𝟎𝟕 |

📍Suzuka, Japón

Cuando llegó al hotel, Margaret se dirigió a su habitación y se dio una ducha rápida con música de por medio, dejando que el agua caliente aliviara la tensión en sus músculos. Decidió que, aunque fuera una salida informal, debía verse bien y sentirse cómoda, por lo que escogió unas bermudas celestes y una camisa a rayas coral, la cual, al quedarle grande, hacía ver aquel conjunto como algo realmente casual. Se arregló el cabello, dejándolo suelto en suaves ondas, y se aplicó un maquillaje ligero, suficiente para darle un toque de frescura sin parecer demasiado formal.

Justo cuando terminaba de aplicar un poco de perfume, su móvil vibró con un mensaje.

El corazón de Margaret dio un pequeño brinco, más de anticipación que de nerviosismo. Se puso las zapatillas, se miró una última vez en el espejo y sonrió, sintiéndose lista para la noche.

En cuanto bajó al lobby del hotel, desde la elegante sala del edificio pudo notar un McLaren Senna estacionado en la entrada del lugar, con un relajado Philip apoyado contra la puerta del auto, chequeando su teléfono. Vestía un suéter casual y jeans, algo que llamó la atención de la rubia, ya que siempre lo había visto en uniforme. En cuanto el joven la notó, se enderezó y le dedicó una sonrisa amplia.

-Buenas noches, Margaret -la saludó Philip, guardando su teléfono en el bolsillo para acercarse con una expresión de aprobación en el rostro-. Me encanta el look. Muy... desenfadado.

La rubia río.

-Tú también te ves bien, aunque es raro verte sin el naranja del equipo -respondió ella, con un toque de broma en su tono. Philip rió, encogiéndose de hombros.

-Sí, supongo que estoy demasiado asociado a ese color.

El piloto no tardó en abrir la puerta del McLaren con un gesto galante, y Margaret se deslizó dentro del lujoso auto, sintiendo la suavidad de los asientos de cuero bajo sus dedos. Philip rodeó el auto rápidamente y se subió al asiento del conductor. Una vez dentro, el motor rugió al encenderlo, llenando el aire con el sonido grave y poderoso del vehículo.

-Bueno, creo que es la primera vez que me subo a un deportivo tan lujoso vistiendo bermudas y zapatillas. Espero que el auto no se sienta ofendido por mi falta de etiqueta -dijo, levantando una ceja con una sonrisa juguetona.

Philip soltó una carcajada, encantado por su sentido del humor.

-Creo que el McLaren está más que feliz de tener una pasajera tan estilosa, sin importar la vestimenta -respondió, con una sonrisa amplia-. Además, creo que le queda bien un toque de casualidad de vez en cuando. Hace que todo sea más divertido.

Mientras salían del hotel y se adentraban en las calles iluminadas de la ciudad, Margaret observó cómo las luces de Nagoya se reflejaban en las ventanas del auto. Philip, siempre atento, condujo con una mezcla de destreza y calma, lo que le permitió a Margaret relajarse y disfrutar del paisaje nocturno.

-Es mi primera vez en Japón -comentó despreocupada Margaret, aun disfrutando el paseo.

-¿Y qué lugares visitaste hasta ahora?

-Ninguno -contestó avergonzada-. Estuve en el circuito y en el hotel toda esta semana trabajando.

El piloto frunció el ceño.

-No puede ser Margaret, ahora tengo la obligación de ser tu guía turístico para el próximo año -bromeó el joven, provocando que la rubia ría.

El viaje continuó tranquilo, con una conversación casual entre ambos sobre lo que había sido la carrera de la semana pasada y lo que esperaban los próximos dos días. Sin embargo, pocos minutos después, un poco lejos del centro de la ciudad, aparcaron el auto en un barrio alejado de los rascacielos, con edificios más pequeños.

-Primera parada: el mejor restaurante de ramen del mundo -dijo Philip, saliendo del auto junto con Margaret.

