𝟢𝟢𝟣. 𝖤𝗌𝖾 𝗇𝗈 𝖾𝗋𝖺 𝖵𝖾𝗅𝖺́𝗓𝗊𝗎𝖾𝗓

         LOS PENSAMIENTOS DE ELENA ESTABAN TAN DIFUSOS que no sabía si regañar a Velázquez o golpear a Guido. Tal parecía que la bebida que Lassen le dio a su mejor amigo no era solo un refresco de naranja.

Ahora Elena estaba lejos de la fiesta y sola gracias. Velázquez había ido al baño y Alya se fue a dormir temprano después de un extraño baile con Diego Urcola, el chico al que tuvo que invitar para que Sonia no se molestará.

    — Me lleva el demonio Velázquez — se quejo la chica cuando estuvo tan lejos como para no escuchar la fiesta pero lo suficientemente cerca para no perderse totalmente en la oscuridad del pequeño bosque que rodeaba el club — Porque no probaste esa cosa.

A ella no le gustaba el alcohol, lo odiaba. Detestaba ese horrible revoltijo de miedo y nostalgia que nacía en su pecho las raras veces que llegaba a beber, y dios, como odiaba pensar en lo mucho que debía parecerse a su madre en esos momentos. Pérdida, triste, sintiéndose totalmente sola en su prisión de oro.

     — Eso es tan patético — murmuró otra vez. Un pequeño escozor surgió en su nariz mientras la luz de las estrellas y la luna se hacía cristalina en sus ojos gracias a la fina capa que hacía brillar sus ojos — Soy patética.

Y se rió en medio de su naciente llanto. Si su padre pudiera verla le daría uno de esos sermones de debilidad y fortaleza. Según el, llorar no servía de nada y es solamente algo tonto que solo te hace perder el tiempo. Su madre lloraba todo el tiempo, esa fue su primera señal de debilidad, no? Fue por eso que hizo lo que hizo. Porque era débil. Por eso disparo.

Elena no era débil. Ella no lloraba, no desobedecía, no era superficial ni ponía en vergüenza su apellido.

     — ¿A quién carajo le importaría? — realmente no había caso alguno en vivir así. El propio Velázquez se habría ahogado hace mucho de no ser por su madre. Alya seguía en pie por sus maravillosos abuelos. Por un momento en la mente de Elena se presentó un pensamiento; "tu no tienes a nadie, todos se fueron sin ti".

Y se rió aún más por lo tonta y patética que realmente era. No estaba sola, tenía a Mickey y sus extraños relatos de mitologías que le contaba para distraerla en medio de la oscuridad cuando ella no podía dormir por sus pesadillas de truenos sin rayos. Tenía a Alya y sus palabras tan dulces y hermosas con manos suaves que siempre la hacían sentir como una persona normal aunque fuera por unos segundos.

Si no estaba sola, ¿Por qué carajo seguía deseando morir? ¿Eso era egoísta? ¡Dios, si, era tan egoísta! Padre le dice que esta bien ser egoísta porque realmente nadie más va a pensar en tu bienestar, cosa que en realidad no era cierta. ¿Es por eso que se siente tan mal el querer morir?

¿Por eso se sintió tan mal cuando tomo todo el frasco de pastillas de un tirón?

     — ¿Elena? ¿E-Estás bien?

A Elena las cosas le hacían efecto demasiado rápido y de una manera algo fuerte. Desdé la cafeína hasta ese maldito lo-que-sea que Guido puso en el gran baso de refresco que Elena termino tomándose. ¿Quién carajo era la persona que le estaba hablando? Ni idea. Parecía Velázquez.

Si. Seguro que era Velázquez.








MARCOS AGUILAR NO IBA A ADMITIR que miraba a Elena Di Fiore de vez en cuando desde que ella puso un pie en el Elite Way. Ningún chico podría negar que Elena era atractiva y tenía un aura integrante. Por dios incluso Pablo Bustamante, el chico más atractivo de la escuela, le dio rosas en su primera semana.

