𝟎𝟖 |
📍Barcelona, España
El sol de la tarde madrileña se filtraba a través de los ventanales del Club de Campo Villa de Madrid, bañando el ambiente con una luz dorada. La final del Masters de Madrid estaba en su punto álgido, el bullicio de los espectadores y el murmullo de las raquetas creando una sinfonía vibrante que se entrelazaba con el aroma a encierro y el perfume sofisticado de los asistentes.
Sobre uno de los palcos, con un vestido elegante en tonos azul marino que acentuaba su rubio cabello, se encontraba en una de las áreas vip Margaret, observando el partido con una mezcla de concentración y relajación. Aunque había estado trabajando arduamente en la organización de próximos eventos de la escudería, aquel ATP Masters 1000 le brindaba un respiro y la oportunidad de hacer conexiones importantes.
-Margaret, quiero presentarte a mi esposa: Sophie Forden -dijo Rex, acercándose a la rubia.
Margaret se volvió hacia la voz familiar y su rostro se iluminó con una sonrisa cálida. Frente a ella, con una elegancia innata que capturaba la atención sin esfuerzo, estaba Sophie Forden, la directora de la F1 Academy. La mujer se acercó con gracia, su cabello rubio dorado cayendo alrededor de su rostro, que estaba enmarcado por unos ojos azules llenos de inteligencia y calidez. Vestía un vestido de seda verde esmeralda que resaltaba su porte sofisticado con un toque de sencillez refinada.
-Es un placer conocerte, Margaret -dijo Sophie con una voz suave y amable, extendiendo su mano.
Margaret la estrechó con un apretón firme pero amistoso.
-El placer es mío, Sophie -respondió Margaret, su tono reflejando sincero aprecio-. Rex me ha hablado mucho de ti.
Sophie asintió, su mirada reflejando un brillo de gratitud. La conversación entre ambas mujeres se estableció rápidamente, fluida y natural. Margaret compartió con entusiasmo las novedades y proyectos en los que estaba involucrada, su pasión por el trabajo evidente en cada palabra. La conexión entre ellas se hizo palpable, basada en un respeto mutuo y un interés genuino por las experiencias y logros de la otra.
Mientras el partido continuaba, Rex se acercó con una copa de champán en la mano, observando a las dos mujeres con una expresión de orgullo.
-Espero que Margaret esté dándote una buena impresión, Sophie -dijo Rex, su sonrisa reflejando satisfacción.
-Definitivamente -respondió Sophie, dirigiendo una mirada cálida a Margaret-. Estoy disfrutando mucho de nuestra conversación.
Rex, con un gesto de aprobación, se unió a ellas, mientras Margaret y Sophie seguían intercambiando historias y detalles sobre sus respectivas áreas de trabajo. La conversación se volvía cada vez más amena y relajada, enmarcada por el ambiente vibrante del torneo.
Eventualmente, Rex y Sophie se vieron obligados a atender otros compromisos con demás invitados de aquel día, y Margaret, aunque inmersa en la conversación, se quedó sola en el palco por unos momentos, disfrutando de la atmósfera y de la perspectiva del partido. Mientras observaba el campo, un sentimiento de tranquilidad la envolvía, hasta que de repente, Pierre apareció a su lado.
-¿Me he perdido alguna jugada interesante? -preguntó Pierre interrumpiendo el suave murmullo del entorno.
Margaret se volvió lentamente hacia él, su mirada crispándose momentáneamente en una mezcla de sorpresa e incomodidad. A pesar del aire relajado que Pierre trataba de proyectar, ella percibió la tensión subyacente en su presencia. La atmósfera de tranquilidad que había estado disfrutando se vio abruptamente alterada por su llegada.
-No mucho -respondió Margaret, manteniendo su tono cortés pero distante-. El partido ha sido bastante sólido hasta ahora.
Pierre se inclinó ligeramente hacia ella, sus ojos buscando un contacto visual que revelaba tanto curiosidad como un toque de desafío.
-¿Y qué significa eso? -inquirió con una sonrisa.