El restaurante se erguía con un diseño tradicional japonés: una fachada de madera oscura y puertas corredizas de papel shoji. Al entrar, Margaret se encontró con un ambiente cálido y acogedor. Las paredes estaban adornadas con pinturas tradicionales y lámparas de papel que emitían una luz suave y cálida. El sonido sutil del agua fluyendo en una pequeña fuente interior añadía una sensación de tranquilidad al lugar.

Los dos se dirigieron hacia una mesa en el rincón, donde ya estaban esperando Cédric Laurent y Rodrigo Bustamante, ambos pilotos de Ferrari. Cédric, con su cabello castaño perfectamente arreglado, estaba en medio de una animada conversación con Rodrigo, que con su estilo tranquilo y su característica sonrisa, parecía estar disfrutando del ambiente relajado.

Philip saludó a los pilotos con un gesto amistoso.

-Chicos, les presento a Margaret: la directora de comunicación de Mercedes -dijo, presentando a su compañera-. Margaret, estos son Cédric y Rodrigo.

Margaret, con una sonrisa amable, se acercó a la mesa.

-Mucho gusto, Cédric, Rodrigo. He oído mucho sobre ustedes -dijo, estrechando sus manos en señal de saludo. Rodrigo, siempre encantador, se inclinó ligeramente en su asiento.

-El gusto es nuestro, Margaret. Santiago nos ha hablado muy bien de ti.

Cédric, con una sonrisa amplia, agregó:

-Sí, y hemos escuchado que estás detrás de toda la magia publicitaria de la escudería alemana, es un gusto.

Margaret se sonrojó levemente ante los cumplidos y se sentó al lado de Rodri, quedando frente a Philip y Cédric, sintiéndose bienvenida en el grupo.

-Esta es nuestra guarida secreta -comentó divertido el británico.

-Hace cuatro años que cuando corremos en Suzuka, venimos aquí el viernes por la noche -explicó con una sonrisa Cédric-. Y es lo mejor porque está alejado de la ciudad y las cámaras.

Rodrigo sonrió y miró a Margaret.

-Es el ambiente -dijo-. Aquí no somos pilotos. Es un lugar donde podemos ser simplemente nosotros. Además, el ramen es realmente increíble.

Cédric asintió, agregando:

-Y los postres. Tienen un flan de matcha que es para morirse. Pero también es la calma del lugar, es como un respiro antes del caos de la carrera.

Margaret asintió, apreciando el lugar aún más, para luego centrar su atención en los dos pilotos que solo había conocido hasta ese momento por sus nombres. Cédric tenía un cabello castaño que caía con un estilo pulido pero natural, y sus ojos claros reflejaban una mezcla de confianza y amabilidad. Su rostro tenía una estructura angular que resaltaba su atractivo discreto, y su forma de vestir, siempre impecable, combinaba sofisticación con un toque juvenil. Rodrigo, por su parte, presentaba un cabello negro ligeramente despeinado y rasgos faciales suaves que le daban una apariencia amigable. Sus ojos oscuros y expresivos, junto con una sonrisa genuina, transmitían una sensación de cercanía y tranquilidad. Su estilo era casual y cómodo, complementando su presencia relajada y accesible.

La conversación siguió casual, hasta que un mozo, vestido con un impecable kimono negro, se acercó a la mesa con una bandeja de madera oscura. Con una sonrisa serena, colocó con elegancia vasos de agua helada frente a cada uno, y luego entregó los menús, cada uno cuidadosamente encuadernado en cuero suave. Por poco la joven iba a pedir algo más para tomar, pero recordó que los pilotos no podían beber porque correrían mañana, así que no insistió con el asunto.

-Estas servilletas. Miren... -dijo Cédric, haciendo que todos lo notaran-. Tienen estos dibujos de gatos samuráis que son absolutamente ridículos pero encantadores. Me voy a llevar una para la colección...

-¿Coleccionas servilletas? -preguntó divertida Margaret, sin poder creerlo.

Cédric asintió sonriendo con orgullo, mientras Rodri colocaba una mano en su boca para no reír.

-Cada vez que vamos a un lugar nuevo, Cédric se asegura de llevarse una servilleta de recuerdo -comentó Rodri ya más tranquilo-. Tiene varias de cada país en el que hemos competido.

-Y luego se quejan de que yo soy el raro -intervino Philip, riendo sin vergüenza.

