🍬⊹ 𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 20
ʚ Un día más, un día menos ɞ
Era igual, todos los días parecían una copia y pega del anterior, parecía una película repitiéndose exactamente igual. Se sentía en una caja mientras proyectaban algo que ya había visto muchísimas veces.
Sus días se sentían apagados.
Las cosas no habían cambiado, lastimosamente, aún aquella poca esperanza de vida seria desvanecía al pasar las manecillas.
El tiempo se llevaba los pétalos y los dejaba a la deriva.
Yibo pasaba por el hospital todas las tardes; siempre con su ramo de flores; todo un caballero, besando la mano de Zhan y peinando sus cabellos mientras le hablaba de su semana. Aún mantenía aquella esperanza de que en medio de su platica Zhan soltase aquella risilla que sólo él podía crear.
Pero no pasaba.
Trataba de contener sus lágrimas al estar con Zhan en la sala de hospital, trataba de mantener la sonrisa que a Zhan le gustaba.
Aunque le costase un hueso del pecho, no lograba llorar dentro del hospital. Ni siquiera en el camino a su casa. Mantenía la cara sería y los ojos intactos, pero era diferente al pisar la puerta de su hogar, porque ya dentro se volvía vulnerable, cual niño pequeño lloraba abrazando su almohada. Cuál niño pequeño, le tenía a lo que pudiese pasar.
Los doctores nunca traían buenas noticias, el mismo informe se mantenía, poca esperanza para que los ojos de Zhan se volviesen a abrir.
A Yibo le aterraba lo que pudiese pasar, no le gustaba pensar en aquello, pero cuando se encontraba solo y más vulnerable, lo hacía.
Su alma rajándose en surcos de dolor al pensar en una vida sin Zhan, sería como una vida sin él sol, nada sobreviviría.
Todos los pensamientos negativos siempre lograban partirle en dos, lograban volverlo polvo así el viento se lo podía llevar.
Al pasar de los días se hacía un poco más débil, ya no esperaba a estar a solas en su habitación para echarse a llorar, ahora lo hacía desde que ponía un pie dentro de su hogar. Todo el que viviese bajo aquel techo notaba la falta de brillo de Yibo, sus padres pudieron notar a su hijo cada día más apagado, luciendo más triste que el día anterior, apagándose junto a Zhan, eso decían.
—Yibo...— Escucho la voz de su madre cerca, Cubrió su rostro para ocultar las pesadas lágrimas. Sintió sus brazos envolviéndole.—Tranquilo.
Abrazo a su madre, encontrando el consuelo de su madre entre caricias y susurros. Los brazos de su madre lograban sacarle un poco, ponía las piezas en su lugar mientras acariciaba su espalda.
—¿Cómo ha sido el día de hoy?— Pregunto en un Susurro.
—Igual que los anteriores.— Susurro contra su hombro.
—Vamos a la cocina, toma un té de manzanilla.— Tomó su rostro entre sus manos, sonriendole mientras limpiaba sus lágrimas.
Ella daría todo para volver a ver los ojos brillantes que Yibo tenía, ojos que se habían iluminado cual cielo estrellado por el amor que aquel chico pelirosa le había concedido.
Tomó a su hijo de la mano, guiándolo hacia la cocina, con un beso en su frente hizo que se sentara en la mesa mientras ella le preparaba su té. Cuando estuvo listo; se lo dejó frente a él mientras ella se sentó a su lado, tomando su mano y acariciándola.
Quería que Zhan dejase de sentirse tan roto por los acontecimientos que la vida había puesto cerca de él.
—¿Hablaste con los padres de Zhan?
—No, no hable con ellos.
—¿Con los doctores?
—Con una enfermera, los doctores solo hablan con los padres de Zhan.— Dijo sorbiendo de su taza.
Su madre jamás le ponía azúcar al té, él se había acostumbrado a eso, pero Zhan le enseñó a tomar té con azucar; era más delicioso de esa forma. Tomar el té sin azúcar le ponía triste, aquello era antes de conocer a Zhan, él té necesitaba azúcar; así reflejaba el presente con Zhan.
Acercó el azucarero a su taza y secando la cucharilla la metió en el bote.
" Tres cucharillas lo hacen delicioso, casi cuatro cucharillas lo hacen exquisito". La voz de Zhan sonó en su cabeza.
Con cuatro cucharillas de azúcar batió su taza. La bebió de nuevo y Sonrió en el proceso, Zhan siempre tenía razón respecto a las cosas dulce, era un experto en aquello.
Era.
—¿Y que te dijo ella?
—Oh.— Susurro, fue tomado desprevenido; se había perdido en los recuerdos dulces de Zhan.— Lo mismo de siempre.
—Ya veo...— Su madre miró a sus manos, realmente sentía mucho todo lo que había pasado.— ¿Volverás al hospital más tarde?
