𝗘𝗹 𝗯𝘂𝗵𝗼

Decidimos separarnos para buscar a Iván tras haber escuchado el disparo, así que Marcos y yo fuimos por un lado mientras que el resto fue por otro. Estuvimos caminando hasta que divisamos a Iván por el pasillo, cubierto de sangre.

Muy confusos, fuimos hasta él, quién nos miraba completamente aterrorizado.

—Iván, ¿qué ha pasado? —le pregunté preocupada, pero él no respondió, simplemente se me quedó mirando completamente pálido.

—Tío, y ¿y esta sangre? ¿Qué has hecho, Iván? —le preguntó Marcos de la misma manera.

—Está muerto. Lo he matado —murmuró Iván por lo bajo y ambos nos quedamos más que sorprendidos.

Iván no paraba de repetir que lo había matado, pero no a quién. De repente, escuchamos una puerta abrirse y cerrarse, así que, sin pensarlo, empujé a Iván al baño de chicos mientras Marcos recogía la escopeta, la cual Iván había tirado nada más vernos.

—¿A quién has matado? —le preguntó Marcos una vez la puerta estaba cerrada—. ¿A quién has matado, joder?

DESPUÉS DE LAS VACACIONES

Tras dos largas horas en el coche, por fin llegamos al internado. Iván se bajó del vehículo antes que yo, lo que aproveché para girarme hacia mi hermano.

—Gracias —le agradecí antes de darle un beso en la mejilla.

Los últimos días, Izan había estado de lo más raro, casi distante, cosa que no comprendí.

—Para eso estamos —respondió antes de salir del coche.

Fruncí el ceño ligeramente antes de salir. Nada más hacerlo, Iván me extendió mi maleta, la cual agarré con una sonrisa.

—Más te vale cuidar bien de mi hermana —le advirtió mi hermano señalándolo con un dedo.

—Tranquilo, estará en buenas manos —le aseguró Iván rodeándome los hombros con un brazo, haciendo sonreír a Izan—. Oye, voy a buscar a estos, te dejo despedirte de tu hermano.

—Vale —le respondí con una sonrisa antes de verlo alejarse de nosotros.

Izan me miró con una sonrisa burlona antes de darme un pequeño golpe en el brazo, lo que me hizo negar con la cabeza.

—Ya veo que vas a estar bien cuidada —me aseguró, haciéndome rodar los ojos.

—No empieces —le advertí seria—. Iván y yo somos amigos y punto. Además, él está en esta relación rara con Carol. Que no, que ni de coña.

—Lo que tú digas —respondió con una sonrisa antes de abrazarme y levantarme del suelo.

Unos segundos después, volvió a dejarme en el suelo y, tras separarnos, me quedé mirándole con pena.

—Te voy a echar de menos —le dejé saber, y él sonrió de manera nostálgica.

—Y yo a ti —me aseguró antes de darme un beso en la mejilla—. Te quiero.

—Yo más —respondí antes de agarrar mi maleta y alejarme de él.

Me acerqué a Iván, quien miraba como Carol abrazaba a Marcos, y le di un pequeño apretón en el brazo. En cuanto Carol se apartó de Marcos, ambos se miraron unos segundos de más antes de que la latina se alejase de él.

Con la mirada de todos encima, Iván se acercó a Marcos. Ambos se miraron durante unos segundos antes de que Iván dejase caer su bolsa y abrazase a Marcos.

Estuvieron así durante unos segundos y, en cuanto se abrazaron, fui yo quien abrazó a Marcos.

—¿Cómo estás? —le pregunté con una sonrisa antes de separarme de él.

—Todo ha estado tranquilo por aquí —me informó con una sonrisa antes de notar la mano de Iván agarrar la mía mientras miraba el edificio.

—¿Has vuelto a bajar a los pasadizos? —le preguntó Carol.

—Pues no, os estaba esperando —nos avisó él—. En eso habíamos quedado, ¿no? En bajar todos juntos.

—Claro —respondió Iván.

—Venga, vamos —dijo Vicky antes de empezar a caminar hacia el internado.

Iván, Marcos y yo nos quedamos un poco atrás para poder hablar tranquilamente.

—Oye, ¿tú qué tal? —le preguntó Marcos al primero.

—Bueno, Andrea no me ha dejado ni pensar en lo que pasó con todas las vueltas que dimos por Madrid —le informó, haciendo sonreír a Marcos.

—Me alegro.