Margaret, tras un momento de contemplar su menú, levantó la vista hacia los pilotos.

-Bueno, chicos, ¿qué van a ordenar? -preguntó con una sonrisa curiosa.

Y sin perder un segundo, los muchachos respondieron al unísono:

-¡Tonkotsu ramen!

Margaret se sorprendió por la sincronía perfecta y dejó escapar una risa, bajando su menú.

-¿Es tan bueno como parece? -preguntó intrigada la rubia. Philip asintió con entusiasmo.

-Es el mejor platillo del lugar, sin duda. La sopa es rica, con un caldo que ha sido cocido durante horas, y el cerdo es tan tierno que se deshace en la boca.

-Los fideos son perfectos, justo en su punto -Rodrigo agregó, con una sonrisa aprobatoria-. No hay nada mejor después de un día largo.

Cédric, siempre el detallista, completó:

-Y te puedo asegurar que es el mejor platillo del lugar porque el año pasado ordenamos casi todos los tipos de ramen que había, y este seguía siendo el mejor.

Margaret se rió, divertida por el entusiasmo de los pilotos. Cuando el mozo regresó para tomar el pedido, todos ordenaron su ramen, y luego la conversación volvió a fluir con naturalidad.

-Las prácticas de hoy han sido bastante intensas, ¿no? -preguntó Cédric, mientras un rastro de cansancio se dibujaba en su rostro-. El clima ha estado un poco errático, el monoplaza tardó bastante en calentarse...

-Mañana hará frío, así que será peor -agregó Philip, tomando un trago de agua.

-Si llueve el domingo, la carrera será un desastre... -aseguró Rodri, echandose hacia atrás de su asiento.

La británica, que escuchaba con atención, no se contuvo a no preguntar sobre la situación.

-¿Cómo manejan todas estas variables? -preguntó Margaret, con una mezcla de interés y preocupación-. ¿Es solo cuestión de estar preparados o hay algo más que puedan hacer para adaptarse?

Cédric se encogió de hombros, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

-Es una combinación de preparación y flexibilidad. Hacemos un montón de simulaciones y ajustes, pero al final, tienes que estar listo para cualquier cosa. Y mantener la calma es clave.

-Y luego, claro, está el caos que sucede en pista -confesó Rodri-. Todos pueden tener el mejor plan, pero a veces, el clima o los otros pilotos tienen otros planes.

-Hablando de preparación y ajustes -interrumpió Philip, inclinándose a la mesa para hablar con un tono un poco más bajo-. Tengo que decir que mi ingeniero de carreras es un completo idiota a veces -comentó con un tono entre broma y frustración-. Hoy intentó ajustar la configuración del coche justo antes de la última sesión de prácticas. Todo estaba perfecto, pero él pensó que podría mejorar algo de último minuto y ¡terminé haciendo más fuerza de lo normal para poder doblar el auto!

Rodrigo soltó una risa, mientras levantaba su vaso de agua en un gesto de complicidad.

-¡Vaya, eso suena familiar! -dijo-. Mi ingeniero también tiene sus momentos. Recuerdo una vez que decidió hacer un cambio drástico en la suspensión justo antes de la carrera. ¡El coche parecía una montaña rusa!

Cédric asintió, con una sonrisa divertida.

-Ah, sí. Esos momentos son los que te hacen cuestionar tus decisiones de vida...

El mozo volvió con una bandeja que humeaba, llevando el ramen con una presentación impecable. Colocó los tazones frente a cada uno con cuidado, y el aroma del caldo caliente se esparció por la mesa, llenando el aire con una fragancia irresistible.

Margaret miró su tazón con admiración. El ramen estaba perfectamente servido, con fideos dorados sumergidos en un caldo espeso y rico, adornado con tiras de cerdo tiernas, huevo marinado y una generosa cantidad de cebolla verde y alga nori.

Tomó un sorbo del caldo y luego un bocado de los fideos y el cerdo. Sus ojos se iluminaron de inmediato.

-¡Es increíble! -dijo, con una expresión de pura felicidad-. Esto es, sin duda, lo mejor que he probado en mi vida.

