uno
Toma un sorbo de su café alto. Lo compró en Starbucks hace un rato y aún sigue caliente, gracias al material del vaso. Está sentado en el parque del centro, donde la gente concurre con bastante frecuencia. Muchas familias y parejas acuden ahí cada día. Tampoco podían faltar los que siempre hacen ejercicios. Corren y se estiran por allá, con auriculares en sus oídos, ignorando al mundo. Gracias al cielo, el sol no quema tanto como en otros días, así que es un día fresco sin llegar a ser helado, el saco de su traje le cubre bien y ni siquiera suda o se siente sofocado por eso.
Hay un niño correteando por ahí. Tiene el cabello casi rizado, algunos mechones completamente lacios. Es castaño claro y le llega a los hombros. Si le atina bien, no tiene más de 6 años. Viste con una bermuda deshilándose por las rodillas, posiblemente fue un pantalón antes. Su camisa está algo sucia y el dibujo en ella casi ya no se ve. Tienes unos lentes para ver que parecen gogles de nadar. Una banda-curita adorna su codo y ríe. Le recordaba mucho a su hijo.
– ¡Jisung, no te vayas muy lejos! — sigue la voz, para ver de donde proviene.
Viene de un castaño de ojos azules, quien fuma un cigarrillo, despreocupado. Tiene un tanktop de dibujos raros. Su pantalón es ancho y se ajusta a sus tobillos y a la cadera. Nota sus muñecas, y como mínimo tiene diez pulseras artesanales en cada una. Si baja más la mirada, puede notar que en el piso hay un trapo extendido y sobre éste, varias pulseras como las que el chico usa. Sus tenis son unos converse viejos y gastados. El poco sol que hay choca con su rostro, dándole un tono acaramelado a su piel, sus ojos brillan a causa del reflejo del mismo y su cabello aparentan ser más claro de lo que en verdad es.
Vuelve a tomar de su café y voltea a otro lado cuando el castaño se da cuenta que le observaba.
– ¡Buenas tardes, señor! —el mismo niño que hace rato correteaba, ahora está parado frente a él, sonriente. Y le falta un diente de arriba.
– Jisung, deja en paz al señor —ve al hombre acercarse, trotando. Su rostro luce un poco más cansado de cerca.
– Pero, papá. Quiero vender mi primera pulsera. Por favor, por favooooor. Ya soy un niño grande, dijiste que cuando cumpliera 6 me dejarías. Ayer los cumplí. Deja que éste sea mi regalo.
La mirada del chico se ablanda y le sonríe dulce al niño.
– Están bien, amor. Pero como te enseñé ¿eh?
Jisung asiente, seguro.
– Buenas tardes, señor. Mi nombre es Hwang Jisung y mi papi y yo andamos vendiendo éstas pulseritas hechas con mucho amor y dedicación. Al verlas, parecen simples hilos atados unos a otros. Pero no lo son si nosotros le damos un significado.
El niño toma aire, inflando su pecho, antes de seguir hablando.
– Por ejemplo, ésta me la hizo mi papá hace dos años, cuando era más chiquito. Y es especial para mí porque fue mi primera pulsera. Así que, como yo, usted puede comprar una y regalársela a alguien especial, para que tenga un significado especial —sonrió a lo último. —¿Cómo lo hice?
Le preguntó a su padre y él le aplaudió, encantando. Tiene un brillo especial a los ojos, es de cariño y orgullo.
– ¡Asombroso! Te luciste, ardillita.
Jisung se sintió orgulloso de si mismo.
– Muy bien. Me has persuadido completamente. Te compraré una para mi hijo. Pero antes, ¿me podrías repetir tu nombre, chiquitín?
– Claro, señor. Hwang Jisung, ¿Y el suyo?
Abrió los ojos, grande. Esto debía ser una simple coincidencia. Debían existir miles de Hwang's por todo Seul. O bueno, tal vez... ya que no es un apellido muy común que digamos.