24 DE DICIEMBRE

Ambos estábamos mirando a Iván esperando una respuesta, al escuchar a alguien acercándose a los baños, empujamos a Iván a las duchas para esconderlo.

Marcos me miró entrando en pánico mientras pensaba en una manera de librarnos de aquello.

—¿Qué hacemos? —me susurró, así que, sin darle más vueltas, coloqué mis manos en su cuello y junté nuestros labios.

Marcos pareció sorprendido por la acción, pero no tardó en colocar una de sus manos en mi mejilla y corresponderme el beso.

La puerta se abrió unos segundos después, así que Marcos y yo nos separamos, fingiendo estar avergonzados por haber sido pillados.

—Chicos, ¿habéis oído eso? —nos preguntó Héctor, así que Marcos y yo nos miramos con el ceño fruncido, fingiendo confusión.

—¿El qué? —le preguntó él.

—No sé, ha sonado como un disparo. ¿No lo habéis oído?

—No, no hemos oído nada, Héctor —le respondí antes de que él me señalase la puerta.

—Lo siento —me disculpé con la cabeza agachada.

Salí de allí y Héctor no tardó en alejarse, así que, en cuanto lo perdí de vista, volví a entrar en el baño, viendo a Iván quitarse la ropa.

—¿A quién has matado? —le preguntó Marcos mientras yo le quitaba de las manos la ropa llena de sangre que tenía Iván.

—Había un tío apuntando a María con una pistola —respondió, haciendo que mi corazón se detuviera durante unos segundos—. Iba a dispararla, chicos. La iba a matar —dijo entre lágrimas mientras intentaba quitarse la ropa llena de sangre—. Os juro que yo no quería.

—¿Quién era? ¿Quién era ese tío? —le pregunté mientras Marcos iba a por el uniforme de repuesto de Iván, que tenía en la taquilla.

—No sé quién era, joder. No sé quién era —me respondió muy alterado—. Intenté taparle la herida. Intenté, pero no... No... Estaba muerto ya —balbuceó y, al verlo tan alterado, le agarré las mejillas e hice que me mirara.

—Iván, ya está. No pasa nada. Ya no hay nada que podamos hacer —le dije antes de que Marcos llegase a nuestro lado y le tendiera la camiseta a Iván.

Él se la puso rápidamente antes de mirarnos asustado, casi aterrado.

—Chicos. No se lo podéis decir a nadie —nos pidió con los ojos llenos de lágrimas.

—No vamos a decírselo a nadie —le aseguró Marcos.

—Por favor, por favor —nos rogó él y me acerqué a él.

—Iván, te juro que no vamos a decírselo a nadie —le prometí.

—Será nuestro secreto —le dejó saber Marcos.

Iván no tardó en abrazarme mientras sollozaba, así que, Marcos agarró la escopeta, que estaba envuelta en una toalla, antes de girarse hacia mí.

—Andrea, ayúdale a que se limpie la sangre. Voy a deshacerme de la escopeta —me informó, y me limité a asentir con la cabeza.

Tras unos segundos, me separé de Iván y tiré de sus manos antes de acercarlo al lavabo. Él seguía en shock y apenas se movía, así que me eché jabón en las manos y empecé a frotarlas con las suyas.

Tardó un poco, pero, al final, la sangre empezó a limpiarse de sus manos. En cuanto terminé con ellas, le limpié la cara mientras él seguía mirándome asustado.

—Iván, mírame. Nadie sabrá esto nunca, ¿vale? Tienes que tranquilizarte —le pedí antes de que volviera a abrazarme.

—Gracias, Andrea —susurró antes de volver a sollozar entre mis brazos.

DESPUÉS DE LAS VACACIONES

La alumna que le dijo a Mateo que Iván había robado su examen entró en el internado y, nada más hacerlo, se acercó a Héctor.

—Mirad como sonríe ese capullo —dijo Roque con asco mientras los seis los mirábamos.

—Todavía no me puedo creer que Héctor sea el asesino —admití mirándolo con desprecio.

—No sé qué más pruebas quieres —me dijo Marcos.

—Igual mató a Cayetano —especuló Iván mirando a Héctor con rabia—. Y la chivata ésta, haciéndole la pelota —anunció justo antes de que ella empezase a subir las escaleras—. ¿Qué, currándote el aprobado con el chapas?

—¿Perdona? —le preguntó ella ofendida.

—¿Desde cuándo sois tan amiguitos?