Margaret hizo una ligera pausa antes de responder, ajustando su postura para enfrentar a Pierre de manera más cómoda. Su mirada, a pesar de su intento de mantener la distancia, mostraba un destello de interés genuino.
-Bueno, Tsitsipas y Alcaraz han estado intercambiando golpes muy intensos -comenzó Margaret, su voz adquiriendo un matiz más entusiasta-. Tsitsipas ha jugado un par de saques ganadores realmente impresionantes. Su precisión ha sido impecable, especialmente en el segundo set.
Pierre la miraba con atención, sus cejas levantadas en señal de interés.
-¿Y Alcaraz? -preguntó, claramente intrigado.
-Ah, Alcaraz ha estado tratando de contrarrestar cada golpe con su estilo agresivo habitual -continuó Margaret-. Hubo un rally impresionante en el tercer set donde la cosa se puso intensa. Alcaraz consiguió un passing shot que fue simplemente espectacular.
Pierre sonrió, claramente disfrutando de la descripción.
-Va a ganar Alcaraz seguramente, este es su territorio de dominación -aseguró el francés mientras se cruzaba de brazos y prestaba atención al juego que se disputaba bajo él.
La rubia frunció el ceño y negó con la cabeza.
-No creo, le tengo mucha fe a Tsitsipas ahora...
Pierre se rió con desdén, sacudiendo la cabeza.
-¿En serio? Creo que estás subestimando a Alcaraz. Tiene un ritmo imparable en estos momentos. Tsitsipas puede ser mayor, pero Alcaraz tiene esa chispa juvenil que siempre le da una ventaja.
Margaret arqueó una ceja, desafiando la opinión de Pierre con una mirada afilada.
-Lo siento, pero no estoy de acuerdo. Tsitsipas está siendo un maestro en estos momentos tan cruciales. Su experiencia podría marcar la diferencia, especialmente en el final del partido.
-Claramente no sabes nada de tenis... -dijo desvergonzado Pierre, apenas inaudible pero lo suficientemente alto como para que Margaret lo escuchara.
Las mejillas se le pusieron rojas del enojo en tan solo segundos, sin poder creer lo que se había atrevido a decir el piloto. Sin embargo, sin interés de hacer una escena en público, la joven vió aquel momento como una oportunidad para mejorar su trabajo.
-Sabes qué, Pierre... -dijo Margaret con firmeza-. Vamos a hacer esto más interesante. Si Tsitsipas gana, tendrás que hacer una sesión de fotos con Montoya para la revista GQ.
Pierre la miró con sorpresa, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y diversión.
-¿De verdad estás dispuesta a poner eso en juego? -preguntó, con una sonrisa juguetona en sus labios.
Pierre se inclinó hacia adelante, la emoción en sus ojos revelando su interés genuino en la apuesta. La luz del estadio lanzaba reflejos dramáticos sobre su rostro, haciendo que su sonrisa pareciera aún más astuta.
-De acuerdo, acepto -dijo Pierre con un tono retador-. Pero si gana Alcaraz, me permitirás no grabar contenido para las redes por dos semanas, siendo tu el remplazo de mi presencia.
Margaret parpadeó, sorprendida por la magnitud de la apuesta. La idea de manejar las redes sociales de Pierre durante dos semanas era intimidante, pero ella sabía que aquel partido no lo ganaría el español debido a una lesión que este tenía en aquel momentos por un partido anterior, por lo que no dió el brazo a torcer.
-Está bien, trato hecho -dijo finalmente, con una determinación que desmentía la inquietud que sentía por dentro-. Sí Alcaraz gana, me encargaré de tus redes sociales.
La tensión en el palco creció a medida que el partido avanzaba hacia su clímax. La multitud estallaba en vítores y gritos, cada punto ganado parecía amplificar el drama entre Margaret y Pierre. Los intercambios entre Tsitsipas y Alcaraz se volvían cada vez más intensos, y la atmósfera en el palco se cargaba de anticipación.
