𝟏𝟎 |
📍Barcelona, España
Pierre entró al restaurante con un aire de indiferencia cuidadosamente calculado, intentando ignorar la sensación de incomodidad que se instalaba en su estómago. Sabía que debía mantener la compostura porque sabía que la noche seguiría siendo larga aun después de la pelea en el auto. Sin embargo, cuando llegó a la mesa reservada para el equipo de Mercedes, notó que había solo dos asientos vacíos, uno junto al otro.
El piloto se detuvo por un segundo, la mandíbula apretada. Su mirada se deslizó sobre los rostros de los demás: Rex, el director del equipo, y Sophie, su esposa, charlaban animadamente con Isabel y Gastón, los padres de Santiago, mientras que el piloto español parecía ausente, su atención dividida entre la conversación de sus padres y su teléfono. Al otro lado de la mesa, Camille, la hermana de Pierre, sostenía a Gabriel, su hijo pequeño, mientras intentaba involucrarse en la charla del abuelo de Pierre sobre las carreras de antaño.
Pierre respiró hondo, sus ojos finalmente se posaron en Margaret, quien se encontraba de pie al otro lado de la mesa, observando la misma situación. Sus miradas se cruzaron y, por un momento, el mundo exterior pareció desvanecerse. Ella estaba tan sorprendida como él. O tal vez no sorprendida, sino más bien resignada. Con un gesto casi imperceptible, Margaret señaló los dos asientos vacíos, una invitación o un desafío. Era difícil saberlo.
El francés sintió que la tensión entre ellos, que ya era densa desde el incidente en el paddock, se hacía palpable. Tenía dos opciones: buscar otro lugar donde sentarse, evitando una confrontación potencialmente incómoda, o aceptar la situación, sentarse junto a Margaret, y enfrentar lo que fuera que los esperaba. De cualquier manera, el mensaje era claro: no había escape.
Con una expresión neutral que escondía la agitación interna, Pierre se acercó a la mesa.
-Parece que el destino sigue jugándonos bromas -murmuró mientras se sentaba en el asiento vacío al lado de Margaret. Ella apenas esbozó una sonrisa en respuesta, su mirada volviendo a los demás en la mesa. Pierre se dio cuenta de que sería una noche larga.
Mientras tomaba asiento, Pierre no pudo evitar notar que todos los demás parecían relajados, ajenos a la corriente subterránea de tensión entre él y Margaret. Intentó sumergirse en la conversación, pero cada vez que hablaba, sentía la presencia de Margaret a su lado, su proximidad desconcertante. Intentaba no pensar en la calidez que emanaba de ella, en cómo su vestido rojo, el mismo que había admirado durante el trayecto al restaurante, resaltaba contra la iluminación suave del lugar.
Los minutos pasaban, y las conversaciones fluían de un tema a otro, desde anécdotas de la infancia de Santiago hasta los viajes recientes de Camille con Gabriel. Pierre participaba de manera mínima, asintiendo en los momentos apropiados, ofreciendo comentarios breves aquí y allá. No quería ser un obstáculo, pero tampoco podía fingir que todo estaba bien.
En un momento dado, Sophie mencionó lo encantadora que había sido la última campaña publicitaria de Mercedes, destacando a Margaret por su trabajo brillante.
-Es increíble lo que has logrado en tan poco tiempo, Margaret -dijo Sophie con una sonrisa genuina-. Has cambiado completamente la forma en que la gente ve a nuestro equipo.
Pierre notó el leve rubor en las mejillas de Margaret y la manera en que ella agradeció el cumplido con humildad.
-Gracias, Sophie -respondió Margaret suavemente-. Pero es un esfuerzo de equipo. Todos han sido muy colaborativos.
Pierre soltó una pequeña risa irónica, lo suficientemente baja como para que solo Margaret lo escuchara. Ella lo miró de reojo, claramente irritada por su comportamiento.
-¿Algo que añadir, Pierre? -preguntó en voz baja, manteniendo su tono calmado para no alertar a los demás.
Pierre se inclinó un poco hacia ella, manteniendo la vista fija en el vaso frente a él.
-Solo me sorprende cómo algunos pueden ser tan buenos en manejar las percepciones -murmuró, su tono seco y algo mordaz.
Margaret lo miró fijamente por un momento, sus ojos azules brillando con un desafío silencioso.
-Esa es mi trabajo -replicó en voz baja-. Algo que, aparentemente, necesitas más de lo que crees.
Pierre la miró, su expresión endureciéndose.
-Lo último que necesito es que alguien me diga cómo ser yo mismo -respondió, con un filo en su voz.
La tensión entre ambos era palpable, y aunque sus palabras eran apenas un susurro, ambos sabían que los demás podían notar que algo estaba pasando.
-Así que, Margaret... -comenzó De Orleáns I, su voz ronca resonando sobre el murmullo de la mesa-. Eres la nueva responsable de que nuestra escudería se vea... más moderna.
Margaret sonrió, aunque Pierre pudo notar que sus ojos se habían endurecido ligeramente.
-Así es, señor De Orleáns. Estoy aquí para asegurarme de que Mercedes se mantenga relevante y conectada con una audiencia más joven.