—No somos amiguitos —le aclaró ella—. Pero si mi chófer no le llega a poner las cadenas a su coche el día antes de Navidad, pues igual lo hubieses pasado un poquito mal —explicó Julia, haciendo que los seis nos mirásemos confusos entre nosotros.

—¿Cuándo fue eso? —le pregunté.

—El día de la nevada, así como a las cinco —respondió.

—No puede ser —masculló Marcos—. A esa hora...

—“Tempus fugit” dense prisa con esa traducción. Les quedan cinco minutos —nos avisó Camilo.

—Está claro que Héctor no fue el Papá Noel que te atacó en los pasadizos —le informó Carol a Marcos.

—Vale, vale, pero da igual. Yo sigo sin fiarme un pelo de él —nos dejó saber Marcos antes de volver a la traducción.

—¿Por qué? —le preguntó Roque confuso.

—Mi hermana y yo no estamos en este internado por casualidad, ¿eh? Eso lo primero. Lo segundo, no entiendo porque él es nuestro tutor legal si no conocía de nada a mi familia. Mirad, hacedme caso, Héctor esconde algo —nos aseguró Marcos.

—Mira, por lo menos él no fue el que te dio la pedrada en la cabeza —le recordó Vicky.

—Pero es que, aún así, hay algo que no cuadra. Porque, si tu madre es Irene Espí, entonces es una de las huérfanas —le dijo Roque.

—Muy bien, Einstein. Veo que has tardado en llegar, pero al final lo has pillado —le dijo Iván a modo de burla, así que le di una suave patada por debajo de la mesa.

—Que no, que eso no puede ser. Que si mi madre hubiese sido adoptada, yo lo sabría —le aseguró Marcos.

—O igual no, Marcos —le contradecí—. Yo no sabía que mi tía era una de las huérfanas.

—La gente antes, se avergonzaba de esas cosas —le avisó Carol.

—No, por lo menos en mi familia no.

—¿Por qué no? —le preguntó Iván.

—Pues porque no, porque conozco a mi familia, y punto.

—Pero, ¿qué vas a conocer, Marcos? No sabías que tu madre se llamaba Irene, ni que era adoptada... —le recordó Roque—. No sabes lo que significa el tatuaje. Tu familia es un chocho, tío.

—Eh, córtate —le pidió Marcos.

—Una cosa es que puedan trabajar juntos, y otra muy distinta que no dejen de parlotear —nos llamó la atención Camilo, así que nos quedamos en silencio unos segundos hasta que apartó la mirada de nosotros.

—¿Tu madre nunca te dijo lo que significaba ese tatuaje? —le preguntó Carol.

—Pues yo que sé, Carol. Nunca se lo pregunté. ¿Como iba a saber que era importante? Era un dibujo, sin más, un dibujo. Es que no entiendo porque hay una puerta en los pasadizos con ese símbolo, tío —dijo Marcos frustrado—. Joder, es para volverse loco.

—¿Y tu tía? ¿Jamás te habló de él? —me preguntó Iván.

—Mi tía jamás habló de temas personales con mi familia. Para ella, todo era trabajo —les expliqué.

—Bueno, pues tenemos que descubrir lo que hay detrás de esa puerta —nos dijo Carol.

—Pues habrá que bajar. ¿No nos estabas esperando para eso? —le preguntó Iván y él asintió con la cabeza en respuesta—. Pues ya está —dio por finalizada la conversación justo antes de que sonase la campana que marcaba el final de clase.

Iván le dio un beso a Carol antes de irse, cosa que pude ver que molestó a Marcos, así que Vicky y yo nos pusimos a su lado.

—Aún duele, ¿eh? —le preguntó Vicky.

—Dímelo tú —le dijo de vuelta, y Vicky asintió con la cabeza, cosa que me hizo sentir bastante culpable.

Yo había besado a Iván más de una vez, y ni siquiera me gustaba.

—Ya, pero yo no tengo nada que hacer —le aseguró Vicky.

—Claro, y yo sí —dijo Marcos de manera sarcástica.

—Venga, Marcos, por favor. Tú sabes que, si realmente quisieras, ella ya estaría contigo —le recordé.

—¿Y vosotras que sabéis? —nos preguntó levantándose de la silla.

—No, nosotras nada. Solo somos sus mejores amigas —le dijo Vicky, haciendo sonreír a Marcos.

Vicky se marchó, así que me quedé en clase para aprovechar y hablar con Marcos a solas.