La británica observaba con ansiedad cada movimiento en la cancha, sus nervios a flor de piel. Cada golpe de Tsitsipas le daba un respiro de esperanza, mientras que cada punto de Alcaraz le hacía morderse las uñas, recordándole lo que estaba en juego.
La mirada de Rex, que había estado observando discretamente, revelaba diversión ante el duelo que se desarrollaba. Sabía que su intervención no era necesaria; la dinámica entre Margaret y Pierre ya era lo suficientemente entretenida.
El partido llegó a su clímax, en un final espectacular: Tsitsipas, con calma logró la victoria en cuanto el español abandonó la partida por lesión. El estadio estalló en vítores, y Margaret sintió un gran alivio y satisfacción al ver que su apuesta había sido ganada.
Mientras tanto, al darse cuenta Pierre de la magnitud de la derrota, se quedó en silencio por un momento. Su expresión cambió de diversión a una mezcla de sorpresa y resignación. Se inclinó hacia Margaret, con una sonrisa que, aunque algo forzada, mostraba una especie de respeto.
-Y eso significa que tendrás que cumplir con la sesión... -aseguró vacilona la joven.
El piloto asintió lentamente, su actitud ahora mucho más contenida.
-Sí, sí. Parece que has ganado esta vez. Pero no te preocupes, cumpliré con la apuesta -dijo Pierre, su tono revelando una mezcla de resignación y respeto-. Será interesante ver cómo queda todo.
Margaret asintió con una sonrisa triunfante, disfrutando del resultado de la apuesta. Mientras la multitud seguía celebrando, ella se permitió un momento de satisfacción, sabiendo que había logrado ganar esta batalla en su constante duelo con Pierre.
Días después, aquellos primeros días de junio aparecieron con el gran esperado calor que anticipa el verano y el Gran Premio de España. Y si bien aún faltaban un par de días para la carrera, el equipo ya estaba de nuevo en Europa y se encontraba haciendo movidas publicitarias por aquel país mientras otra parte trabajaba en las mejoras del monoplaza.
En esos momentos, a las afueras de una catedral antigua de Mallorca con el mediterráneo de fondo, se encontraban ambos pilotos siendo asesorados y maquillados por especialistas, vestidos con elegantes chalecos de Tommy Hilfiger, dispuestos a posar con Mercedes 300 SL para la revista GQ.
-Dependiendo de cómo salga la sesión hoy, le darán o no la portada a la escudería -comentó Margaret a su jefe, anotando unos detalles en su tableta electrónica.
-¿Cómo conseguiste que ambos posaran para esto? -preguntó curiosa Sophie, quien ya sabía sobre la delicada relación entre el español y el francés.
-Apostó con Pierre que Tsitsipas ganaba el ATP del otro día -rió Forden mientras lo comentaba, sin poder creer aquella movida de su directora de comunicación.
-La sesión iba a ser solo con Santiago si Pierre no aceptaba, pero me pareció mejor apostar la oportunidad para tener a ambos en la revista -explicó la rubia, ahora alzando la mirada con orgullo-. Ahora tenemos a las dos vivas imágenes de la escudería juntas, algo que apagará un poco los rumores del paddock.
Sophie se rió, asintiendo en señal de admiración.
Mientras la conversación continuaba, la tensión entre Santiago y Pierre, que había estado latente, empezó a manifestarse de manera más evidente mientras ambos posaban sobre el vehículo para las primeras fotografías.
-No sé cómo te las arreglas para ser tan insensible -murmuró Santiago, su voz cargada de irritación.
Pierre, sin dejar de posar y perder su aire desafiante, replicó con frialdad.
-Claro, porque tú siempre has sido el modelo de comportamiento impecable, ¿verdad? Deberías saber que no todos podemos vivir en tu mundo de mentiras y apariencias.
Margaret, con el corazón acelerado, se acercó rápidamente para mediar mientras el fotógrafo y el resto del personal miraban con atención aquella interacción. Sus nervios estaban a flor de piel mientras intentaba mantener el enfoque en el trabajo.
