i. el pequeño cuervo.
(...)
LOS GRITOS DE GUERRA, La sangre derramada y el filo de las espadas sonando en el atardecer, una joven de cabellos rubios y estatura mediana corría alrededor de las personas masacrandose, había miedo en su mirada pero no sé detuvo, busco con la mirada a su madre y en cuanto logro verla fue hacia ella entegandole lo que tenia en mano.
—Eivor, mantente detrás de mi—Pidió la mujer mayor mientras se colocaba la parte superior de su armadura, lo que la pequeña le había traído.
La joven asintió sin decir una palabra y camino detrás de su madre, escuchar los gritos incesantes de agonía de los demás le ponía los pelos de punta.
—¡Los sajones llamaron por refuerzos!—Escucharon a alguien gritar.
Yrsa gruñó en respuesta al escuchar esas palabras, no era una buena señal ya que las cosas solo se estaban complicando. Eivor corría a los compañeros caídos que agonizaban en el suelo y les colocaba un arma en la mano con la esperanza de que lleguen al valhalla, lo hacía mientras limpiaba sus mejillas empapadas de lágrimas.
—Pequeño cuervo, mírame—En cuanto su madre habló ella la miro, está usaba su espada para cortarle la cabeza a alguien—un guerrero que lamenta su muerte no entra en el Valhalla, jamás tengas miedo de morir.
La sangre empapó a la mayor, luego extendió su mano hacia la pequeña quien la tomó sin dudar.
—LLevare al pequeño cuervo a dar un paseo—Guiño un ojo a uno de sus guerreros de confianza, era hora de su plan final.
Tomo a su hija del hombro y le dio leves empujones hasta alejarla del campamento, lo único que se veía ahora era la nieve cubriendo la copa de los árboles, mientras más caminaban más se adentraban al bosque y los ruidos de pelea se alejaban de ellas. Cuando estuvieron lo suficientemente alejadas, Yrsa se agachó a la altura de Eivor y la tomó por ambos hombros.
—Escuchame con atención—Hablo mirándola seriamente—si sigues recto este camino encontrarás una aldea sajona, creo que fue tomada recién por dos hermanos daneses—Hizo una pausa y suspiro—ofreceles tú mano y tu daga, diles que pelearás por ellos a cambio de comida y techo.
La joven Eivor no entendia por qué su madre le estaba pidiendo eso.
—P-pero, ¿y si son hostiles conmigo?—Tartamudeo la rubia mirando a su madre con preocupación.
—No lo harán, te vi entrenar hija—Revelo mientras sonreía con tristeza—eres fuerte, se que nada malo te pasará y no estaras sola, los dioses observan. Toma.
La mujer extendió su mano y al abrirla la joven pudo ver un collar familiar.
—El collar de papá—Dijo emocionada y lo tomo sin dudar. Uno de los dijes representando el martillo de Thor, muchos líderes vikingos portaban uno.
—Estoy segura de que el querría que lo tuvieras—Aseguro mirándola tiernamente—cuando el vuelva te buscaremos, lo prometo. No puedo abandonar a nuestra gente y dejarlos morir eso no haría un buen líder.
Eivor trago saliva y asintió con tristeza. Yrsa se levantó y camino alejándose de la joven pero antes de irse se giro y dijo:
—Nos veremos pronto, mi dulce Eivor.
La mujer se dio la espalda y comenzó a caminar de regreso a su aldea sin darle una última mirada a su hija, Eivor corrió lo más que pudo lejos del lugar, sus piernas comenzaban a doler y un camino libre de bosque apareció frente a ella a lo lejos se puso divisar el fuego saliendo de entre unos muros de madera, esa debía ser la aldea que su madre había mencionado y sin perder tiempo camino hasta el lugar con el miedo tomándola de los hombros.
Eoferwic York
Reino de Northumbria.
El lugar era un caos, había cuerpos de guerreros sajones mutilados en el suelo, algunos de estos estaban colgados sobre las puertas, lo extraño era ver a los demás sajones seguir con sus vidas, algunos trabajaban limpiando los cuerpos de las calles y aunque no se veian contentos se notaba que no querían morir, ahora eran esclavos de daneses.
La niña caminó con desconfianza por el lugar, creyó que podía pasar con forastera sin llamar la atención hasta que unos hombres daneses la rodearon y la tomaron de los brazos llevándola con los lords del lugar, los hermanos justo como su madre había dicho.
