𝟬𝟬𝟯: Tan difícil


«Si me lo pones tan difícil»

En el momento en que Peyton notó que la mirada de Jack estaba posada en ella, no pudo evitar devolvérsela. Al encontrarse sus ojos con los de él, comenzó a sentir cosquillas en el estómago, y, nerviosa, devolvió su vista al océano, a los delfines.

En sus adentros, intentó convencerse de que aquello era normal, que dejaría de sentirlo. Con cualquier otra persona le pasaría lo mismo, ¿o no era así?

No, de hecho, pero tú a lo tuyo, PeyPey.

Estaba claro, en ocho horas se había colgado por Jack Dawson, aunque aún no iba a admitirlo, porque el solo pensamiento le parecía una tontería.

¿Pero cómo culparla? Con esos ojos, esa sonrisa, su forma de ser, de reír... Resultaba muy difícil no caer por él.

Pero solo la estoy respaldando, porque ella, sin embargo, solo se lo planteó fugazmente, como una idea que por poco no le da tiempo de aparecérsele en el fondo del cerebro, y que optó por desechar al instante.

─Peyton ─Jack rompió el silencio al llamarla.

─¿Sí...? ─respondió volviendo a mirarle.

Contacto visual y, ahí estaban otra vez, las mariposas en su estómago. La sola sensación puso nerviosa a la chica y deseó con todas sus fuerzas poder ahogarlas.

Pero si le preguntas, te dirá que aquello tan molesto que sentía, eran agujetas del deporte.

─Me lo he pasado bien hoy ─confesó el rubio, sacándole una pequeña sonrisa a Peyton─. Esta es una de las mejores formas de terminar el día, con la puesta de Sol, los delfines..., y la buena compañía, que hacía tiempo que sentía que no la tenía ─aquello le dio un vuelco al corazón de la chica─. Solo quería que lo supieras.

Y con otra sonrisa, Jack volvió a mirar al mar. No es que hubiese estado sumido en la soledad, tenía a Fabrizio, pero aquel tipo de compañía estaba siendo distinta para él. Era... Íntima.

Peyton imitó su gesto, procesando lo que le había dicho, e intentando que las palabras adecuadas saliesen por su boca, mas eso no sucedió.

─Jack... ─intentó decir.

─¿Volvemos? ─dijo él a su vez.

La chica, descontenta consigo misma por haber tardado en hablar, bajó la cabeza un par de segundos, para luego lograr pronunciar un «Sí».

Los delfines ya no estaban a la vista, y los colores anaranjados y rosados del atardecer comenzaban a desaparecer, a mezclarse con la oscuridad de la noche. Pronto se verían las estrellas.

El atardecer son solo unos minutos, al igual que una canción, que dice tanto en tan poco. Peyton sentía que había desperdiciado sus minutos, que en vez de una canción ella había sido el silencio del inicio o del final. No dijo nada, pero a Jack le bastó con su expresión para saber que ella pensaba igual, aunque estuviese internamente escogiendo las palabras adecuadas para poder expresárselo.

Sonrió para sí y, juntos, bajaron hasta la planta de tercera clase.

Entraron en su habitación y encontraron a Fabrizio hablando animadamente con su nuevo amigo, Tommy, con quien charlaran un poco en la tarde. Ambos estaban sentados en la cama del moreno, la única que no tenía otra justo encima.

─Buenas ─saludó Peyton, consiguiendo un «hola» por parte de ambos. Jack los saludó con un movimiento de cabeza─. ¿Cómo fue la investigación al barco?

─¡Impresionante! ¿Sabías la de lujos que tienen por el salón de primera clase? ¡Y la comida! Aquí nos han servido empanadilla, ¡pero allí tienen menús completos! Es increíble...

Fabrizio les contaba animadamente todo lo que había visto, Tommy también hablaba por un igual a él, contándoles detalles de la "travesía".

Todo marchaba bien, Jack y Peyton también contribuyeron a la conversación contando cuando robaron tortilla a un camarero, lo que consiguió varias risas. Pero todo buen ambiente desapareció cuando una rata cruzó el suelo del dormitorio.

Peyton, que estaba sentada en la cama de Jack con él, levantó los pies rápidamente y los apoyó sobre ésta, haciendo que Jack imitase su gesto. Este acto fue acompañado por un chillido agudo que soltó Tommy. Esto sobresaltó a Fabrizio, haciéndolo chillar también.