– Muy lindo. El mío es Hyunjin.
– ¿De verdad? Yo tengo un hermano que se llama así, pero no le conozco — se encoge de hombros. —Entonces ¿Qué pulsera quiere? En la manta de ahí hay más.
– Pues vamos.
Hyunjin sacudió su traje cuando estuvo parado. Siguió a los dos castaños hasta las pulseras. Todas eran lindas, de colores muy bonitos y llamativos. Habían de tamaños diferentes, algunas eran más anchas que otras. Varias personas estaban alrededor, viéndolas pero acababan por alejarse, sin tomar nada. Agarró una roja, otra verde con amarillo y una blanco con negro, eran las que más le habían gustado.
– ¿Cuánto es así? —cuestionó al castaño mayor, con las bandas en mano.
– 6000 wones.
Saca de su cartera un billete de 10000 y se lo da al niño.
– Ayer fue tu cumpleaños ¿no es así? —Jisung asiente —Entonces quédate con el cambio como regalo.
– !Muchas gracias! —los dos agradecen al mismo tiempo con sonrisas brillantes.
El castaño mayor comienza a meter todo dentro de una mochila negra, se ve contento. Tiene una sonrisa que brilla e ilumina su rostro. Hace todo de manera calmada, tomando su tiempo para no enredar las pulseras y que se fueran a maltratar.
– ¿Con eso nos alcanza para mi cajita feliz en McDonald's? Dijiste que por mi cumple la iba a tener. Por fis.
– Ya veremos, ardillita —terminó y revolvió el cabello de su hijo. —¿Por qué no vas a jugar un rato más? Cuando el señor sol se vaya, nosotros también los haremos.
Y Hyunjin siente algo en su pecho. Él no es un completo millonario, pero si tiene bastante dinero. Su padre es dueño de una franquicia de restaurantes locales y él los administraba. Así que ganaba bien para vivir su vida de soltero y mantener a su hijo, también se daba sus lujos caros, aunque se mide y trata de no exagerar. Pero ahora, viendo al niño, llorando por una simple hamburguesa, la cual él cualquier día va y la compra, le da tristeza y hace que su corazón se rompa.
– Disculpe si sueno grosero o chismoso pero, ¿cuál es su nombre?
– ¿El mío? Yang jeongin. Para servirle.
– ¿Todos los días vienen aquí?
Jeongin se encoge de hombros y sonríe, viendo a su ardillita jugar con los niños. Era difícil que el hiciera amigos, ya que no eran estables en el lugar. Siempre estaban cambiando de parques y yendo a nuevos lados. Además de que la gente alejaba a sus hijos de Jisung porque lo veían mal vestido. A Jeongin le dolía como el infierno ver el rechazo que le daban a su bebé. Mejor lo ignoraba, llamaba al niño y le decía que era hora de irse. Y eso hacían, para no seguir molestando a la gente.
– Hemos estado viniendo aquí ésta semana. Mañana vendremos por última vez y ya después veremos.
– Entiendo. Entonces, hasta mañana Jeongin.
Agita su mano en despedida y camina hasta su auto. Le da un último vistazo a Jisung, quien está jugando solito ahora, pero feliz, en los juegos del parque infantil. Es algo bajito, con las piernas y brazos llenitos pero la cara delgada y fina. Como la de su padre. Sus ojos azules están centelleantes de curiosidad, detrás de los cristales a cada momento. Le dice adiós a él también, con la mano y sigue su camino.
Abre la puerta de su departamento y siente algo aferrarse a sus piernas. Su pequeño hijo está aquí y eso le pone contento.
Los rizos del pequeño Minho le cubren la frente y casi la vista. Con 7 años era un poco más alto que los demás niños de su clase, pero evidentemente más delgado. Al igual que al pequeño Jisung, le falta un diente. Es un niño muy despierto, activo y social. Tenía muchos amigos en la escuela, además de que siempre estaba dispuesto a conocer más gente y agradarles.
