── 010
❝ FLAME ❞
AEMOND TARGARYEN ✗ FEM! oc
warnings! nsfw +18 | oral (m receiving) | humillacion | dirty talk
AEMOND TE ESTAMPO CONTRA LA PARED EN CUANTO ENTRASTE A SU DORMITORIO. Te cogió de las muñecas y las sujetó por encima de tu cabeza, dándote apenas un segundo para parpadear antes de que sus labios estuvieran sobre los tuyos. Te derretiste en su abrazo y dejaste que te besara lentamente mientras sus manos se deslizaban por tu falda. Sus dedos dejaron un rastro ardiente en tu piel a su paso.
No era la primera vez que pensabas que Aemond era una hoguera desatendida y tú el bosque que él encendía.
Rompiste el beso para respirar, apretando la frente contra la suya.
──── Te he echado de menos, mi amor ──── susurró contra tu boca.
──── Me has visto hoy temprano ──── bromeaste, retrocediendo para poner unos centímetros de espacio entre ustedes.
──── Hay una versión de ti que pertenece a todos los demás y una versión que me pertenece a mí ──── pasó sus dedos por un lado de tu cara y te miró con una cálida sonrisa ──── La versión romántica, de ojos brillantes y dulce de ti... esa es toda mía. Una vida entera no sería suficiente ────
──── Quizá deberías advertir a los bardos de que pretendes robarles sus puestos ────
──── Imagino que no tendrían que temer si tuvieran una musa la mitad de cautivadora ────
Pusiste los ojos en blanco para ocultar lo incomoda que te sentían sus palabras.
──── Te lo juro, Aemond. No habría guerras si tú fueras el rey ────
La expresión de Aemond se volvió cuidadosamente neutral. Se apartó de ti, enseguida extrañando tu calor mientras sentó en el escritorio del lado opuesto de la habitación y cruzaba sus brazos.
──── Sabes por qué no soy y nunca seré rey ────
Seguiste a Aemond hasta donde estaba y rodeaste su cuello con los brazos; el principe te acercó más, enterrando la nariz en tu cuello mientras tu jugabas con los largos mechones plateados de su pelo.
──── No tienes que hablarlo si no quieres, Aemond. Pero creo que te sentirás mejor si lo haces ────
Se apartó y te miró a los ojos durante lo que pareció una eternidad antes de responder, su voz manteniendose serena y baja, como un susurro.
──── Siento que mi futuro estaba escrito para mí desde el día en que nací ────
──── ¿Pero no quieres ese futuro? ────
──── No me gustan todos sus aspectos ──── concedió. ──── Hay cosas que me gustaría poder cambiar ────
──── ¿Por qué no quieres esas cosas? ──── preguntaste, poniendo un poco de distancia entre sus cuerpos mientras te aferrabas a sus hombros; sus callosas y calidas manos nunca dejaron tu cintura, al contrario, su agarre solo incremento.
──── Ya te lo he dicho, T/N ────
──── Tu lealtad a Aegon me confunde. Sabes que sería un rey terrible, sus propios hijos luchan por sobrevivir en el Lecho de Pulgas, de todos los lugares. ¡Es vergonzoso! ────
──── Estoy de acuerdo, pero es lo que quiere mi madre. Además, ¿qué quieres que haga? ¿Matarlo? ────
──── Antes de que nos mate a todos, sí ────
Tarareó en voz baja como respuesta y se inclinó para besarte. Sabías que sólo intentaba evitar la conversación, fingir que no te había oído sugerir la traición, pero decidiste dejarlo pasar. Ya tenías muy poco tiempo con él y no querías pasarlo buscando pelea.
Tomando los faldones de tu vestido, subiste torpemente a su regazo y soltaste una risita cuando tuvo que sujetarte por la cintura para mantenerte firme cuando casi caes hacia atras. Te miró con una sonrisa divertida y levantó una ceja, mirandote inquisitivamente.
