𝟏𝟑 |
📍 Monza, Italia
La carrera principal del fin de semana llegó, y luego de varios días caóticos en Italia, el domingo se hacía presencia. El sol brillaba sobre la pista de Monza, mientras los tifosi llenaban las gradas, ondeando banderas y vitoreando a sus pilotos favoritos de la escudería Ferrari.
La directora de comunicación observaba desde el garaje con sus auriculares puestos como Rex conversaba simpáticamente con Müller, mientras las preparaciones para la carrera avanzaban. El equipo estaba trabajando como una máquina bien aceitada, ajustando los monoplazas de Pierre y Santiago por última vez. Ambos pilotos estaban listos para enfrentarse en una carrera que no solo significaba puntos para el campeonato, sino que también cada uno tenía una razón personal por la que debían tener buenos resultados.
-¿Estás segura de que podrás con esto? -le preguntó Jude a Maggie, quien estaba a su lado, sabiendo que la mente de su mejor amiga era un caos-. Puedo cambiarme de vuelo y quedarme hasta mañana para acompañarte esta noche.
-No es necesario, Jude. Estoy bien -respondió, aunque ambas sabían que esa afirmación estaba lejos de la verdad. Su mente seguía dividida entre la tensión en la pista y la presencia inquietante de Müller.
-Mira, sé que esto es más que un trabajo, y lo sabes -insistió Jude, su tono más bajo-. Müller está aquí y tú sigues tensa. Lo noto.
Margaret apretó los labios. La relación con Müller seguía afectándola más de lo que le gustaría admitir. El simple hecho de tenerlo cerca, con su constante recordatorio de un pasado que preferiría olvidar, la ponía en una situación vulnerable.
-Estoy manejándolo -contestó Margaret finalmente, ajustando sus auriculares para no parecer demasiado afectada-. Se que puedo con esto, Jude. Hace mucho tiempo dejé de sentir cosas por él, y hace mucho tiempo que soy consciente de mi error.
-Confío en ti lo suficiente entonces como para que me digas cuando no puedas mas con esto -recalcó la castaña antes de abrazarla. Jude no parecía convencida, pero decidió no insistir. Sabía que cuando Margaret decía que estaba manejando algo, eso solía significar que lo guardaba bajo una capa de control frágil, lista para desmoronarse en cualquier momento-. ¿Es normal sentirse tan nerviosa antes de la carrera? -preguntó ahora, buscando cambiar de tema y aligerar el ambiente.
Margaret no pudo evitar reír.
-Será lo que tenga que ser. Pierre y Santiago saben lo que hacen.
Los autos estaban alineándose en la parrilla, y Margaret podía ver desde las pantallas del garaje cómo los pilotos se preparaban para lo que sabían que sería una batalla.
Los minutos previos al inicio de la carrera fueron tensos. Margaret intentó concentrarse en su trabajo, ajustando las ultimas organizaciones de los próximos eventos o en cualquier cosa que le permitiera ignorar la sensación de que todo estaba a punto de estallar. Su mirada se desvió hacia Müller luego, quien conversaba con un grupo de ejecutivos al otro lado del garaje. Aunque su sonrisa era cordial, había una frialdad en su expresión que la inquietaba.
Las luces del semáforo empezaron a encenderse una por una, y cuando se apagaron, el rugido de los motores resonó como un trueno a través del circuito. Pierre y Santiago arrancaron agresivamente, lanzándose a la primera curva con una ferocidad que dejaba claro que ninguno estaba dispuesto a ceder terreno.
Rodri había aprovechado la confusión de quienes estaban por delante de él y, con una maniobra brillante, adelantó a la mayoría antes de la primera curva. Su precisión era impecable, deslizando su monoplaza por los huecos justos, dejando atrás el drama y enfocándose en una victoria. Cédric, por su parte, luchaba ferozmente en el tercer lugar, manteniendo a raya a Maximus, quien intentaba superarlo en cada oportunidad. Ambos pilotos intercambiaban posiciones vuelta tras vuelta, sus autos casi tocándose en cada adelantamiento, pero Cédric mantuvo su compostura, bloqueando cualquier intento agresivo de Maximus.
En la vuelta final, Rodri lideraba la carrera con un margen considerable: con cada curva, su confianza aumentaba, y el equipo Ferrari observaba con ansias. Detrás de él, Pierre, habiendo recuperado el control tras rectas lentas, termino realizando un gran adelantamiento contra Cédric, permitiéndose cruzar la línea de meta segundo e impidiendo el 1-2 de la escudería de origen italiana.