Todo susto se disipó y fue reemplazado por risas.

─Antes no lo tenía muy claro, pero definitivamente voy a quedarme con la cama de arriba ─habló la única chica─. Caballeros, las camas de abajo son todas vuestras.

Tiempo antes ninguno había mostrado interés por dormir en la cama de arriba de la litera, ya que estaba demasiado cerca del techo, y si te levantabas sin cuidado, probablemente te chocases con él. Pero a Peyton eso ya no le importaba, prefería comerse el techo a una rata.

Bueno, no solo una, ya que otro roedor más apareció y, rápidamente, salió de la habitación por debajo de la puerta.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Peyton.

─¡Dios, qué asco! ─exclamó─. No es que esté acostumbrada a ningún tipo de lujo, pero esto no lo soporto. Odio las ratas, las cucarachas y... Me voy arriba ─dicho eso, se bajó de la cama y se dirigió a la puerta.

─¿A dónde vas? ─preguntó Jack.

─Pues no lo sé, a que me dé el aire ─contestó confundida.

Dicho eso, cruzó la habitación y se dirigió a la cubierta del barco, donde había pasado la mayor parte de la tarde y se había convertido en uno de sus lugares favoritos del navío.

El sitio estaba completamente vacío, no había ni un alma por allí.

Se acostó en uno de los bancos y se quedó observando el cielo, admirando las estrellas.

La astronomía era un tema por el que sentía demasiada curiosidad. Le fascinaba saber de la existencia de otros planetas, de otras galaxias. ¿Qué más habría allí fuera, además de un increíble espacio oscuro, estrellado y lleno de agujeros negros? Más sistemas solares, más vida... Era, para ella, algo tan fascinante como bailar.

Pasaron diez minutos en los que Peyton buscaba reconocer algunas constelaciones. Las que encontró antes fueron la Osa Menor, gracias a encontrar la Estrella Polar, y más abajo la Osa Mayor.

Intentaba recordar el nombre de algunas estrellas de la constelación Lyra cuando alguien se acostó en el banco pegado al de Peyton.

La chica giró la cabeza para encontrarse con la de Jack. No dijo nada y devolvió su vista al cielo.

─Hemos tapado el agujero de la pared por donde venían las ratas ─comentó fingiendo que le recorría un escalofrío de repelús. Peyton sonrió.

─Enhorabuena, me alegra saberlo ─en sus palabras no guardaba ni una pizca de sarcasmo.

─A mi no, he tenido que mover el único mueble de la habitación para poder taparlo, y Fabrizio no ha querido ayudarme por si «sale otra rata y me come los pies» ─dijo poniendo la voz aguda, aunque la del moreno no fuese así.

Peyton rio por la imitación y Jack terminó riendo también. La risa de la chica era demasiado contagiosa para no terminar riendo con ella.

─Siempre nos terminamos riendo, es gracioso porque pocas veces he reído tanto ─pensó Peyton en voz alta.

«¡No, idiota! ¡Eso no lo tenías que decir, era un secreto!» se reprimió a sí misma en pensamientos.

Tampoco era algo que tuviese que ocultar, pero prefería no detallar mucho sobre lo que sucedía dentro de su cabeza.

Sin embargo, el chico no tomó su comentario como algo personal y se limitó a sonreír.

─Bueno ─habló Jack de nuevo, luego de carraspear─, lo dicho, que ya no hay ratas. Cuando quieras podemos volver.

Pero la chica no quería volver adentro, quería quedarse allí fuera, en la cubierta, acostada en un banco, mirando el cielo estrellado y, en lo profundo de su corazón, quería quedarse allí con Jack.

¿Pero cómo se lo decía?

─¿Quieres irte? ─terminó por preguntar Peyton.

─Haremos lo que prefieras tú ─respondió él, después de salir de la confusión que esas dos palabras le habían causado.

─¿Pero quieres irte o no?

─Estoy bien aquí ─contestó frunciendo ligeramente el ceño.

─Pues ya está, yo también estoy bien... Aquí ─terminó por decir ella.

"Contigo" era la palabra que se le cruzara por la mente, pero no se sentía capaz de decirla sin sentirse diferente.

Jack se apoyó sobre los codos y giró la cabeza hacia atrás para mirarla. Peyton desvió su vista del cielo hacia él, que lo había visto.