Hyunjin besa la cabeza de su hijo y con un poco de trabajo, lo carga para darle un gran abrazo. Lleva una semana sin verlo y sintió extrañarlo a horrores. Minho ama pasar tiempo con su papá. Cuando va a su casa hacen cosas divertidas, juegan, se bañan en la piscina o comen chucherías. Obviamente había sus reglas y límites.
– Dejarte sin avisar. Buen vicio que tiene tu madre.
– Yo le pedí venir. Porque mañana es sábado y ya he acabado con mis exámenes. ¡Saque un 10 en inglés!
– ¡Woooow! Eso es excelente, enano. Mira que te tengo.
De su bolsillo delantero derecho, toma las pulseras y se las muestra al pequeño. El niño sonríe encantado y sus hoyuelos se marcan profundamente en sus mejillas rosadas.
– Son muy bonitas, papá. Me gustan mucho ¿me las pones?
Hyunjin aceptó. Fueron al sillón para estar más cómodos. Amarró las tres bandas en la muñeca y Jisung las admiró, encantado.
– ¿Donde las sacaste? ¿podemos conseguir más?
– Claro. Mañana mismo iremos.
El rizado menor estaba feliz. Las pulseras le encantaron y no dejaba de hablar de ellas. De hecho, hizo que Hyunjin le marcara a Jihyo, su mamá, para contarle de ellas.
Jisung tenía razón. A simple vista parecían hilos enredados, pero eran verdaderamente especiales y podría decirse que mágicas. Claro, tenías que dárselas a alguien especial para que funcionara.
– ¿Mañana podemos ir a McDonald's? Hace tiempo que no vamos —preguntó su hijo a la hora de dormir, con un bostezo saliendo de sus labios. Tenía su pijama de Bob Esponja y estaba cubierto con las mantas hasta el cuello.
Hyunjin sonrió.
– Por supuesto que iremos.
Cuenta una historia inventado al niño, que trató sobre un corredor de carreras que quería ganar y sólo ganar. El cuento fue para enseñarle algo a su hijo, pero como tenía sueño no le prestó mucha atención. Cierra sus ojos y se duerme antes de que el cuento acabe. Hyunjin se cerciora de que su respiración sea lenta, su pecho sube y baja conforme a ella. Una vez de que ve que es así, se para de la cama y camina a su armario. Busca una pijama dentro, cuando la encuentra la toma y comienza a quitarse la ropa de oficina. Un poco somnoliento, se pone la ropa de dormir, con el control prende el aire acondicionado y se acuesta a un lado de Minho. Sus dientes fueron lavados justo después de cenar, así que no se preocupa por eso.
Cierra los ojos y antes de caer dormido unos ojos azul celeste, resplandecientes de diversión le vienen a la mente.
A primera hora del sábado, Hyunjin se levanta a tomar una ducha. El sol todavía no sale de tan temprano que es, afuera se escuchan sólo un par de autos pasar, ya que vive en una calle principal es un poco movida a la hora que sea. Las farolas en las aceras siguen prendidas por lo que se da cuenta cuando ve por su ventana. Nota también que hay un poco de neblina, posibilitando un día con más aire de lo común. Amarra las cortinas blancas con un listón negro. Le da un vistazo a su sala y le gusta. Los sillones son café oscuro y hacen contraste con las paredes blancas, de ellas, cuelgan retratos de su familia, su hijo o una que otra pintura que compró en subastas cuando aún era nueva su casa. Piensa que aún no necesita remodelación.
Vestido con un boxer, va a su cocina para hacer su desayuno, lo tendrá que hacer el mismo porque los fines de semana la señora que le ayuda con las tareas del hogar no va a trabajar. Prepara un poco de café y sándwiches para él y Minho. Termina y sube a su habitación. Se viste casual, con jeans, botas y una playera roja, simple. Despierta a su hijo después de haber terminado y lo baña en la tina, aún medio dormido. Pero necesita salir temprano de casa para poder pasar a la oficina, arreglar unos cuantos papeles y después pasar el día con Minho.