El rugido de los tifosi fue ensordecedor cuando Rodri cruzó la línea de meta primero, asegurando una victoria memorable para Ferrari en su tierra natal. La bandera a cuadros ondeaba en el aire, y el estruendo de la celebración llenó el circuito. Sin embargo, la victoria no borraba las tensiones que aún permanecían en el aire.
-Bien hecho, muchachos... -los felicitó Rex desde la radio a ambos, satisfecho porque habían sumado bastantes puntos para el campeonato de constructores.
-¿A cuántos puntos estoy debajo de Rodri en el campeonato de pilotos? -preguntó Pierre agitado mientras entraba al pit lane lentamente para acomodar el auto en el segundo puesto.
-Estas a 32 puntos de Bustamante y a 50 de Götz ahora... -le contestó Darell, sonriendo a la pantalla por el resultado.
-Bien hecho entonces equipo...
Pierre salió del monoplaza, aún con el casco puesto, mientras el equipo se reunía para felicitarlo. Aunque había terminado segundo, la competitividad que lo impulsaba hacía que esa posición no fuera suficiente para él. Su mente ya estaba calculando los movimientos futuros, los puntos que tendría que recuperar, pero por ahora, trató de disfrutar el momento.
El piloto argentino, por su parte, estaba siendo levantado en hombros por su equipo, recibiendo la gloria merecida de su victoria. Los tifosi coreaban su nombre, y la celebración era desbordante. Pero Pierre apenas le dedicó una mirada porque, en cuanto divisó al CEO de Samsung a unos metros de distancia coqueteando con la directora de comunicación de su escudería, la carrera que había sido minutos antes ya perdía relevancia.
El francés se detuvo, su mirada fija en Müller, que reía de manera exagerada, inclinándose más de lo necesario hacia Margaret. Ella, en cambio, mantenía una expresión neutral, asintiendo solo lo justo, como si estuviera siguiendo un guion. Pero Pierre lo veía: cada vez que Müller se le acercaba un poco más, ella retrocedía apenas perceptiblemente, casi inmutable para cualquiera que no la conociera bien. Y Pierre sabía que algo la incomodaba, aunque lo ocultara perfectamente, pero no sabía porque ella no hacía nada para detenerlo.
El piloto sintió un extraño malestar, una incomodidad que no había sentido antes. No era solo el comportamiento de Müller lo que lo molestaba; era la dinámica entre ellos. Se quitó el casco, el sudor aún fresco en su rostro, pero no avanzó hacia ellos. Se quedó allí, observando desde la distancia, mientras su mente intentaba darle sentido a lo que estaba ocurriendo.
Después de la ceremonia del podio y las entrevistas de rigor, Pierre se escabulló en cuanto pudo. Las celebraciones del equipo se llevaban a cabo en el paddock, y aunque normalmente no se las perdería, esa tarde no tenía ánimos para alargar las sonrisas y los brindis.
La villa donde se quedaban lo recibió con la fría tranquilidad que necesitaba. Pierre se permitió una ducha larga, el agua caliente relajando sus músculos tensos tras la carrera. Pero no podía apagar su cabeza. Las imágenes de Müller coqueteando descaradamente seguían volviendo. No entendía por qué le molestaba tanto. Margaret era perfectamente capaz de manejar la situación, pero algo en su reacción pasiva lo había dejado inquieto.
Esa noche, Mercedes y Samsung tenían una reunión en el histórico Teatro alla Scala. El lugar imponente, con su arquitectura opulenta y luces doradas, sería el escenario para un encuentro de las figuras claves de ambas compañías, una mezcla de negocios y celebración.
Pierre llegó al teatro poco antes de la hora, vestido con un esmoquin negro impecable. Al cruzar las puertas principales, fue recibido por el brillo del mármol y el murmullo de voces que resonaban en el vestíbulo. Estaba acostumbrado a las miradas, pero esta vez su atención estaba en otra parte.
Avanzando con pasos medidos por el majestuoso vestíbulo del teatro, intentando mantener una fachada tranquila mientras sus pensamientos giraban en torno a lo que había visto horas antes. Sus ojos seguían buscando entre la multitud hasta que los divisó nuevamente: Müller, como siempre, demasiado cerca de Margaret. Ella seguía imperturbable, con su profesionalismo a prueba de todo, pero Pierre notaba esa ligera rigidez en sus hombros, esa incomodidad sutil.