Pierre abuelo asintió lentamente, mirando a Margaret con una mezcla de curiosidad y una pizca de desdén.
-Interesante. Porque, si me permites decirlo, muchacha -continuó, sin dejar de mirarla-, parece que has tenido un buen comienzo con esto de... ¿cómo se llama? Ah, sí, la "farsa mediática".
Pierre sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que su abuelo era un hombre de opiniones firmes, y no siempre era amable con quienes consideraba que "diluían" la pureza del deporte que tanto amaba. Pierre abuelo no creía en las campañas de marketing ni en las redes sociales; creía en la habilidad, la velocidad y el coraje.
Margaret parpadeó, sorprendida por el comentario directo. Pero mantuvo su compostura.
-Bueno, señor De Orleáns, en el mundo actual, parte del éxito de un equipo depende de cómo se presenta al público. Mi trabajo es asegurarme de que no solo ganemos en la pista, sino también fuera de ella -respondió con una sonrisa diplomática.
El dos veces campeón del mundo emitió un resoplido, como si no estuviera del todo convencido.
-Claro, claro. Lo entiendo. Pero no puedes convertir a un corredor en un modelo y esperar que gane carreras -miró de reojo a Pierre, y su voz adquirió un tono más severo-. Lo que necesita este equipo es menos poses y más enfoque. ¿No es así, Pierre?
Pierre se sintió atrapado. Las miradas de todos en la mesa se volvieron hacia él, esperando su respuesta. Podía sentir la tensión creciendo nuevamente, como una tormenta que se avecinaba. Sabía que tenía que elegir sus palabras con cuidado.
-El enfoque es importante, sí -respondió lentamente, tratando de no entrar en conflicto directo con su abuelo-, pero también lo es la imagen del equipo. Es una parte del deporte ahora, abuelo.
Su familiar lo observó con una mirada calculadora, su expresión endureciéndose.
-No cuando yo corría. Cuando yo corría, dejábamos que nuestras habilidades hablaran por nosotros, no un perfil en Instagram. Y las mujeres, claro, no eran parte de este deporte.
Margaret no pudo evitar sonreír ligeramente, aunque su expresión era contenida.
-Son tiempos diferentes, señor De Orleáns. -Ella mantuvo su tono suave pero firme-. La Fórmula 1 ha evolucionado. Y parte de esa evolución implica conectarse más con los fanáticos, hacer que se sientan parte del equipo. Eso es lo que intento hacer aquí.
Pierre de Orleáns I frunció el ceño, claramente molesto por el rumbo de la conversación.
La incomodidad en la mesa se intensificó al instante. Camille miró a Pierre con una expresión de disculpa, mientras Santiago hacía un esfuerzo por no mirar directamente al abuelo de su compañero de equipo. Gabriel, demasiado pequeño para entender lo que estaba sucediendo, comenzó a removerse en el regazo de Camille, añadiendo un poco más de distracción a la escena.
Pierre sintió que su paciencia se estaba agotando rápidamente. Antes de que pudiera responder, Margaret, con una calma que él no esperaba, le tocó la pierna haciendo que este se detuviera y habló.
-Señor De Orleáns, entiendo su preocupación. -Su voz era suave, pero había un tono de autoridad que no había mostrado antes-. Pero también sé que Pierre es uno de los mejores talentos en la pista. Estoy aquí para ayudar a que ese talento se vea en todos los frentes, y no solo en los circuitos. Y creo que ambos podemos estar de acuerdo en que eso solo puede beneficiar a la escudería.
Pierre se quedó mirando a Margaret, sorprendido por su intervención. Su abuelo la observó en silencio por un largo momento, como si evaluara sus palabras. Pero antes de que pudiera continuar, Santiago, siempre con una sonrisa fácil, decidió intervenir para romper la tensión. Con el carisma que lo caracterizaba, se inclinó hacia adelante y golpeó suavemente la mesa con la palma de la mano, llamando la atención de todos.
-¡Oye, Gabriel! -dijo con un tono jovial, inclinándose hacia el niño-. ¿Sabías que tu tío Pierre solía llamarse a sí mismo "El relámpago" cuando era niño porque creía que corría más rápido que los coches de carreras?
Gabriel lo miró con grandes ojos curiosos, y las risas se propagaron por la mesa. Pierre, inicialmente sorprendido por la intervención de Santiago, dejó escapar una sonrisa ante el recuerdo, aunque con una leve risa avergonzada.
-¡Oh, eso es cierto! -dijo Camille, uniéndose a la diversión-. Solía correr por toda la casa gritando "¡Relámpago!" hasta que se estrellaba contra la pared o derribaba algo.
Las risas se hicieron más fuertes, y la atmósfera de la mesa se aligeró visiblemente. Pierre dejó escapar un suspiro aliviado. Santiago, con su ingenio natural, había logrado desviar la conversación hacia una dirección más ligera, alejándolos del incómodo conflicto.
-Y claro, después de cada "gran carrera", Pierre siempre exigía una copa de leche como si hubiera ganado una competición mundial -añadió Santiago, guiñándole un ojo a Gabriel-. Así que, Gabriel, ya sabes... si alguna vez quieres ser como tu tío, necesitas correr rápido y beber mucha leche.