—¿Quién es esta?—Pregunto uno de cabellos negros, se veía mas temerario y más peligroso que el otro.
—Nuestros hombres la vieron entrar, puede ser espía para otro lord o quizá de los sajones.
—Pero es danesa—Hablo el rubio examinando a la joven con la mirada, mantenía su ceño fruncido debido a su confusión por las conclusiones de sus hombres.
—Aun así hay casos de daneses que sirven a los sajones como esclavos y los obligan a entrar de espías a campamentos daneses.
—Explicate—Ordeno el pelinegro mirando duramente a Eivor.
La joven rubia se encontraba en el suelo de rodillas.
—Mi nombre es Eivor, mi madre es Yrsa Eiríksdóttir—Su voz era temblorosa pero no bajo su mirada ni una vez—nuestra aldea esta del otro lado del bosque.
—¿Yrsa?—Cuestiono el de cabellos rubios—¿No es la mujer que nos dió suministros a nuestra llegada?.
Se quedaron en silencio unos segundos.
—¿Atacaron su aldea?.
—Si, mi madre se quedó a pelear—Respondió Eivor—los sajones llegaron en la madrugada.
Escucho al pelinegro gruñir.
—¿Significa que vendrán por nosotros, Erik? —Le pregunto al rubio, este se froto la barba parecía pensar.
—No lo creo Sigefrid, la aldea de Yrsa era pequeña y con poca seguridad—Respondió su vista vago por el lugar hasta terminar en la pequeña—¿Y por qué viniste a nosotros?.
—Mi madre dijo que podía ofrecer mi espada a cambio de un techo y comida—Murmuro segura de sus palabras.
Sigefrid rió a carcajadas como si la joven hubiese dicho un chiste gracioso.
—¿Es una broma?—Cuestionó divertido por la situación, su mirada bajo hasta el cinturón de Eivor dejando ver una daga—¿Podrías matar a alguien con eso?.
Eivor asintió mirándolo neutralmente.
—Incluso ahogar risas cortando gargantas—Sus palabras habían salido sin pensar, solo se dió cuenta de su imprudencia cuando vio el rostro de Sigefrid tornarse rojo de ira, para luego ponerse de pie amenazando con acercarse a ella pero por suerte Erik lo detuvo.
—Calmate, hermano—Le reprochó mirándolo seriamente—Es solo una mocosa, ¿Dejaras que te moleste?.
El pelinegro dejo de gruñir y volvió a sentarse.
—Su lengua es más afilada que su daga de eso no hay duda—Menciono Erik mirando a la rubia con burla—¿Tu espada a cambio de techo y comida?. Bien, puedes quedarte.
Sigefrid miro a su hermano sin creer sus palabras.
—¿Estás seguro, hermano?—Le cuestionó seriamente.
—Si, podría sernos útil en el futuro—Aseguró el rubio—Tenemos mucho que preparar para el viaje, recuerda que haremos tu actividad favorita.
—Matar Escoceses—Respondió el pelinegro con una sonrisa sinica—Mocosa ya puedes irte Haesten te mostrará dónde dormirás.
El mencionado dio un paso al frente, era un hombre rogusto, rubio, de mirada penetrante. Eivor se levantó y caminó detrás del hombre mayor, recorrieron el lugar hasta llegar a una posada.
—Las habitaciones cómodas se terminaron, acostumbrate al lodo, las camas duras y los gemidos—Se burló el robusto mientras se iba dejándola sola.
La habitación era pequeña, pero aún así el tamaño la hacía sentir sola más de lo que ya estaba, cerro la puerta de madera con todas sus fuerzas ya que era las pesada debido al lodo, se sentó en la cama dura y miro con atención el lugar, los pensamientos la invadieron y sin querer ya estaba llorando, no sabía nada de su madre y lo más seguro era que estaba muerta, su padre estaba del otro lado del mundo conquistando lugares y peleando en guerras, pero los dioses le habían dado la señal de que debía comenzar su aventura a encontrar su destino.
Se recostó y con su mano izquierda tomo el martillo de Thor apretándolo. Su viaje había comenzado y si no era con los hermanos seguramente encontraría a su propia gente.
Su propia familia.
(...)
