¿𝗖𝗼𝗻 𝗾𝘂𝗲́ 𝘀𝘂𝗲𝗻̃𝗮𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗲𝗰𝗲𝘀?

Héctor y Elsa salieron del comedor rápidamente, así que Vicky y yo les seguimos sin siquiera pensarlo.

—Héctor, ¿qué ha pasado? —le pregunté no del todo segura.

—Andrea, ahora no, volver a la cena. Cuando sepa algo, os lo diré —nos dijo él, pero ambas negamos con la cabeza.

—De los mayores, faltan Marcos, Carolina, Roque, Cayetano e Iván —dijo Pedro llegando junto a nosotros.

—De los pequeños falta Paula —añadió Amelia llegando junto a él.

Antes de que pudiéramos decir algo, un guardia civil entró al internado.

—Héctor de la Vega, por favor, acompáñenos a identificar el cadáver —le pidió el agente y Héctor nos miró a nosotras.

—Héctor, ¿eres consciente que los que faltan son nuestros amigos? ¡No nos puedes dejar aquí, uno de ellos ha muerto! —le dije histérica, perdiendo los nervios.

Héctor me miró unos segundos antes de asentir con la cabeza y salir corriendo hacia el bosque junto a Elsa, María, Fermín y Vicky.

Cuando llegamos, vi a Marcos y a Carol allí, así que corrí hacia ellos y abracé con fuerza a Carol, quién me devolvió el gesto.

—¿Qué ha pasado? —nos Marcos preguntó a Vicky y a mí preocupado.

—Han encontrado el cadáver de uno de nosotros —le dijo Vicky asustada.

—¿Qué? —preguntó Carol sin dar crédito a lo que oía y asentí mientras mirábamos el cadáver que estaba a lo lejos, el cual estaba tapado con una manta.

—Pero, ¿qué pasa? —preguntó Roque llegando a nuestro lado.

—Si tú estás aquí, ahí abajo solo puede estar Cayetano o Iván —dije antes de ver a Paula detrás de un árbol—. Marcos —lo llamé antes de señalar a Paula.

Marcos salió corriendo a abrazarla mientras todos esperábamos aterrados para ver el cadáver. Destaparon el cadáver para meterlo en una bolsa negra y vimos a Cayetano sin vida frente a nosotros.

Carol se giró hacia mí y me abrazó mientras ambas llorábamos por la muerte de nuestro amigo. Vicky y Roque se unieron al abrazo y los cuatro lloramos desconsoladamente, sin poder creer que Cayetano estuviera muerto.

Lo único que pasaba por mi cabeza en ese momento era que habían matado a uno de los nuestros. A nuestro amigo y dolía, dolía demasiado.

Nos lo advirtieron, y nosotros seguimos investigando. Cayetano estaba muerto por nuestra culpa. Y todos lo sabíamos.

*15 días después*

—Han llegado los resultados de la autopsia de Cayetano —nos dijo Héctor y los 5 lo miramos impacientes—. Causa de la muerte, fallo multifuncional por sobredosis de éxtasis y alcohol —leyó y todos nos miramos confusos—. ¿Desde cuándo os drogais? —nos preguntó Héctor, y todos le miramos confusos.

—Nosotros no nos drogamos —le dijo Roque con los ojos llenos de lágrimas.

—¿No? —nos preguntó casi enfadado y todos negamos con la cabeza—. Entonces, era él solo el que se emborrachaba y se ponía ciego a éxtasis, ¿no? Vosotros no sabíais nada —nos acusó.

—Si es que solo tomamos unas cervezas —le dijo Roque aguantando las lágrimas.

—Solo unas cervezas, claro. Chicos, sé que estáis en la edad de pensar que sois inmortales, que nos os puede pasar nada malo, pero, dejarme que os diga una cosa, Cayetano está muerto —dijo y una lágrima resbaló por mi mejilla mientras todo el dolor de aquella noche volvía de golpe—. No va a volver, así que se acabaron los juegos. Quiero la verdad. ¡Quiero la verdad! Porque no me entra en la cabeza que un niño de 16 años, decida hincharse a pastillas y a alcohol hasta reventar. ¿Por qué? Un niño sin problemas, con toda la vida por delante. ¿Por qué? —nos gritó frustrado.

—Cayetano sí que tenía problemas, sus padres se acababan de separarse y él no estaba bien —le dijo Vicky con los ojos cristalizados.

—Yo tampoco sabía que estaba tan mal. Ni que se metiera pastillas, ni nada —añadió Roque mientras varias lágrimas caían de sus ojos.