Gabriel soltó una risita, mirando a Pierre con admiración infantil. Pierre, a pesar de sí mismo, no pudo evitar reír también. Sentía cómo la tensión en sus hombros se relajaba poco a poco y, por primera vez en mucho tiempo, agradeció la presencia del español en su vida, algo que inmediatamente le generó nostalgia.
La cena continuó en un tono mucho más relajado, gracias al carisma de Santiago. Las conversaciones fluyeron con más facilidad, y las risas llenaron el espacio bajo el gran candelabro de cristal. Incluso Pierre abuelo, con su reticencia habitual hacia los temas modernos, se mostró menos crítico, más inclinado a compartir viejas historias de sus días de gloria en la Fórmula 1. Margaret y Pierre se mantuvieron en una tregua silenciosa, intercambiando pocas palabras, pero con menos veneno en sus miradas.
Finalmente, la noche llegó a su fin. Los comensales comenzaron a despedirse, abrazándose y compartiendo sonrisas de despedida. Pierre se mantuvo en su lugar, observando a su familia mientras se alejaban uno a uno. Margaret recogió su bolso, intercambiando una mirada breve pero cargada con Pierre antes de volverse hacia la puerta. Él no dijo nada, simplemente observó cómo ella se alejaba, su figura iluminada por las luces cálidas del restaurante. Había tantas cosas que quería decirle, pero ninguna parecía adecuada en ese momento.
Al día siguiente, en el circuito, el ambiente es vibrante. Los fanáticos ya han comenzado a llenar las gradas y los equipos están ocupados preparando los coches para la sesión de clasificación.
Al entrar al garaje, Pierre notó que Margaret ya estaba ahí, hablando animadamente con algunos miembros del equipo. Ella llevaba su habitual sonrisa profesional, pero cuando sus miradas se cruzaron, había un destello de algo más, tal vez una mezcla de incomodidad y determinación. Margaret no puede evitar sentirse un poco nerviosa después del encuentro de ayer. Había llegado temprano al circuito para demostrar que, a pesar de los eventos, puede mantener la compostura profesional.
-Buenos días, hermanito... -lo saluda Camille, su hermana menor, llamando su atención al aparecer a su lado con una sonrisa juguetona-. ¿Dormiste bien?
Pierre se giró hacia ella, su expresión suavizándose ligeramente. Camille siempre ha tenido una habilidad especial para relajarlo, aunque hoy sus ánimos no eran los mejores.
-Más o menos -respondió él con un suspiro, frotándose la nuca-. Tengo muchas cosas en la cabeza.
Camille levanta una ceja, claramente interesada.
-¿Es por la familia o tiene algo que ver con esa chica rubia con la que estabas peleando ayer? -preguntó con una sonrisa maliciosa. Ha visto la interacción entre Pierre y Margaret antes de que las cosas se pusieran realmente tensas.
Pierre frunció el ceño, tratando de ignorar el comentario de su hermana.
-No quiero hablar de eso, Camille. Tengo que concentrarme en la clasificación de hoy -dijo, claramente queriendo cambiar de tema.
Camille, sin embargo, no se dejó desanimar tan fácilmente. Era evidente que está disfrutando del momento.
-¡Oh, vamos, Pierre! Sabes que puedes contarme lo que sea. Además, parecía que había algo de química entre ustedes dos... aunque también un poco de tensión. -rió suavemente, buscando una reacción.
Pierre le lanzó una mirada fulminante, pero Camille no se inmuta, disfrutando claramente de su incomodidad.
-Sí, bueno, es la persona más insoportable con la que trabaje nunca -Pierre se encogió de hombros, intentando mantener la calma.
-¡Tío, mira! -interrumpió Gabriel entrando al lugar junto con su padre, vistiendo un mini traje de piloto-. ¿Ya puedo conducir yo el monoplaza?
Pierre sonrió al ver a Gabriel y se agacha para saludarlo.
-Tal vez te deje jugar en el simulador de nuevo más tarde-dijo, dándole una palmadita en la cabeza.
Gabriel asintió con entusiasmo y se volvió hacia el padre del piloto, que estaba a su lado. Pierre de Orleáns II, el padre de Pierre, lleva un elegante traje y una expresión serena, aunque su mirada contiene un toque de crítica.
-Buenos días, Pierre -saludó el padre con una sonrisa que no llegaba a sus ojos-. Espero que estés listo para la clasificación.
Pierre se volvió hacia su padre, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión que siempre ha existido entre ellos.
-Solo tengo que concentrarme en el trabajo -respondió vacilón, sabiendo que ello provocaría a su padre, quien lo observó detenidamente, su mirada evaluadora parece cuestionar la confianza de su hijo.
-Según Rex, el auto esta excelente, será tu culpa por no ir rápido si no clasificas bien hoy.
Pierre frunció el ceño, sintiendo cómo la tensión se acumulaba. A pesar de sus intentos de ignorar el comentario, el peso de las expectativas de su padre se sentía agobiantes. Camille, que había estado observando la interacción, intervino.
-Papá, creo que Pierre tiene todo bajo control -dijo Camille, tratando de cambiar de tema-. No es necesario que hagas una escena aquí.
Pierre de Orleáns II dirigió su mirada hacia su hija mayor y su expresión no se suavizó.