Cédric y Rodrigo la observaron con una sonrisa satisfecha. Philip, satisfecho, levantó su tazón en un gesto triunfante.

-Margaret, me estaba preguntando -dijo con una sonrisa casual Rodri, con un interés sutil en su mirada-, he escuchado que hay un poco de tensión entre Santiago y Pierre últimamente. ¿Es verdad?

Margaret, atrapada por la pregunta, levantó una ceja pero mantuvo su compostura.

-Bueno, hay siempre historias y rumores en el paddock -respondió lo más tranquila que pudo.

-Entiendo... Es solo que antes siempre estaban juntos y salían con nosotros, y ahora no pueden ni verse -insistió el pelinegro, tratando de hacer de aquella conversación algo casual.

-Es verdad -dijo Cédric, frunciendo el ceño-. Osea, nos seguimos juntando con Santiago de vez en cuando, pero Pierre prácticamente ya no nos habla si el español está cerca.

Rodrigo asintió, dándole un toque de ligereza a la conversación.

-Sí, me imagino que debe ser complicado para todos. ¿Sabes si hay algo en particular que haya causado este cambio?

Margaret, sintiendo la presión de la pregunta, tomó un sorbo de su ramen para ganar tiempo antes de responder.

-Lo siento, chicos. No tengo permitido decir nada a gente que no es del equipo.

Philip, notando la incomodidad de Margaret, decidió intervenir para cambiar el tema y aliviar la tensión en la mesa.

-¡Chicos! -exclamó con entusiasmo-. Hablando de cosas que no tienen nada que ver con drama, ¿alguno de ustedes ha probado ese nuevo videojuego de carreras que salió hace poco?

La rubia se sintió agradecida con el piloto británico por haber cambiado de tema, haciéndose una nota mental de que debía agradecerle luego por aquello. Sin embargo, aunque la conversación había tomado un giro más ligero, no podía evitar reflexionar sobre lo que se había discutido: El conflicto entre Pierre y Santiago no solo estaba afectando al equipo, sino que ahora estaba empezando a escalar y a convertirse en un tema que interesaba a toda la parrilla, por lo que era cuestión de tiempo que los medios se pusieran pesados con el asunto.

Cuando la cena terminó, los pilotos estaban dispuestos a retirarse, considerando que tenían prácticas temprano por la mañana, lo cual la joven agradeció porque ya no tenía que fingir que su mente era un torbellino de ideas en esos momentos.

El coche de Philip se detuvo frente al elegante hotel donde Margaret se alojaba. La entrada del edificio estaba iluminada suavemente, y la recepción aún estaba abierta, con el personal ocupado en atender a los últimos huéspedes del día.

-Gracias por la cena, Philip. Realmente lo aprecio -dijo Margaret, con un tono sincero en su voz.

Philip asintió, devolviendo su sonrisa.

-No hay de qué, Margaret. Espero que tengas una buena noche de descanso. Nos vemos mañana en el paddock.

Ella asintió y salió del auto para caminar hacia la entrada del hotel. Philip se quedó allí, observándola mientras entraba en el vestíbulo, dudando de si la rubia británica la había pasado bien en la cena.

El sábado en el circuito de Suzuka se presentó con un clima frío y desalentador. El cielo estaba completamente cubierto por nubes pesadas, y la humedad en el aire hacía que el ambiente se sintiera aún más gélido. La pista estaba cubierta de una capa de neblina que se disipaba lentamente con el paso de los coches, y el suelo, aún mojado por la lluvia nocturna, estaba resbaladizo y lleno de charcos en diferentes zonas.

Los equipos estaban en pleno ajetreo, con mecánicos y técnicos corriendo de un lado a otro, ajustando los monoplazas para la sesión de clasificación. Los pilotos, enfundados en sus trajes de carreras y chaquetas gruesas, se preparaban para enfrentar las difíciles condiciones de la pista.

Por su lado, Margaret, con una bufanda gruesa y una chaqueta de abrigo, llegaba completamente tarde al circuito, ya que se había quedado dormida y su despertador no había sonado. Sin embargo, en cuanto tocó el suelo del paddock, aun cuando estaba con pasos acelerados para llegar al hospitality lo antes posible, unos periodistas la detuvieron en el lugar, al notarla y reconocerla.