Estaba a punto de moverse hacia ellos, cuando una voz conocida interrumpió sus pensamientos.
-Pierre. -lo llamó Montoya, su traje perfectamente cortado y su cabello desordenado de manera casi calculada le daban un aire relajado. Aunque el gesto en su rostro parecía cordial, Pierre podía ver la tensión oculta bajo la superficie-. No esperaba verte aquí tan temprano, pensé que estarías festejando el segundo lugar un rato más -bromeó Santiago, aunque ambos sabían que Pierre jamás celebraría un segundo puesto.
Aún con la mirada en Margaret y Müller, el francés se obligó a girar hacia su antiguo amigo. Lo último que quería esa noche era una conversación tensa con Santiago, pero parecía que el destino tenía otros planes.
-Estoy muy cansado para eso -aseguró, tratando de relajar los hombros.
-¿Todo bien? -preguntó Santiago de repente, notando la distracción en la mirada de Pierre.
El piloto sufrido dudó. No solía hablar de sus preocupaciones, y no creía que debiera hacerlo con Santiago en esos momentos tampoco, pero antes de que pudiera responder, un murmullo en la multitud los interrumpió.
-¿Les parece si entramos a nuestros palcos? -preguntó casi ordenando Forden, quien también se encontraba con un traje mas elegante de los que solía usar para las galas de la FIA-. Pierre, ve con Margaret. Quiero separarla de Müller un rato antes de que vayamos a la sala de arriba.
Algo le decía que su jefe había notado la rara interacción de la directora de comunicación con el invitado especial, y que, además, sabia algo que él no, pero esa era su manera de actuar, por lo que colaboraría con lo que fuese necesario. Sin entender de todo el contexto, Pierre asintió, sabiendo que había más de lo que sabía en juego; sin embargo, no iba a decir nada por miedo a mostrar demasiado interés en el asunto.
Avanzando con pasos decididos hacia el grupo donde el CEO seguía hablando con Margaret, el piloto no pudo evitar analizar el vestido de la directora de comunicación. Con un vestido negro largo de dos gruesas tiras y un escote cuadrado, Margaret destacaba entre la multitud con una elegancia que contrastaba con la opulencia del entorno. Al llegar, la rubia alzó la mirada, y aunque mantenía su compostura, Pierre pudo notar un leve destello de alivio en sus ojos.
-Margaret, Rex nos espera -anunció de manera formal, mirándola directamente mientras ignoraba por completo la presencia de su compañía.
-Claro -respondió ella, con un tono más relajado, como si la presencia de Pierre fuera justo lo que necesitaba para escapar de la situación. Con un ligero movimiento, se despidió de Müller, agradeciendo su conversación sin darle espacio para prolongarla-. Andreas, nos vemos más tarde.
Müller sonrió, aunque sus ojos delataban cierta irritación por la interrupción. No dijo nada más y se alejó, mientras Pierre y Margaret comenzaban a caminar hacia la entrada principal del teatro, dirigiéndose a los palcos.
Durante los primeros metros caminaron en silencio. Pierre sentía el peso de las palabras no dichas, y aunque había esperado todo el día para intervenir, ahora que estaban solos, no sabía realmente si la rubia a su lado lo tomaría bien al asunto. Margaret, por su parte, parecía absorta en sus pensamientos.
-¿Estas bien? -preguntó sin más el francés, dándose cuenta de que sonaba más interesado de lo que quería.
La joven lo miró de reojo, sorprendida por la pregunta. Y aunque su rostro mantenía la misma serenidad de siempre, Pierre notó un leve titubeo en su respuesta.
-Estoy bien -respondió, pero su tono carecía de convicción-. Andreas es... complicado, pero nada que no pueda manejar.
Pierre frunció el ceño, no satisfecho con esa respuesta tan vaga. Aceleró ligeramente el paso para poder verla mejor, forzando un contacto visual más directo.
-No es que dude de tu capacidad para manejarlo -replicó él-, pero no parece que lo disfrutes.
Margaret esbozó una sonrisa ligera, sin humor, mientras seguía caminando junto a él.
-Nunca dije que lo disfrutara. Pero en este trabajo, a veces lo que se necesita no es lo que queremos hacer.
Pierre suspiró porque conocía esa realidad demasiado bien, pero verla en ella, siempre tan compuesta, le causaba una inquietud particular.
-Si hay algo que no puedas... -comenzó a decir, pero se detuvo, mordiéndose la lengua antes de terminar la frase.