-Solo espero lo mejor de Pierre. La competencia es dura y no podemos permitirnos errores.
-¡Buenos días, familia De Orleáns! -saludó entusiasta Margaret quien, al ver la tensión en el ambiente, apareció dispuesta a intervenir y sacar a aquella familia del garaje lo antes posible-. ¿Les parece si dejamos a Pierre trabajar con su ingeniero de carrera? Hay camarones arriba por si quieren ponerse cómodos a ver la clasificación.
Pierre padre dirigió su mirada hacia Margaret, evaluándola por un momento antes de aceptar con una sonrisa rígida.
-Eso suena razonable -aseguró con un tono que sugería que, aunque agradecido, no ha dejado de observar la situación-. Camille, Gabriel, vamos a ver la clasificación desde el hospitality.
Impresionada por lo bien que había manejado la situación la directora de comunicación, Camille tomó a su hijo en brazos y se retiró del lugar pensando en que definitivamente su hermano era demasiado inepto para darse cuenta de que efectivamente su carrera estaba en buenas manos.
-Gracias... -agradeció Pierre, mirando al suelo con el ceño fruncido aún.
Margaret asintió con una sonrisa amable, pero sus ojos reflejaban una profunda comprensión de la carga emocional que Pierre llevaba consigo. Con un último vistazo alentador, la rubia se marchó al otro lado del garaje para hablar con Santiago sobre cosas que necesitaba que dijera en la entrevista de aquella tarde. Allí, la rubia se encontró con la familia del español, quienes estaban acomodados en un área separada del paddock.
-Buenos días, Margaret... -la saludó entusiasta Isabel, mientras Gastón le dirigía una sonrisa.
-Señor y señora Montoya, buenos días -les sonrió la rubia-. ¿Nerviosos?
-Creo que la ultima vez que nos pusimos nerviosos presenciando un fin de semana fue hace tres años -confesó el hombre con una orgullosa sonrisa-. Nuestro hijo tiene talento y lo aceptamos hace mucho tiempo, confiamos mucho en su criterio.
-¿Y tú, Margaret? ¿Eres de ponerte nerviosa? -preguntó curiosa Isabel.
Margaret se rió suavemente, con una mezcla de nerviosismo y profesionalismo en su expresión.
-A veces, sí. Pero más que nada, me concentro en mantener todo en orden para que los pilotos puedan dar lo mejor de sí mismos. Los nervios son parte del trabajo, supongo -respondió, ajustando su gafete mientras hablaba.
Isabel asintió, claramente complacida con la respuesta. Del otro lado, al notar la escena, Santiago decidió acercarse.
-¡Hola a todos! -dijo Santiago con una sonrisa desenfadada-. Margaret, me alegra verte. ¿Listos para una jornada emocionante?
Margaret le dedicó una sonrisa amistosa, notando el aire de confianza que Santiago emanaba.
-Siempre estoy lista -bromeó la rubia, haciendo que los demas rieran-. ¿Tú cómo te sientes para la clasificación? -preguntó, tratando de mantener la conversación ligera y positiva.
Santiago hizo un gesto de confianza con la mano.
-Me siento genial. Todo está en su lugar y el coche está funcionando a la perfección. Solo espero que el resto del equipo esté en sintonía -dijo, lanzando una mirada a los miembros del equipo que estaban trabajando meticulosamente en el coche.
-¿Te parece si repasamos un poco las cosas que te pedí anoche que le digas a la prensa después de la clasificación?
Tan rápido Margaret terminó de darle indicaciones al piloto, se retiró de aquel lado del garaje con una ligera presión en su pecho. Le era tan extraño el haber pasado de un ambiente hostil a otro tan amable en cuestión de minutos, que no pudo evitar sentir pena por Pierre en aquellos momentos.
El pit lane estaba en constante movimiento mientras los mecánicos y técnicos daban los últimos ajustes a los coches, y Margaret se movía entre el bullicio con la seguridad que le daba su experiencia, pero no podía evitar lanzar miradas ocasionales hacia el garaje de Pierre, esperando que todo esté bien para él.
La clasificación comenzó con el rugido de los motores resonando en el circuito. El sol brillaba intensamente, iluminando el asfalto mientras los coches se alineaban en la salida de boxes, listos para una sesión que prometía ser emocionante.
Santiago salió a la pista con una confianza inquebrantable. Su coche, cuidadosamente ajustado durante los entrenamientos, parecía volar sobre el asfalto. Con cada vuelta, el español demostraba su habilidad y control absoluto, marcando tiempos que dejaban a todos boquiabiertos.
En el garaje, Margaret observaba atentamente desde su puesto de mando. La tensión era evidente en su rostro mientras seguía los tiempos en las pantallas del circuito. Los mecánicos y técnicos alrededor de ella compartían miradas de concentración, sabiendo que cada segundo contaba en esta crucial sesión de clasificación.
Pierre, por otro lado, estaba al volante de su monoplaza con una mezcla de determinación y frustración. Desde el principio, el coche no parecía responder como él esperaba, a pesar de los esfuerzos de su ingeniero para ajustar la configuración.
