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❝ YOUR BEAUTY NEVER SCARED ME 

AEMOND TARGARYEN FEM! oc






     NUNCA HABIAS CORRIDO TAN RAPIDO COMO LO HACIAS AHORA. En el momento que una de tus doncellas dio el aviso de que la reina Alicent mando a llamarte con urgencia, sabias que no era nada bueno.

Tu relacion con tu futura suegra no era mala, pero sabias que le gustaba mantener distancia con aquellos que no eran su sangre, aunque para ti fuese un alivio. 

Giraste en la esquina del gran pasillo que te llevaba a las habitaciones de los principes, llegando justo a tiempo ante los aposentos de Aemond. Su madre estaba afuera, moviendose inquieta de un lado a otro frente a la gran puerta de madera, mientras su mano sujetaba con tanta fuerza el collar en su cuello, que creias se lo incurtaria en la mano. Lagrimas pesadas caian por sus mejillas cuando reparo en tu presencia a su lado. 

──── Su majestad, ¿que esta sucediendo? ────

──── Dioses, han arruinado a mi niño... mi hermoso muchacho ──── la mujer se sento lentamente sobre uno de los bancos en la pared, mientras sus manos delgadas y cubiertas de joyas cubrian su rostro palido y humedo. 

────  ¿Quien y que han hecho? ¿Aemond esta bien? ──── tu voz sonaba cada vez intranquila a medida que resonaba por las paredes del gran pasillo, caminaste los pocos pasos que te separaban de la reina rapidamente, arrodillandote antes su temblorosa figura. 

────  Estos... bastardos, Jacaerys y Lucerys, atacaron a Aemond en su regreso de Pozodragon. Aun no lo he visto, el Maestre esta haciendose cargo pero no deja que nadie entre a sus aposentos. Escuche... Dioses, escuche sus gritos, mi hijo gritaba de dolor tan fuerte que sacudio los cimientos de este maldito castillo ────

Tu corazon parecio deternese en el momento que escuchaste las palabras de la reina. Aemond, tu Aemond, habia sido atacado y traicionado por su propia sangre; sabias que las cosas en la corte y en su familia no estaban bien, pero nunca pensaste que podrian llegar tan lejos. No podias pensar en otra cosa que en el bienestar de Aemond. 

Tu y el joven principe se casarian en menos de una luna. Tu padre, Lord Tyrell, acepto hace bastantes años tu union con el peliblanco principie, luego de una larga discucion con el rey y el consejo. Aemond estaba feliz con la noticia, asi como tu tambien lo estabas. 

Luego de una larga y agonizante cantidad de horas frente a la puerta, la reina Alicent pudo acceder a la recamara. No podias oir demasiado fuerra de esta, pero no necesitaste mucho mas que un terrorifico grito femenino para que tu corazon empezara a latir con mas fuerza que antes, tus ojos se cristalizandose del miedo que tenias. ¿Que le habian hecho?

Otra larga espera te llevo a sentarte sobre la baranda que separaba las escaleras reales, se sintio casi una eternidad antes de que las inmensas puertas de madera se abrieran una vez mas. Lentamente, la reina salio de la habitacion con su mirada perdida en el suelo, cerrando la puerta a sus espaldas. 

──── ¿Como esta? ¿Va a estar bien? ──── la expresion en tu rostro delatava el sinfin de emociones que te recorrian por minuto, pasando desde miedo, angustia, tristeza, furia. 

──── Escucha con atencion, T/N... lo que estas a punto de ver... nadie te culparia si decides cancelar esta union, cariño. Nadie podria siquiera criticarte por cancelar este matrimonio ──── su voz pendia de un hilo mas su mirada nunca llego a tus ojos, en cambio se mantuvo firme en el suelo de marmol debajo suyo. Te sentiste palidecer aun mas si eso fuese posible, con los latidos de tu corazon resonando en tus oidos de lo fuerte que este latia. 

