𝟬𝟬𝟬. 𝗩𝗮𝗰𝗮𝗻𝗰𝗲 𝗖𝗹𝘂𝗯
ELENA ODIABA EL VACANCE CLUB y todo aquello que la hiciera convivir con un ser pensante más allá de su cerrado círculo social. Lamentablemente, fuera como fuera el final siempre era el mismo; adolescentes disfrutando del sol y la playa, mientras ella se encerraba en la habitación limitándose a existir.
O al menos eso se suponía.
— No quiero ir — a Elena no le fascinó exactamente la bromita de Marizza Pia Spirito en el transcurso de su viaje, y su mañana no podría ser menos oportuna desde el momento que Luna Fernández la despertó para ir a desayunar todas juntas.
— Dale Elena, tienes que desayunar — insistió Luna, al mismo tiempo que ambas jalaban lados contrarios de la colcha.
No podía tener nada en contra de Luna, parecía una chica dulce que apenas descubría el mundo más allá de su barrio y su entusiasmo se asemejaba casi al de un perrito. Pero desayunar con Marizza no parecía la mejor manera de recibir un nuevo día.
No hace menos de veinticuatro horas que conocía a Spirito y ya podía ver que era una persona demasiado terca, y claramente no se quedaba quieta cuando algo o alguien le hiba en contra de sus pensamientos o creencias. Era irritante, o al menos para Elena.
— Déjala Luna — Luján Linares, su otra compañera de cuarto, tomo a la chica Fernández del brazo y con un suave jalón la alejo de la cama de Elena — Si no quiere venir, que no lo haga.
A sus ojos, Luján era curiosa. Fuerte por fuera y muy seguramente algo frágil por dentro, pero se le presentará lo que fuera seguramente lo enfrentaría de un golpe.
— Déjala. A ver si cuando regresemos hay un esqueleto en su cama — hablo finalmente Marizza mientras se colocaba sus lentes de sol amarillos, después de todo, hasta ahora no habían visto a Elena probar bocado alguno.
Las tres se fueron, dejando a Elena una vez más sumirse en el sueño. Total, podría bajar a la hora que quisiera y pedir un snack mientras esperaba la hora de la comida. O quizás saltarse toda esa molestia y solo dejar la cama para darse una ducha antes del anochecer, justo como le gustaba, y tal vez bajar a la cena solo si tenía ganas, igualmente nadie notaría su ausencia. Si, ese era un buen plan.
Cerro sus ojos a punto de volver a la oscuridad total cuando un pequeño toque en la puerta la alerto, ¿Habrán olvidado algo las chicas?
— Elena, ábreme.
La joven se cubrió la cara con su colcha y ahogo un gruñido en la tela, se había olvidado que ese año Alya y Velázquez empezaban en el Elite Way con ella, en el mismo curso.
— ¡Está abierto! — ni loca iba a dejar su cama.
— No lo está — canturreo la voz de Velázquez, un buen animo tiñendo las notas. Elena hasta podía ver su sonrisa a través de la puerta.
Juntando los pocos ánimos de su ser mientras ignoraba a la vocecita de su cabeza que le decía que no valía la pena, Elena abrió la puerta. Frente a ella estaban los dos integrantes de su cerrado círculo social, sonriendo como si acabarán de obtener algún premio y vestidos claramente para pasar su día en la playa.
— Ahora que te levantaste, ¿Qué te parece si vamos a desayunar? — pregunto el chico.
— Obviamente te cambias primero — le siguió Alya, señalando su pijama de color crema.
Si, Elena no tenía ganas ni de respirar, pero no iba a dejar a sus únicos amigos a la merced del desastre adolescente que eran los estudiantes del Elite Way. No era tan mala.
SI A ELENA LE HUBIERAN DICHO que Marizza se iba a ahogar para llamar la atención del coordinador de actividades, que una Vedette llegaría al club y que tendría que ir con Manuel Aguirre a salvar a Pablo Bustamante de morir desangrado en un pueblo cercano, todo junto en el día anterior, se habría reído.
— Ayer fue un buen día después de todo. Muy entretenido — como siempre, Velázquez intento sacarle el lado positivo al asunto mientras Alya analizaba sus opciones de desayuno con mucho cuidado — Pero confuso.
Los tres habían pasado la mañana anterior recorriendo la playa y entrando y saliendo del mar antes de que el coordinador Mauro llegará para que Elena fuera la heroína de Pablo mientras Alya y Velázquez conocían a la famosísima Vedette, Sonia Rey. Después de eso la cena fue relativamente tranquila, y cuando Luna le pregunto a Elena como había estado su día ella simplemente le dio una leve sonrisa sin dientes y respondió que bien.
Hasta ahora las vacaciones no había sido tan terribles como Elena esperaba.
— ¿El panque tendrá nuez?
— Creo que son almendras.
No eran muy habladores en espacios tan públicos como lo eran las zonas de comida . A los tres les gustaba discutir sus cosas en privado, lejos de las miradas curiosas, los chismosos y todos aquellos que parecían más víboras que seres humanos.