Él era quien peor lo estaba llevando del grupo, ya que Cayetano era su mejor amigo desde la infancia.

—Supongo que tampoco sabréis dónde está Iván —dijo y todos nos miramos entre nosotros preocupados y con los ojos llenos de lágrimas—. Todos fuera —dijo al ver que no íbamos a contestar y, sin decir una palabra más, todos salimos de allí.

Como cada mañana, me fui a mi habitación para llorar la muerte de Cayetano.

No podía creer que estuviera muerto. Qué no hubiéramos sabido que estaba tan mal. Pero me dolía aún más no saber si Iván estaba bien o si había acabado igual que Caye.

Marcos abrió la puerta de la habitación, así que intenté limpiarme cualquier rastro de lágrimas que tuviera en la cara, pero era tarde, ya se había dado cuenta de que estaba llorando.

—Ey, Andrea —me llamó apenado mientras se arrodillaba frente a mí.

—No puedo parar de pensar en Iván. ¿Y si le han hecho algo? ¿Y si ha acabado igual que Cayetano? —le pregunté con la voz rota y Marcos me limpió una lágrima que empezó a resbalar por mi mejilla.

—Escúchame, si le pasara algo a Iván, no sería culpa nuestra, él decidió marcharse, ¿vale? —me dijo firme mientras agarraba mis manos. Yo me limité a asentir antes de apoyar mi cabeza sobre su hombro, pero eso no hizo que la culpa que sentía disminuyera.

Andrea García, acuda inmediatamente al despacho del directordijo Elsa por megafonía.

Miré a Marcos extrañada antes de levantarme de la cama y bajar al despacho de Héctor mientras me secaba las lágrimas con las mangas del jersey.

Cuando abrí la puerta del despacho, vi a Noiret y a Elsa sentados allí, lo que me hizo fruncir el ceño.

—Hola, Andrea —me dijo él con una pequeña sonrisa.

—Hola —le saludé antes de centrar mi mirada en Elsa.

—Andrea, el señor Noiret quería hablar contigo sobre Iván —me dijo ella y asentí con la cabeza algo confusa mientras me sentaba en una de las sillas.

—Iván me dijo que os habíais hecho amigos, y me preguntaba si tú sabías dónde podría estar —me dijo, haciendo que frunciera el ceño de manera exagerada.

¿Iván había dicho que éramos amigos? Ver para creer.

—No, lo último que supe de él era que estaba buscando a Carolina —les dije encogiendo los hombros.

—¿Estás segura de que no te dijo nada? —me preguntó el señor Noiret y yo asentí con la cabeza.

—Sí, estoy segura. ¿Me avisará si lo encuentran, por favor? —le pedí y él sonrió de manera cálida mientras asentía con la cabeza.

—Por supuesto —me aseguró antes de que yo saliera del despacho, con un sabor agridulce en la boca.

Unas horas después, los padres de Cayetano vinieron al internado a por las cosas de Cayetano, lo que nos hizo volver a llorar a todos.

Marcos se les acercó y les dio el balón de Cayetano, objeto que los padres miraron con con nostalgia antes de cerrar la maleta con las pertenencias de su hijo.

Todos bajamos con ellos hasta la entrada con los ojos llenos de lágrimas. Héctor se acercó a ellos con los ojos rojos por haber estado llorando y abrazó a la madre de Cayetano.

Las lágrimas cayeron por las mejillas de todos nosotros y Marcos me abrazó antes de que los padres de Cayetano salieran por la puerta con la atenta mirada de todos encima.

—Chicos, venga, aquí no hay nada más que ver —anunció Elsa queriendo que nos fuéramos de allí.

Todos llorábamos, éramos incapaces de movernos, todo aquello era demasiado, éramos solo unos críos. Unos críos que se habían metido donde no debían, pero teníamos que seguir luchando, teníamos que seguir por Cayetano.

Carol, Vicky y yo estábamos frente a la puerta de la habitación, ya que iban a registrarlas en busca de drogas por lo sucedido con Caye. Elsa y Pedro empezaron a tirarlo todo, haciendo que Carol y yo miráramos a Elsa molestas.

—Pero bueno, ¿a qué viene esto? —preguntó Carol indignada.

—Viene a que en este colegio ha muerto un compañero tuyo por consumo de drogas. A eso viene —le respondió Elsa antes de empezar a mirar en la cómoda de al lado de mi cama.

Estaba a punto de abrir la caja que tenía con las cosas de mi hermano y mi padre, así que se la quité de las manos, llamando la atención de los adultos.

—Registra lo que quieras, pero esta caja, ni mirarla —le advertí, haciendo que las chicas me miraran confusas.

