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Abre los ojos, la luz le ciega un poco, los cierra rápido y los abre nuevamente, poco a poco, acostumbrándose a la claridad. Si hay sol, significa un día caluroso, aunque lo duda, el clima en Seoul cambia cada dos por tres. Aclara su mente y recuerda todo los sucesos de anoche. La cita, la revelación de Jeongin, después ellos haciéndolo y ¡pum! Jisung llorando. Ver al niño así le destrozó todo dentro de él. Siente que algo falta y se da cuenta que la cama está vacía. Completamente. Sólo está él, con las sábanas enredadas en sus largas piernas. No hay ruido en la casa, y eso le asusta. Da vuelta y queda en el lugar donde Jeongin durmió. Olía a él. Era fresco, dulce, sin llegar a ser femenino. Estira y truena sus huesos antes de ponerse de pie, le encanta esa sensación de que durmió cómodo, bien acompañado.

Hay una nota en su buró, la lee. Es de Jeongin, en ella está escrito su número de celular, y sonríe. Su letra es algo desordenada pero bonita y original. Abajo está Minho, desayunando cereal con leche y su uniforme del colegio puesto. ¡Joder! Era lunes, tenía que llevar al niño a clases. Se pone una camisa de pijama, asea su cara y boca. Toma las llaves del auto y ayuda a su hijo a ponerse la mochila sobre su espalda.

— ¿Viste a Jeongin irse? —pega el coche cerca de la acera, justo al lado del colegio infantil. Hay unos cuantos avisos pegados fuera de éste pero no tiene tiempo para leerlos.

— El me vistió y me dio el desayuno. Dijo que se le hacía tarde, no sé para que, no dijo.

Asiente en comprensión y despide a su hijo con un beso tronado en la mejilla. Cuando esté en la oficina llamará a Jeongin.

Una semana y Hyunjin nunca le llamó. Jeongin entendía, fue cosa de un rato y estuvo bien. El sexo estuvo bueno, lo acepta. Pero lo que no acepta es otro corazón roto. No tenía tiempo de pensar en eso ahora. No ahora que Joon estaba en camino a hablar con él. Sabe que el hombre está enojado y puede esperarse de todo.

Abre sus ventanas porque hace un poco de calor, no quiere sudar. Cuando corre las cortinas el sol choca con su rostro y le lastima la vista, achina los ojos para no hacer tan grande el problema. Con las cortinas y ventanas abiertas, se asoma, mira a la gente pasar, todos traen ropa que les cubra del fresco, el astro de luz acaricia sus cuerpos y parecen disfrutar de ese calor que les brinda, algunas tienen los labios hacia arriba, esbozando sonrisas. Jeongin niega con la cabeza cuando ve a Joon bajarse de su auto. Abre la puerta y él esta ahí, más molesto que nunca. El miércoles le habló diciéndole que tenían que hablar muy seriamente. Así que, hoy viernes, lo harían.

El hombre mayor entra al pequeño departamento y agradece de su hijo -porque lo es- esté dormido. Observa todo a su alrededor y nota que está como la última vez que vino, hace poco fue pero Jeongin acostumbra cambiar las cosas de lugar porque le aburre.

Jeongin rueda los ojos cuando ve a Min-Joon sentarse en el sillón, cruzando sus piernas.

— ¿Qué hacía Jisung en mi casa? ¿Y tú que buscas con Hyunjin? ¿Más dinero?

— Yo no busco nada de él. Para tu información, él me busca a mí. Y en realidad, si necesito dinero. 65000 wones cada quince días en estos tiempos es nada. Pero no por eso veo a Hyunjin. Es sólo un amigo.

— Te doy el dinero justo para que el niño coma —se para rápido, y con su gran mano, agarra la mandíbula de Jeongin, fuerte, lastimándolo. Lo acerca a su cara y él gime de miedo. —¿Quieres más dinero? Te lo daré, pero te alejas de mi hijo y mi nieto.

— Jisung no necesita sólo comida. Tengo que pagar la luz y el agua. No alcanza. Además no me voy a vender por tu dinero. No otra vez.

Joon ríe, irónico.

—Escucha bien lo que te digo, Jeongin. Aléjate de mi familia. O te vas a arrepentir. Muy bien puedo llamar a seguridad infantil y mostrarles en las condiciones que mi -recalcó- hijo vive, para que te lo quiten de una vez por todas.

— No serías capaz ―sus ojos y nariz se tiñen de rojo. Pronto comenzará a llorar.

— No me retes.

Suelta el rostro de Jeongin, y le empuja un poco, haciendo que caiga al piso. Saca su cartera y le tira el dinero, el castaño se cubre el rostro en un acto de reflejo y protección.

— Nos vemos en quince días. Cuida de mi pequeño —dice cínicamente y sale, cerrando la puerta detrás de él.