– Tomarás el desayno en el oficina hoy. Espero y no te moleste.
Hyunjin le había dicho a su hijo mientras secaba sus rizos y le ponía la camisa de Cars. Él se quejó de sus pulseras mojadas pero su padre le dijo que no se apurara, en un rato se sacarían. No muy contento con la respuesta, el niño hizo que se las secara con la secadora de cabello. Así que, rodando los ojos, fue hasta el baño con Minho detrás de él, conectó el aparato y estuvo al menos 5 minutos ahí, secándolas.
Minho come su desayuno en la oficina de su padre. Es espaciosa, y la mayoría de las cosas son rojas, como el gran sillón donde ahora está sentado. Hay una lámpara en la esquina del lugar, también es de ese color. Su padre está sentando en la gran silla negra giratoria, escribiendo unas cuantas cosas en la computadora. Firma algunos papeles al mismo tiempo que se acomoda las gafas de lectura. Minho piensa que se ve gracioso así.
Para cuando termina Hyunjin de hacer sus asuntos, salen del edificio alto y caminan entre risas y chistes al automóvil. El niño se sienta en la parte delantera aún sabiendo que los pequeños no deben ir ahí, su padre le dice que se lo pasa por ésta vez, pero que necesitaba abrocharse bien el cinturón de seguridad.
– Iremos al parque, ¿te parece bien?
– ¡Sí! Quiero jugar un rato.
Él ríe y aplaude con sus manos delgadas. Durante el camino, le platicó a su papá como estuvo su semana y sus exámenes, le contó como se sintió un poco bajo presión cuando su madre le decía cada cinco minutos que estudiara. Hyunjin le escucha atento y maneja hasta el parque. Cuando llegan, estaciona su auto con cuidado y lo deja en un lugar donde estará seguro de choques o algún otro accidente. Ayuda a su hijo a bajarse del coche, y de la mano caminan entrando al parque.
Observa a Jeongin por lo lejos, está en el mismo lugar que ayer, parado con una sonrisa en los labios, deseándole una buena tarde a quien pasa por ahí, pocas personas le contestan amables y otras le ignoran como si un loco les estuviera hablando, aún así, su sonrisa nunca se esfuma, se mantiene ahí, risueña y cálida.
– Volviste —Jeongin comentó, cuando estuvo parado frente a él. Sus labios se abren más, ahora muestra los dientes las esquinas de sus ojos tiene pequeñas arrugas.
Hyunjin se encoge de hombros, un poco sonrojado. Siente un tirón en sus pantalones y es su hijo, quien le ve con una ceja alzada.
– Él es Minho. Minho él es Jeongin, saluda.
– ¿Es tu hijo? —el de rizos asiente —¡Es precioso!
Sin pena, Jeongin besa las mejillas del pequeño niño y se sonroja al igual que su padre. Siente sus cachetes quemar y lleva sus manos a ellas, tratando de ocultarlas.
Jisung llega sin avisar y se esconde detrás de las piernas del castaño. Tiene un poco de barro en las manos, su frente está un poco sudada y la cara la trae completamente roja porque andaba corriendo por ahí.
– Hey, ardillita. ¿De donde viene la vergüenza ahora? Tú no eres así —Jeongin carga a su hijo, poniéndolo en su cadera. Jisung se chupa el dedo y se guarda en el cuello de su padre. —No te chupes las manos, las traes asquerositas. Saluda. El señor Hyunjin vino otra vez y trajo a su hijo. Se llama Minho.
El hijo del rizado sonríe y mira a Jisung en el cuello de su padre. Era bastante bonito, con su cabello largo cayendo por sus hombros y sus piernas cortitas.
– ¿Por qué no van a jugar por ahí? —Hyunjin propone y los niños se van. Jisung sigue un poco apenado.