—Dámela ahora mismo —me ordenó, pero la miré con burla.

—¿O qué? ¿Me vas a expulsar, Elsa? Adelante —le dije, así que, sin esperar más, me arrancó la caja de las manos.

Cuando la abrió, sacó una bolsa con pastillas dentro y me miró con aire de superioridad.

No me lo podía creer.

Eso no era mío.

—Por eso no querías que la viera, ¿no? —me preguntó antes de devolverme la caja mientras yo la miraba en shock.

Elsa empezó a mirar entre las cosas de Carol antes de sacar otra bolsa con pastillas de la ropa de Carol y Pedro una igual del cajón de Vicky.

Las tres nos miramos igual de sorprendidas sin saber qué hacer o decir..

—Eso no es nuestro —nos excusó Carol, pero ninguno lo creyó.

—Ya —dijo Elsa sin creernos.

Una vez los profesores se había marchado, las tres fuimos a la habitación de los chicos, donde también habían encontrado las dichosas pastillas.

—Esto es una encerrona —nos informó Marcos furioso—. Mandaron a un cartero falso para interceptar las fotos de los crímenes y han puesto drogas en nuestros armarios para tapar el asesinato de Cayetano.

—Y de paso echarnos del colegio y quitarnos del medio —añadió Carol molesta.

—Bueno, pues que nos echen. Mejor será eso a que nos maten, que es lo que nos va a pasar como nos quedemos aquí —dijo Roque, notoriamente asustado.

—¿Y por qué no le contamos todo a Héctor de una vez? —nos preguntó Vicky, haciendo que todos negáramos con la cabeza.

—Ya lo hiciste, y no creyó nada. ¿O no te acuerdas? —le pregunté, haciendo que agachara la cabeza.

Ella sabía que tenía razón. Héctor no iba a creernos, al menos, no después de haber encontrado esas bolsas en nuestras habitaciones.

—No nos creyó o se hizo el loco. ¿Qué pasa si es él el que nos ha puesto las pastillas en el armario? —nos preguntó Roque, y todos le miramos, sabiendo que esa podía ser una posibilidad.

—Yo me quiero ir de aquí —nos dijo Vicky muy asustada.

—Igual Iván sí que ha conseguido escaparse —nos dijo Roque esperanzado.

—¿Y por qué no ha llamado? —le preguntó Vicky asustada—. ¿Y si le han pillado como a Caye? ¿Y si está muerto? —preguntó Vicky con los ojos llenos de lágrimas.

—No digas eso —le pidió Carol—. La guardia civil lleva buscándolo más de 15 días y no han encontrado nada.

—No, por todos lados no —le dije, llamando la atención del grupo—. A lo mejor Iván vio algo que no debía ver, lo han matado y se lo han llevado a los pasadizos.

—Como hicieron con Alfonso —me apoyó Roque—, o con los huérfanos.

—Tenemos que volver a bajar a los pasadizos y comprobarlo —nos dijo Carol.

—Esta noche mejor que mañana —now dijo Marcos y todos asentimos con la cabeza.

Tal y como habíamos acordado, las chicas y yo bajamos a la biblioteca esa noche, pero no había ni rastro de los chicos.

¿De verdad decidían llegar tarde en un momento como ese?

—Pero, bueno, ¿dónde se han metido? Ya deberían estar aquí —murmuró Vicky frustrada—. ¿Y si se han dormido?

—No lo sé —susurramos Carol y yo a la vez mirando a nuestro alrededor.

—Yo sé que no he pegado ojo en la última semana. Solo de pensar en que Iván puede estar ahí abajo y que cualquiera de nosotros podría acabar igual... —les informé preocupada.

—La última vez que le vi, parecía muy nervioso —nos informó Vicky—. Te estaba buscando —dijo mirando a Carol.

—Estabas con Marcos, ¿no? —le pregunté y estuvo unos segundos en silencio antes de asentir con la cabeza.

Roque llegó al momento, pero venía solo, lo que nos hizo fruncir el ceño a las tres.

—¿Y Marcos? —le preguntó Carol.

—Y yo que sé. Cuando me he despertado ya no estaba —nos dijo y todos maldijimos por lo bajo.

—Joder —exclamó Vicky y, segundos más tarde, lo vimos pasar por el pasillo junto a Héctor.

Nos escondimos para que no nos vieran en la biblioteca y los vimos entrar en el despacho de Héctor.

Marcos nos hizo un gesto para que bajáramos justo antes de entrar, así que, sin dudarlo, así lo hicimos.