Corre al baño y vomita en el inodoro. Siente asco, pena de si mismo. Llora antes de tirar la cadena. ¿Por qué tuvo que ser él? ¿Por qué el destino tuvo que ser tan cruel y juntarle con él? ¿Por qué tuvo que creer todas sus mentiras?

Oye ruido en la habitación, se apura a lavarse los dientes y la cara. Con la toalla pequeña se seca el rostro y se muerde el labio.

— Papá ¿estás ahí?

Tose un poco, tratando que su voz no suene tan rota. No quiere asustar a Sungiee y que lo atormente con preguntas que no sabrá como contestar.

— Aquí estoy, ardillita traviesa. En un minuto salgo.

— Apúrate por fis, me hago pis.

Jeongin suspira unas veces más hasta que se le pasa un mareo. Abre la puerta y le sonríe a Sung, quien tiene las manos en su entrepierna, aguantándose las ganas. Entra apurado y hace sus necesidades.

Lo baña tranquilamente, mientras juega con un barco que compró en un tianguis de segunda mano, es grande y de plástico duro. Hace voces diferentes para cada personaje de la historia de su juego. Lava su cabello con cuidado de que el shampoo no entre en sus ojos, se asusta levemente cuando su papá le echa el agua en la cabeza sin avisar. Seca su cuerpo con la toalla azul que tiene un pequeño hueco en la punta. La panza de Jisung ruge y ríen. Su hijo necesitaba ser alimentado.

— ¿Qué te parecen unos hot cakes de nutella y una malteada de fresa en la cafetería del norte?

Jisung aplaude feliz. Lo viste rápido con un pantalón deportivo y una sudadera. Afuera hace un poco de frío, no quiere a su ardillita enfermo.

Come pausadamente para no atragantarse y disfrutar el sabor del chocolate combinado con la fresa. Jisung le pregunta a su padre si no quería un pedazo, dijo que no, que ya ha comido un sándwich en casa. ¿Pero de qué? Se pregunta el niño, hace días que no van al super y no hay nada más que agua en el refri. Después de 30 minutos, ha terminado de comer y su padre está pidiendo la cuenta. La joven amablemente le cobra a Jeongin, se despide diciéndoles que vuelvan pronto y ellos sólo le sonríen.

Jeongin le dice Jisung que tienen que pasar a un lugar antes de ir al parque, él dice que está bien. Caminan hasta ahí, algunas veces chocando con la gente que pasa y disculpándose con ellas. Revisa la hora de su celular cuando entran a la farmacia. Son las 12:30 pm el sol está caliente pero el aire es frío. No entiende el clima.

— ¿Estás enfermo, papi? —el niño frunce el ceño cuando sube el escalón de la farmacia.

— No, bebé. Es otra cosa. No te preocupes. Nada grave.

Compra una prueba de embarazo y sale. La guarda en su mochila y se dirigen al parque. El camino no es tan largo, pero tardan un poco en llegar porque Jisung se entretuvo con un pequeño perro. Cerca de el parque, está el colegio privado infantil, Jeongin lo admira, es bonito y de construcción alta. Desearía que su ardillita asistiera ahí, que recibiera la educación que merece.

Jeongin extiende la manta sobre el piso, comienza a ordenar las pulseras. Jisung tararea una canción que escuchó de la tv de la farmacia y arranca el pasto de donde está sentado. Se sienta a un lado de su hijo y besa su cabeza. El timbre retumba, los niños comienzan a salir apurados.

— Papá ¿por qué yo no puedo ir a la escuela?

— No sé, bebé.

Y si sabe. No tiene dinero suficiente para comprar uniformes, útiles y mandarle desayunos sanos y dignos todos los días. Pero no se lo dice. Tal vez en un futuro, si llega a conseguir un trabajo mejor, podría inscribir a Jisung en una escuela pública. Espera que así sea.

— Mira, ese es Honnie. ¡Honnieeee! —grita Jisung, agitando las manos para llamar la atención del otro.

Minho voltea, le saluda con una sonrisa. Está de la mano de una mujer bien vestida y bonita. Muy bonita, y muy embarazada. Es alta, su cabello cobrizo cae por sus hombros dando vueltas, pareciendo largos resortes. Ella escucha lo que su hijo le dice al oído, sonríe ladinamente y cruza la calle hasta llegar con ellos.

— ¡Sungiee! —el niño abraza al hijo de Jeongin, los dos sonríen. Les gusta ser amigos y jugar juntos, se aprecian mucho.

— Buenas tardes. —ella dice. —Soy Jihyo, la madre de Minho. Él no para de hablar de su hijo y sus pulseras, está encantado. Hyunjin me ha dado un par. Son divinas ¿tú las haces?