-Margaret, unos segundos, por favor. ¿Responderías un par de preguntas?

En cuanto noto la cámara enfocándola, la rubia supo que no podía escapar de la situación porque la haría ver mal, por lo que frenó en seco y con su mejor sonrisa, dio unos pasos atrás.

-Claro, es un gusto.

-Gracias, Margaret -dijo el periodista de Sky Sport, ajustando el micrófono en su dirección-. ¿Cómo has estado? Sabemos que has estado trabajando arduamente para que todo salga perfecto estas últimas fechas.

-Si, por supuesto. Este debe ser el trabajo de mi vida... -respondió sincera la joven, mientras dirigía su mirada al periodista-. He trabajado para grandes marcas de lujo, con artistas increíbles también, pero mi sueño siempre fue ser parte del mundo deportivo, y estar hoy aquí, coordinando ciertos aspectos de una de las escuderías más legendarias en el mundo de las carreras es más que un honor.

-Eso es fascinante, Margaret -dijo el periodista, con un brillo de interés en sus ojos-. Sabemos que esta temporada está siendo desafiante para el equipo. En particular, se ha hablado mucho sobre el rendimiento de Pierre en comparación con el de Santiago y los sucesos del año pasado. ¿Qué puedes decirnos sobre cómo ha sido la competencia entre ellos y si ha habido algún problema en la dinámica del equipo debido a esto?

Margaret sintió un nudo formarse en su estómago. Sabía que esta pregunta era un trampolín hacia un tema sensible y complicado. Trató de mantener la compostura mientras se preparaba para la respuesta.

-Ambos pilotos, Pierre y Santiago, tienen estilos y fortalezas muy diferentes -comenzó Margaret, buscando mantener el equilibrio-. Pero les puedo asegurar que este año es muy diferente al pasado; Mercedes está dispuesto a no perder el campeonato de constructores por el rendimiento de uno de los pilotos, y esperamos, por supuesto, ganar el campeonato de pilotos también.

Saliendo del garaje, dispuesto a buscar a la directora de comunicación, Pierre caminó con su traje de piloto puesto por el paddock hasta que visualizo a la joven frente a las cámaras.

Por otro lado, la otra reportera no contenta con la respuesta, se adelantó con una pregunta aún más incisiva.

-Hemos escuchado rumores de que Pierre puede ser difícil de tratar en el entorno del equipo. ¿Cómo manejas las tensiones que puedan surgir y cómo afecta esto a la moral y al rendimiento general?

-Como en cualquier equipo de alto nivel, hay momentos de tensión y desafíos -dijo, intentando mantener un tono equilibrado-. Pierre es un piloto apasionado y comprometido, y eso puede llevar a situaciones de alta presión. Sin embargo, tanto él como Santiago, como todos en el equipo, están enfocados en el mismo objetivo: el éxito de la escudería. Mi papel es asegurarme de que todas las partes se comuniquen efectivamente y trabajen en armonía, independientemente de las diferencias. Ahora, si me disculpan, llego tarde al trabajo...

Sonrió encantadora la joven, no permitiendo que le hagan más preguntas y saliendo lo antes posible de allí. Cuando levantó la mirada, Pierre se encontraba a unos pasos, y este había escuchado lo dicho por la joven con mucha atención.

-Rex te está buscando -dijo el piloto, sin mucho más que comentar.

-Lo sé, lo siento. Llegué tarde...

Margaret se apresuró hacia el hospitality, con la sensación de haber dejado muchas cosas por decir y sin tiempo para enfrentarlas en ese momento. Pierre la siguió unos pasos detrás, y aunque intentaba actuar con normalidad, el peso de la conversación y la tensión en el aire eran evidentes.

Al llegar al hospitality, Margaret se encontró con Rex, quien la miró con una mezcla de preocupación y exasperación.

-Margaret, ya era hora. La presentación láser del W11 no está funcionando, ¿Puedes chequear eso? Hay invitados que aún no entraron a verla y tiene que estar perfecto para mañana.

-Sí, claro -respondió Margaret, tratando de concentrarse en el trabajo a pesar del malestar que aún sentía por la entrevista.