Se sentía mal. El tenía la misma camisa del día anterior -su papá se la lavó por la noche- y unos shorts azules de algodón con sus tenis viejos, mientras que el otro niño vestía pantalones vaqueros, camisa de Cars y tenis muy bonitos. El quería verse así.
Jeongin tomó asiento en la banca y de su mochila sacó unos hilos y se los mostró a Hyunjin.
– ¿Qué color te gusta más?
– El amarillo luce bonito.
Asiente. Saca más hilos en varios tonos de amarillos y mide la muñeca del rizado. Comienza a hacer una pulsera y Hyunjin sólo observa sus dedos moverse con rapidez. Sus movimientos son ágiles y parece no tener problema al enredar cada hilo. Tiene la cara seria de concentración, la punta lengua se le asoma entre sus labios.
– ¿Te gusta así? —le muestra. Los hilos, están unidos haciendo zigzag y los tonos de amarillo se revolvían entre si, luciendo de una manera bonita.
– Me encanta —dice y sonríe sincero.
Jeongin sigue en su trabajo, completamente absorto. Viste de la misma forma que ayer, nada más que hoy su ropa es completamente oscura. Por el cuello del tanktop, se escapa un tatuaje con una frase que Hyunjin no puede leer porque es cursiva y en la posición en que están es casi imposible. Pero lo que si puede, es notar sus clavícula salientes, luciendo bastante lindas y tentadoras a la vez. Son doradas y algo huesudas, se contraen un poco por los movimientos que Louis hace con las muñecas.
Mueve la cabeza a los lados, quitando cualquier idea cochina sobre él. Y para evitar problemas comienza una plática con Jeongin. Quedó bastante sorprendido. Hablaron desde las pulseras hasta de como iba la política en el país. Joder. Jeongin podía parecer un simple hippie, sucio y que no das un peso por él. Pero le escuchas hablar y es simplemente wow, como Hyunjin piensa. Sus comentarios fueron bastante maduros respecto al tema de política. Tenía sus ideales muy bien planteados. Hizo comentarios acerca de todos los problemas que surgían en el país de forma concreta.
Durante la plática, Jeongin dijo que tenía 24 años, que tuvo a Jisung a los 18. Hyunjin tenía 27 y con su ex novia tuvo a Minho a los 20. Ninguno de los dos aparentaba la edad que tenían. Jeongin parecía tener máximo unos veinte y el rizado tal vez la edad del castaño.
– ¿Te importa? -—pregunta el rizado, con un cigarro en la boca, antes de prenderlo.
– Para nada. ¿Me das?
Hyunjin asiente y saca otro de la cajetilla. Prende el de él con su encendedor. Jeongin pone el suyo en su boca, acercándose al de ojos verdes, para prender su cigarro con la punta del otro. Cala el cigarro, profundamente y de manera lenta, lo saca por los huecos de su nariz.
Todavía es medio día y ha comenzado a helar. Jeongin olvidó su suéter en casa, pero por suerte trae con él el de Jisung. Así que le grita. Los dos niños viene corriendo y sudados, con las mejillas rojas de agitación.
– Papá, es hora del almuerzo ¿podemos ir a Macky? –Minho pide, apoyando sus brazos en las rodillas de su papá, alzándose, tratando de quedar a su altura.
Hyunjin alza el brazo donde tiene el cigarro, para no quemar al niño. Hace a un lado la cara y expulsa el humo ahí.
Macky es McDonald's. Sólo que cuando Minho era más chico no podía decirlo completo, así que Hyunjin se lo simplificó. Desde eso, le dice así la mayoría de veces.