— Todas y cada una de ellas. —sonrió orgulloso. Le encanta que la gente le haga comentarios sobre lo bonitas y coloridas que las pulseras eran, le subían mucho el ánimo.

— Mira, Sungiee. Aquí está mi hermanito.

Minho trae a su hijo de la mano, lo acerca a la panza de su mamá. Ella ríe y acaricia el cabello de los dos niños. Jisung abre la boca grande, sorprendido. Jamás había estado tan cerca de alguien con un bebé dentro. Pone sus pequeñas manos sobre el estómago de la mujer y chilla cuando siente movimiento.

Jeongin pasa la mano por su estómago, quiere vomitar. Tal vez aquí tengas otro hermanito, piensa. No sabe como sentirse al respecto. No quiere estar embarazado, con trabajo puede con Jisung, no quiere traer a otro bebé al mundo sólo a pasar hambre. Pero no está seguro, tal vez todo ha sido producto de su mente y sus nervios porque Hyunjin no ha llamado para nada.

— ¡Woooow! Yo quiero un hermanito, tu papá es mi-

Tapa la boca de su hijo antes de que diga más. Su ardillita no entiende porque hizo eso pero se encoge de hombros y se va con Minho a ver las nuevas pulseras que su papá hizo en la semana.

Jihyo compra un par de pulseras, dice que para su mamá y su esposo. Ellos se van felices, con ese dinero Jeongin podrá ir al supermercado y comprar un poco de pan y jamón. El dinero que Joon le dio serviría para la luz y el agua.

Esa fue la única venta del día. Caminan a la terminal del metro, jugando con Jisung a no pisar las rayas del suelo. Se suben y se dirigen a la estación que va al super.

Con Jisung en el carrito, Jeongin pasea por los pasillos viendo que puede agarrar con el poco dinero que tiene. Ha tomado pan blanco, jamón, leche y jugos. Las luces del lugar son blancas, casi segadoras, hay varias familias comprando de a montones para llenar sus despensas, algunos niños corren, inquietos por dirigirse a la sección de sus juguetes, sus padres los regañan pero no hacen caso, siguen con la emoción.

— ¿Podemos conseguir piña para hacer paletas heladas? —la ardillita está leyendo las botellas de jugo. Levanta la vista y mira a su padre detrás de los cristales de las gafas.

— Claro que si.

Va hasta las frutas y toma la piña más grande que ve. Pasa por el pasillo de aseo personal, toma jabones con aroma a canela y cítricos, los favoritos de Jisung. Shampoo todavía queda bastante en casa. Ve unas gomas para cabello y sonríe. Hay paquetes grandes, la mayoría son de varios colores, pero le llaman más la atención las negras porque se van más fuertes.

— Ardilliiiita —canturrea.

— Mande, papi —alza la mirada y se acomoda los lentes de ver.

— ¿Qué prefieres? ¿Un corte de cabello o ligas para amarrarlo?

— Ligas, por favor ―él dice. Jeongin nota en su sonrisa que su diente ya está creciendo.

Las pone en el carrito. Tenía todo. Pasea un poco más por el supermercado, curioseando las cosas que hay. Cuando se vio aburrido fue a la caja.

— ¿Encontró todo lo que buscada? —la cajera sonrió amable al castaño y él pensó un poco. Alargó la mano, tomando un paquete colorido de chicles con sabor a frutas —¿Ahora si?

Jeongin asiente. Ella le cobra, su sonrisa nunca se borra de su rostro. Un joven embolsa sus compras y se las entrega. El carga la mayoría de las bolsas, Jisung le había dicho que quería ayudar, así que le dio la bolsa donde estaba la piña.

— Es muy poco —se quejó. Jeongin rodó los ojos con cariño y sacó el paquete de gomas para cabello, lo metió a la bolsa junto a la piña. Jisung sonrió ―perfecto.

Hicieron el camino a la parada de autobuses, tardando un poco en esperar por su llegada. Ellos se van en el y les dejan a una esquina antes de su apartamento.

El departamento era comprado pero aún así tenía que pagar la luz y el agua al portero. Le entregó el dinero al hombre mayor y canoso, el le agradeció por siempre pagar puntual. Subió con su hijo a su hogar. Metió todas las cosas al refrigerador, Jisung fue a la habitación para practicar un poco más su lectura y colorear.

Sacó de su mochila la prueba de embarazo y después de darle un vistazo a Jisung en la cama, entro y cerró con seguro el baño. Leyó las instituciones y las siguió.

10 minutos más tarde, Jeongin sudaba. Falta poco para el resultado. Miro la hora en se celular, agarró entre sus dedos la prueba, sus manos temblaban. Una raya. Negativo.