—¿Esto es por lo de Navidad? —me preguntó al ver que me quedaba a su lado.

—Solo quiero saber si las cosas van a ser incómodas entre nosotros —le dejé saber.

—No te preocupes. Sé que me besaste para salvar a Iván —me aseguró poniendo su mano en mi hombro.

—Me alegro. No sabes lo loca que se suele volver la gente por un beso —revelé, haciéndole reír.

Antes de marcharme, le di un beso en la mejilla, lo que hizo sonreír a Marcos mientras me alejaba de él.

Esa misma tarde, después de que Mateo y Amelia salieran de la biblioteca, los seis entramos en los pasadizos para investigar más sobre esa puerta.

Encendimos las antorchas una vez dentro y empezamos a caminar hacia la puerta, pero, de repente, nos cruzamos con un problema.

Había dos caminos.

—¿Y ahora, por dónde? —nos preguntó Iván.

—Por aquí —respondió Marcos antes de empezar a caminar por el camino izquierdo.

—¿Seguro? —le preguntó Iván algo desconfiado.

—Sí —le aseguró Marcos, así que todos empezamos a seguirlo.

—Ey, un momento, un momento —pidió Carol deteniéndose—. Que ya hemos pasado por aquí antes.

—Aquí es donde me he enganchado el jersey —nos informó Roque cogiendo el trozo de tela que se le había roto de la prenda de ropa.

—¿Lo habéis oído? —nos preguntó Vicky repentinamente asustada.

—Tranquila, Vicky, tranquila. Que es el viento —le dejó saber Iván.

—A mí esto no me gusta —dijo Vicky asustada—. Venga, vámonos, chicos.

—Bueno, vosotros hacer lo que queráis —expuso Marcos antes de empezar a caminar de nuevo—. Pero yo de aquí no salgo hasta que no encuentre esa puerta —nos avisó, así que Iván y yo nos miramos unos segundos antes de empezar a caminar detrás de él.

—Venga, vamos —dijo Iván al resto antes de empezar a caminar hacia el otro lado.

—Ey chicos, miren —nos llamó Carol señalando la jaula donde estuvieron los cadáveres de los niños y el de Alfonso—. Bueno, por lo menos ya sabemos cómo orientarnos.

—¿Habéis visto eso? —nos preguntó Vicky asustada.

—Meteros aquí, va, va, va —nos ordenó Marcos antes de que nos escondiéramos detrás de una de las paredes.

—¿Hay algo? —preguntó Iván en un susurro y Marcos negó con la cabeza.

—Joder, Vicky, ya te vale —se quejó Roque molesto—. Al final, vas a terminar asustándonos.

—Chicos, mirad —llamó Vicky nuestra atención, así que la seguimos hasta llegar a una puerta.

—¿Qué? —le preguntó Carol a Marcos al ver que él fruncía el ceño.

—Esta no es —anunció Marcos.

—¿Estás seguro? —le pregunté dubitativa.

—Sí, sí.

—Bueno, pues ya que estamos aquí, vamos a ver qué coño hay ahí dentro —comentó Iván pero, de repente, se escuchó un golpe muy fuerte por el eco que había allí abajo.

De lo más confusos, todos empezamos a mirar a nuestro alrededor sin saber de dónde había venido aquel ruido.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Carol preocupada.

—No teníamos que haber venido —se quejó Vicky cabreada por no haberla escuchado.

—Habrá sido la corriente de aire, Vicky —volvió a decirle Iván cómo excusa, empezando una discusión entre ambos.

—Un momento, miren la cerradura —llamó Carol nuestra atención, deteniendo así la discusión.

—Tiene la misma forma que la llave que tenía Alfonso —anuncié tras mirar bien la cerradura.

—Sí, sí, sí, sí, la zeta esa rara —me dio la razón Vicky.

—Si Alfonso guardaba esa llave, es porque aquí hay algo importante —dedujo Marcos.

—Bueno, tranquilos. Tenemos que coger la llave y volver a bajar —nos recordó Iván antes de empezar el camino de vuelta al internado.

Iván y Marcos se quedaron atrás unos segundos y pude escucharlos hablar, pero no pude entender lo que decían. En cuanto los dos volvieron a juntarse con nosotros, Marcos agarró mi mano, haciendo que le dedicase una pequeña sonrisa antes de devolver mi atención al camino, el cual parecía un laberinto.