Durante los siguientes meses Eivor se dedicó a hacer pequeños encargos para los hermanos, ya tenía una espada propia aunque no era la gran cosa ya que la había arrancado de un cadáver sajón, pero esperaba que pronto pudieran hacerle una propia. En ese tiempo recibió noticias de su aldea gracias a los hombres de Sigefrid y Erik, estos dijeron que el lugar había sido quemado hasta los cimientos junto con los cadáveres los cuales eran ya irreconocibles, Eivor sufrió al saberlo pero esperaba que su madre haya muerto con arma en mano y que ahora este en el Valhalla disfrutando de un festín junto a sus amigos caídos.
Está mañana la rubia recibió una noticia, los hermanos al fin emprenderían el viaje que tanto estuvieron preparando, dejarían Eoferwic a manos de Haesten y otros soldados para que la cuiden hasta su regreso, Eivor les insistió en que la llevaran con ellos pero estos se negaron asegurando que aun era muy debil para pelear en una guerra real.
—Es ridículo—Murmuro mientras colocaba sus manos en su cintura para pensar a lo lejos vio como Sigefrid le daba un cabezazo a uno de los padres sajones este se fue de regreso a la capilla echando humo del enojo—Sigefrid y su temperamento de simio.
Los hermanos se fueron junto a los gritos de festejo de los demás daneses que se quedarían en Eoferwic. Eivor camino hasta su habitación en la posada la cuál ya tenía un par de pertenencias, como ropa y una que otra daga, se recostó y cerró sus ojos unos segundos estaba lista para dormir plácidamente hasta que en la habitación de al lado escucho a una mujer gemir, la rubia gruño y se levantó golpeando la pared de piedra y gritando que se callarán, volvió a recostarse. Comenzaba a quedarse dormida hasta que escucho nuevamente gritos, pero estos no parecían de placer como los anteriores esos eran más como de terror, abrió la puerta de su habitación con fuerza y lo unico que vio fue caos y muerte, los sajones masacraban a los daneses. Lo primero que hizo fue a ayudar a una mujer danesa la cuál apenas estaba vestida, no dudo en clavar su espada en la garganta de ese sajón, pudo haber continuando pero se desplomó cuando algo golpeó su cabeza.
Al despertar lo primero que vio fue a los sajones gritar con emoción, miro sus manos las cuales estaban atadas intento liberarse pero era imposible, su cabeza daba vueltas debido al golpe en la cabeza. Frente a ella estaba Haesten siendo golpeado por cuatro sajones los cuales no le daban la oportunidad de defenderse, el también estaba atado. Eivor entendió la situación casi de inmediato, los sajones se habían revelado contra los daneses y aprovecharon la partida de los hermanos y sus mejores guerreros para tomar Eoferwic nuevamente.
—Golpeenlo—La voz de un hombre gordo se hizo presente, las personas estaban eufóricas. La rubia lo reconoció del mercado ese hombre solía vender fruta podrida y pareciera que ahora ganaba más dinero—¡Fuerte!.
Si Haesten era asesinado por los sajones en ese juego de mierda donde lo golpean con palos, ella sería la siguiente. No tendrían piedad con ella, ni siquiera se detendrían a pensarlo. Su mirada se perdió en como Haesten era apaleado por los sajones, cuatro contra uno definitivamente no era justo.
Si este era su destino, entonces no lo aceptaba. Eivor no podía morir siendo golpeada por sajones sin siquiera tener la oportunidad de defenderse.
Así no debe morir un guerrero.
Entre los tantos gritos y risas de emoción y euforia, sumándole a eso las llamas de una ciudad recién recuperada por los sajones, fue imposible para los viajeros ignorar el por qué una de las ciudades más conocidas del lugar estaba ardiendo en llamas. Uhtred junto a sus acompañantes cabalgaron hasta Eoferwic con ganas de saber que había sucedido.
—¿Daneses?—cuestiono uno de sus acompañantes.
—Los Daneses no masacrarian a otros daneses así—respondio Uhtred sonando seguro de sus palabras, después de todo sabía sobre los daneses más que cualquier sajón.
—Si hay una masacre, lord y parece que así fue...¿Por qué avanzar hacia ella?.
—Tenemos curiosidad—Respondió con decision.