Margaret se apresuró hacia el hospitality, el reloj avanzaba implacable mientras el caos se desplegaba a su alrededor. El frío en Suzuka era intenso, y la pista mojada añadía una capa de desafío adicional a un día ya agitado. El ambiente en el hospitality estaba cargado de nerviosismo; la presentación láser que debía ser el centro de atención estaba fallando.

-¿Qué está pasando? -preguntó Margaret, notando el revuelo entre los técnicos y los problemas evidentes en la pantalla principal.

Uno de los técnicos se volvió hacia ella, visiblemente preocupado.

-El sistema de control está desincronizado. No podemos ajustar la proyección correctamente y no queda mucho tiempo.

Margaret sintió la presión crecer. La presentación era crucial para el evento de mañana, y cualquier fallo ahora podría ser costoso. Mientras trataba de pensar en una solución, un movimiento en el paddock captó su atención. Philip, con su característico traje de piloto y una actitud relajada, se acercaba.

-¡Hola, Margaret! -saludó Philip, notando el caos a su alrededor-. ¿Puedo ayudar en algo?

Margaret, aliviada de ver a alguien dispuesto a echar una mano, se acercó rápidamente a él.

-Hola, Philip. Estamos teniendo problemas serios con la presentación láser. El sistema está desincronizado y no tenemos mucho tiempo para solucionarlo.

Philip observó el problema con seriedad y se acercó al equipo técnico.

-Déjame ver qué puedo hacer -dijo con confianza.

Mientras Philip trabajaba en los controles, Margaret observaba con una mezcla de ansiedad y esperanza. Cada ajuste que Philip realizaba parecía traer un pequeño avance, y aunque la solución no llegaba de inmediato, la competencia y el enfoque del piloto ofrecían un respiro.

Después de unos momentos intensos, el sistema empezó a mostrar la proyección correcta. La pantalla volvió a la normalidad, y el alivio se notó en el rostro de los técnicos y de Margaret.

-¡Eso es! -exclamó uno de los técnicos-. La presentación está funcionando perfectamente ahora.

Margaret se volvió hacia Philip, su expresión reflejando gratitud.

-No sé cómo agradecerte, Philip. Esto habría sido un desastre sin tu ayuda.

Philip sonrió, aliviado de ver que el problema se había resuelto.

-Solo toqué un cable rojo, no fue nada. No le digas al director de mi equipo que ayudé en esto -bromeó el joven.

Margaret se rió suavemente, aliviada por el éxito en resolver el problema de la presentación. Con un gesto de agradecimiento, le ofreció a Philip una sonrisa cálida.

-No te preocupes, eso queda entre nosotros -dijo Margaret, aún sonriendo-. Si te interesa, te puedo mostrar el espectáculo de láser y explicarte un poco sobre la presentación.

Sin esperar la invitación, Philip asintió con la cabeza, mientras la joven lo guiaba hasta una sala a oscuras del lugar, la cual no tardó en iluminarse de repente y empezar a proyectar con pequeños láseres un modelo de monoplaza antiguo de la escudería.

-Wow... -exclamó el piloto, caminando lentamente por el lugar para ver mejor aquella proyección 3D del móvil-. ¿Cómo lograste traer esto al hospitality?

-¿Sabías que el W11 fue uno de los monoplazas más exitosos de la historia de Mercedes? -comentó Margaret, cambiando de tema mientras caminaba detrás de él-. Fue el coche que consolidó la supremacía del equipo en la F1, aunque ahora está algo desactualizado.

-Tal vez un poco -dijo Philip, con una sonrisa juguetona-. Aunque el W11 sigue teniendo un aire de grandeza, como si aún tuviera un par de trucos bajo la manga.

-Es simplemente una obra de arte... -terminó por decir la rubia, parándose a un costado para admirar la proyección-. Cada línea y cada curva representa grandeza.

Philip la vió discretamente desde un costado, admirando su look despampanante con el uniforme de su escudería, mientras Margaret apreciaba con orgullo su trabajo; y no podía evitar sentirse cautivado por la elegancia con la que la rubia manejaba su trabajo.