—Si, YuChen y Lu quieran visitar a Zhan. Así que estaré con ellos.
—Está bien, cuídate mucho, hijo.— Tomó su mano acariciándola. — Mejores días vendrán.
Eso espero. Se dijo a sí mismo.
Solo esperaba y ansiaba eso, buenos días como los de antes.
Ojalá las estrellas a las que pidió un deseo pronto se lo concedieran.
Ojalá.
Se refresco mojando su rostro con agua fría, despertando un poco del sueño que tenía; la noche anterior se había desvelado haciendo un trabajo de filosofía que le habían encargado. Mientras leían los libros que se había prestado en la bibiblioteca recordó las anécdotas de Zhan, él sabía mucho, parecía que tenía el conocimiento del mundo en aquella cabecita rosada, era una persona muy inteligente; digna de admirar. Había madrugado escribiendo el ensayo de más de treinta hojas que le pidieron y se le hizo cómico, irónico.
La vida continuaba, la vida te empujaba a continuar a pesar de tener los huesos de las costillas rotas.
Era gracioso, era triste.
Una amargura atada a un chiste malo, a una promesa de buenos días. Una promesa de falsa esperanza.
Cuando llegó la hora para ir al hospital Tomó un suéter de lana, su abuela se lo había tejido pues los pasillos del hospital eran frío. "Pasas la mitad de los días dentro de ese hospital, te resfriados si vas tan desabrigado" . Le dijo al entregarle su caliente suéter de lana café.
Con las llaves en su mano y una paleta dentro de su boca emprendió si camino, subió al bus cercano, se bajo unas cuadras antes del hospital para comprar los girasoles de siempre, la florista se volvió una conocida habitual; hablando del día y de las flores frescas, como era un comprador frecuente siempre le hacia una pequeña rebaja y en la tarjeta de las flores siempre dibujaba una paletita de fresa, esas de las que Zhan siempre consumía.
Yibo se dio cuenta de algo, pasando tanto tiempo en las calles por la tarde; los días siempre se veían apagados, siempre burlado y las hojas secas tiradas por el piso siendo rotas por los pies de extraños. Lucía como si el clima supiese que una estrella estaba encerrada en frías y oscuras paredes de hospital. Desde que Zhan habia tenido el accidente el sol no se acercaba a dar los buenos días.
Los días estaban tristes, al parecer.
Se sentó en la banca de siempre, sacando su celular lana marcar al número de YuChen y preguntarle donde estaba.
Manejar el celular con una sola mano nunca le había funcionado bien, por un error de dedo marcó y llamó al número de Zhan, los tonos de llamada se escuchaba; pero nadie contestaba, la llamada le llevó al buzón de voz.
Y que gran dolor le dio, le rompió una costilla más.
—¡Ahora no puedo contestar! Por favor deja tu mensaje y yo me comunicare contigo.— Una risita se escucho.— Ten un muy buen día.
Y el tono para dejar el mensaje sonó, cortando el mensaje dulce de Zhan.
—Te amo mucho, Zhan.— Dijo.– Por favor, despierta.
Corto el mensaje, ya se había enviado, estaría en el buzón de mensajes.
Su corazón dolió.
Sería una buena anécdota escuchar aquel mensaje, ya se imaginaba a Zhan riendo mientras tenía las mejillas sonrojada por el "te amo".
Sostuvo su celular contra su mano, mirando al cielo, era de día y ninguna estrella se miraba por ahí, pero sabía que estaban, así que volvió a pedir su deseo.
Suspiro y volvió a marcar al número de YuChen, esta vez sin equivocarse.
—Ya estoy aquí.– Habló contra su celular, sentado en la misma banca de siempre. La voz le había salido algo cortada.
Se sostenía a migajas.
—Nosotros ya llegaremos, hay mucho trafico.— Dijo Yuchen. — Esperanos.
—Está bien, nos vemos por aquí.– Dijo cortando la llamada.
Si soltaba una palabras más se rompería.
Recostó si espalda contra la madera, viendo al cielo nublado y contando las nubes sobre su cabeza. El sonido de unas voces conocidas le hizo voltear, eran los padres de Zhan que caminaban hacia la puerta del hospital; parecían apurados, tenían los pasos rápidos. La curiosidad le entró, irguió su espalda para ver mejor pero los perdió en la entrada del hospital. No los había visto hace unos cuentos días, por ellos es que se enteraba de lo que decían los doctores, solo por ellos. Así que no tuvo más opción que seguirlos.
—Maldita sea, Yuchen, eres tan lerdo.— Susurro mientras tomaba el ramo de flores más fuerte.