-¡Por favor, basta! -exclamó Margaret, su voz firme pero desesperada-. Este no es el lugar para resolver conflictos personales. Necesitamos que ambos se concentren en la sesión y representen a la escudería de la mejor manera posible.
-¡Esto es ridículo, Pierre! -exclamó Santiago, su voz firme y sin titubeos, ignorando por completo la presencia de Margaret-. No voy a seguir tolerando esto. Si tienes algo que decirme, dilo de una vez.
-No veo cómo podríamos hacerlo cuando has demostrado tan poco respeto.
-¡Dije que basta! -gritó ahora Margaret-. O hacen lo que les digo, o me aseguro que sea un infierno el resto del viaje para los dos...
La amenaza de Margaret, cargada de un tono implacable, provocó un momento de silencio tenso. Ambos pilotos se miraron, el enojo y la frustración en sus rostros, mientras el aire alrededor parecía cargarse aún más de tensión.
-Está bien, lo entendemos -murmuró Santiago, intentando calmar la situación aunque su voz seguía sonando cortante-. Haremos lo que sea necesario para cumplir con la sesión.
Pierre asintió con una mueca de desdén, pero también con una resignación forzada.
-Sí, sí. Haremos la maldita sesión...
Margaret, aunque satisfecha de que al menos habían llegado a un acuerdo temporal, sabía que la verdadera batalla estaba por venir. Con un suspiro de alivio y agotamiento, trató de recomponer el ambiente mientras los fotógrafos se preparaban para capturar las últimas tomas.
La sesión continuó con una atmósfera cargada de tensión, mientras Santiago y Pierre posaban con un semblante de profesionalidad que apenas ocultaba la animosidad subyacente. Margaret, observando el desarrollo de la sesión, comprendió que había logrado un pequeño triunfo, pero el conflicto entre los pilotos seguía siendo un desafío monumental que requeriría una resolución más profunda.
Con la mirada fija en los monitores, intentaba mantener la calma mientras revisaba las fotos y daba instrucciones a los modelos, la mente de la rubia estaba ocupada con la tarea de contener el conflicto entre los dos pilotos, sabiendo que cualquier error podría tener repercusiones graves para la escudería y su reputación.
En un breve descanso, mientras los fotógrafos ajustaban el equipo, Santiago se acercó a Margaret con una expresión dura, pero con una chispa de desesperación en sus ojos.
-Margaret, necesito hablar contigo -dijo Santiago en un tono bajo, pero cargado de urgencia.
Margaret lo miró, su expresión era una mezcla de preocupación y determinación.
-No tenemos mucho tiempo. ¿Qué pasa?
-Lo que está pasando es que Pierre sigue actuando como si yo fuera el enemigo -dijo Santiago, la frustración evidente en su voz-. Estoy cansado de que me ignore, de que no quiera hablar sobre lo que pasó.
Margaret lo observó con atención, sabiendo que Santiago estaba mostrando una faceta más vulnerable de lo que había demostrado antes.
-Lo sé... -respondió Margaret con calma-. Entiendo que te sientas frustrado, pero este no es el momento ni el lugar para discutirlo. Necesitamos que ambos se concentren en el trabajo aquí. Después de esto, podemos tratar de resolverlo, pero por ahora, tenemos que mantener la profesionalidad.
Montoya asintió, aunque su mirada reflejaba la desesperación por encontrar una solución. Volvió a su posición, preparándose para retomar la sesión. La atmósfera seguía cargada, pero Margaret se mantenía firme en su papel de mediadora.
Para el jueves a la mañana, ya todo la escudería estaba en el Circuit de Barcelona-Catalunya. Equipos de mecánicos, ingenieros y personal de apoyo se movían con una eficiencia meticulosa, ajustando los monoplazas y preparándose para la próxima carrera. El aroma a combustible y plástico quemado se mezclaba con el bullicio constante del circuito, creando una atmósfera palpable de anticipación.