Joder. Podía llorar de alivio. Celebraría con un cigarrillo. Fue a su cuarto y su hijo dormía con sólo el bóxer puesto. Le prendió el ventilador, camino a la ventana de su sala. Se sentó en el marco de ésta y prendió el cigarro. Abrió la ventana para que el humo saliera y no se quedara mucho el olor dentro. Caló el cigarro, tiró la ceniza al vacío, no importándole si a alguien le caía. La casa frente a su edificio es grande, de dos pisos. Tiene un gran jardín con diferentes tipos de flores y dos árboles altos. Como hay viento, sus ramas chocan, haciendo un ruido relajante, tranquilizador. Jeongin cierra sus ojos, imaginándose que aquella casa es de él.

— ¡Jeongin! —le gritaron desde abajo.

Abre los ojos, asustándose. Mira hacia abajo y Hyunjin está ahí, sonriéndole con sus hoyuelos marcándose profundos en sus mejillas. Le sonríe de vuelta, un poco apenado.

Tal vez viene por más, pensó. Y okay, lo acepta. El sexo es lo único bueno que pueden aprovechar de él. Y no niega que quiere más también.

— ¡Sube! —le grita de vuelta.

Apaga el cigarrillo a medio fumar contra el marco de la ventana, con sus dedos arregla su cabello. No tarda mucho y la puerta suena. Abre, Hyunjin da un paso adelante, besando sus labios. Se siente bien que lo haga, le encanta besar sus labios, más si es de manera lenta y sin apuros.

— Traje comida. Espero que no hayas comido. Es pescado a la plancha con ajo, ¿eso está bien? Podemos pedirte otra cosa.

Su estómago ruge alegre con sólo oír que es. La bolsa tiene impreso el logo de un famoso restaurante chino.

— Es perfecto.

Comen en silencio. Y lo disfrutan, no es un silencio incómodo. Se tienen cerca y a veces rozan sus manos, con eso les basta.

— Perdón por no llamar. Estuve de viaje estos días, fui a unos pueblos cercanos. Joon quiere abrir unos cuantos restaurantes ahí. Me mantuve ocupado.

Jeongin se congela al oír su nombre y recuerda su conversación por la mañana.

— Perdón por mencionarlo. Lo olvidé.

El castaño se encoge de hombros y bebe su refresco. —Vino hoy en la mañana. Me reclamó por lo de Sung. Es un imbécil. Dijo que me daba dinero para que te dejara a Minho y a ti en paz. También dijo que si no lo hacía, hablaría a seguridad infantil para que se lleven a mi ardillita. No te voy a mentir. Tengo miedo.

— ¿Eso hizo? Que bastardo. Jamás pensé que mi padre fuera tan... tan así.

— Yo tampoco.

Un llanto se oye un poco lejos y Jeongin se ríe por lo bajo. Jisung siempre tiene sueños que le asustan pero la mayoría son tontos. Una vez soño que su tortuga moría. Ni siquiera tenían una.

— ¡En la cocina, ardillita!

El niño entra corriendo, vistiendo un bóxer azul. Rápido, se sube a las piernas de su papá y se abraza a él, guardando su rostro rojo del llanto en el pecho de Jeongin.

— ¿Por qué le dices así?

— Porque cuando come, infla sus mejillas con la comida. Como una ardillita. ¿Verdad, amor? —besa la cabeza del niño y él deja de sollozar —¿Un mal sueño?

Jisung asiente y pide tomar agua.

Hyunjin pasa la tarde ahí, Jeongin le cuenta que en la mañana vio a su hijo con su madre. El rizado habló bien de la mujer y Jeongin sintió celos. Muchos celos. Sabe que no debe, porque Hyunjin y él no son nada, además ella es casada. Pero se le es imposible. Ella es bonita, alta, a pesar de estar embarazada tiene buena figura, parece tener el mismo nivel social que Hyunjin.

— Me hice una prueba de embarazo —Hyunjin besaba el cuello de Jeongin. Jisung está arriba, durmiendo. Son las 10 pm y el ojiverde aún no se va. Dijo que quería recuperar el tiempo perdido en la semana.

— ¿Y...?

— Negativo.

Hyunjin suspira y sonríe.

— Gracias a Dios. Digo, no es que no quiera hijos contigo, es muy pronto. No ahora.

No ahora. Eso retumba en la mente de Jeongin y no puede evitar sonreír. Eso significa que Hyunjin estará con el por un rato ¿no? Al menos eso esperaba.

Así que, besa los labios de Hyunjin, riéndose, feliz.

QUE SON LIIIIIINDOS.

Holaa, aparezco de nuevo en el mismo día, me entretiene tanto actualizar que lo hago varias veces diarias, pero por la misma razon no se me ocurre que escribir aquí, me dan muchas ganas de hacerlo he interactuar de cierta manera, pero nunca se me ocurre que decir, en fin.

No olviden comentar y votar, me hace muy feliz cuando comentan, ya que así se si les está gustando o hay errores, nos vemos, besos!!

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