──── ¿Qué haces? ────
──── Nada ──── respondiste mientras movías tus caderas a propósito sobre su entrepierna y jugueteabas con el colgante en forma de estrella de siete puntas que llevaba al cuello.
──── Parece que planeas algo ──── cerró su unico ojo con fuerza mientras un gruñido salia de sus labios.
Te moviste hacia atrás, arrancándole otro jadeo involuntario mientras le dedicabas un mohín inocente, el balanceo de tus caderas siendo lento pero constante.
──── No sé de qué me hablas ────
Aemond te miró con suspicacia y te agarró con más fuerza, ahora eran sus uñas las que sujetaban la gruesa piel de tus caderas.
──── Así que lo quieres así, ¿eh? ────
No tuviste tiempo de responder antes de que te levantara y te tirara sobre el escritorio, tus pechos estaban estampados contra la fria madera mientras le dabas la espalda. Separó tus muslos y agarró por tus caderas, presionando su miembro contra tu trasero a través de la ropa. Jadeaste y te retorciste mientras él te mantenía quieta y mantenia un vaiven cada vez mas fuerte; aunque no te producía mucho placer, notabas que Aemond se ponía cada vez más duro con cada pasada por tu cuerpo.
──── ¿Te gusta que te sujeten y te utilicen así? ¿Hm? ────
──── Sí, mi principe ──── jadeaste ──── Me encanta ────
Observaste cómo cerraba brevemente su ojo azul pálido mientras daba una embestida especialmente dura, cómo sus largas pestañas caían sobre su pómulo mientras sus labios en arco de cupido se entreabrían en un gemido silencioso.
Aemond era tan hermoso, casi etéreo.
Era irónico que te llamara un ángel cuando andaba por ahí con ese aspecto.
Empezaste tu empleo en el castillo siendo una devota seguidora de los Nuevos Dioses y lo terminarías adorándolo a él, inclusive de rodillas.
Aemond llevó una mano a tu mejilla y alzó una ceja, preguntándote no verbalmente si estabas bien. No sabías cómo se había dado cuenta de que te perdías en tus pensamientos, pero te reconfortó el corazón que lo hiciera.
Te conocía tan bien y te cuidaba tanto, estaba presente hasta en el ultimo y mas insignificante detalle sobre ti. El principe parecia haberte estudiado por completo, sin perderse ni un solo detalle.
Lo separaste levemente de tu cuerpo mientras te dabas la vuelta, atrayendolo hasta tu altura y uniendo sus labios en un beso descuidado. Cuando se separaron por la falta de aire, te dedicó una sonrisita aturdida y complacida con los labios amoratados por el beso, y no pudiste evitar devolverle la sonrisa.
──── Baja tu vestido, mi amor. Déjame verte ──── te exigió sin aliento.
Te apresuraste a obedecer, sacándote los brazos de las mangas y arremangaste la tela hasta la cintura. Aemond gimió al verlas, frotándose contra ti a un ritmo más rápido mientras su mirada se movía entre tu cara y tus pechos. La mirada objetivadora te hizo sentir como un juguete sexual, pero el sentimiento te gustaba y te mojaba cada vez más. Aemond tampoco pasó por alto tu excitación.
──── Estas desesperada, es ridículo. Abres las piernas y me dejas usar tu cuerpo para excitarte. ¿Quieres que me corra en mis pantalones asi nada mas? ¿Y si en vez de eso me corriera encima de ti? ──── preguntó, moviendo una de sus manos hacia arriba para acariciar un pecho con la palma.
──── ¿Y si me corriera sobre tus dulces pechos y te hiciera volver a la cama con mi semilla cubriéndote? ────
──── Oh, Dioses... ¡Aemond! ────
──── Si no nos estorbara la ropa, ahora mismo estaría dentro de ti ──── dijo mientras tomaba uno de tus pezones, ladeando la cabeza inocentemente como si no acabara de decir la cosa más indecente que has oído en tu vida.