La joven directora de comunicación, aún recuperándose del estrés de la sesión de fotos, estaba en el paddock supervisando los últimos detalles antes de las pruebas del día siguiente. La tensión entre Pierre y Santiago seguía latente, y ella había estado trabajando para gestionar la situación lo mejor posible en las creaciones de contenido. El enfrentamiento no se había resuelto completamente, pero el equipo estaba decidido a avanzar de igual forma.
-Excusez-moi, ¿sabes dónde está Pierre? -preguntó una dulce y suave voz a sus espaldas, haciendo que la rubia dejara unos segundos su computadora para ver quien le hablaba.
Al voltear, Margaret se cruzó con los ojos oscuros más tiernos que había visto nunca, provenientes de un pequeño niño de probablemente unos siete años con el cabello alborotado que le resultaba muy familiar.
-Debería estar en el simulador, ¿Por qué preguntas? -respondió la joven levantándose de su asiento e inclinándose hasta estar a la altura del niño.
Antes de que pudiera obtener una respuesta, una voz femenina, claramente alterada, rompió el ruido de fondo del paddock.
-¡Gabriel! Je t'ai dit de ne pas t'en aller -escuchó gritar a alguien la rubia para notar que había una mujer igual al niño acercándose.
Cuando Camille entró en la habitación, era imposible no notar su presencia. Tenía un aire enigmático que la envolvía, algo que no podrías definir con facilidad. Su cabello, oscuro como el de su hermano Pierre, caía en ondas suaves hasta la mitad de su espalda, enmarcando un rostro que parecía esculpido por la delicadeza del tiempo.
Fue imposible no reconocer a aquella mujer en cuanto Margaret la vió, no solo por el enorme parecido con su hermano, sino también porque la había visto en fotografías y entrevistas antes. Era la famosa Camille De Orleáns, otra de las nietas del gran piloto Pierre De Orleáns I.
-Disculpa a mi hijo, está en la edad donde le gusta escaparse de su madre y perderse en lugares que no conoce... -se disculpó exhausta la francesa a unos pasos de Margaret y le extendió la mano cuando se encontró frente a ella -Eres Margaret, ¿verdad?
-Así es. Y tú eres la hermana de Pierre, ¿no? -respondió Margaret, devolviéndole la sonrisa, intentando ocultar su nerviosismo. Camille asintió con un leve movimiento de cabeza.
-Te reconocí de las revistas, y me imagino que tú eres la causa de que mi hermano ahora grabe TikToks para sus fans todos los días... -comentó Camille, con una sonrisa traviesa en los labios, sus ojos brillando con un toque de complicidad.
Margaret rió ante la acusación, relajándose un poco más. Había oído hablar de Camille, pero no esperaba que fuera tan encantadora en persona a diferencia de su hermano.
-En mi defensa, no fue tan fácil convencerlo... -aseguró mientras juntaba sus cosas, dispuesta a atender a los inesperados invitados-. ¿Buscas a Pierre? Yo te llevo donde él.
Camille dudó un instante, evaluando la oferta, antes de asentir con una sonrisa agradecida.
-¿Segura? Puedo buscarlo por aquí, no hay problema.
-Insisto, será un placer acompañarte -respondió Margaret, decidida.
Margaret y Camille comenzaron a caminar juntas por el paddock, sorteando a los mecánicos que corrían de un lado a otro con piezas de motor y neumáticos. Margaret llevaba un paso rápido y decidido, pero se suavizaba ligeramente para que Camille y su pequeño hijo, Gabriel, pudieran seguirle el ritmo.
-Parece que tienes mucho trabajo con este pequeño explorador -comentó Margaret con una sonrisa, observando a Gabriel mientras el niño miraba alrededor con una curiosidad insaciable.
-Oh, ni te lo imaginas -respondió Camille con una risa suave-. Gabriel tiene más energía de la que puedo manejar a veces. Pero no puedo quejarme, es un encanto... excepto cuando decide desaparecer en medio de un circuito de Fórmula 1.
-Bueno, al menos tiene buen gusto para escoger lugares donde perderse -Margaret le guiñó un ojo a Gabriel, quien le devolvió la sonrisa con una tímida risa.
