❝ Onceavo Episodio ❞
Kagura pasó sus tardes en la biblioteca de la Universidad.
Se dividía en dos, las primera dos horas estudiaba para sus exámenes y el resto del día los aprovechaba para planear aquella misión que se había propuesto. Tenía sus detalles, miles. Era peligroso, el peor escenario no era llegar a la cárcel, si no a su muerte misma.
Si, se preguntó si realmente valía la pena arriesgarse tanto. Aun estaba a tiempo de echarse para atrás. Luego recordaba las náuseas, las noches sin dormir. Sus valiosas lágrimas derramadas. De repente, de su interior salía esa seguridad que le decía; Vamos hacer esto.
Esa tarde se tomó cinco minutos de descanso para servirse un café.
Mientras recordaba la cita anterior que tuvo con su ex, Tozoku Bankotsu.
─ Bebé, podría perder mi empleo si nos descubren. Sin embargo la idea de ver sufrir a Sesshomaru me genera morbo, lo admito.
─ Confía en mi. La venganza es un plato que se come frío.
─ Está bien Bebé. Pero, me inquieta mucho ese plan en específico. Es decir, puedes salir lastimada. ¡Por no decir lo peor!
─ Estaré bien, te lo prometo, no me pondré en riesgo.
─ Lloverá. Tu, haciendo promesas.
...
El parque nacional Muryo No Tori era un parque enorme, una reserva natural abierta al público todos los días del año. Un lugar tan hermoso, bien cuidado, el hogar que decenas de especies de aves haciéndole honor a su nombre.
Sesshomaru solía dar largas caminatas por el lugar cuando buscaba relajación absoluta. Frecuentaba especialmente con el evento tan cercano. O cuando acumulaba demasiado estrés, como en el momento.
Kagura le daba mucho estrés.
Ver llorar a Rin no le cayó para nada bien y eso solo fue la cereza del pastel. De repente la chica le planteó su idea de renunciar.
Se habian encontrado en las calles de la ciudad cuando todavía no se ocultaba el sol. Rin ya no lloraba pero en su rostro habían quedado aquellos rastros de tristeza, confusión y estrés.
Ordenó a Jaken reservar una habitación de hotel para si mismo. No dormiría en su departamento por esa noche.
Una vez solos, al jefe le pareció una buena idea llevarse a su secretaria en su exclusivo Sacro hasta aquel parque. Le pareció una excelente idea buscar algo de esa paz para ella también, que la necesitaba. Para que aclarara su mente.
Encontrar la serenidad juntos.
Pasearon juntos, aunque Rin moría por tomarle de la mano, le parecía muy impropio incluso pensarlo. Hablaron sobre su futuro en el trabajo. Su jefe logró convencerla de no renunciar.
Pero les faltó valor para hablar sobre el asunto que pasaban por alto. ¿Qué pasaría con aquella relación?
Las palabras de Kagura resonaron de nuevo en la mente de Rin.
¿Y por qué no te lo quedas?
─ Tenía razón. ─ de repente, Rin Susurró.
─ ¿Quién tenía razón de qué?
─ ¡Ah! ─ Eso pareció despertarla. ─ Bueno, sobre este parque. Realmente me siento relajada. La vista, el sonido de las aves, las flores, la frescura del viento.
El hombre asintió.
─ Suelo venir solo. Nunca he traído a nadie más.
Aquel comentario hizo que el rubor se pintara en el rostro de la joven. Mientras que en su corazón se sentía especial.
─ ¿Ni siquiera a la señorita Shinen?
Recordarla se sintió como un trago amargo. Y sabía la respuesta a la pregunta. Hubo un tiempo en que se sentía en paz en cualquier lugar de aquella bulliciosa ciudad solo con la compañía de su pareja... o ex pareja. Ni siquiera sabe cómo es realmente apropiado dirigirse a ella incluso en su mente.
─ No quería arruinar el momento, lo siento.
─ No importa. Le pedí un tiempo.
─ ¿Uh? ¿A quien?
─ A Kagura. Mira, no tengo bien en claro a donde terminará todo esto. Con el evento de este año tan cerca no tengo tiempo para estas distracciones. Te voy a pedir que no hables sobre el asunto. Solo dedicate al trabajo.
─ ¿Está seguro? Hay muchas chicas más experimentadas que pueden ayudarlo mejor más cuando usted está tan ocupado y...
─ No. No me abandones también.
...
Dicho y hecho, por esa razón aún se podía ver el rostro de la joven Rin por el piso 24K en su lugar, haciendo su trabajo. Como si nada hubiera malo hubiera pasado.
Los únicos escándalos que se escuchaban eran los de Jakotsu, nada fuera de lo común para Veuve.
No sólo tenía un trabajo increíble, su jefe parecía un príncipe sacado de un cuento de hadas. Y ahora, el clímax de su historia. La oportunidad de participar en un evento tan importante como era este. ¡Lucir un hermoso vestido! ¡Justo como el baile de la Cenicienta!
¿Mentía si dijera que no se parecían?
─ ¡Rin! ¡Realmente suena increíble! ─ halagó Kagome.
─ ¡Estas viviendo el sueño! ─ añadió Sango.
Uno de los pasatiempos de Rin en sus tardes libres, formaba parte de un club de lectura. Las chicas Kagome Higurashi y Sango Taijiya eran sus compañeras en la sección de novelas románticas. Sus ya amigas creían que si, efectivamente Rin estaba viviendo un romance digno de novela.
Con una rival y todo... sus amigas lo sabían, pero ya daban por hecho que ella había conquistado el corazón de Taisho Sesshomaru.
¿Realmente era así? Por que la más joven del grupo no se sentía al cien por ciento segura. No era tan despistada, lo notaba, a su jefe aún le dolía todo lo que estuviese relacionado a Kagura. Se sentía tan confundida también. ¿Realmente debería desobedecer y olvidarse para siempre de su príncipe? ¿O mejor esperar a que la otra mujer, la antagonista, se marchara para que pudieran tener su final feliz?
─ Me siento mal, no debería estar tan feliz chicas. Ya sé los conté. Arruiné una relación.
─ Bueno, si él te besó esa relación no estaba muy bien que digamos.
─ ¡Sango! ─ Kagome regañó.
─ ¡Si, si estuvo mal! Pero tú te disculpaste ¿No es así?
─ Si lo hice... ─ respondió Rin, cabizbaja.
─ Lo hecho, hecho está. ─ Kagome puso su mano en su hombro. Intentaba consolarla. ─ Siempre y cuando reconozcas tus errores. Por un lado, la relación entre ellos ya está rota, y por el bien de ambos tienen que terminar. ¿Eso lo entiendes? Mientras que tu y él tienen que esperar para iniciar algo. ¡Todos te verán como una amante!
─ Pero si todos ya me ven como una... me miran raro. Nadie se atreve a tratarme mal en el trabajo a expecion del diseñador, a pesar de los regaños del señor Taisho. ¡Él es el único que se atreve a decir lo que piensa! Seguramente los demás también piensan mal de mí.
─ Tarde o temprano lo olvidarán. ─ aseguró Sango. ─ Verás que cuando todos se den cuenta de lo amable que eres y como ustedes son felices nadie lo recordará.
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