Con ayuda de una silla, Roque abrió la puerta de la chimenea y entramos rápidamente a los pasadizos. Roque puso un palo en medio para que la puerta no se cerrara del todo y se giró hacia nosotras.

—Os juro que como vea algo raro, salgo por patas —nos aseguró.

—Voy a por la antorcha —nos informó Carol antes de adelantarse a por ella.

No encontramos nada en los pasadizos, literalmente, nada. No encontramos ninguno de los cadáveres, se los habían llevado. Eso sí, encontramos otra salida. Una salida al bosque.

Entramos a clase justo a tiempo y Marcos nos miró preocupado.

—¿Qué? ¿Habéis descubierto algo? —nos preguntó en voz baja.

—Iván no estaba allí —le informé y suspiró aliviado.

—Menos mal.

—Ni él, ni nada —añadió Carol—. Desparecieron los cadáveres, se llevaron todas las pruebas.

—Señores, buenos días —nos saludó Camilo entrando a clase, así que tuvimos que callarnos.

Camilo le devolvió el móvil a un alumno y después le devolvió el suyo a Carol, solo que no era de Carol. Era de Cayetano.

—El móvil de Cayetano —nos informó ella en un susurro.

El resto de la clase, todos estuvimos atentos al reloj para salir corriendo a la habitación en cuanto fuera la hora y, cuando llegó, todos corrimos hasta llegar a la habitación de los chicos.

—Esto es lo único que tenemos de él —dijo Vicky apenada una vez ya en la habitación—. Ojalá haya fotos suyas. ¿Os podéis creer que no tengo ni una sola foto de Cayetano?

—Aquí tengo un cargador —nos dijo Roque acercándose a nosotros—. A lo mejor sirve —dijo justo antes de que la puerta se abriera, dejando ver a Iván.

Todos lo miramos cómo si fuera un espejismo antes de que casi corriera a abrazarlo.

En cuanto lo tuve entre mis brazos, me sentí aliviada, como si me hubieran quitado un peso de encima.

Carol y Vicky se unieron al abrazo y las tres lo abrazamos con fuerza, aunque él no nos devolvió el gesto.

—¿Dónde estabas? —le preguntó Carol más que preocupada.

—¿Qué te ha pasado? —le pregunté yo esa vez.

Él dejó su mochila en el suelo y miró la cama de Cayetano con pena y los ojos llenos de lágrimas.

—Le han matado, tío —le dijo Roque con la voz rota.

—Ya —le respondió él con los ojos cristalizados.

—Pensábamos que tú también estabas muerto —le dije y éste miró a Marcos cabreado.

—Me alegro de que estés bien —le dijo él.

Después de explicarle a Iván todo lo que había ocurrido en su ausencia, todos volvimos a centrar la atención en el teléfono de Caye.

—Prueba 1603 —le dijo Roque a Vicky mientras intentábamos adivinar la contraseña del teléfono de Cayetano.

Vicky metió la combinación y el teléfono se desbloqueó, haciéndonos sonreír aliviados.

—Hemos encendido el móvil de Caye —les informé a Carol y a Iván, quienes estaban sentados en la cama del segundo.

Ambos se acercaron y nos quedamos mirando el teléfono con nostalgia.

—Espera, qué casualidad. 1603 es la fecha de mi cumpleaños —dijo Vicky y todos la miramos cómo si fuera obvio—. No lo sabía —dijo entristecida mientras agachaba la cabeza.

El teléfono sonó, dando a entender que alguien había mandado un mensaje, así que todos nos quedamos mirando la pantalla, bloqueados.

—Eso es un mensaje —nos dijo Iván.

—Sí —le respondió Vicky.

—Ábrelo —le ordenó Carol.

—Ay, no. Es como invadir su privacidad —dijo Vicky, así que le quité el móvil de las manos y abrí el mensaje.

—Es un mensaje tuyo —le dije a Carol.

—¿Le enviaste un mensaje? —le preguntó Iván.

—No sé, ¿de que fecha es? —me preguntó antes de coger el móvil. Carol frunció el ceño antes de levantar la mirada hacia nosotros

—Carol, ¿qué pasa? —le pregunté preocupada.

—Es de la noche en que murió, pero él tenía mi móvil, así que yo no fui —nos informó.

—¿Y qué pasa si es un mensaje de los tíos que lo mataron? —nos preguntó Roque preocupado.

—Ábrelo —le ordené, pero ella negó con la cabeza.

—Dame, coño —le dijo Iván de mala gana, quitándole el teléfono.

Él abrió el mensaje y vimos que era un vídeo de Cayetano, así que todos se acercaron para verlo.

Chicos, no os vais a creer lo que estoy viendo.

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