A medida que avanzaba la sesión, los tiempos de vuelta se acumulaban. Santiago, con una fluidez impresionante en cada curva, se mantenía firme en la pole position. Sus vueltas rápidas eran una obra de arte, mostrando una precisión que dejaba poco margen para que otros pilotos pudieran superarlo. Pierre, mientras tanto, luchaba por mantener su posición entre los primeros.
-¿Qué tan probable es que el problema sea el auto y no Pierre? -escuchó preguntar al abuelo de Pierre desde la distancia.
-Creemos que es el auto, hicimos ajustes ayer que no están funcionando -contestó un mecánico.
-Tranquilo, señor De Orleáns. Lo arreglaremos para mañana... -aseguró Rex, tratando de alivianar al hombre.
-No importa mucho cuanto cambien el auto, Forden. Mi nieto es un piloto mediocre -aseguró el hombre completamente serio, sin apartar la mirada de la pantalla con mucha frustración-. Por más chicas lindas y rubias que contrates, la imagen de Pierre no la salvará una mujer que no sabe nada de este mundo...
Margaret escuchó las palabras de desdén del abuelo y sintió como sus mejillas se calentaban del enojo. Aunque sabía que no debía dejarse afectar, el comentario hizo que su piel se erizara y su ceño se frunciera. En lugar de responder, se limitó a hacer una rápida y discreta salida hacia una esquina del garaje, para trabajar mejor en otras cosas.
Finalmente, la bandera a cuadros ondeó, marcando el final de la Q3. Santiago logró asegurar la pole con un tiempo impresionante, su sonrisa de victoria reflejando la satisfacción de una sesión perfectamente ejecutada. La familia Montoya estalló en vítores, celebrando con entusiasmo el logro de su hijo.
En el garaje de Pierre, la atmósfera era tensa. Pierre, con el rostro tenso y una mezcla de desilusión y frustración, salió de su coche y se dirigió hacia su equipo. A pesar de los esfuerzos de la escudería y las últimas modificaciones, Pierre terminó en la quinta posición, no logrando cumplir con las expectativas que su familia y él mismo habían establecido.
Tan rápido se bajo del monoplaza, el francés se negó a hablar con alguien y se retiró de inmediato del lugar para dirigirse a su motorhome, sin saber que Margaret seguía sus pasos a lo lejos. En cuanto entró a la caravana, cerrando la puerta de un golpe, gruño en cuanto golpearon la puerta.
-Pierre -dijo con suavidad Margaret, su voz mezclada de empatía y profesionalismo-, ¿puedo hablar contigo un momento?
Pierre se giró hacia la puerta y chocó miradas con la directora de comunicación, su expresión dura y cansada.
-¿Qué quieres? -preguntó, su tono cargado de exasperación.
Margaret respiró hondo, tratando de mantener la calma a pesar del desafío emocional que estaba enfrentando.
-Se que no quieres hablar ahora, pero mientras antes me digas cuales son los fallos que sentirse en el auto, más rápido lo informaré para que lo cambien...
El piloto miró a la rubia con una mezcla de irritación y cansancio. No estaba en el mejor estado mental para lidiar con problemas técnicos en ese momento, pero sabía que no podía evitarlo.
-Es el equilibrio. El coche no está respondiendo como debería en las curvas rápidas -dijo finalmente, su voz grave y tensa-. Siento que se vuelve incontrolable y, en las rectas, no tiene la aceleración que debería.
Margaret asintió, tomando nota mentalmente de cada detalle.
-Lo registraré de inmediato. Te prometo que lo comunicaré al equipo para que puedan trabajar en una solución para mañana -dijo con firmeza, tratando de transmitir una sensación de control y esperanza.
Pierre se dejó caer en una silla cerca de la ventana mientras desabrochaba su traje, su cuerpo hundiéndose en el cansancio y la frustración. Margaret se quedó en pie a su lado, observando cómo luchaba por mantener su compostura.
-¿Podrías dejarme solo esta vez y pedirle a mi familia que no me moleste?
Margaret notó la intensidad en la voz de Pierre y la necesidad de espacio que parecía tener. Asintió, entendiendo la solicitud implícita detrás de sus palabras.
-Esta bien... -dijo con un tono comprensivo-. Iré a hablar con ellos y les haré saber que tenías una entrevista para mantenerlos ocupados.
En cuanto Margaret llegó al hotel, se encerró en su habitación lo antes posible y suspiró contra la puerta, sin poder dejar de pensar nuevamente que el cansancio la estaba consumiendo. El rostro frustrado de Pierre, su tono de voz cargado de cansancio y la tensión en sus movimientos se repetían una y otra vez en su cabeza, imagen que chocaba con la felicidad de Santiago y la de la familia Montoya.
Era evidente que Pierre estaba en medio de una tormenta perfecta de dificultades. La tensión con su abuelo, las expectativas de su padre y las presiones autoimpuestas estaban minando su capacidad para rendir al máximo.
Alejándose de la puerta, la rubia comenzó a caminar por la habitación, tratando de ordenar sus pensamientos. La carga emocional que llevaba encima era pesada, pero también era una parte integral de su trabajo. Sabía que al día siguiente tendría que enfrentarse a más desafíos, sin embargo, comprendió que parte de su tarea era ser un ancla en medio de la tormenta, proporcionando apoyo tanto emocional como profesional para Pierre. Y tenía una excelente idea de cómo.