─Vale ─dijo el rubio para volver a acomodarse como antes. Cabeza con cabeza─. Pues cuéntame, qué piensas.

─¿Que qué pienso? ─cuestionó confusa la chica.

─Sí, para saber lo que se te cruza por eso a lo que llamamos cerebro ─respondió él.

─Pues... Ahora mismo pienso en qué es lo que estaba pensando antes ─resolvió rápidamente.

─Muy buena, Pey ─la halagó Jack irónicamente, pero con una sonrisa─. En serio.

«Pienso en que una sensación extraña me llena cuando me llamas Pey, y eso me asusta porque no es algo que haya sentido antes de conocerte» pensó ella, mientras inconscientemente emitía una risa irónica.

Jack atribuyó la risa a su comentario y no a sus pensamientos.
Mal ahí, Jack.

─Pienso que fumar no es bueno, Jack ─dijo al ver cómo sacaba la cajetilla de tabaco de su bolsillo.

Al menos le había venido bien para improvisar una respuesta.

Se recostó sobre sus codos como un minuto antes había hecho Jack.

─Lo sé, lo estoy dejando, es el primero que me tomo en el día, y ya es por la noche ─contestó.

Se llevó el cigarrillo a la boca para dejar expulsar lentamente el humo, mientras seguía mirando el cielo.

─Suerte que no me da el humo en la cara ─comentó Peyton, sacándole una sonrisa al rubio.

Iba a volver a acostarse, cuando lo que vio se lo impidió. Se puso de rodillas en el banco y se inclinó hacia donde estaba su amigo, haciendo que parte de su cabello cayera hacia delante.

─Eh, Jack, Jack ─le llamó en bajo, sacudiéndolo por los hombros.

─Qué ─dijo alargando la e.

─La pelirroja ─susurró.

─¿Qué? ─preguntó sentándose.

─Allí, Jack, corriendo.

«La pelirroja», como le llamaban, había pasado corriendo por detrás de ellos hace unos segundos, y no se había dado cuenta.

─¡Jack! ─se impacientó la chica.

─¿Qué hago? Es que-

─Pues mira, feliz no se le ve, así que ve detrás, espabila ─le interrumpió agotándosele la paciencia.

Y dándole un empujoncito en la espalda, Jack se levantó y se alejó.

─Dios, qué estrés y qué poco me pagan ─se quejó Peyton sentándose, siendo consciente de que la frase carecía de sentido.

Pero Jack volvió, la agarró de la mano y se la llevó con él.

─Ven conmigo ─pidió, aunque casi literalmente la estaba arrastrando con él.

─¿Quieres también que esté presente en tus citas? ─preguntó con sorna, aunque muy en el fondo le dolió a ella misma decirle eso.

Muy en el fondo, porque la pobre seguía sin ser consciente de qué significaban sus sentimientos o, directamente, de si los tenía.

Más cerca de la proa del barco, observaron cómo la chica pelirroja estaba por fuera de la barandilla, dispuesta a saltar.

─Ay, la madre ─dijo Peyton para evitar decir una palabra mal sonante.

─Mantente por aquí, no te vayas ─le pidió Jack.

─¿Qué? Quiero ayudar ─respondió la chica.

─Seguramente pensamos en distintas maneras de ayudar, y si las juntamos terminarán en un desastre. Así que mejor quédate, por favor ─dijo como una súplica.

─Vale... Pero estaré cerca, por si... Me necesitas ─dijo frunciendo ligeramente el ceño, por lo raro que se le hizo decir aquello.

Jack, después de sonreírle en agradecimiento, se alejó de ella para acercarse a la que estaba a punto de tirarse al mar.

─No lo haga ─escuchó que Jack le decía a la chica.

Ésta, sobresaltada por su aparición tan repentina, respondió:

─Apártese, no se acerque más.

─Vamos, deme la mano, la ayudaré a volver a cubierta ─insistió el rubio.

─¡No! Quédese donde está, hablo en serio. Voy a soltarme ─afirmó, aunque a leguas podía percibirse su miedo.

Jack, pidiéndole permiso para acercarse, tiró el cigarro al mar.

«Menos un punto para Jack, está contaminando el océano» pensó Peyton, quien observaba y escuchaba todo con claridad.