──── ¿ Que-...? ¿De que esta hablando, majestad? Yo nunca haria eso, mi amor por Aemond me impediria siquiere considerar esa opcion, cual fuese el motivo ──── exclamaste, mas que ofendida y enojada por aquella suposicion acerca de ti. Parecia que todo el afecto y amor que sentias por tu amado no era suficientemente convincente. 

────  Escucha, cariño... ──── la mujer empezo de nuevo a hablar, esta vez mirandote a los ojos, pero tu no estabas interesada en escuchar nada mas de ella. A paso rapido y fuerte, te hiciste camino contra ella hasta las puertas de la recamar que abriste sin esperar demasiado, encontrandote con completa oscuridad dentro. Las cortinas estaban bajas, asi como la puerta del balcon cerrada y tambien tapeada. El aire frio que habia dentro, te recordo mas a Pozodragon que al cuarto donde solias pasar el rato en compañia de tu futuro esposo, simplemente merendando y hablando de asuntos sin mucha importancia. 

──── ¿Quien esta ahi? ¿T/N?────  la voz de Aemond resono por la silenciosa y oscura habitacion. Parecia que tenia frio por como esta sonaba temblorosa. 

Caminaste unos pasos mas cerca de las grandes ventanas, queriendo correr una de las cortinas fuera de la luz y que esta pudiese iluminar al menos un poco.  

──── ¡No! ¡No te atrevas! ────

──── Aemond, ¿que sucedio? ──── retomaste tus antiguos pasos ahora hacia la cama, donde la silueta de tu chico se encontraba encorvada entre las sabanas, casi escondida entre ellas con temor. En plena oscuridad, te las arreglaste para encontrar su mano, dandole un leve pero consistente agarre mientras tu pulgar recorria su dorso. 

──── Creo que deberias irte, T/N. No podria soportar ver la expresion en tu cara cuando descubras en lo que me he convertido ──── su voz sono rasposa y temblorosa, seguramente adolorida por todos los gritos de dolor que, gracias a los Dioses, no llegaste a escuchar. 

──── No... Aemond, no pienso irme a ningun lado, ni ahora ni nunca. Lo que sea haya sucedido, estoy lista para enfrentarlo a tu lado, apoyandote. Voy a convertirme en tu esposa pronto, y nunca, nunca te dejare solo... por favor, mi amor, dejame ver ──── 

Su desesperacion te hizo sentir aun peor, el pensar que podrias dejarlo asi como asi nada mas. 

Dejaste que se moviera por toda la cama soltando tu mano. La unica luz que ahora entraba era por la puerta entreabierta, Aemond se movio lentamente hasta que su cara salio de las penumbras, permitiendo que el unico atisbo de luz que entrara cayera directo en su rostro.

Lo que viste hizo que tus ojos se llenaran de lagrimas al instante, tus manos se cirnieron sobre tu boca mientras lagrimas caian sin cesar por tus mejillas. 

Su ojo izquierdo ya no estaba, ahora su rostro estaba cubierto de vendajes llenos de sangre que cubrian la mitad, dejando ver el principio y el fin de una enorme cicatriz que surcaba la zona de piel donde antes, estaba su ojo. 

──── No espero que sigas queriendo unirte a mi, T/N, comprenderia si quisieras... irte ──── su rostro estaba inclinado hacia su regazo con la mirada cabizbaja, sin ser lo suficientemente valiente como para mirarte a la cara. Su mano rozaba la tuya en la cama, algo que logro reconfortarlo, como siempre que te sentia cerca. 

──── Aemond, no, mirame ──── cuando viste que no tenia intenciones de levantar la mirada, volviste tu peticion amable en un grito  ──── ¡Mirame, Aemond! ──── 

Lentamente, su rostro se elevo ante el tuyo, su ojo sano lleno de lagrimas listas para ser derramadas en un segundo. 