──── A menudo pienso en cómo te sentirías alrededor de mi, sobre todo en el santuario. Hace que los sermones sean más fáciles de escuchar ────
Te quejaste, echando la cabeza hacia atrás y prácticamente sollozando. Era tan injusto que Aemond pudiera desesperarte con unas pocas palabras; bastaba con que te mirara a la cara y te dijera lo que quería de ti para que te pusieras en sus manos.
Querías despistarlo así por una vez. Así que lo hiciste.
──── Aemond, ¿puedo probarte? ────
Se quedó helado, su ojo descubierto se abrió de par en par. ──── ¿Qué? ────
──── Ya me has oído. ¿Puedo probarte? ────
──── Oh, yo - ¿estás segura, mi amor? ────
Te acercaste para acariciar su mejilla justo debajo de su cicatriz, su mirada parecia consternada, casi dudando de que de verdad quisieras hacerlo.
──── No hay nadie más con quien quisiera hacer esto ────
Asintió y dio un paso atrás, permitiéndote ajustarte la ropa y ponerte a su lado. Pusiste una mano en su pecho y lo empujaste suavemente contra el borde del escritorio, Aemond te observaba sin hablar con una sonrisa en su rostro, con una mirada suave y llena de cariño.
Te acercaste a él, con las manos en su cintura te inclinaste hacia el, besando desde su mandíbula hasta su clavícula, inhalando su aroma. Él tarareó e inclinó la cabeza para permitirte un mejor acceso, te tomaste todo el tiempo que quisiste lamiendo y mordiendo la suave piel de su cuello, con cuidado de no dejar moratones. Diste un último beso en donde estaba su pulso y tiraste de la parte inferior de su camisa hasta que cedió y se la quitó; pasaste tus dedos por los abdominales y el rastro de vello blanquesino que desaparecía bajo su cintura.
Aemond levantó tu barbilla y te besó, acariciándote con la nariz antes de retirarse.
──── ¿Estás completamente segura? ────
Dejaste escapar un suspiro exasperado. ──── Estoy segura. ¿Tu lo estas? ────
──── ¿De dejar que la mujer más hermosa que he visto en mi vida meta mi miembro en su boca? Claro que lo estoy ────
──── Adulador ────
──── Prefiero encantador, personalmente ────
Ignoraste su comentario para colocar las manos en sus caderas y ayudarte a bajar de rodillas. Dejó escapar un estremecedor suspiro y te observó con mirada oscura, su mirada fija en como acariciaste su miembro por encima de la tela del chándal antes de enganchar los dedos en la cintura del pantalon y tirarlo hacia abajo.
Dejaste suaves besos en cada centímetro de piel que dejabas al descubierto, adorando el cuerpo de Aemond como él solía hacer contigo. En esas zonas que siempre estarian cubiertas aprovechaste para dejar cuantas marcas quisieras, desde mosdiscos en ambas caderas hasta chupones en sus oblicuos.
Arrastraste lentamente los pantalones de chándal y los calzoncillos hasta su miembro, te tomaste un momento para besar la punta roja y chorreante. Aunque la longitud de Aemond no te resultaba extraña, nunca habías estado tan cerca de ella.
Si antes te parecía grande, ahora te intimidaba mirarla.
Su miembro estaba enrojecido y goteaba hilos de presemen nacarado de tantos roces que tuvo contra ti. Su familiar fragancia de pino y menta se combinaba con su almizcle natural para crear un aroma que te mareaba de calor.
Escupiste en la palma de tu mano y rodeaste la base con ella.
──── Has estado extrañamente callado ──── dijiste mientras empezabas a mover el puño arriba y abajo, logrando que un gruñido saliera de los labios del principe.
──── No quería asustarte ──── dijo en un siseo, agarrando la mesa detrás de él lo suficientemente fuerte como para que sus nudillos se volvieran blancos. ──── ¿Quieres que hable? ────
──── Dime qué tengo que hacer para hacerte sentir bien, mi amor ────
──── Envuelve los dientes con los labios y llévate la punta a la boca ────
Obedeciste, deslizando su miembro entre tus labios; el sabor salado y ligeramente amargo era lo que esperabas, pero casi disfrutaste del sabor. Quizá porque era Aemond.