Philip se inclinó ligeramente hacia ella, sus ojos fijos en los de Margaret mientras hablaba. La cercanía hacía que la conversación se cargara de una energía palpable. Su voz era suave y envolvente.

-Definitivamente tiene un aire de grandeza -respondió Philip-. Aunque tengo que decir que la verdadera grandeza aquí es cómo lo has presentado. Parece que el W11 ha vuelto a la vida gracias a ti.

-Gracias, Philip. Es todo un desafío traer esta tecnología a la vida, pero ver la reacción de los invitados mañana hará que todo valga la pena.

Philip se acercó un paso más, su mirada fija en Margaret. Había algo en la forma en que ella hablaba, la pasión en su voz, que le resultaba irresistiblemente atractiva.

-Te veo realmente emocionada -dijo Philip, con un tono que apenas ocultaba su interés-. Es fascinante ver cómo te iluminas al hablar de esto. ¿Siempre has sido tan apasionada por tu trabajo?

Margaret lo miró, sintiendo el peso de su mirada más de cerca. Su sonrisa se volvió más cálida, mientras el ambiente entre ellos parecía volverse más íntimo.

-Siempre he creído que la pasión es clave en cualquier trabajo, especialmente en algo tan dinámico como esto.

Justo cuando la conversación se volvía más personal, Pierre apareció en el umbral de la sala. Su mirada se posó en Philip y luego en Margaret, notando la cercanía y la mirada cargada de Philip. La incomodidad se hizo evidente en su rostro, un fruncimiento de ceño apenas perceptible mientras se aclaraba la garganta.

-Margaret, necesitamos revisar la lista de invitados para la fiesta de España -dijo Pierre, su tono denotando una mezcla de urgencia y tensión.

Margaret se giró hacia él, su sonrisa profesional volviendo a su rostro, pero con un matiz de pesar por interrumpir el momento.

-Claro, Pierre. Voy contigo en un minuto.

Philip aprovechó la oportunidad para lanzar una última línea antes de que la conversación se despidiera.

-Nos vemos pronto, Margaret. Espero que la próxima vez no haya problemas con los láseres -dijo con un tono juguetón y una sonrisa que prometía más.

Margaret le dedicó una mirada cálida y una sonrisa que se mantenía en sus labios mientras se dirigía hacia Pierre. Philip observó cómo se alejaba, su expresión una mezcla de interés y satisfacción, mientras Pierre lo miraba con una curiosidad evidente, notando la chispa en los ojos del piloto y la inquietante cercanía entre ellos.

El domingo de la carrera comenzó con una lluvia torrencial que azotaba Suzuka con una intensidad incesante. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, y el sonido constante de las gotas golpeando el asfalto creaba una atmósfera de melancolía y presión. La pista, convertida en un campo resbaladizo, reflejaba las luces de los garajes y los focos del circuito, creando un espectáculo de brillos en medio de la tormenta.

Por un lado, Margaret se movía con rapidez entre el hospitality y el área de boxes, tratando de protegerse del aguacero con una chaqueta impermeable que no parecía ofrecer mucha defensa contra el diluvio. El agua se escurría por su cabello y resbalaba por su rostro, pero el frío no era suficiente para desalentarla; la carrera demandaban su atención.

Mientras tanto, los pilotos se preparaban para el evento, y el ambiente estaba cargado de tensión y expectativas. Los garajes bullían de actividad, con los mecánicos ajustando y revisando los autos, y los ingenieros ultimando los detalles para garantizar que todo estuviera en orden. La lluvia, sin embargo, estaba provocando preocupaciones adicionales sobre la tracción y el rendimiento en la pista.

-Pierre, pregunta Rex cómo estás con los preparativos... -preguntó Margaret, intentando mantener un tono profesional y distante.

Pierre levantó la vista, su mirada era fría, como era habitual. Su respuesta fue breve y cortante.

-Todo en orden. Solo estoy preocupado por cómo afectará la pista. No quiero repetir lo de la última vez.

Margaret asintió, notando la tensión en su voz. Intentó ser comprensiva, aunque el ambiente entre ellos era claramente tenso.

-Sí, el jefe quiere que sepas que el auto está preparado para este clima. Todo debería salir bien.