El rizado asiente con una sonrisa a su hijo y el pequeño celebra. Jisung, al oír eso, se pega al pecho de su papá a sollozar. Jeongin le besa la cabeza y lo tranquiliza, diciéndole que pronto ellos irían. Para que Jisung dejara de llorar, el castaño le dio una pulsera para que fue la fuera a vender a unas adolescentes. Sonrió un poco y tomando la mano de Minho, corrió hasta ahí. Se acercan, ellas le acarician el cabello a los dos y sueltan sonidos de ternura cuando Jisung comienza a dar su discurso para vender las pulseras.
– ¿Te molesta si los invito a comer ahí? Desde ayer oí que Jisung quiere ir, así que ¿por qué no?
– Oh, no. No quisiera ser una carga para ti. Estamos bien. Lo juro —dice con una media sonrisa, la cual denota cierta tristeza y dolor. Él en verdad quiere llevar a su ardillita ahí, pero no le alcanza para pagar una comida en aquel restaurante.
– Para nada. Además a Minho le agradó Jisung. Por favor, será divertido.
Jeongin tira la colilla del cigarro ya terminado, lo pisa con la suela de sus tenis y piensa un poco en la propuesta del mayor. Tal vez si, podría ser divertido.
– Está bien. Gracias.
– No es nada y en verdad no lo era.
Los pequeños vuelven, con las muchachas a sus espaldas. Halagan a los hombres por los hijos tan encantadores que tienen, incluso una trata de coquetear seriamente con Hyunjin, pero amablemente le dice que es mucho mayor. Ellas, al final compran 3 pulseras cada una y luego, encantadas se van. La ardillita de Jeongin parece haber olvido el tema del restaurante, pues sonreía orgulloso de haber vendido más pulseras.
Jeongin metió sus cosas en la mochila negra y sonrió a Hyunjin cuando estuvo listo.
El almuerzo fue bastante bien. Los niños jugaron entre ellos con sus juguetes nuevos que traía la cajita feliz, platicaban cosas que sólo ellos entendían. No fueron a la sección de toboganes a petición de Jisung. Ya que era pequeño y tenía miedo de que los grandes le lastimaran. Estuvieron en la sala de videojuegos, donde el menor no entendía nada, pues nunca había estado tan cerca de una consola más que en el aparador de las tiendas. Minho trató de explicarle todo a gran detalle hasta que su nuevo amigo entendiera.
Hyunjin se quedó con Jeongin en la mesa. Otra vez solos. El castaño no quiso comer nada, usando la excusa que desayuno tarde y aún seguía lleno. Mentira. Jeongin no comía desde la tarde anterior, cuando le compró un sándwich de jamón a su hijo. Porque él era más importante. Él se mantuvo bien con un cigarrillo -se lo había regalado unos turistas- y un poco de agua que Jisung dejó en el almuerzo. No quería que Hyunjin gastara en él, se sentiría culpable. Mucho ya hacía invitando a su hijo a comer.
Para cuando dieron las 6 el sol ya no estaba y el frío comenzaba a sentirse más, la piel del castaño se hacía chinita cada vez que el aire helado soplaba en su dirección. Fuera del local, Jeongin cargaba en brazos a Jisung, quien quedó cansado después de tanto jugar con su amigo, a diferencia de Minho quien aún guardaba energía como para seguir parado, pero sus ojos poco a poco se iban cerrando.
– Gracias por todo, en verdad. No sabes cuanto significa para mi y Jisung. Gracias otra vez.
– No hay de que, ha sido un placer.
– Es hora de irme, si camino rápido llego a tomar el tren de las seis treinta —Jeongin se despide, diciendo adiós con la mano, pero Hyunjin lo toma del brazo.
– Yo puedo llevarte, en mi auto. Y no, no es molestia —dice rápido cuando ve que el de ojos azules abre la boca para hablar. Jeongin la cierra y sonríe.
Acepta y se van.