Camille la miró con agradecimiento. Había oído hablar de Margaret por redes sociales y otros miembros del equipo, pero encontrar a alguien tan amigable y accesible en un ambiente tan competitivo era refrescante.
-¿Cómo has conseguido que Pierre haga contenido para redes sociales? -preguntó Camille, con una mezcla de curiosidad y diversión-. Jamás pensé que mi hermano se prestaría a algo así.
Margaret se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.
-No fue fácil. Hubo mucho convencimiento, algunas negociaciones... y, bueno, un par de amenazas de por medio... -Margaret rio suavemente, haciendo que Camille se uniera a su risa.
-Eso suena muy a él. Siempre ha sido terco, desde que éramos niños. -Camille hizo una pausa, recordando algo-. Pero esto está haciendo que su imagen mejore muchísimo... Fue horrible leer lo que decían de él la temporada pasada...
Margaret asintió, sintiendo un poco más de empatía por Pierre a través de las palabras de su hermana.
-Sí, los comentarios pueden ser crueles -respondió Margaret con suavidad, recordando las semanas que pasó gestionando las redes de Pierre, tratando de desviar la atención de los titulares negativos. Había sido un desafío, pero también una oportunidad para mostrar un lado diferente del piloto-. Pero también creo que, con el tiempo, la gente se va a dar cuenta de quién es realmente. Y Pierre... bueno, él tiene mucho más que ofrecer que lo que se ve en las carreras.
Camille sonrió, sus ojos oscuros llenos de gratitud.
-Gracias por decir eso. Sé que Pierre no siempre es fácil de tratar, pero tiene un buen corazón. Solo que a veces, su orgullo se interpone.
Margaret asintió, entendiendo perfectamente. Había visto destellos de ese orgullo en las miradas que Pierre lanzaba a Santiago, y en la forma en que se cerraba cuando alguien mencionaba el incidente con Laura. Había mucho más detrás de su actitud reservada, y ella estaba comenzando a comprenderlo.
-Y tú, Margaret, ¿cómo es trabajar en un ambiente tan... intenso? -preguntó Camille, cambiando el tema ligeramente-. Debe ser difícil mantener la calma cuando todo el mundo está bajo presión.
Margaret se encogió de hombros, pensativa.
-Es emocionante. Cada día es diferente, y nunca sabes realmente qué esperar -miró a Camille, una sonrisa traviesa apareciendo en sus labios-. Por ejemplo, hoy no esperaba encontrarme con Gabriel explorando el paddock.
Camille rió, siguiendo la broma.
-Sí, él definitivamente trae su propia dosis de emoción -observó a su hijo, quien ahora estaba fascinado con una llanta de repuesto que había visto en el camino-. Pero, ¿tienes familia que te apoye en esto? Debe ser difícil estar lejos de casa tan seguido.
Margaret pensó por un momento antes de responder.
-Mi familia está en un pequeño pueblito al norte de Inglaterra, y yo vivo en Londres, así que estoy acostumbrada a verlos poco. No es fácil, pero me apoyan. Entienden que este trabajo es mi pasión, y eso lo hace más llevadero.
Llegando al simulador, donde la puerta estaba ligeramente entreabierta, desde adentro se escuchaban los sonidos familiares del motor y la voz de un ingeniero dando instrucciones. Margaret se acercó y llamó suavemente a la puerta.
-Pierre, tienes visita -anunció con una sonrisa la rubia.
Pierre, aún concentrado en el volante virtual, levantó la vista. Gabriel corrió hacia su tío, con los ojos brillando de emoción al verlo al volante, aunque fuera en un simulador.
-Mira, mamá, ¡es tío Pierre! -exclamó Gabriel, agitando una mano con entusiasmo.
El piloto, al ver a su sobrino, se quitó los auriculares y le dedicó una sonrisa cálida, su expresión dura suavizándose al instante.
-Gabriel, mon petit explorateur, ¿te has perdido otra vez? -bromeó Pierre, levantándose para abrazar a su sobrino.