Tomó una profunda respiración y se preparó para el siguiente día, entendiendo que la batalla no solo era contra el reloj y la competencia, sino también contra los demonios de Pierre.
Al día siguiente, Margaret llegó al circuito luciendo un crop top blanco que decía "Hot Girls Watch Formula 1" en letras rojas, complementado con una falda Miu Miu, la gorra de la escudería y tacones negros. Tan pronto como puso un pie en el paddock, todas las miradas se dirigieron hacia ella. Los flashes de las cámaras no tardaron en estallar, y en cuestión de minutos, las fotos comenzaron a circular por las redes sociales.
La elección del outfit no pasó desapercibida para nadie, especialmente para los medios de comunicación, que se apresuraron a capturar el momento. Titulares como "La nueva directora de comunicación de Mercedes impone estilo en el paddock" y "Margaret Hundleton revoluciona la moda en la Fórmula 1" inundaron las noticias. Algunos lo vieron como una declaración audaz y divertida, mientras que otros la consideraron una movida provocativa para atraer más atención al equipo.
-Lamentablemente se ha cuestionado mi competencia laboral siempre por ser mujer, y estando en un mundo tan purista como la F1, no me salve de determinadas criticas -dijo la rubia ante las cámaras cuando la invitaron a decir unas palabras antes de llegar al hospitality-. Estoy orgullosa de quien soy, de como me visto y realmente amo este trabajo. Al que no le guste, que no mire.
Las palabras de Margaret resonaron con fuerza, y su confianza captó la atención de todos. Los periodistas no perdieron la oportunidad de seguir preguntándole sobre su estilo, su papel en Mercedes, y cómo veía su influencia en un deporte tradicionalmente dominado por hombres. Margaret, con su sonrisa serena y su postura firme, respondió con la misma seguridad, ganándose tanto el respeto como la admiración de muchos en el paddock.
Mientras tanto, Pierre observaba desde la distancia, escondido detrás de unas gafas de sol oscuras. Aunque intentaba parecer indiferente, no podía evitar sentirse intrigado por la forma en que Margaret manejaba la situación. No era solo su estilo lo que captaba la atención, sino su capacidad para transformar cualquier cosa en una oportunidad para destacar. Aunque le costaba admitirlo, había algo en ella que comenzaba a fascinarle.
-Tu abuelo cuestionó su trabajo ayer durante la clasificación -le comentó Rex a un lado mientras sonreía-. Creo que esa es su forma de responderle.
Pierre soltó una leve risa al escuchar las palabras de su jefe, pero no pudo evitar sentir una ligera punzada de admiración.
-Interesante...
-Tal vez deberías aprender algo de esta situación -dijo sin más Forden y se retiró, dejando al francés con sus pensamientos.
Pierre se quedó un momento pensativo mientras observaba cómo Margaret seguía acaparando la atención de los medios. Ella sabía cómo manipular la narrativa a su favor, cómo convertir una posible crítica en una ventaja. Y Rex tenía razón: había algo que Pierre podía aprender de ella. No era solo sobre cómo interactuar con los medios, sino también sobre cómo enfrentar las críticas de su familia.
La directora, por su parte, terminó su ronda de entrevistas con una última sonrisa deslumbrante y se dirigió al hospitality. Estaba satisfecha con cómo habían ido las cosas; su objetivo había sido claro desde el principio: desviar la atención de los errores del equipo y enfocarla en algo más positivo. Y parecía que había funcionado.
Cuando Margaret entró al hospitality, el bullicio del paddock quedó atrás, y la atmósfera del lugar parecía relajarse un poco. Los miembros de la escudería estaban ocupados con sus tareas, pero no pudieron evitar mirarla con una mezcla de curiosidad y respeto. Ella había logrado captar la atención no solo de los medios, sino también de todos en el equipo.
Pierre, que estaba cerca, notó la entrada de Margaret y decidió acercarse, aprovechando que estaban fuera del alcance de las cámaras. Caminó hacia ella con un paso lento, tratando de no llamar demasiado la atención.
-Buenos días, Margaret -dijo Pierre con una voz calmada, casi suave.
Margaret se volvió para mirarlo y su expresión se suavizó sin la actitud defensiva habitual.
-Buenos días, Pierre -respondió, sonriendo con gentileza.
Hubo un breve silencio entre ellos, un momento en el que ninguno de los dos pareció saber exactamente qué decir. Margaret notó un destello en los ojos de Pierre, algo que no había visto antes. Parecía más... agradecido.
-Lo que hiciste esta mañana -comenzó Pierre, dudando un poco-. No estoy seguro si fue por mí o no, pero... gracias.
Margaret sonrió, sintiendo un calor inesperado ante las palabras de Pierre. No era muy común que él agradeciera, y menos de una manera tan abierta.
-Fue por el equipo -respondió ella, con un tono suave pero firme-. Pero si también te ayudó a ti, entonces me alegro.
Pierre asintió lentamente, sus ojos no dejando los de ella. Había algo diferente en la forma en que la miraba ahora. No con la misma dureza o sarcasmo de antes, sino con una apreciación genuina.