Moviste la lengua alrededor de su punta, succionando de diferentes formas entre lamidas logrando que sus gemidos aumenten
──── Buena chica... ──── dijo, llevándote una mano a la mandíbula y pasando el pulgar por el lateral de tu boca llena. ──── Si estás lista, puedes empezar a tomar más. No te exijas, no quiero que te hagas daño intentando complacerme. Dame dos golpecitos en la pierna si lo entiendes, amor ────
Le diste un golpecito en la pierna como te había pedido y tomaste un poco más, dejando que la saliva y el semen se acumularan en tu boca y se derramaran sobre su miembro. Te apartaste con un chasquido lascivo y arrastraste la lengua desde la base hasta la punta del miembro mientras le mirabas fijamente.
Aemond te devolvió la mirada, como retándote a que le robaras el control de la situación. Volviste a metertelo en tu boca y arrastraste lentamente los labios por todo su largo hasta que se te saltaron las lágrimas y estuviste a punto de ahogarte antes de tirar hacia arriba y repetir el movimiento.
──── Te ves tan hermosa con la boca a mi alrededor. Apuesto a que estarías aún más guapa con mi semilla en la cara ────
Cerraste los ojos e intentaste ignorar el efecto que sus palabras estaban teniendo en ti.
Te concentraste en darle placer como a él le gustaba, pasando la lengua por la punta y bajando tu mano libre para acariciar sus genitales. Empezaba a dolerte la mandíbula, pero te obligaste a superar la incomodidad.
Querías ver cómo Aemond se deshacía. Necesitabas verlo llegando al extasis y que todo fuese por tu parte.
──── Has sido muy buena, mi amor ──── dijo, mordiéndose el labio con tanta fuerza que le hizo sangrar ──── Me estoy acercando ────
Usaste una de sus manos para hacer un gesto rápido hacia su boca antes de volver a ponerla sobre su miembro.
──── ¿Quieres que me corra en tu boca? ──── susurró, llevando una de sus manos a tu mejilla y acariciando su pulgar sobre tu piel con reverencia.
Te apartaste y continuaste acariciándolo con la mano.
──── Por favor, Aemond. Quiero probarte ────
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, con la boca entreabierta en un gemido silencioso. Te apresuraste a volver a tomarlo entre tus labios mientras él empezaba a desmoronarse.
Sus manos se movieron hacia tu nuca, sujetándote con la suficiente suavidad como para que pudieras escapar si lo deseabas. Gruñó y empezó a soltar hilos de líquido amargo en tu boca.
Hiciste todo lo posible por contenerlo, y sólo unas gotas se derramaron más allá de tus labios. Te apartaste de su miembro, un hilo de saliva conectando su punta con tus labios, te aseguraste de mantener el contacto visual con Aemond cuando tragaste.
──── ¡Dioses! ¿Acabas de...? ──── jadeó Aemond, mirándote incrédulo. Te reíste y dejaste que te levantara en brazos. Limpió las gotas que caian por tu barbilla y metió uno de sus dedos en tu boca mientras te daba suaves besos en las mejillas.
──── ¿Cómo puedes ser la puta mas sucia que he conocido y a la vez la doncella más dulce? ────
──── La inexperiencia no siempre equivale a la inocencia ──── respondiste, con una mueca de dolor por lo tensa que sonaba tu voz.
──── Oh, mi amor ──── arrulló, acunando tu cabeza contra su pecho. ──── ¿Te he lastimado la garganta? Lo siento. Te haré un té después del baño, ¿si? ────
Lloraste por tu futuro yo mientras Aemond te daba besos en la cabeza. A pesar de las dulces palabras y promesas que le encantaba susurrar, no podía ser tuyo para siempre.
Porque él era un príncipe.
Y tú una espía.
───── 𝐖𝐑𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐁𝐘
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