La sonrisa de Pierre se desvaneció lentamente cuando levantó la vista y vio a su hermana mayor, Camille, de pie junto a Margaret. La tensión en el aire era palpable; no había visto a Camille desde navidad, y la última vez que lo hicieron, las cosas no terminaron bien en aquella cena familiar.
-Camille... -murmuró Pierre finalmente, su voz tensa y vacilante. Sus ojos recorrieron el rostro de su hermana, buscando alguna señal de por qué estaba allí, por qué había decidido aparecer de repente en el paddock.
Camille esbozó una leve sonrisa, aunque era evidente que también estaba nerviosa. Sabía que no sería fácil enfrentarse a Pierre después de tanto tiempo, especialmente considerando la forma en que se habían distanciado. Pero había algo importante que debía decirle, algo que no podía esperar.
-Hola, Pierre -dijo finalmente, su voz suave pero cargada de emoción contenida-. ¿No vas a abrazar a tu hermana mayor?
Pierre desvió la mirada, sintiendo que una oleada de emociones contradictorias se agitaba en su interior. Por un lado, estaba feliz de ver a su sobrino y a su hermana pero, por otro, sabía que si ellos estaban allí era por algo malo. Sin embargo, se acercó a su hermana mayor y la abrazo, disfrutando el contacto familiar.
-No es eso... simplemente no esperaba verte aquí, Camille -respondió con honestidad, finalmente encontrando el valor para mirarla a los ojos.
Camille asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. Miró a su alrededor, consciente de que Margaret estaba observando con discreción, y que Gabriel estaba allí, mirándolos con la inocencia de un niño que no entendía del todo la complejidad de las relaciones adultas.
-Oye, Gabriel. ¿Quieres probar el simulador mientras dejamos a tu mamá y tío hablar? -preguntó cómplice de la situación la rubia, sabiendo que era necesario que ambos hermanos tuvieran su momento de privacidad.
El niño, con muchísimo entusiasmo, corrió hasta el maniquí del monoplaza, haciendo que la rubia lo siguiera y se instalara con el pequeño en el regazo, ya que no llegaba a los pedales de abajo. Mientras el niño jugaba con el volante, la joven rezó de que Rex no se enterara que estaban jugando con el simulador de millones de dólares.
-Necesitamos hablar, Pierre. Y es importante -dijo Camille con un tono más serio, bajando la voz, aún agradecida por el detalle de la directora de comunicación.
-¿Qué pasó? -preguntó, su tono endureciéndose de nuevo, preparándose para lo que fuera que ella tenía que decir.
Camille tomó una profunda respiración, intentando reunir el coraje para lo que venía. No era fácil estar allí, y menos aún teniendo que ser la portadora de malas noticias.
-Papá y el abuelo están de camino. Vienen a verte correr aquí, en España -dijo finalmente, sus palabras saliendo con rapidez, como si quisiera deshacerse de ellas lo más pronto posible.
El impacto de sus palabras golpeó al piloto como un puñal. Su expresión se endureció, y por un momento, todo color pareció desvanecerse de su rostro. Un silencio pesado llenó el espacio, solo roto por el suave zumbido del simulador en el fondo.
-¿Qué? -Pierre apenas pudo pronunciar la palabra, su incredulidad era evidente. La sola mención de sus parientes trajo consigo un torrente de recuerdos dolorosos que había pasado años tratando de enterrar.
Camille asintió, comprendiendo el impacto que sus palabras tendrían en él. Ella misma había luchado con esa relación, con la carga de un pasado lleno de abuso y expectativas insostenibles.
-Lo sé, Pierre... Sé que no quieres verlos. Pero pensé que era mejor que lo supieras antes de que aparecieran de repente -dijo con suavidad, tratando de calmar a su hermano-. Y no vas a poder enfrentar esto solo, así que vine a apoyarte.
Pierre cerró los ojos, respirando profundamente mientras trataba de procesar la noticia. Todo el resentimiento que había acumulado hacia su padre y su abuelo comenzó a burbujear bajo la superficie, amenazando con desbordarse. La idea de verlos allí, en un espacio tan íntimo para él como el circuito, era casi insoportable.