-Lo aprecio -dijo finalmente.
Margaret entendió lo que él quería decir. Había visto cómo Pierre se cerraba a los medios y al equipo, protegiéndose de la presión constante. Ella misma había sentido la presión de estar en un mundo que no siempre aceptaba a las mujeres como ella.
-Lo sé.
La sutileza de su interacción quedó flotando en el aire mientras ambos se dirigían a sus respectivos deberes, pero la sensación de un entendimiento silencioso permaneció. Pierre, por primera vez en mucho tiempo, se sintió agradecido de tener a alguien como Margaret en su equipo. Y Margaret, por su parte, sintió que, quizás, había encontrado una grieta en la armadura de Pierre, un lugar desde el cual podían construir algo más sólido, más real.
Mientras Margaret se alejaba, el piloto se quedó mirándola un segundo más, sintiendo una extraña mezcla de agradecimiento y algo más que aún no podía definir.
-¡Margaret! -llamó Rex, con una amplia sonrisa en el rostro-. Espero que estés lista para presentar al invitado especial.
Margaret se giró y vio a Rex acompañado por un hombre de estatura media, con una presencia imponente y una sonrisa amable. El invitado era Rafael Nadal, quien había sido invitado por la escudería para agregar un toque especial al evento.
-¡Rafa! -exclamó Margaret, extendiendo la mano para saludarlo-. Qué honor tenerte aquí. Soy Margaret Hundleton.
-El placer es mío, Margaret -dijo Nadal, dándole un apretón de manos firme y amistoso-. He oído mucho sobre la escudería y estoy emocionado de estar aquí.
-Perfecto, vamos a mostrarte el lugar -dijo Margaret, guiando a Nadal hacia el hospitality mientras Rex se mantenía a su lado.
Mientras caminaban, Margaret aprovechó para presentarle a los miembros clave del equipo. El ambiente estaba lleno de entusiasmo y una sensación palpable de anticipación. Todos estaban ansiosos por conocer al famoso tenista y ver cómo se integraba en el mundo de la Fórmula 1.
Al llegar al hospitality, Margaret comenzó a hacer las presentaciones formales. Primero, presentó a los ingenieros y mecánicos, quienes estaban encantados de conocer a Nadal y le hicieron preguntas sobre su experiencia en el deporte. Nadal, con su característica humildad, respondió con entusiasmo y mostró un interés genuino en la tecnología y la ingeniería detrás de los autos.
A medida que el recorrido avanzaba, la conversación se volvió más relajada y amistosa. Nadal compartió anécdotas de su carrera en el tenis, y Margaret, Rex y el resto del equipo estaban encantados de escuchar.
Al final del recorrido, el grupo se dirigió a una sala especial donde se realizaría una pequeña recepción en honor a Nadal. La atmósfera era festiva y el evento se desarrolló sin problemas. Margaret estaba satisfecha con cómo había ido todo y se sintió aliviada de ver a todos disfrutar del evento.
-Gracias por tu ayuda hoy, Margaret -dijo Rex mientras el evento llegaba a su fin-. Creo que el evento ha sido todo un éxito, y Nadal ha sido un gran añadido.
Margaret sonrió, contenta con el resultado. El día había sido un desafío, pero también una oportunidad para fortalecer relaciones y demostrar su habilidad para manejar situaciones complejas.
-Tengo entendido que Alcaraz esta en el garaje de Ferrari -comentó el tenista muy educado, una vez terminada su entrevista ante las camaras-. ¿Es una posibilidad el ir a saludarlo?
-¡Claro, Rafa! -respondió Margaret, sonriendo ante la solicitud-. Me encantaría llevarte a verlo.
Margaret guió a Nadal y Rex hacia el pit lane, donde el ambiente era vibrante y lleno de actividad, mientras intercambiaban conversaciones casuales. Y en cuanto se acercaban al garaje de la escudería rival, rápidamente distinguieron al joven tenista cerca de uno de los monoplaza Ferrari con Rodrigo Bustamante.
-¡Margaret! -exclamó Carlos, sorprendido y alegre al mismo tiempo en cuanto notó a la rubia acercarse-. ¿Qué haces aquí?
-¡Carlos! -respondió Margaret, avanzando para abrazarlo-. Qué alegría encontrarte. Y mira quién viene con nosotros.
Carlos giró la cabeza hacia Nadal, y su sorpresa y entusiasmo se hicieron evidentes.
-¡Rafa! -dijo Carlos, extendiendo la mano hacia Nadal-. Que bueno verte de nuevo...
-¿Se conocían? -preguntó Nadal, señalando al tenista mas joven y a la directora de comunicación.
-Trabajamos juntos hace un tiempo...-continuó Margaret-. Carlos fue muy importante para un proyecto que coordiné. Fue genial entonces y es aún mejor volver a verlo ahora.
Carlos y Nadal se quedaron hablando cordialmente, y la conversación fluyó de manera natural mientras compartían historias y anécdotas frente a las cámaras curiosas que los enfocaba. Pierre, que estaba a cierta distancia, observaba la escena con creciente sorpresa y desconcierto, y se acercó a Margaret en cuanto ella se apartó del lugar.