Margaret se detuvo, girando para enfrentarlo, sus ojos finalmente conectando con los de Pierre de una manera firme, casi desafiante.
-Pierre, sé cuidarme sola... -dijo suavemente, pero con una seguridad que no dejaba lugar a dudas-. Aprecio tu preocupación, de verdad. Pero esto, todo lo que pasó hoy y ayer, es solo parte del juego.
El piloto la observó durante unos segundos, tratando de descifrar algo más allá de sus palabras. Pero Margaret ya había puesto el muro de su profesionalismo de nuevo en pie. Él no podía evitar sentir que algo más profundo se ocultaba detrás de su máscara, pero también sabía que no sería fácil derribar esas defensas.
-Okey... -repitió él, con una sonrisa ligera que no alcanzó sus ojos.
Margaret, por su parte, relajó la expresión y volvió a caminar a su lado; la tensión entre ellos se sentía menos densa, como si su breve intercambio hubiera aligerado un poco el ambiente.
Al llegar al palco individual de ambos, la rubia no tardo en sentarse y se propuso a disfrutar el momento unos minutos, reconociendo que ya estaba bastante agotada con la situación. Pierre, por otro lado, tomó asiento junto a ella, dejando que el suave murmullo de la orquesta preparándose en el fondo llenara el silencio entre ellos. A pesar de la calma que ahora los rodeaba, él sentía la misma inquietud que había experimentado durante toda la noche.
-Es impresionante -comentó Margaret de repente, rompiendo el silencio con una voz baja pero clara, como si intentara dirigir la atención de ambos hacia el espectáculo-. La última vez que estuve en un teatro como este fue hace años, en Nueva York. Nada como La Scala, claro.
Pierre la miró de reojo, tratando de leer más allá de sus palabras, pero su rostro estaba relajado, más relajado de lo que había estado toda la noche.
-¿Nunca viniste a la ópera? -preguntó, siguiendo su intento de mantener la charla ligera.
-No, nunca me di el tiempo -respondió Margaret, su voz adquiriendo un tono nostálgico mientras observaba las luces del escenario-. Es gracioso, siempre estoy viajando, pero casi no disfruto de los lugares...
El piloto no tardó en hacer una nota mental de aquello, recordando que efectivamente, desde que conoce a Margaret, lo único que la ve hacer es trabajar mayormente.
Las luces en el teatro comenzaron a apagarse lentamente, como un telón invisible que caía sobre la sala. Los últimos murmullos de los espectadores se desvanecieron mientras un profundo silencio se instalaba, expectante. La orquesta afinaba sus últimos acordes, y las primeras notas de la ópera comenzaron a emerger, suaves, pero con una intensidad que llenaba el aire.
La ópera comenzó con un crescendo suave, y la voz de la soprano resonó en la sala, rica y envolvente, cautivando a todos los presentes. Pierre se dejó llevar por la música durante un momento, tratando de ahogar la constante sensación de incomodidad que lo acompañaba desde hace días. No podía dejar de notar lo cerca que estaban, pero a la vez lo distantes que se sentían.
Margaret, por su parte, parecía perdida en la melodía, sus ojos fijos en el escenario, pero su mente, como siempre, seguramente en otro lugar. Pierre se movió ligeramente en su asiento, incómodo con el silencio entre ellos. Quería decir algo, cualquier cosa, pero las palabras parecían fuera de lugar en un entorno tan solemne. Sin embargo, su deseo de acercarse a ella era más fuerte que la música que los rodeaba.
Después de un largo rato, Pierre no pudo evitar inclinarse ligeramente hacia ella.
-¿Realmente estás bien? -repitió en un tono más bajo, casi como si no quisiera interrumpir el momento, pero lo suficientemente firme como para que no pudiera ignorarlo esta vez.
Margaret cerró los ojos un segundo, tomando aire profundamente. Estaba cansada de esa pregunta, pero algo en la forma en que Pierre la formulaba, con esa mezcla de preocupación y terquedad, la hizo dudar. Giró la cabeza hacia él, sus miradas encontrándose en la penumbra del palco.
-Estoy... -su voz se desvaneció antes de completar la frase. Sus labios formaron una línea apretada, como si quisiera controlar las emociones que apenas asomaban bajo la superficie. Finalmente, esbozó una sonrisa cansada, casi resignada-. He estado mejor, pero todo está bajo control. ¿Eso te tranquiliza?