Pero bueno, los planes de muchos de salir con la nueva se fueron al caño cuando la propia Elena lanzo las rosas de Bustamante por la ventana del Hall. Las chicas la llamaron loca y los chicos dejaron el interés. Pronto Elena se convirtió en un fantasma del colegio, existiendo entre los demás alumnos, sin llamar la atención de nadie más que la de el. No hablaba con nadie, no miraba a nadie y sus notas se mantenían siempre en ese péndulo de ocho y nueve.

¿Por qué la miraba tanto si ella seguramente ni podría reconocerlo? Tal vez era masoquista.

Marcos sabía lo que era ser invisible ante alguien, encerrado en tu propia tristeza. Quizás lo único que quería era que ella se diera cuenta de que la miraba. Quizás, solo quería decirle; "Te veo. Existes para mi", una señal, mostrarle que si algo le pasaba, alguien se daría cuenta, que si ella sufría el se preocuparía.

Marcos se había alejado a tiempo de la fiesta después del cambio de habitación organizado por Manuel, así que también puedo escapar de la pelea entre Mauro y el intendente Bustamante. Lo que pretendía ser un paseo nocturno antes de dormir para despejarse se convirtió en lo que fuera eso en el momento que escucho claramente la voz de Elena llamándose a si misma patética.

     — Perdóname — ahora la propia Elena lloraba en sus brazos como si fuera una niña pequeña. Seguramente lo estaba confundiendo con alguien más, ¿Debería aclararle quien era? — No se ni por que lo hice.

Sus ojos brillantes y la nariz casi moqueando la hacían ver tan vulnerable. ¿Qué cosa habría pasado para que ella estuviera así? ¿Alguien la habría engañado? ¿Había algo que el pudiera hacer por ella?

     — Se que dijiste que podríamos afrontarlo, que encontraríamos un modo de superarlo todos juntos — Elena se inclinó para hundir su cabeza en el pecho del chico, mientras el solo podía luchar consigo mismo para que no le diera un ataque cardíaco ahí mismo — No se que pasa con mi cabeza. Hay algo mal ahí y me da miedo no poder arreglarlo.

Elena lloro un rato más mientras la camisa de Marcos se humedecía con sus lágrimas, pero a él no podía importarle menos, estaba demasiado perdido en acariciar su cabello y arrullarla para que su llanto pudiera cesar un poco. No dijo nada, pues temía decir algo incorrecto o fuera de lugar. Lo que ella necesitaba era descargarse.

     — Te quiero mucho Velázquez.

Si alguien le hubiera preguntado a Marcos, el no podría negar que su corazón se rompió un poco cuando supo con quién lo había confundido Elena.













PILAR DUNOFF NO TENIA PROBLEMAS CON ELENA realmente. Ella nunca la molesto ni llegó a ser participé de las bromas, burlas y acusaciones de buchona que los demás le hacían. Di Fiore solo se limitaba a existir en la escuela sin llamar la atención. Ojalá Pilar pudiera llamar la atención de la misma manera que Elena lo hizo en cuanto llego.

     — Oye, Pilar — curiosos fueron los giros de la vida, pues uno de los chicos nuevos la ubicaba perfectamente — ¿Viste a Alya Sarcedo o Elena?

Mickey Velázquez era un buen amigo por lo poco que había podido ver Pilar, pero sobre todo muy atractivo. Así que cuando un chico así se acerca, ella no pretende dejarlo ir.

     — Hace un rato las vi a las dos, se estaban llendo a dormir — explico la chica, que en realidad solo vio a Sarcedo salir de la fiesta.

     — Ah, bueno — la cara de Mickey mostraba su sospecha, por lo que Pilar tuvo que pensar en algo rápido para distraerlo y que no se fuera tan rápido. Ella solo quería bailar con un chico lindo y disfrutar un poco la noche.

     — ¿Querés bailar? — y ella sonrió como nunca durante todo ese baile gracias a que el acepto.

