❝ Treceavo Episodio ❞
Kagura caminó sin prisas, con mucha naturalidad de regreso al estacionamiento. Como debía ser, no había nadie, ni un alma merodeando por ahí.
Llegó hasta el valioso Sacro. La mujer se tomó si tiempo para admirarlo como correspondiese. Hasta posó su mano sobre él, acariciando la linea entre el techo y la puerta trasera. Caminó hasta la donde tenía su nombre grabado, con la misma tipografía que las llaves.
─ Esto es una verdadera lástima. ─ Kagura habló. ─ No tienes la culpa por el dueño que te tocó, no es nada personal. ─ Susurró. Antes de abrir el coche y subirse del lado del conductor.
Introdujo la llave, el auto se encendió al instante que la giró. Poniéndose en marcha, salió del estacionamiento.
...
Con tantos problemas acumulados en un mismo día, Sesshomaru no encontró mejor solución que huir de aquel edificio. Que los preparativos Esto, que los inversionistas aquellos. Nunca antes su mente había tenido tanto, tanto desorden.
Esperaba que la tranquilidad del parque otra vez hiciera su magia, sin embargo comenzaba a creer que venir al lugar ya no le estaba siendo de mucha ayuda por lo seguido que lo frecuentaba.
Al menos quería tiempo, tiempo a solas. Para reflexionar. Comenzó a buscar en su cabeza ¿Desde donde o cuando todo le empezó a salir mal? Se negaba aceptar cuando ese día viajaba a su mente. Su propio subconsciente lo estaba traicionando.
¿Realmente... ? ¿Y si? ... ¿Y si es verdad? ¿Ha cometido un gran grave error? ¿Ha metido la pata?
De primera mano lo sabe, sabe la respuesta a esa última pregunta, pero, realmente ¿Está así de equivocado? ¿Fue capaz de confundirse así? ¿Y si... solo era el entusiasmo de hacer algo prohibido y ya? ¿Qué si no eran sentimientos?
¿Se está dando cuenta o esto es arrepentimiento?
Eso ya no lo sabe. Se sentó en el próximo banco que encontró y refugió su cabeza entre sus manos.
Era un hombre con un orgullo mucho más grande que su cuerpo. Jamás admitiria en voz alta que alguna vez sintió pavor, miedo de no sentir culpa cuando pensaba en alguien más. La culpa, la carga moral, subiendo y bajando de peso en su conciencia a lo largo de todo ese tiempo, antes de aquel beso. Y ahora, solo hay vacío.
Rin es... tan dulce. Cariñosa, tranquila. Con un corazón tan puro. Sesshomaru no se siente merecedor del amor que esa pequeña chica pudiera ofrecerle. Siente eso, que no debería ser suyo, y no debería reclamarlo. Por otro lado, sabe que lo arruinó.
Sus personalidades de por sí eran fuertes, como una tormenta al lado de la otra. Tampoco comprende como duraron tanto tiempo. Nunca comprenderá porque Kagura decidió quedarse a su lado.
Ella... siempre lo aceptó como era. Y él, esperaba que Kagura se amoldara a su estilo de vida. Quería por una vez cometer un error y ser perdonado, ser contenido. No quería llegar a casa y parecer un caballero preparándose a luchar contra un dragón. Para cuando quiso darse cuenta, tenía a la señorita Itami sonriendole dulcemente diciéndole que todo estaría bien.
Se está sintiendo como un gran idiota. Un verdadero imbecil... se recuerda a su padre. Difunto padre, Inu No Taisho. Cuando aún era un niño de primaria, su padre se había separado de su madre, todo para ir a vivir una nueva vida con su nuevo amor.
Lo recuerda con un tanto de dolor, su primer corazón roto. La decepción, el rencor, el dolor. Pasar sus días solo, sin tener una figura paterna con la que refugiarse.
Al final del día nunca lo necesitó, logró forjar su carácter sólo.
Aunque de vez en cuando lo visitaba, no se sintió igual nunca más. Inu No Taisho se había convertido en un simple hombre, lejano, cuyo recuerdo sólo lo hiere un poco más cada vez.
Sesshomaru creció y superó varias adversidades antes de que su padre muriera y le heredara casi la mitad de su fortuna.
Recuerda e incluso hasta el día de hoy, Sesshomaru odia a esa otra mujer. La que se llevó a su padre.
Se siente decepcionado de sí mismo.
Al menos, no hay ningún niño al cual traumar en medio de todo esto, se consuela con ese pensamiento.
─ ... Tiene que haber alguna forma... De arreglarlo. ─ pensó para si mismo, cuando su vista se perdió entre las flores del lugar.
...
Kagura suspiró mientras iba manejando por el camino. La ruta que debía tomar se reproducía en su mente, una y otra vez. La había practicado tantas veces hasta memorizarla.
¿Realmente lo haría? ¿Tenía los ovarios?
Trataba de no asquearse por el perfume impregnado en ese vehículo. Ni de broma tendría el tiempo para limpiar si llegaba a vómitar. Se tomó sus pastillas contra las náuseas, por alguna razón el olor a Sesshomaru era bastante fuerte ahí. Logico, es su auto. Pero el olor lo siente tan exageradamente fuerte.
Le hizo sentir mal y de los dos sentidos. Tuvo que maldecirlo para no frenar. Tuvo que recordar su error para motivarse. Tantos años, Sesshomaru odiando a su padre, preparándose para algún día superarlo en todos los sentidos. Prometió ser mejor hombre que él y miren a donde se fue arrastrar.
Se siente engañada, fue engañada.
Se aferró al impulso de acomodar el espejo, no debe dejar ninguna pero ninguna evidencia.
Más adelante a unos seis kilómetros del camino hay una curva peligrosa. Al frente, hay un barranco que forma parte de la reserva, solo con una barrera de metal que los separa.
Antes de llegar, a la izquierda hay una plazoleta cuyo borde hay una larga hilera de arbustos.
Aceleró. Superó los cien kilómetros por hora. Su corazón golpeó con fuerza dentro de su pecho.
Una terrible idea cruzó por su cabeza.
¿Qué tal si chocara? Ya no tendría que lidiar con ningún otro problema nunca más. Aunque no seria testigo del sufrimiento de Sesshomaru... Las consecuencias serían terribles para él. Y ella lo sabe. Pero él... ni sería el único, primero piensa en Tsubaki, en Yura, Bankotsu y una pequeña lista a los cuales no quisiera ver sufrir por su culpa. Y todavía quedaba agradecerles por hacer esto posible. Siendo honesta, no quería morir. Quería tener la oportunidad de vivir y disfrutar su vida. Y de mantener solo a personas que la amen.
Aceleró más, más y más, cuando ya veía venir la gran pared de roca mágicamente recordó. Algo. Que morir era una horrible idea. Y no solo era ella, también esa criatura que engendró. Aunque fuera hijo del basura, no quería que este fuera su destino.
Siguió acelerando, más cuando ya pudo ver la hilera de arbustos.
Arrancó las llaves, abrió la puerta y se lanzó.
Se dio la revolcada de su vida. Todo pasó en una fracción de segundo. Cuando quiso al menos sentarse un fuerte estruendo se escuchó. Su puño estaba fuertemente apretado a las llaves, que no parecían tener daños. Se dio cuenta que estaba temblando. Cuando su cuerpo tomó frió, los dolores la atacaron por todos lados.
No tuvo tiempo de quejarse ni sentirse adolorida. Se obligó a sí misma a levantarse y escapar. No tuvo tiempo de mirar el resultado de su plan maestro.
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