Pierre la miró fijamente, sabiendo que esa no era la verdad completa. Había algo más, algo que ella no decía, pero que flotaba entre ellos, cada vez más palpable.
-No mucho -respondió, con honestidad brutal, su voz llena de una seriedad que rara vez mostraba.
-Sabía que dirías eso -murmuró ella, volviendo a centrar su atención en el escenario. Pero esta vez, su postura parecía más rígida, como si la conversación hubiera removido algo dentro de ella que prefería dejar oculto.
El piloto se quedó en silencio, sintiendo que cualquier palabra adicional podría romper ese frágil equilibrio que se había formado. Pero había algo innegable en el aire entre ellos: la ópera, con toda su pasión y drama, no era lo único cargado de emociones aquella noche.
Sin embargo, Pierre decidió que no era el momento. Respiró hondo, recostándose ligeramente en su asiento, sus ojos de nuevo en el escenario, aunque sus pensamientos permanecían en la mujer a su lado. Habría tiempo para hablar, se dijo a sí mismo. Solo que aún no sabía cómo.
En cuanto el espectáculo terminó, el equipo de trabajo se trasladó a la sala de eventos del último piso del viejo edificio. El ambiente del salón era tan sofisticado como el teatro en el que acababan de estar. Los altos ventanales dejaban entrar la luz de la luna, proyectando un suave resplandor sobre el mobiliario de terciopelo y las mesas dispuestas con copas de champán. Pierre y Margaret cruzaron el umbral, y el cambio de atmósfera fue palpable. Mientras el teatro había sido una burbuja de arte y silencio, el salón estaba lleno de conversación, risas y tintineo de copas.
Margaret se separó de Pierre, excusándose con un gesto leve, para unirse a Rex Forden y otros miembros importantes del equipo. A pesar de su cansancio, su rostro estaba impecablemente controlado, luciendo la misma profesionalidad con la que había abordado cada interacción esa noche.
Pierre, sin embargo, se quedó observándola desde una distancia prudente. Se sentía extraño estar en ese tipo de ambiente después de la tensión de la ópera. El peso de sus pensamientos sobre Margaret lo seguía aplastando y ya comenzaba a frustraste por no poder dejar de pensar en ello.
-Desapareciste hoy del paddock... -le reclamó Darell, apareciendo de la nada e interrumpiendo sus desdichas-. ¿Qué pasó?
Pierre giró la cabeza al escuchar la voz de su amigo, quien se acercaba con su típica energía desenfadada. El ingeniero levantó una ceja, esperando una respuesta.
-Estaba cansado y quería hacer un par de cosas antes de venir -respondió, más cortante de lo que pretendía.
Darell lo miró por un segundo, evaluando su actitud, antes de sonreír con esa mezcla de curiosidad y picardía que lo caracterizaba.
- Parece que esas "cosas" tiene nombre y llevan un vestido negro esta noche -remarcó, mirando en dirección a Margaret, quien seguía conversando con Rex y otros directivos-. Estuviste todo el día viéndola.
Pierre bufó, tratando de desviar la conversación.
-No es lo que piensas, Darell. Solo... es complicado.
El ingeniero rio suavemente, cruzando los brazos sobre el pecho.
-¿Y que se supone que es lo complicado? -insistió Darell, provocando que el francés rodara los ojos al entender que insinuaba su amigo.
-El CEO ese, Müller, se le insinuó a Margaret desde que llegó y la noto extremadamente inquiera desde entonces.
Darell, que había estado a punto de hacer una broma, cambió su expresión al escuchar la seriedad en la voz de su amigo. Pierre lo miró fijamente, con una mezcla de frustración y preocupación en su mirada.
-No lo sabes entonces... -susurró el ingeniero, haciendo que la curiosidad del francés despertara.
-¿Qué cosa?
Darell se tomó un momento, como si estuviera midiendo el impacto que sus palabras podían tener en Pierre. Finalmente, soltó un suspiro pesado, sabiendo que no había vuelta atrás ahora que había dejado entrever algo importante.
-Ese tipo es el ex novio de Margaret -admitió con voz baja, casi como si le pesara decirlo-. Salieron hace un par de años, cuando él estaba casado. La noticia fue viral en su momento porque la ex esposa de él hizo un escandalo en cuanto se enteró que su pareja la engañaba con alguien más joven.
Pierre sintió como si el aire en sus pulmones se congelara. El hecho de que Müller fuera el ex de Margaret explicaba muchas cosas, pero también añadía una capa de tensión que no había anticipado.
-¿Y cómo es que sabes estas cosas?
