que le estaba dando unos consejos para la cena cuando tuviese que salir con los hombres a fumar afuera y hablar de política.

─¿Qué pasó allí? Te levantaste de repente ─le dijo Jack a Peyton.

─¿Estabas mirando? ─preguntó, a lo que afirmó con la cabeza─ ¿Y escuchaste algo... raro?

─Solo el chillido agudo de Fab.

─Oh, vale. Pues dejémoslo ahí, ¿cómo se siente usted? ─preguntó entonces a la pelirroja.

─Pues... No me suelen hacer esa pregunta esperando una respuesta sincera, así que... No lo sé. Es complicado.

─Tenemos tiempo, ¿verdad? ─aseguró Peyton mirando a Jack, quien asintió─ ¿Qué le hizo...? Bueno, ¿qué le hizo querer saltar?

Rose suspiró.

─Ya sé lo que están pensando. Oh, pobre niña rica, qué sabrá ella del sufrimiento...

─No, para nada ─negó Peyton.

─Pero sí nos hemos preguntado qué le ha ocurrido para creer que no tenía salida ─siguió el rubio.

Esa noche, en la habitación, habían hablado un poco sobre aquella situación que habían vivido. No les parecía surrealista, pero evidentemente sí poco común.

─Pues era... ─resopló la pelirroja─ ¡Por todo! ¡Todo mi mundo y todos quienes están en él! Pensaba en la inercia de mi vida, precipitándose hacia delante, sin yo poder hacer nada para detenerla ─les mostró su mano, con su anillo de matrimonio.

─Hubiera ido directa al fondo ─comentó Peyton rompiendo un poco el dramatismo de la situación.

─Ya se han enviado más de quinientas invitaciones, toda la alta sociedad de Philadelphia estará allí... Y todo este tiempo siento que estoy en un salón muy concurrido, gritando a pleno pulmón, y no hay nadie que ni siquiera levante la vista ─se sinceró.

Después de un pequeño silencio, Jack decidió hablar.

─¿Le ama?

─¿Cómo ha dicho? ─preguntó Rose, sorprendida.

─¿Ama al hombre con el que va a casarse o no? ─repitió, la chica estaba entre sorprendida e indignada─ Es una simple pregunta, conteste.

─¡Es usted un grosero! ─exclamó incrédula.

─Bueno... Tiene razón, si no, ¿por qué se sentiría tan mal de casarse con él? ─apoyó la pelinegra.

─No puedo creerlo ─rio─. Ustedes no me conocen de nada y no estamos teniendo esta conversación. Ha sido un placer, señor Dawson y Lee, hemos terminado esta plática ─decía Rose mientras les estrechaba las manos, a uno primero y después a la otra.

─¿Entonces hemos zanjado la conversación, o nunca ha existido? ─preguntó Peyton.

La pelirroja volvió a reír mientras seguía estrechándole la mano.

─Pensé que se iba ─volvió a hablar.

─¡Y me voy! ¡Son ustedes un fastidio! ─está vez sí, se dio la vuelta, dando un par de pasos.

Jack rio ante su actitud.

─¡Esperen! ¡Yo no soy quien debe irse, es mi parte del barco, ustedes se van! ─exclamó volviendo.

─Vaya, vaya, ¿quién es el grosero ahora? ─habló el chico.

Así iniciaron una conversación de nuevo, pero no muy larga, puesto que la madre de Rose llegó junto a un grupo de mujeres y se fueron, no sin la joven despedirse antes.

─Nos vemos a la seis en la cena.

Sin embargo, una de las señoras, pelirroja y regordeta, se quedó para preguntarles por lo que llevarían puesto al no-evento.
Jack señaló lo que tenía encima en ese momento, pero la señora negó con la cabeza y pidió que los acompañase.

Cuando llegaron a sus sofisticados aposentos, tanto Jack como Peyton quedaron algo impactados. ¿Tenían tanto dinero para otorgarles esos lujos a la alta sociedad pero no para tapar el agujero de la pared de las ratas de la tercera clase?

La mujer le prestó a Jack un traje de su hijo y a Peyton un vestido de su hija.

─Sabía que tendríais una talla parecida ─dijo a Jack una vez estuvo elegantemente vestido, refiriéndose a él y su hijo─. ¿Cómo se llama la chica? ─preguntó en bajo.

─Es Peyton ─contestó con una pequeña sonrisa.

La mujer pareció pensar durante unos segundos, hasta asentir sin darle importancia a lo que sucedía adentro en su mente.

─Peyton, querida, sal para que veamos cómo te queda el vestido ─pidió elevando un poco la voz para que escuchase desde el otro lado de la puerta, en la habitación donde se estaba cambiando.

La pelinegra salió con un vestido azul ajustado hasta un poco más abajo de la cintura, donde tomaba volumen y caía en cascada. Tenía un escote un poco más abierto que la ropa de la época, y los tacones eran plateados. Probablemente estuviesen chapados en plata de verdad.

─Oh, Dios mío ─dijo la señora tapándose la boca con las manos─. No entiendo cómo mi hija no quiso probarlo, es... Oh, por todos los santos, no tengo palabras. Espere.

Dicho eso, desapareció.

─Nada mal, Pey ─sonrió Jack abiertamente.

─Tú también estás genial ─contestó echándole un vistazo, demasiado largo para lo que debería.

Dio las gracias internamente cuando la señora volvió y se dirigió a ella. Se colocó detrás y le puso un collar blanco de perlas.

─Ahora sí, está todo perfecto. Si pareces una princesa...

Jack estuvo de acuerdo con sus palabras.
Ella era la maldita Cenicienta.




capítulo corregido y alargado ;)

no pude publicarlo el sábado ya que estuve de viaje, pero bueno, no he tardado tanto en comparación con otras veces 🤭

sé que no es de los mejores, pero el siguiente tengo la impresión de que os gustará más (y no fue publicado antes). solo digo: la cena y la fiesta en tercera clase, oooh sí.

recordad dejar vuestro voto, cuidaros y tomad mucha agua <3

ᝰ zoe

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