-¿Margaret? ¿Amiga de Carlos Alcaraz? -murmuró sorprendido el piloto-. Apostaste contra un amigo...
Margaret se giró, sorprendida al ver a Pierre con un aire de casualidad que no podía ocultar.
-No digas nada... -pidió Margaret, intentando mantener un tono relajado.
Pierre no pudo evitar reír un poco.
-No puedo creer que tienes un pasado oculto con uno de los tenistas más importantes del mundo. ¿Cómo es eso posible? -preguntó, arqueando una ceja con una sonrisa burlona.
Margaret lo miró con un dejo de sorpresa, pero también con diversión. Sabía que Pierre disfrutaba de provocar y estaba lista para devolverle el favor.
-Tú fuiste el inepto en la apuesta, la perdiste por creer que no se nada de tenis -respondió Margaret con una sonrisa desafiante.
Con una última sonrisa, la rubia se alejó, sintiendo que tal vez, sólo tal vez, había logrado hacer una pequeña diferencia en el complicado mundo de la Fórmula 1.
-¿Te imaginas si gano hoy? -sonrió ilusionado Santiago, mientras se colocaba el traje.
-Sería increíble, ¿no? -respondió Margaret con una sonrisa, levantando la de su tableta una vez en el garaje del español-. Ganar en tu país debe ser de los logros más increíbles del mundo.
Santiago asintió, visiblemente motivado por las palabras de Margaret. Su energía era contagiosa, y el ambiente en el hospitality se llenó de una anticipación electrizante.
Mientras Santiago terminaba de colocarse el casco y se preparaba para salir hacia la parrilla de salida, Margaret le dio una palmadita en el hombro.
-Recuerda, diviértete ahí fuera -lo motivó la británica-. Esta es tu casa, y todos están aquí para verte brillar.
Santiago le devolvió la sonrisa, asintiendo con entusiasmo.
-Gracias, Margaret. Prometo que lo daré todo.
La tensión en el aire del Circuit de Barcelona-Catalunya era palpable mientras los equipos terminaban los preparativos finales y los pilotos se alineaban en la parrilla de salida. Las gradas estaban llenas de aficionados ondeando banderas y vitoreando a sus héroes. Para Santiago, correr en su país natal añadía un peso extra, una mezcla de orgullo y presión que le hacía latir el corazón con fuerza bajo su casco.
El sol brillaba intensamente, haciendo que el asfalto se calentara a niveles casi intolerables. Los ingenieros monitoreaban las temperaturas con una atención intensa. Margaret, desde el pit wall, revisaba constantemente su tableta, observando las estrategias de los rivales y anticipando cualquier movimiento que pudiera afectar a sus pilotos.
-Muchachos -la voz de Rex llegó clara a través de la radio-, manténganse enfocados. Recuerden sus estrategias y cuiden los neumáticos. Esta es una carrera de resistencia tanto como de velocidad.
Los motores rugieron cuando se encendieron las luces. Uno a uno, los cinco semáforos rojos se apagaron, y la carrera comenzó. Santiago tuvo un arranque malo, adelantado por dos autos en la primera curva y posicionándose rápidamente en el tercer lugar. La multitud estalló en vítores, el sonido resonando en todo el circuito. Pierre, por otro lado, tuvo una salida más conservadora, cuidando de no gastar demasiado sus neumáticos en las primeras vueltas.
En la vuelta veinticinco, un coche de seguridad salió tras un incidente, y Mercedes aprovechó para hacer un doble pit stop estratégico. Con neumáticos frescos, Santiago y Pierre regresaron a la pista, listos para atacar. Santiago logró adelantar a Maximus Götz de Red Bull en una maniobra brillante, colocándose en segundo lugar detrás de Cédric Laurent de Ferrari, quien lideraba la carrera.
Pierre, por su parte, se vio envuelto en una feroz batalla con Maximus por la tercera posición. A pesar de los intentos agresivos del piloto de Red Bull, Pierre mantuvo su calma y aprovechó una oportunidad en la vuelta treinta y uno para realizar un adelantamiento audaz y colocarse en el tercer puesto.
Las últimas vueltas fueron un desafío constante. Santiago acortó la distancia con Cédric, presionándolo intensamente, pero el piloto de Ferrari defendió su posición con tenacidad, logrando cruzar la línea de meta primero por un estrecho margen. Santiago terminó segundo, mientras que Pierre logró resistir la presión de Maximus para asegurar un valioso tercer lugar.
Mercedes celebró un doble podio, un resultado sólido y merecido tras una carrera llena de tensión y drama. Y aunque no consiguieron la victoria, el equipo demostró una gran cohesión y habilidad estratégica. Margaret observó desde el muro de pits, satisfecha con el desempeño de sus pilotos y consciente de que habían logrado un gran resultado trabajando juntos como un verdadero equipo.
Quiero agradecerles por las 500 lecturas :,D
Para muchos capaz no es un gran número, pero cuando empecé a publicar, realmente no esperaba nada de esta historia ♥
Gracias a las que comentan y dan like, las amo un montón.
Próximo premio: Monza
(tanto en la historia como este fin de semana jajaj)
No se olviden de pasar por mi ig _harpyaharpyja_ para ver los edits que voy haciendo de la historia wujuu
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