Camino rápido para alcanzar sus pasos, quiso ir en el ascensor para llegar más rápido pero este parecía tomarse su gran tiempo, con un quejido emprendió su gran carrera subiendo por las incontables escaleras, trataba de no maltratar las flores pero algunos pétalos iban cayendo, haciendo un camino de pétalos amarillos.
Al llegar al piso de Zhan echó una gran bocanada de aire, busca por el pasillo a los padres de Zhan, cuando no los encontró decidió ir hacia la habitación. Estando frente de la puerta blanca la vio semi-abierta, pudo ver por la rendija que hablaban con un doctor, no quería interrumpir pero tampoco quería quedarse sin saber lo que pasaba.
Era de muy mala educación escuchar la conversación ajena, pero no le importaba, parecía muy importante lo que decían.
—Nunca me ha gustado ser el portador de malas noticias, pero así es mi trabajo.— La gruesa voz del doctor dijo, el corazón de Yibo empezó a palpitar contra sus oídos y en su estómago se ató un gran nudo.— Pero las posibilidades de que su hijo despierte son muy escasas, no hay mucho que hacer.
—Lo sabemos.— Dijo su padre, en el tono de su voz se podía escuchar la tristeza de su alma.— Por eso ya hicimos los papeles para el traslado de Zhan.
¿Traslado? Se preguntó.
—¿Están seguros de hacer aquello? En Japón y acá, las posibilidades son las mismas.
—Estamos seguros, solo queremos que cata a uno de los mejores hospitales de la región. No nos puede culpar por querer que nuestro hijo despierte. Las posibilidades de que lo haga en el hospital de Tokio son altas, tienen un gran expediente con eso.— Dijo su madre.
—Está bien, ¿cuando será su traslado?
—Mañana por la tarde. Todos los papeleos ya están hechos.— Dijo su padre.—Todo el personal designado para el caso de Zhan vendrá por el.
—De acuerdo, les deseo mucha suerte.— los pasos del doctor se acercaron, Yibo salto en su lugar y corrió a esconderse.
Corrió a una esquina a desaparecer, cual niño pequeño, teniendo miedo.
Su respiración hacia incrementado, su corazón latía contra sus tímpanos y sus manos temblaban, el tiempo se movía lento, todo parecía una cámara lenta. Sentía como se había congelado todo y era el único que podía moverse.
Más costillas se le rompieron.
Vio desde su esquina de reojo, los padres de Zhan habían salido de la habitación y caminaban al lado del doctor. Cuando se alejaron lo suficiente camino para entrar a la habitación, aún sentía el palpitar contra sus tímpanos, aún sentía como su alma se hacia polvo.
Al entrar a la habitación, con su ramo de flores, viendo a Zhan postrado en una cama de hospital, conectado a máquinas que sostenían su vida. Se dio cuenta de lo frágil de todo. La fragilidad y la esencia de la vida, sostenida por una máquina.
Las lágrimas contenidas no pudieron guardarse, tenía tanto miedo. Tenía terror, sus manos no dejaban de temblar mientras caminaba hacia Zhan, su corazón no dejaba de martillar contra sus tímpanos. Se arrodillo a su lado dejando las flores contra el piso, tomando su mano y llevándola hacia su frente, llorando, rompiéndose y haciéndose polvo. No oído contener los sollozos lastimero de su garganta.
Quería despertar.
Que una estrella por fin le escuchase.
Pero no pasaba.
—Mi amor.— Sollozo, tomando la mano de Zhan contra su mano temblorosa, suave y fría.— Por favor, por favor, abre tus ojos. No nos dejes, hay mucho que aún no hemos hecho. Zhannir, aún no haz bailado en Moscú, aún no hemos viajado a Daegu, aún no hemos dormido en las colinas. Hay muchas cosas por hacer. Por favor, Zhannie, despierta.
Las palabras dichas solo eran un desperdicio de aire, Zhan no lo oía.
Siguió llorando mientras llamaba a su nombre, sin ninguna respuesta.
Ni siquiera el sonido de la puerta logró callar sus sollozos, ni siquiera la presencia de sus padres dentro logró que dejarse de llamar el nombre de Zhan.
–Yibo...— Susurró su padre.
—Por favor.– Sollozo.— No se lo lleven.
—Es la última opción que nos queda.— Dijo su madre.
—¿La última?
—Nadie nos da esperanzas, Yibo, todos nos dicen que Zhan no despertara, en Tokio nos dieron esperanza de vida y nos aferramos a ella.
Yibo miro a las pecas sobre la naricilla de Zhan, quiso besarlas y peinar su cabello.
Era lo último que podían hacer.
Llevar a Zhan lejos para que lograrán dar con el brillo de sus ojos.
Se aferraban a aquello, a la última fuerza que la tecnología mes alcazaba.
La esperanza de Yibo se aferraba a aquellas estrellas que habían escuchado sus deseos todos los días.
>>cuenta regresiva para el final 3/6<<
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