Dentro del coche se siente bien. El ojiverde había puesto la calefacción haciendo sentir al castaño mejor. Minho estaba sentando en la parte de atrás viendo la calle con cara de sueño. Jisung seguía en los brazos de su padre, durmiendo. Las calles están llenas, mucha gente se encuentra saliendo de sus trabajos aunque sea sábado. El tráfico es mínimo pero aún así, tardan un poco en llegar al de Jeongin. Él también se entretiene mirando la calle, con las personas caminando por la acera o uno que otro perro corriendo por ahí. Disfruta el calor de estar dentro y se recuesta sobre el sillón.
– Casi se me olvida —se acuerda, Jeongin, cuando ya están fuera del complejo de departamentos donde vive. Saca la pulsera amarilla y se la da a Hyunjin. El sonríe. —Es un regalo, por lo de hoy. Tal vez no sea suficiente pero...
– Tranquilo, no me debes nada. Al contrario. Yo les debo a ustedes. Las pulseras que lleve a casa le encantaron a Minho. De hecho, hoy fuimos al parque por eso.
El corazón a Jeongin se rompe un poco. Que tonto fue al pensar que el mayor volvía por él. Aunque, le ponía feliz que sus pulseras hicieran efecto. Apenas un día de conocerle y ya se imagina cosas que no son, ¿por qué eres así? Se pregunta a él mismo.
– Te las mostraría justo ahora pero... sería difícil, a menos que quieran subir y verlas dentro.
Hyunjin apaga el coche y le dice a su hijo que se baje con cuidado por el lado de la acera. Suben las escaleras y llegan al apartamento de Jeongin. Él vivía en uno de los no mejores barrios de Seoul, tampoco es que fuera el peor. Abre la puerta, entran y prende las luces. Es un lugar pequeño pero acogedor, todo está arreglado en su lugar y no hay nada tirado en el piso. Los sillones se ven viejos al igual que casi todo ahí, hay una tv en una mesa baja y en otra un par de fotos, por lo que Hyunjin adivina, la familia del castaño.
Y Hyunjin ama eso. Ama a la gente ordenada.
Deja a Jisung en la única habitación del lugar y vuelve a la sala. Minho parece haber despertado con la emoción de ver las banditas. Jeongin saca de su mochila las que tenía ahí, luego va a un cajón y saca más. Esas son hechas con pequeñas piedras y alguna que otra cuenta. Algunas son de colores y otras de un mismo color, pero todas tienen un pequeño dije colgando de ellas.
– Ésta tiene tu nombre, papá —el niño rizado agarra la pulsera verde y se la pasa.
En efecto. Decía 'Hyunjin' bordado a mano. Sonrió y la tomó. Terminó comprando más de 15000 wones en eso. En realidad lo hacía más por ayudar a Jeongin. Aunque tal vez le sirva para regalar a su madre y hermana. Sabe que ellas aman los accesorios y más si se los dan gratis.
Paga y después de despedirse se van. Jeongin había besado la mejilla del rizado en agradecimiento, sintiendo la suavidad y calentura en ésta.
Una vez cerrada la puerta. Jeongin se tira a su sofá y llora. Llora por no poder darle a su hijo lo que quiere y necesita, por no darle la vida que merece tener. Llora por haber caído enamorado de alguien casado y con más hijos. Llora por la vida que tiene, pero evita el tema de Jisung. Él nunca sería un estorbo, al contrario. Él era el estorbo para Jisung. Llora por su maldita mala suerte, porque todo le salía mal, lo más mínimo que hiciera terminaba por arruinarse, haciendo que se sienta frustrado e inútil.
Se queda ahí, pensando en el sofá viejo de su casa. Tiene frío pero no siente tener fuerza suficientes en sus piernas para pararse de ahí y caminar a su habitación. Entonces, se queda acostado, sollozando levemente. Pero no sabe en que momento se queda completamente dormido.
Holaa, aquí estoy con una nueva adaptación, la verdad tengo el permiso de hacerla desde inicio de mes si no me equivoco y recién ahora la comienzo.
Muchas gracias a louiskt por dejarme adaptar su historia, todos los créditos a ella.
No olviden de votar y comentar, besos!!
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