-Porque tu vives en un termo, amigo. Margaret es mas famosa de lo que seguramente piensas...
Pierre frunció el ceño, procesando la información con una mezcla de incredulidad y frustración. Claro, sabía que Margaret era una figura influyente en el mundo de la comunicación, pero no se había detenido a pensar en los detalles de su vida personal, mucho menos en cómo un escándalo como ese podría haber afectado su reputación.
Las luces del salón se atenuaron con el pasar de los minutos, y la suave música de fondo fue reemplazada por una melodía más animada. El ambiente se relajó, convirtiendo la sofisticada recepción en una fiesta más informal. Un DJ había tomado el control de la música, y varias personas comenzaron a moverse al ritmo de las primeras notas.
El piloto observó cómo la energía del salón cambiaba. La gente comenzaba a dejar sus conversaciones serias y a relajarse. Incluso Margaret, rodeada de los altos mandos, permitió que su rigidez se aflojara un poco. La vio tomar una copa de champán y reírse de algo que Rex había dicho. Era la primera vez en toda la noche que la veía sonreír de verdad.
Mientras las risas y las conversaciones fluían a su alrededor, Pierre decidió que no iba a pasar el resto de la noche observando desde las sombras. Con un suspiro de resolución, se dirigió hacia la barra, donde diviso a Santiago sentado solo.
Pasando las horas, Pierre estaba en medio de una conversación con su equipo, tratando de concentrarse en los detalles técnicos que le explicaban. Sin embargo, su mente divagaba muchísimo, mientras lo acompañaban los vasos de whisky y los bocados de queso. Sabía que se encontraba un tanto ebrio cuando notó que le costaba mantener el equilibrio un tanto mas de lo normal y se encontraba bastante cansado.
A veces, el piloto se permitía levantar la mirada de la conversación que estaba teniendo con sus compañeros para analizar el ambiente y, cada tanto, buscar si Margaret necesitaba que alguien la salvara de su compañía. Las luces del salón, el murmullo constante de la gente, y el estrés acumulado de la semana lo tenían al borde del agotamiento de igual forma.
Estaba casi desconectado cuando notó una presencia que rompió el círculo de su equipo. Una chica joven, de pelo oscuro y sonrisa deslumbrante, se acercó a él con confianza. Su vestido rojo ceñido contrastaba con el traje sobrio de Pierre, y sin pedir permiso, se plantó justo a su lado, demasiado cerca para su gusto.
-Pierre, ¿verdad? -dijo con una voz dulce y una sonrisa que destilaba interés.
Él le dedicó una mirada breve y una sonrisa educada, pero enseguida intentó volver a la conversación con su ingeniero. No estaba interesado, ni tenía paciencia para juegos esa noche. Sin embargo, la chica no captó la señal. Se inclinó hacia él, tocando su brazo con familiaridad.
-No esperaba que fueras tan... reservado. Pensé que los pilotos de F1 eran más accesibles -comentó, sus ojos recorriendo el rostro de Pierre con una mezcla de coquetería y desafío.
Pierre apretó la mandíbula. No quería ser grosero, pero tampoco iba a seguirle el juego.
-Solo estoy concentrado en el trabajo -respondió con frialdad, girándose ligeramente para alejarse de su proximidad.
La chica, lejos de sentirse rechazada, sonrió como si lo encontrara encantador. Entonces, sin previo aviso, sacó su teléfono y lo levantó para grabar un video. Pierre apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ella se inclinara y le diera un beso en la mejilla.
-¡Un recuerdo para mis seguidores! -anunció, riendo mientras se grababa junto a él.
Pierre dio un paso atrás, su rostro cambiando de inmediato. La molestia era palpable, y su voz salió más dura de lo que pretendía.
-¿Qué demonios crees que estás haciendo? -espetó Pierre, su voz baja pero cargada de furia.
La sonrisa de la chica se desvaneció en un segundo, sorprendida por la intensidad de la reacción de Pierre. Los pocos segundos de silencio que siguieron fueron tensos, pero ella no pareció intimidarse del todo.
-Vamos, es solo un video. ¿Qué te cuesta sonreír un poco? -replicó, en tono ligero, intentando disimular la incomodidad.
Pierre, sin embargo, ya había perdido la paciencia. Todo lo acumulado en los últimos días estaba saliendo a la luz en ese momento: la presión constante, y ahora esto, en público, frente a su equipo. El piloto dio un paso hacia ella, su postura rígida.