Los cuerpos de los daneses asesinados eran saqueados y despojados de sus pertenencias. Cuando el grupo de tres camino hacia el frente de la capilla donde habían demasiadas personas gritando eufóricamente, Uhtred logro ver a un hombre danés siendo golpeando por cuatro sajones sin siquiera darle la oportunidad de defenderse, no podía dejar pasar tal humillación y estaba a punto de pedirle a su hombre que subiera ayudar hastabque detrás de los hombres habia una joven encadenada y sucia, tenia un golpe en la frente en el fual habia sangre seca. La ira de Uhtred creció ya que no le parecía justo ese trato a la joven quien parecía indefensa, camino con decision empujando a la multitud para que lo dejarán pasar, cuando llegó tomo a uno de los sajones del hombre y lo empujó hacia atrás donde estaba la multitud, Eivor alzo su mirada tomándose con este hombre desconocido para ella el cual alzo su espada contra el mercader robusto.
—Si lo que quieres es pelear entonces hazlo conmigo—Amenazo el de cabellos castaños con molestia.
—¡El es lord Uhtred de Bebbanburg y de Wessex!.
Los presentes miraron atónitos al hombre de cabellos castaño con pinta de danés era casi una burla pensar que era un lord, pero no debían dudar.
—Es por diversión, lord—Hablo el regordete acercándose al castaño—por pasatiempo.
Eivor se quedó observando a sus posibles salvadores, eran muy diferentes a decir verdad. Uhtred la rubia sabía que ya había escuchado ese nombre en alguna parte, era el hombre que había ganado la batalla en Ethandun sin duda alguna.
—Se acabo la diversión—Su mirada era amenazante y su porte era respetable—levanta tu espada.
Se dirigió a Haesten quien se encontraba en el suelo respirando agitadamente, los sajones eran estúpidos pero sin duda fuertes o al menos eso penso Eivor.
—Lord este hombre y está mocosa me pertenecen, son mis prisioneros. A el lo dejaron al mando.
—¿Es Valhalla lo que buscas?—Se dirigió al robusto danés quien suspiro antes de hablar.
—Con el tiempo, lord—Respondió entre bocanadas de aire, los golpes habían sido tan duros que había sangre brotando de su boca—la libertad seria mi elección.
—¿Y tú?—Murmuro Uhtred mirando a la joven Eivor quien asintió lentamente—¿A quien sirven?.
—A los hermanos—Respondió Eivor con cuidado.
—Sigefrid y Erik—Completo Haesten—para luchar contra escoséses.
—Te lo suplico, lord—Interrumpio el mercader robusto—lo hago para comer.
—Halig, dale a ese marrano unas monedas—Ordeno en un tono burlón, el mercader se sintió ofendido.
—¿Unas monedas, lord?—El mercader miro a sus prisioneros daneses, tanto a Haesten como a Eivor—ambos me darán lo de todo un año.
—No, ¡no lo voy a repetirtelo!—Grito mirando seriamente al hombre quien guardo silencio de inmediato—ya pueden irse, ambos.
Uhtred recorrió su mirada hasta la rubia quien mantenía su rostro serio. Halig se acercó a Haesten para retirarle las cadenas de sus brazos, luego cuando terminó fue hacia la rubia quien tenía tanto brazos como piernas amarrados, algo un poco extraño.
—Tu, di tu nombre y tu asunto—Uno de los padres del pueblo se acercó a ellos, le dió una mirada a la monja que acompañaba a Uhtred y Halig se notaba molesto por la interrupción después de haber recuperado Eoferwic
—estas en compañía de una monja pero tienes toda la pinta de danés.
—Mi asunto es solo mío y no de un padre, ¿Oíste?—Aclaro caminando hasta quedar en medio de todos.
—Es Uhtred de Bebbanburg.
—¿Uhtred?—El padre se encontraba sorprendido por la revelación—El Uhtred que sirvió con Alfredo en Ethandun
—Asi es.
—Gracias padre—El hombre se veía aliviado y alzo sus brazos con emoción mientras miraba el cielo—gracias a dios es una señal.
Eivor miro con repugnancia a los sajones en el lugar imitando al padre, al mirar hacia otro lado noto que Haesten había huido y la había abandonado, seguramente ya hasta había robado un caballo.
—¿Supiste de Ethandun?.
—Fue la razón de que nos revelaramos—Respondio el padre con seguridad mirando a Uhtred. Solo hace unos días Alfredo envío a su propio padre.
—¿Liquidaron a los daneses que controlaban Eoferwic?—Pregunto la monja con asombro.
—No a todos—Hablo Eivor seriamente ganándose la mirada de los presentes. El padre le lanzo una mirada de odio.
—A todos los que no huyeron—Recalco dejando de mirar a la rubia—les daremos comida, un techo y las gracias.