De verdad que Pilar habría jurado que Elena se había ido con Alya a dormir, por lo que se sorprendió cuando la chica apareció junto con su compañero Marcos Aguilar en la entrada al pasillo de los cuartos de chicas en el hotel.

     — ¡P-Pilar!

     — ¿Qué le pasó? — pregunto la chica preocupada al ver a Elena prácticamente colgando del brazo de su compañero.

     — Está cansada, e-es todo — explico rápidamente el rubio — ¿M-Me podés ayudar?

Y nuevamente los giros de la vida, pues Pilar estaba llevando a Elena a su cuarto a dormir porque Marcos era demasiado tímido y con demasiados nervios como para entrar en esa zona.

     — Más nos vale que alguien abra la puerta — más que alcoholizada como podría esperarse, Elena parecía cansada y a punto de caer dormida donde fuera.

Todo dos veces con los nudillos en la puerta de la habitación hasta que finalmente Luna Fernández abría la puerta y las dos pudieran dejar a Di Fiore en su cama.








     — Dios, necesito azúcar.

La chica Di Fiore tenía menos ganas de levantarse que el día anterior, pero de alguna manera el dolor de su estómago la movió fuera de la cama hasta las mesas para el desayuno. Sus tres compañeras de cuarto de igual manera ya se habían levantado, así que por primera vez desde que llegaron al club las cuatro salieron al mismo tiempo de su cuarto.

     — Dale Marizza, vamos — dijo Luján al ver qué Spirito no quería salir del cuarto.

     — Ay, no quiero verle la cara ni a mí vieja ni a Mauro — Marizza parecía realmente disgustada.

— ¿Por qué? ¿Qué te hizo Mauro? — le pregunto Luna. Al parecer Elena se perdió de algo intenso el día anterior.

     — Pobre, el no me hizo nada. Es la calienta pibes de mi mamá que necesita que todos los hombres estén atrás de ella — la morena alzo una ceja sin decir nada.

     — Ay chicas, es una diosa. Sonia es la mejor — Luna realmente se veía emocionada por la Rey, lo que resulto un poco adorable para Elena.

     —Eso es porque vivís en Pedolandia. Vos crees que Mia es divina y no es así — replicó la pelirroja cruzando los brazos.

     — Mia también es muy buena. Ay no se chicas, el día de ayer no les pareció como un sueño con Sonia Rey? — en este punto la morena estaba demasiado perdida.

     — Yo mejor me voy chicas, chao — murmuró ella, recibiendo solo una respuesta de Luna.

     — Mejor decir que fue como una pesadilla, o no Luján? — bien, ahora Elena podría decir libremente que no entendía a Marizza Pia Spirito y algunas de sus actitudes.

Si bien las fantasías de Marizza respecto a Mauro siendo prácticamente un pedófilo eran extrañas, sus actitudes hacia su madre no eran las mejores ni para ella ni para Luján por lo que pudo ver.

Podría admitir que la manera de llegar de Sonia Rey llamando tanto la atención no fue exactamente la mejor, pero esa mujer estaba tan preocupada por su hija como para llegar en avioneta. La mayoría de los chicos del Vacance Club ese año, incluyéndose, estaban ahí porque a sus padres les parecía más fácil dejarlos todo el año al cuidado del colegio que pasar dos meses al pendiente de ellos. Niños criados en cunas de oro por servidumbres.

     — ¡Buenos días Elena!

Al bajar la escalera que llevaba a su habitación la morena pudo ver a lo lejos la figura de Alya Sarcedo utilizando uno de sus lindos vestidos de flores al estilo de los cincuenta y junto a ella Velázquez con una camisa blanca sin mangas y un short verde holgado. Ella alzo su brazo ligeramente para saludarlos.

El día les deparaba muchas cosas a los tres amigos, dejando a un lado los secretos de lo que pasó la noche anterior. Incluida la persona que hablo con Elena la noche anterior y la vio llorar como una niña pequeña.















































Holiiii
¿Qué les pareció?

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