No tardamos demasiado en encontrar la salida y, gracias a Dios, no había nadie en la biblioteca, así que pudimos salir sin problemas.

Esa misma noche, fui a la habitación de los chicos para hablar con Iván y saber cómo estaba, pero, cuando llegué, él no estaba en la habitación. Según Roque, estaba en el baño, así que lo esperé en la puerta mientras jugaba con la parte baja de mi pijama.

Honestamente, me alegraba mucho de haber mejorado mi amistad con Iván, ya que era el único del grupo con el que me había costado entablar una amistad.

Marcos llegó unos segundos después y corroboró la historia de Roque antes de avisarme de que Iván había ido a hablar con María.

Éste no tardó más de unos minutos en aparecer con los ojos rojos y llenos de lágrimas.

—¿Qué te ha dicho, tío? —le preguntó Marcos mientras nos acercábamos a él.

Iván nos miró dolido y, tras unos segundos se dejó caer contra la pared antes de agacharse hacia el suelo con las manos en la casa.

—Iván, vas a poder con esto —le aseguré agarrando sus manos.

—¿Y si no puedo? —me preguntó dolido, lo que me rompió por dentro.

Ninguno sabía muy bien qué decir en esa circunstancia, así que, tras unos segundos en silencio, Iván suspiró y se levantó del suelo, así que imitamos su acción.

—Gracias, chicos, por todo —nos agradeció él limpiándose las lágrimas de la cara.

Marcos asintió con la cabeza, pero yo no me conformé con eso, así que lo abracé. Iván me rodeó la cintura con sus brazos antes de apoyar su cabeza en mi hombro y suspirar.

Marcos se alejó de nosotros con la excusa de ir a darle un beso de buenas noches a su hermana, así que Iván y yo nos quedamos a solas en el pasillo mientras le acariciaba la espalda intentando tranquilizarlo.

—Sé que vas a poder con esto, Iván —le susurré antes de sentir su agarre apretándose un poco a mi alrededor.

—Gracias, Andrea —me susurró antes de separarse de mí—. Eres una buena amiga —agregó antes de darme un beso en la mejilla.

—Buenas noches, Iván.

—Buenas noches.

Iván entró en la habitación y, al girarme para volver a la mía, me encontré con Carol de frente, quién me miraba con el ceño fruncido.

—¿De qué hablabais? —me preguntó y me aclaré la garganta.

—De nada —le respondí repentinamente nerviosa, no sé muy bien por qué.

—¿Y a que ha venido lo de “eres una buena amiga”? —me preguntó sin creerme mientras se acercaba a mí.

—Por haberle dejado pasar las vacaciones con mi familia, nada más —le informé, pero, al ver su cara de “no te creo”, supe que tenía que ver con lo que había pasado entre nosotros el día que mi madre fue ingresada—. Carol, si estás preocupada porque Iván y yo tengamos algo, te prometo que no es así. Cometí ese error una vez, no volveré a cometerlo —le aseguré y, tras unos segundos, asintió con la cabeza.

—Vale, gracias —me dijo con una sonrisa.

Me acerqué a ella y le di un corto abrazo antes de empezar a caminar hacia la habitación. En cuanto estuve lo suficientemente alejada de ella, solté un suspiro aliviada.

Cada vez era más complicado ser amiga de Iván y de Carol a la vez.

No tardé en quedarme dormida y, cuando me sonó la alarma a las seis, solté un pequeño gruñido.

Vicky se acercó a mí y me sacudió ligeramente antes de empezar a ponerse el uniforme, acción que Carol y yo imitamos.

Bajamos a la biblioteca, donde nos encontramos con los chicos y, una vez estuvimos todos, entramos en los pasadizos.

Estuvimos algo perdidos hasta que encontramos la jaula, así que, una vez encontrada, supimos llegar hasta la puerta.

Marcos metió la llave en la cerradura antes de girarla, dejándonos abrir la puerta. Al ver que no había nadie en la sala, entramos y, lo que vimos dentro nos dejó flipados.

Estaba llena de jaulas.

—¿Qué es todo esto? —preguntó Vicky asustada.

—Son jaulas —le respondió Roque.

—Son jaulas para animales —le corrigió Iván alumbrándolas con la antorcha.

En ese momento, recordé la historia del titiritero y abrí los ojos aterrada y sorprendida.

—No. Son jaulas para niños —les informé.

—¿Cómo que de niños? —me preguntó Marcos confuso.