El hombre se acercó al de cabellos castaños quien lo miraba con atención, luego lo agarro de los hombros.
—Lord Uhtred, que dios te bendiga.
Eivor comenzó a alejarse de la multitud, agradecida de no haber muerto de esa manera, sin darse cuenta de que cierto sajon con pinta de danés no le quito el ojo hasta que desapareció de la vista de todos. Tenía que dejar Eoferwic ya que de no hacerlo sería asesinada una vez que los visitantes se fueran y ella lo sabía bien, volvió a su habitación para recoger sus pocas pertenencias, una muda de ropa, otra daga aparte de la que su madre le obsequio y su collar.
—¿Sigues aquí?—La voz le provocó un susto que hizo que girara de un brinco hasta la puerta.
—Sienna—Murmuro la joven sorprendida.
—Si te quedas te matan, Eivor—Le recordó, la mujer portaba unos vestidos de seda de un color llamativo, un poco transparentes y su cabello estaba ligeramente despeinado seguramente estaba en horas de servicio en la habitación de al lado—los demás huyeron.
—Lo se—Recalco mientras apretaba el martillo de Thor en su mano—el hombre que llegó, ¿Sabes dónde está?.
Suena suspiro y asintió.
—Lo vieron alimentando a su caballo hace un par de minutos—Respondió calmadamente—escuche de parte de un monje que se encontraría con otro padre cerca de la capilla, también que estos venían acompañados de leprosos, asqueroso.
La mujer hizo una mueca de asco muy notoria haciendo sonreír a la rubia.
—Deberias irte, no quiero ver tu cuerpo colgado de la entrada del pueblo.
Eivor asintió y camino al lado de la mujer despidiéndose con una mirada, el primer paso era robar un caballo o morir en el intento y tenía una leve idea de cuál caballo quería.
(...)
Uhtred no podía dormir se encontraba puliendo su espada sentado en el suelo, ya era de noche y horas atrás se encontró con la sorpresa de que el cura que Alfredo habia enviado era nada más y nada menos que su viejo amigo Beocca. Este último le dió una noticia y pidió ayuda en una misión importante, rescatar a un tal Guthred quien había sido visto en un sueño como Rey de los sajones y daneses era tan ridículo como sonaba, pero eso no era lo que molestaba a Uhtred lo que lo molestaba era que este hombre estaba atrapado como esclavo en las tierras de Kjartan un viejo enemigo de quien había estado deseando vengarse. Hild se acercó al castaño y se sentó a su lado.
—¿No deberías estar durmiendo, lord?—Le cuestionó con interés.
—Si, debería estar durmiendo.
—Siempre quise preguntar sobre el simbolo en tu espada—Hablo mirando al castaño quien se encontraba limpiando su arma—¿es decoración o tiene un significado?
—Es algo que me obsequio mi padre al nacer—Respondió nostálgico—para que no olvide quien soy.
—Lord lo que tú eres, está definido por lo que haces—Hablo la mujer con sinceridad—y lo que has hecho te a dado reputación. Pero la reputación no es un escudo, creo que el padre Beocca solicita demasiado.
Uhtred suspiro.
—No, no. Es el destino que yo esté aquí—Aseguro seguro de sus palabras—fue el destino el que nos hizo quedar entrelazados. Kjartan tendrá en ese pueblo a sus hombres sin duda. Pero el y su hijo tuerto Sven mataron a mi familia y deben ser enfrentados, además tengo que encontrar a mi hermana.
—¿Estás seguro de que aún vive?.
—Iseult lo estaba.
—Deberias descansar—Pidio la mona levantándose de su lugar.
—Quiero tomar algo de aire primero—Respondió mientras se ponía de pie, Hild le miro expectante—no tardaré, luego dormiré.
La monja asintió no muy convencida y se recostó en el suelo dispuesta a dormir, por su parte Uhtred se levantó y guardo su espada en la funda que cargaba en su espalda y salió de la casa, la ciudad de Eoferwic estaba tranquila excepto por un par de borrachos y algunas rameras que los acompañaban. El cielo nocturno era fácil de admirar para el castaño quien decidió echarle un vistazo a su caballo antes de dormir, además que le llevaba un par de manzanas un poco más de alimento no le haría daño. Cuando llegó a los establos se extraño al ver una luz encendida cerca de los caballos, no había nadie cuidando y las sospechas crecieron dentro del sajón con corazón de danés, saco su espada sin dudarlo y camino directo a dónde se encontraba su caballo, si alguien estaba robándole no saldría con vida. Fue sigiloso y cuando llegó detrás de la persona colocó su espada en el cuello de esta haciendolo tirar la vela que usaba para alumbrar la oscuridad, lo cual le fue las difícil a Uhtred poder verle el rostro al ladrón.