-No deberían venir... -murmuró Pierre finalmente, sus ojos llenos de una mezcla de ira y miedo-. No tienen nada que hacer aquí.
Camille dio un paso más cerca, alcanzando su mano para tomar la de su hermano. Sabía lo difícil que era para él, pero también entendía que había llegado el momento de enfrentar ese dolor.
-Lo sé, Pierre. Pero no puedes seguir evitándolos para siempre -dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente-. Quizás... quizás sea una oportunidad para cerrar ese capítulo de una vez por todas.
Pierre se apartó bruscamente, soltando la mano de Camille. Sus ojos estaban llenos de una tormenta de emociones que luchaban por salir.
-¿Cerrar ese capítulo? -repitió, casi con un tono de burla-. Camille, tú sabes tan bien como yo lo que ellos hicieron. ¿Cómo puedes siquiera sugerir que hay algo que cerrar?
La mayor de los De Orleáns se mantuvo firme, aunque su rostro reflejaba la misma mezcla de dolor y determinación.
-Porque sé que, aunque te hayas alejado de ellos, no has dejado de cargar con ese peso -respondió ella con suavidad-. Y no quiero que sigas sufriendo, Pierre. Ninguno de nosotros debería hacerlo.
Margaret observaba de reojo, tratando de concentrarse en Gabriel, quien estaba completamente absorto en el simulador. Sabía que no era su lugar intervenir, pero sentía la urgencia de hacer algo para aliviar la tensión entre los hermanos.
-Pierre... -intentó Camille de nuevo, esta vez con más suavidad-. Sé que no es fácil. Sé que duele. Pero no estás solo. Estoy aquí contigo, y juntos podemos enfrentar esto. No tienes que hacerlo solo.
Pierre cerró los ojos de nuevo, inhalando profundamente. Sabía que Camille tenía razón, pero eso no hacía que fuera más fácil. Después de unos segundos de silencio, finalmente abrió los ojos, su mirada encontrándose con la de su hermana.
Mientras tanto, Gabriel reía felizmente mientras pilotaba el simulador, ajeno a la complejidad de las emociones de los adultos a su alrededor. Margaret, por su parte, no podía evitar sentirse conmovida por la situación. Había algo en la vulnerabilidad de Pierre que la hacía querer estar a su lado, apoyarlo de alguna manera.
-Vamos, Gabriel. Creo que es hora de dejar que tu mamá y tu tío sigan con su trabajo de adultos aburridos -dijo Margaret, sonriendo al niño, quien inmediatamente protestó, pero luego asintió, obedientemente.
Mientras Gabriel bajaba del simulador con la ayuda de Margaret, Pierre y Camille compartieron una mirada final, una que decía más de lo que las palabras podrían expresar. Sabían que lo que venía no sería fácil, pero por primera vez en mucho tiempo, había un atisbo de esperanza en el aire.
Margaret condujo a Camille y a Gabriel fuera del área del simulador, dándoles un poco de privacidad para que pudieran conversar un poco más lejos. Cuando finalmente se detuvieron, Margaret se giró hacia Camille, ofreciéndole una sonrisa de apoyo.
-Si necesitas algo, lo que sea, no dudes en pedírmelo -le dijo con sinceridad-. Sé que esto debe ser difícil para los dos.
Camille asintió, agradecida por la amabilidad de Margaret.
-Gracias, Margaret. Eres más amable de lo que imaginaba. Creo que Pierre tiene suerte de tenerte en su equipo -dijo, con una sonrisa que, aunque débil, era genuina.
Margaret sonrió de vuelta, sintiendo una calidez inesperada en el pecho.
-Nos vemos mañana... -se despidió al final, para dejar que los tres De Orleáns se retiraran del circuito.
POLE DE NORRIS AYER Y GANÓ LA CARRERA HOY ♥
No iba a actualizar, pero estoy de buen humor, así que acá estoy
Las cosas se van complicando wujuu y lo que se viene ahora weeee
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