De repente, un estruendoso trueno resonó a lo lejos, haciendo que la estructura del garaje temblara ligeramente. Margaret y Pierre intercambiaron una mirada rápida, conscientes de que la tormenta no iba a calmarse pronto.

-Será un milagro si no hay un safety car hoy...

-Dicen que los que se pierden en las curvas de Suzuka, encuentran el camino a la grandeza... -mencionó segura la rubia, antes de alejarse para buscar a Ligaya y terminar los preparativos de la fiesta en la próximo gran premio.

Pierre observó cómo Margaret se alejaba, su figura desapareciendo entre las sombras del garaje. La frase que había soltado parecía más un enigma que un consejo, y él no pudo evitar sonreír ante la aparente trivialidad de sus palabras.

La carrera comenzó con el rugido de los motores y el zumbido de las multitudes. La lluvia caía con fuerza sobre el asfalto, convirtiendo el circuito de Suzuka en un laberinto resbaladizo y traicionero. Los autos deslizaban y derrapaban, haciendo que cada vuelta fuera una prueba de habilidad y resistencia.

Pierre, con su mirada concentrada y una determinación feroz, se lanzó a la pista. La tormenta no hizo más que avivar su pasión, y cada curva se convertía en una oportunidad para demostrar su valía. El primer sector fue un caos absoluto, con varios autos perdiendo el control y el safety car haciendo su aparición para limpiar la pista.

A medida que avanzaba la carrera, el piloto francés luchaba por mantenerse en la delantera. La visibilidad era mínima, y la lluvia hacía que cada maniobra fuera un acto de precisión. La tensión en el aire era palpable, con el rugido de los motores y el estruendo de los truenos marcando el ritmo de la competencia.

En la última vuelta, Pierre estaba en una intensa batalla por la primera posición contra Rodrigo Bustamante. Los segundos parecían eternos mientras maniobraba por la última curva, el auto deslizando peligrosamente sobre el asfalto mojado. Cada metro era un desafío, cada movimiento un riesgo calculado. Recordó la frase que Margaret le había dicho antes de la carrera, y en aquel momento, las palabras le habían parecido una excentricidad más de Margaret, algo para distraerlo o aliviar la tensión. Pero ahora, en medio del caos de la tormenta, esas palabras resonaban en su mente con una claridad casi premonitoria.

Pierre sintió cómo las gotas de sudor se mezclaban con la lluvia en su casco, mientras los neumáticos apenas mantenían el agarre en la pista. A su lado, Bustamante se mantenía firme, su auto empujando contra el suyo, buscando cualquier ventaja. Pierre sabía que un movimiento en falso, una fracción de segundo de indecisión, y la carrera estaría perdida. Pero algo dentro de él, una calma extraña y profunda, se apoderó de su ser.

Finalmente, cruzó la línea de meta en primer lugar, con una sonrisa triunfante en el rostro y el corazón acelerado por la adrenalina. Había ganado, pero más allá de la victoria, era la sensación de que había algo más, algo inexplicable que lo había guiado a través de la tormenta.

Con la victoria asegurada, Pierre se dejó llevar por un momento de reflexión. Mientras el podio se preparaba y el equipo celebraba, sus pensamientos volvieron a las palabras de Margaret. ¿Acaso había algo de verdad en esa absurda frase? ¿Era posible que esas palabras, que al principio parecían simples juegos, escondieran un significado más profundo?

Sin ser consciente de ello, miró hacia el garaje donde Margaret se encontraba trabajando, con una mezcla de admiración y curiosidad en sus ojos. Quizás no era solo una coincidencia que esas palabras le hubieran resonado en un momento tan crucial. Tal vez, pensó, había algo en la forma en que Margaret veía el mundo, algo que él apenas empezaba a comprender.

La tormenta no solo había probado su habilidad, sino también su capacidad para encontrar la grandeza en los momentos más inesperados. Y, mientras observaba a Margaret a la distancia, se dio cuenta de que, tal vez, esas frases extrañas eran más que simples palabras. Quizás, de algún modo incomprensible, le traían suerte.

🏎️💨

Lo que se viene, lo que se viene...

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