-Esto no es un juego -murmuró con los dientes apretados-. No tienes ningún derecho a invadir mi espacio así. ¡Borra eso!
La chica arqueó una ceja, mostrando una calma forzada.
-¿Sabes quién soy? -respondió, bajando lentamente el teléfono-. Tal vez deberías pensarlo dos veces antes de hablarme así.
Antes de que Pierre pudiera contestar, la figura de Margaret apareció de repente junto a él, su expresión severa, claramente reconociendo lo que estaba ocurriendo.
-¡Pierre! -lo interrumpió, agarrándole el brazo con firmeza para apartarlo de la situación-. No sigas con esto.
Pierre giró hacia ella, visiblemente alterado, pero la mirada determinada de Margaret lo desarmó por un momento. Su presencia fue como un balde de agua fría. Respiró profundamente, tratando de contenerse.
Margaret se giró hacia la chica, quien ya recuperaba su sonrisa, aunque esta vez más controlada.
-No creo que sea apropiado seguir grabando sin el consentimiento de alguien, Valentina -dijo Margaret con una cortesía afilada, aunque su tono no dejaba lugar a discusiones-. Por favor, borra el video y podemos olvidarnos de esto.
La joven entrecerró los ojos, claramente evaluando la situación. Finalmente, con un suspiro dramático, sacó su teléfono y, con exagerada lentitud, eliminó el video frente a ellos.
-Hecho. Aunque no era necesario este drama -dijo con una sonrisa altiva, antes de agregar en voz baja-. Mi padre no estará muy contento cuando se lo cuente.
Margaret alzó una ceja, pero no dijo nada. Mientras la chica se alejaba, Margaret soltó un suspiro frustrado y se volvió hacia Pierre, quien seguía visiblemente afectado.
-¿Sabes quién era? -preguntó Margaret en voz baja.
Pierre frunció el ceño.
-¿Una idiota? -respondió, aún con rabia contenida.
Margaret cerró los ojos por un segundo, claramente frustrada.
-No, Pierre. Es la hija de Müller, quien, por cierto, me pidió que viniera hasta aquí para ver qué estaba pasando -dijo Margaret, quien lo observaba con los brazos cruzados, su semblante firme pero cansado. No era la primera vez que tenía que lidiar con situaciones incómodas causadas por los impulsos de Pierre, pero algo en su expresión indicaba que ésta había sido especialmente desafiante-. ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? -preguntó Margaret con voz controlada, aunque detrás de esa calma se percibía una clara tensión-. No te costaba nada ser amable.
-Es una persona oportunista, no necesitamos gente así en los eventos ni en el equipo -se defendió el piloto.
-Despierta, niño. Aquí todos son oportunistas. El único que no sabe cómo jugar a las cartas eres tú.
Pierre apretó la mandíbula, cansado de que lo reten.
-No tengo porqué discutir esto contigo -se rindió Pierre, dándose vuelta para dirigirse rápidamente al ascensor dispuesto a volver a Mónaco lo antes posible. Sin embargo, Margaret no iba a dejar que él escapara después de todo, aún le quedaban cosas por decir. Por ello, antes de que las puertas se cierren, hábilmente se metió donde el piloto-. ¿Vas a seguir regañándome como si te debiera algo? -cuestionó bufón ahora mientras volteaba a verla.
-Esta es la oportunidad más grande que tiene el equipo en años, mi primer gran evento para conseguir un patrocinador clave, y me dejaste en ridículo. ¡Lo mínimo que me debes es escucharme mientras te grito! -se descargó la rubia ahora realmente agitada de la ira mientras detenía el descenso del ascensor tocando uno de los botones del panel-. La escena con Santiago, las peleas con tu familia, lo que le dices a la prensa y, ahora, ¡discutes con la maldita hija del CEO de Samsung!
-Era una loca buscando fama, se aseguró de que me fotografiaran con ella.
-¡Es lo más normal del mundo! -volvió a gritarle, colocándose frente a él esta vez, para impedir que la ignorara.
-Estás insoportable, deja de gritar -dijo sin más el francés, tocándose la frente mientras la masajeaba del cansancio.
Margaret lo miró desafiante, su respiración agitada.
-Lo que no es normal es que actúes como si una simple foto o video fuera el fin del mundo, ¿Que no eres consciente de que eres atractivo o no te gusta que te vean con mujeres?