─No lo hará ─dijo Jack de repente.

─¿Qué quiere decir con eso? No se atreva a decirme lo que haré o dejaré de hacer. Usted no me conoce ─espetó la chica.

─Si quisiera hacerlo, ya lo hubiera hecho ─repuso Jack.

─Me está distrayendo, váyase de aquí.

─No puedo, me siento obligado. Si se suelta, voy a tener que saltar para ayudarla ─contestó mientras se quitaba el grueso abrigo que llevaba.

Peyton creyó que era una buena táctica, a no ser que de verdad estuviese dispuesto a saltar. ¿Lo decía en serio o solo para que no se tirase?

─No sea absurdo, se mataría.

─Soy buen nadador ─contestó simplemente, mientras se quitaba los zapatos.

─La caída le mataría.

─Dolería, no se lo niego, pero a decir verdad me preocupa mucho más que el agua esté muy fría.

─¿Cómo de fría? ─preguntó con evidente temor.

─Helada, puede que un par de grados sobre cero. ¿Ha estado alguna vez en Wisconsin?

─¿Cómo?

─Tiene uno de los inviernos más crudos que hay. Yo nací allí, cerca de Chippewa Falls. Recuerdo que cuando era niño, iba con mi padre a pescar en el hielo en el lago Wissota. Supongo que sabe cómo se pesca...

─¡Sé cómo se pesca en el hielo! ─exclamó como si la pregunta ofendiese.

─Lo siento, es que parece, ya sabe, una chica de ciudad... ─se disculpó Jack─ Como le decía, un día la capa de hielo se rompió y caí en el agujero. Cuando el agua está tan fría como la de ahí abajo, te golpea al igual que mil cuchillos clavándose por todo el cuerpo. No puedes respirar, no puedes pensar, únicamente sientes dolor. Por eso no me hace ninguna gracia tener que saltar al mar a por usted. Pero como ya he dicho, no tengo elección ─añadió quitándose la fina chaqueta que llevaba─. Aunque tengo la esperanza de que vuelva a pasar por encima de la barandilla y me evite el baño ─agregó.

Peyton supo en ese momento que Jack era muy persuasivo. Si la chica volvía a insistir, estaba claro que después se rendiría y le haría caso, porque Jack seguiría perseverando en que la pelirroja no se quitase la vida.

─Está loco.

─Eso es lo que dicen todos, pero con el debido respeto, señorita, no soy yo quien está dispuesto a tirarse del barco. Vamos, deme su mano. No quiere hacerlo.

Y así es como la chica toma la mano que Jack le tiende y se gira para poder volver.

─Soy Jack Dawson ─se presenta.

─Rose DeWitt Bukater.

─Voy a tener que pedirle que me lo escriba ─dice consiguiendo que Rose se ría.

Vaya, eso le ha dolido a Peyton.

Y no, esta vez no es algo que haya logrado ignorar.

Justo cuando la pelirroja ponía un pie en la barandilla para volver, la tela del vestido se interpone haciendo que resbale y caiga del barco. Asustada, Rose pega un chillido.

Peyton, sin poder mantenerse por más tiempo al margen, decide ir a ayudarles.

─Cálmese, la tengo, agárrese fuerte. Vamos ─dice Jack sosteniéndola por una mano.

No con eso, Rose vuelve a gritar.

─Ey, hola, soy Peyton ─se presenta rápidamente, mientras se asoma a ver a Rose─. Deme la otra mano, vamos ─pide.

Y, juntos, logran subir de nuevo a la chica, pero ya en cubierta, Jack se cae encima de Rose por haber pisado su vestido por accidente.

Peyton se quedó procesando todo lo que Jack había hecho por que Rose no saltase. Era demasiado bueno.

En el rostro de Peyton se hizo presente una sonrisa tonta. Cuando ella misma se dio cuenta, la borró de inmediato.

¿Qué había sido eso? Bueno, nosotros ya lo sabemos, claro está, pero ella aún está en proceso de descubrirlo.

«¿Cómo ignorar todo esto que siento? Si me lo pones tan difícil...»




vaya, vaya, ¿cómo estamos?

espero de corazón que os haya gustado este capítulo, la verdad es que decidí darle otro enfoque distinto a la antigua versión :) ojalá lo hayáis disfrutado un montón, lxs quiero <3

ᝰ zoe

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