──── Te he amado por tanto tiempo, amor. Nada podria hacerme detestarte, u odiarte, o siquiera amarte menos. Tu eres a quien quiero llamar mi esposo, con quien quiero formar mi familia y con quien quiero compartir mi vida. Vamos a superar esto, amor, juntos... pero necesito que hables conmigo. Sobre lo que sea que sientas o pienses, esa es la unica forma que tenemos para hacer que esto funcione, para sobrellevar cualquier desafio que se nos presente ────

Tu mano libre acaricio lentamente su mejilla, sintiendo la frialdad de su piel. 

Ambos pasaron horas en su habitacion, a el punto que te pidio recostarte en la cama con el. Lo abrazaste fuertemente a tu pecho con cuidado de no tocar su herida mientras hablaban, lograste hacerlo reir dos veces lo que hizo a tu corazon saltar. Tambien compartieron un par de besos, caricias y palabras suaves, en el momento que llego la noche Aemond habia caido dormido sobre tu pecho mientras acariciabas su cabello con cuidado de no despertarlo, viendose tan tranquilo descansando.

Se escucho un sueva golpe en la puerta, seguido de esta abriendose. El Maestre entro silencioso a la recamara con una bolsa y unguentos en sus manos. 

──── Es hora de cambiarle los vendajes al principe, mi Lady ──── 

Asentiste suevamente, llevando tu mano a la espalda de Aemond para sacudirlo ligeramente y despertarlo. Un fuerte gruñido salio de su boca ocultandose aun mas en tu pecho y entre tus brazos; el siempre odio que lo despertaran de golpe.

──── Mi amor, es hora de limpiar tu herida, el Maestre ya esta aqui, debes levantarte ──── susurraste cerca de su oido, tratando de sacar tus manos de entre las suyas que las mantenia fuertemente agarradas, evitando que te vayas. 

Su cuerpo se tenso cuando escucho tus palabras. No habia forma de hacer que te vayas, y su mayor temor, era que veas que tan dañado estaba. 

──── Esta bien, hey, esta bien no hay nada que temer ──── acariciaste su mejilla con tu mano libre, tratando de converserlo a dejar que el Maestre hiciese su trabajo contigo alli. 

El peliblanco termino asintiendo, desenvolviendo sus brazos de tu cintura mientras se sentaba lentamente en la gran cama. 

Seguiste con tu mirada cada movimiento del Maestre, tratando de memorizar lo mas posible el proceso que seguia para limpiar la herida, asi podrias realizarlo tu misma a partir de ese momento. No era nada muy complicado, y luego de unas veces, tu habilidad te habia dado confianza. 

Aemond no se molesto, al contrario, estaba agradecido que fueras tu quien cuidara de el. Siempre se sintio comodo en tu presencia, no le gustaba que otras personas lo tocaran, pero ironicamente amaba tu toque y todo de ti.

Los años fueron pasando y tu amor por Aemond nunca desaparecio, sino que se volvio aun mas fuerte. El seguia teniendo sus inseguridades, pero pasaste cada momento posible recordandole cuanto lo amabas sin importar sus heridas o su apariencia, hasta que cualquier duda se extinguiera de su mente. 

Habias dado a luz a su primer bebe hacia pocos meses, una pequeña niña que era el mas hermoso angel de sus vidas. Cuando Aemond la sostuvo por primera vez pudiste ver en su rostro el horror y el panico que le daba pensar que su hija pudiese odiarlo o despreciarlo por su apariencia. Al contrario, tu pequeña era puras risas y gorgoteos felices; cada vez que estaba entre los brazos de su padre queria ver directo a su rostro, logrando extender su manita para tocar su mejilla dulcemente. Era tan adorable que lo tenia embelezado, siendo su padre el primer devoto que tuvo.

Sabias que tu familia estaria bien, mientras el amor permanezca en ella. 






───── 𝐖𝐑𝐈𝐓𝐓𝐄𝐍 𝐁𝐘

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