— ¿Qué opina tu mamá de que pases aquí las vacaciones, Velázquez? — De los tres, Mickey era el único que realmente había tenido una madre presente y responsable en su crianza.
— A ella le encantó la idea. No le gusta que pases las vacaciones sola Elena, ya lo sabes.
— Tania es muy amable conmigo — Elena bajo la mirada avergonzada de las atenciones que tenía la madre de su amigo, mientras Alya sonreía suavemente.
— Lo se. Amo a mi mami — con su típica sonrisa de inocencia, Velázquez miro a sus amigas presumiendo a su madre en broma.
Los demás a su alrededor realmente no entendían que pasaba entre esos tres. Elena Di Fiore llevaba un año en la escuela y había sido osca ante cada acercamiento de sus compañeros, desde las rosas que Pablo le regaló en su primera semana hasta cuándo la gran Mia Colucci le propuso convertirla en uno de sus proyectos y hacerla dejar ese estilo tan vago que tenía actualmente y solo consistía en camisetas y pantalones de tallas más grandes y colores neutros o simplemente negro.
¿Qué tan especiales tenían que ser Alya Sarcedo y Mickey Velázquez?
— ¿Qué es esta cosa? — pregunto Alya de repente al ver una hoja enrollada en su mesa.
A su alrededor todos los jóvenes leían las hojas con interés.
"Último momento.
Muchas cosas están pasando en este verano caliente. ¿Sabían que Pablito Bustamante, el hijo del intendente está pagando una pena por un trabajo comunitario? Claro que no es lo peor que tenemos . . ."
— Tengo un mal presentimiento de esta cosa — dijo el castaño tomando la hoja de las manos de su amiga en cuanto vio a Felicitas Mitre poner una de las hojas en la boca de Colucci.
Mientras la propia chica leía el texto en voz alta, Elena miro a sus compañeros de reojo, algunos reían, otros estaban conmocionados y otros cuantos simplemente miraban sin expresión alguna debido a que la información no los involucraba. Si Elena se hubiera fijado un poco más allá de lo superficial se habría dado cuenta de como alguien también la miraba a través de unos lentes de marco cuadrado y un libro de filosofía.
— ¿Fuiste voz nena? — la voz del propio Pablo la saco de sus pensamientos. Seguramente la razón por la que no la sacaba de su silla para reclamarle era la herida reciente en su torso — ¿Me buchoneaste?
El ojiazul estaba enojado. Si su padre se llegaba a enterar de eso, seguro lo mataba.
— Cálmate Pablo, no me importas lo suficiente para andar contando tus secretos.
Y en serio, no le importaba ni siquiera lo suficiente como para enojarse por la acusación.
— ¿Y quién te dice que no fue tu amiguito? — Velázquez tampoco se levantó, solo se limito a preguntar mientras sus ojos se encontraban fijos en Tomás.
Los tres se habían cruzado juntos desde los siete años, se conocían hasta los detalles más insignificantes y las vergüenzas más extrañas. Elena no era buchona, y Velázquez no iba a permitir que dijeran falsos de su amiga, por más leves que fueran. El era muy consciente de lo mucho que podía marcar un solo comentario a alguien.
Ofendido por las acusaciones a su mejor amigo, Pablo estuvo a punto de ir a golpear al chico nuevo cuando Mauro apareció para, supuestamente, calmarlos a todos.
Y después Sonia Rey apareció en la ecuación para llevarse a los jóvenes a otro lugar y distraerlos del mal sabor de boca.
— Gracias Velázquez — le dijo cuando estaban en camino.
— Todo un caballero nuestro Mickey — una pequeña risa salió de los labios de Alya, mientras su vestido de flores se movía por la suave brisa.
El chico le sonrio a sus amigas, recordando como antes eran ellas las que lo protegían de los comentarios crueles y ofensivos a él o su madre.
— Me gusto cabalgar con Sonia, fue divertido.
Los tres amigos estaban sentados en la barra del salón donde Sonia los cito después de que cada uno se fuera a cambiarse de ropa a su respectivo cuarto. Alya estaba compartiendo habitación con Mia, Felicitas y Vico, donde el ambiente era tenso gracias a la nota de la mañana. Velázquez compartía habitación con Manuel, Nico y Guido, un ambiente raro pero digerible.
Marizza estaba resultando muy amigable y feliz gracias a la fiesta que su madre organizaba, Luján simplemente no parecía querer ir y Luna era prácticamente un sol andante. Incluso le ofreció un tratamiento extraño para los rizos de su cabello.
— ¡Hola mis amores! — saludo la mujer al entrar junto con Mia y Feli, las últimas que faltaban — ¿Cómo están? Yo solo vine a anotar las parejas que ya se formaron.
Los adolescentes se miraron sin saber realmente que decirle a Sonia.
— Pensé que era una broma — susurró la chica Sarcedo a sus amigos.
— Ajá — soltó la mujer con sarcasmo — Veo que no entendieron. Falta solo una hora para la fiesta y no se ha formado ni una sola pareja, no puede ser. ¿Saben que? De acá no se mueven hasta que cada uno de ustedes tenga una pareja.
Oh mierda, pensaron los tres. El Vacance Club se estaba poniendo extraño.
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