—Como en la leyenda que contó el titiritero —les recordé—. ¿No os acordáis?

—Pero a ver, que eso era un cuento —comentó Roque—. Se supone que era mentira.

—Y las luciérnagas —me apoyó Vicky—. El camino de luces que siguió Cayetano. Lo vimos en el bosque, Roque. ¿No te acuerdas?

—A lo mejor, Cayetano estuvo aquí... Antes de morir —apuntó Iván y, honestamente, a él no era al único al que se le había pasado esa idea por la cabeza.

—A mí esto me da muy mal rollo. Vámonos —nos pidió, así que nos dispusimos a seguirla hacia la salida, pero nos detuvimos en cuanto, Marcos encontró algo.

—Esperad —nos pidió agachándose a coger algo del suelo—. ¿Y esto? —nos preguntó confuso enseñándonos una mochila.

La abrió con cautela, y de ella sacó lo que parecía un cuadro o un boceto.

—¿Qué coño hace un cuadro aquí? —les pregunté confusa.

Tras uno segundos, Marcos metió el cuadro en la mochila y se la colgó al hombro. Todos empezamos a caminar hacia la salida, pero, a mitad de camino, Iván agarró mi mano.

No pasó desapercibida para mí la mirada que Carol le echó a nuestras manos unidas, así que, por respeto a nuestra amistad y a ella, solté mi mano de la de Iván, pero, antes de que pudiera alejarla, él volvió a agarrarla.

Me miró y, tras unos segundos, sonrió, gesto que le devolví. Seguimos caminando, pero una cosa era clara. Nos habíamos perdido.

—Hay que buscar la otra puerta —decretó Marcos.

—Esto es un lío, tío —espetó Iván.

Entendía su enfado, llevábamos un buen rato caminando y todos estábamos exhaustos.

—A ver, chavales. Vamos a tener que separarnos, ¿vale? —insistió Iván.

—Pero, ¿que dices, Iván? —le preguntó Roque asustado.

—Es lo mejor —le aseguró él y Roque no tardó en negar con la cabeza.

—¡Qué no, qué no! —seguía insistiendo Roque—. A ver, que tenemos que seguir todos juntos.

—¡Qué no! Qué Iván tiene razón —le apoyó Carol—. Si nos separamos, tenemos más posibilidades.

—Bueno, venga, vale. Pero, ¿cómo nos dividimos? —preguntó Roque.

—A ver, tú y yo podemos ir con Iván —le informé—. Y Carol y Vicky con Marcos.

—Si pasa algo, pegáis un grito y vamos en vuestra ayuda —le aseguró Iván a Marcos, dejando a Carol sorprendida, ya que no había hecho ninguna queja sobre los equipos, más concretamente sobre el hecho de que Marcos y Carol fueran a estar juntos.

—Okay —respondió Marcos, antes de mirarme—. No dejes que haga ninguna tontería —me pidió.

—No prometo nada —le dije antes de que ambos grupos se dividieran.

Caminamos durante alrededor de veinte minutos antes de que me diese cuenta de que estábamos dando vueltas en círculos como idiotas.

—Mirad, estamos pisando nuestras huellas —les avisé.

—Tiene razón, estamos dando vueltas todo el rato —me apoyó Roque mientras Iván suspiraba cansado.

—Esto es un puñetero laberinto, colega —gruñó Iván mientras avanzaba por otro de los caminos.

—¡Chicos! —los llamé mirando la puerta.

—Esta es la puerta que decía Marcos —expresó Iván mirando el símbolo en la cerradura.

Éste se acercó a la puerta y empezó a empujarla con fuerza, o lo hizo hasta que empezó a sonar una alarma.

—¿Qué es eso? —les pregunté preocupada.

—Nada bueno, seguro —respondió Iván tan asustado como el resto.

—Pero, ¿lo hemos hecho nosotros? —nos preguntó Roque aterrado.

—Y yo que sé —respondió Iván frustrado antes de que empezáramos a correr.

Mientras lo hacíamos, nos encontramos con el resto, así que corrimos todos juntos hasta la entrada de la chimenea.

Al llegar, salimos apresurados y con la respiración agitada.

Todos se dirigieron a las escaleras, pero yo me detuve en seco al ver por el rabillo del ojo algo extraño.

Me giré y me quedé paralizada al ver a Cayetano frente a mí, mirándome tan serio que sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

—Otra vez no, por favor —susurré aterrada mientras miraba a mi amigo.

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