—Te equivocaste de caballo—Murmuro entre dientes—nadie roba lo que es mío y vive para contarlo.
Escucho un quejido y se extraño del sonido tan débil del ladrón, un quejido casi chillón a comparación del de un hombre.
—Tu nombre—Ordeno apretando más el agarre de su espada contra el cuello del desconocido.
Antes de poder responder, Halig apareció con una vela extra tal parece que no pudo conciliar el sueño mientras su lord salía a caminar como si fuera inmortal. Uhtred quedó atónito al ver a la joven rubia de esta tarde, la danesa que había sido secuestrada por los sajones y colocado como espectáculo junto al danés regordete. La joven se soltó del agarre de Uhtred mientras en su mano pudieron observar una daga siendo empuñada por ella ya estaba ensangrentada.
—Lord—Murmuro Halig preocupado al ver la sangre, Uhtred corrió su mano alrededor de su cuerpo para verificar que no habia sido herido.
—No es mía—Respondió sin dejar de mirar a la rubia, ella simplemente corrió su mirada hacia donde se encontraban los baldes de agua para los caballos dejando ver el cuerpo del cuidador, estaba muerto.
—No lo mate para robar los caballos—Hablo la joven de ojos azules al fin—lo mate por qué intento violarme.
Tiro la daga al suelo dejando a Uhtred y Halig sorprendidos.
—Eres fuerte para tu edad—Reconoció el de cabellos castaños guardando su espada, Halig por su parte se mantuvo alerta—¿Naciste aquí?.
—Dinamarca—Respondió—emprendimos el viaje a estás tierras cuando tenía cinco años cuando mucho. No lo recuerdo.
—Tu nombre—Pidió nuevamente.
—Eivor—Hablo tímidamente, Uhtred espero la mención de algún apellido—solo Eivor.
—¿Dónde están tus padres?—Pregunto con curiosidad.
—Lord, le recuerdo que acaba de matar a alguien y casi roba nuestros caballos—Hablo Halig, no confiaba en la chica.
—Ya escuchaste sus razones, esa rata de ahí intento abusar de ella—Respondió sin importancia, Halig bufo—¿Puedes responder a mi pregunta?.
—Estoy sola, mis padres están muertos—Eivor bajo su cabeza, más bien la pobre no sabía nada de sus padres pero ahora debía sobrevivir por si misma—estuve con los hermanos, pero se fueron.
—¿Te gusta Wessex?—Su pregunta la tomo por sorpresa, era cierto que la rubia jamas había visitado la cuna sajona, de solo pensarlo le provocaba escalofríos y asco—¿O Northumbria?.
—Son mi hogar ahora, si quisiera volver a Dinamarca no sería de inmediato—Aclaro en un tono decepcionado, extrañaba su hogar pero sabía que volver era un riesgo y más sin un barco o tripulación que la acompañe, por ahora debía vivir ahí sin más.
—¿Cuál es tu camino?—Esa pregunta le intrigo a la rubia quien se detuvo a mirar con curiosidad al de cabellos castaños.
—Mi destino, lo que sea que se me ponga enfrente lo aceptaré con gusto—Respondió con decision—no lo acepte cuando me tenía amarrada frente a esa capilla, morir así no es noble para un danés, pero aún así mi camino es mi destino.
Uhtred sonrió de lado gustoso por la respuesta de la joven.
—Halig, guarda tu espada—Ordenó Uhtred.
—¿Por qué?.
—Porque ahora ella los acompañara—Respondió sin dejar de mirar a la joven—¿O no te gusta la idea?.
Eivor lo pensó detenidamente, habían pros y contras en ir con el y su gente. Para empezar los sajones no la mal entiendan no los odia, solo cree que no debería confiar en ellos ya que al confiar suele terminar traicionada. Si se niega se quedará sola y hay más probabilidades de ser capturada por esclavistas o hombres que la quieran lastimar, si su destino era esto, ir con Uhtred de Bebbanburg entonces lo aceptaría con gusto.
—Me gusta la idea.
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