Pierre la miró fijamente, sorprendido por la pregunta directa. Con el ceño fruncido, el piloto volvió a verla, y Pierre no pudo evitar reír luego de entender que no era una pregunta irónica, sino que de verdad la joven estaba creyendo lo que preguntaba.
-Claro, porque lo normal sería que fuera un casanova ¿no? -contestó irónicamente-. Sólo porque no te volteo a ver como todos los pilotos de la parrilla ¿piensas que oculto algo? -agregó divertido él mientras la joven lo fulminaba por el comentario.
La rubia se sonrojo de inmediato aun con el ceño fruncido.
-No se de que estas hablando -aseguró la rubia, cruzándose de brazos-. Phillip es un amigo, si eso es lo que insinúas.
-Amigos le dices ahora -agregó sarcástico-. Yo no me doy cuenta de que soy atractivo, pero tú no te das cuenta de las intenciones de Edwards. Que estupidez...
-Estás celoso...
-¿Por qué debería estarlo? -frunció el ceño el piloto, volviendo a tocar el botón del elevador para que este continúe su viaje.
-No sé, Pierre. Dímelo tú.
-No estoy celoso... -aseguró el piloto un tanto soso.
-Claro que no lo estás -dijo Margaret con tono burlón-. Porque eres el tipo perfecto de piloto, que no le importa nada más que su carrera. Excepto cuando alguien se te acerca demasiado como recién.
El silencio entre ambos se volvió pesado, cargado de tensión. El zumbido del ascensor descendiendo contrastaba con el latido acelerado de Margaret, que intentaba mantener la compostura, aunque sus mejillas aún estaban encendidas. Pierre se mantuvo quieto, su mandíbula apretada y su mirada oscura, pero había algo en su expresión que denotaba más que simple cansancio.
-No estoy celoso -repitió Pierre un tanto divertido, aunque su voz sonaba menos firme esta vez, como si la declaración fuera más para él mismo que para Margaret.
Sin poder eludir la gracia del asunto y sin poder sacar una sonrisa de su cara, Pierre no pudo evitar acercarse a Margaret mientras la miraba a los ojos, notando que, aun cuando usaba tacones, él seguía quitándole media cabeza de altura. La cercanía entre ambos aumentó la tensión en el reducido espacio del ascensor.
Margaret levantó la cabeza para mirarlo directamente también, su respiración aún agitada por la discusión. Pierre, con una media sonrisa que apenas ocultaba su frustración, se inclinó ligeramente hacia ella, invadiendo su espacio personal de manera deliberada.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó ahora nerviosa, antes de que este pudiera tomarla de la cintura para acercarla más. Ante el tacto, la británica no pudo evitar estremecerse por la sorpresa y Pierre lo sintió.
Inclinándose aún más hacía ella, colocando ahora su otra mano en su mejilla, se acercó a un costado de tu rostro para poder susurrarle al oído.
-Te callo a mí manera...-respondió con la voz un tanto más grave de lo normal, inclinándose ahora un poco más para depositar un beso en el hombro descubierto de Margaret.
-Eres un idiota -dijo enojada ahora la rubia, con las mejillas completamente ruborizadas y la respiración agitada.
-Lo que digas... -no dudo en contestar mientras corría el cabello rubio de su cuello y depositaban ahora un beso allí.
-Te dije que eran celos -agregó burlona mientras se cruzaba de brazos, provocando que una carcajada saliera de los labios de Pierre mientras dirigía su mirada hacia ella.
Una sensación embriagadora despertó en el piloto y lo envolvió curiosamente en cuanto Margaret se puso nerviosa; por lo que no dejaría perder aquella oportunidad para ponerle los pelos de punta en forma de venganza.
-Eres terriblemente insoportable todo el tiempo... -aseguró Pierre, mientras le sonreía pícaramente.
-Como si no supiera lo que estás intentando.
-¿Qué estoy intentando?
Las puertas del elevador se abrieron, y sin pensarlo dos veces, Margaret lo abofeteó en la mejilla para que Pierre cambiase de una vez su estúpida cara de seducción. Y dándose a la fuga lo antes posible, la joven se dirigió a la salida del teatro, dispuesta a tomar la primera camioneta disponible de la empresa para que la lleve al hotel, esperando no cruzarse con Pierre hasta la próxima carrera.
1k de lecturas 🥲
Pierre descubriendo que la única forma de callar y enfrentar a su jefa es seduciéndola, cuando en realidad es una excusa suya para acercarse a ella:
Margaret re cansada de que Pierre sea un boludo:
Yo, que se lo que se viene 😏
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