𝟬𝟯. 𝘁𝗿𝗶𝗰𝗸

Aquel que miro a los ojos de la
serpiente y jugo con sus trucos
en un tablero ajeno


































EL JARDÍN PRIVADO DEL PALACIO DE ANCAGE ERA DE LOS más hermosos que Delilah podría ver en toda su vida. Las coloridas flores perfumadas daban un exquisito toque de primavera al ambiente enmarcado en un cuadro anaranjado de un bello atardecer.

Todo eso habría sido realmente hermoso para la pequeña de solo ocho años si no estuviera en una incomoda "fiesta" de té con solo dos acompañantes.

El príncipe Matheus Falaxe y el incómodo silencio.

— Entonces — habló el mayor de los dos — Delilah Bassett...

— Matheus Falaxe — respondió ella de la misma forma cortés, después de todo seguía enfrente del príncipe heredero.

El soltó una pequeña risa entre dientes — ¿Sabes por qué te pedí que vinieras?

— Lo desconozco, su majestad.

— Por favor, nada de títulospidió el niño rubio de tan solo once años.

— Como gustes, Matheus — pronunció la niña, poniendo el primer clavo en el que sería su tumba en un futuro.

El rubio sonrió — Seré directo, me generas curiosidad, Delilah.

La niña ladeo la cabeza confundida.

— Es más, creo que me gustas — admitió el con una suave sonrisa.

— ¿Qué?

— Lo que oíste, me gustas — Matheus tomó tomó una de las flores moradas recién cortadas que adornaban la mesa entre sus suaves y blancas manos para admirarla — Y quiero conocerte.

— No lo entiendo — dijo ella aún más confundida — ¿Por qué?

— Es como leer un libro — continuo y se levantó para caminar hacía ella — La portada es linda — dio dos pasos — La sinopsis logra llamar tu atención — dio tres pasos y se coloco junto a su silla — Solo queda, leer el libro.

Con suavidad, el joven Matheus coloco un mechón de la libre cabellera de la niña entre sus dedos y lo coloco detrás de su oreja dejando la flor allí también.

— Y sé que este será un libro maravilloso.

¿Y que pasará si el contenido es decepcionante? — murmuró la joven pelimorada al recuerdo que la invadió.

— Entonces puedes leer otro — dijo una voz seductora a sus espaldas.

Delilah se dio la vuelta y se topo con el par de orbes del zorro astuto de Galdeon.

— Mis disculpas — dijo ella volviendo a su papel de sirvienta débil y mediocre — No sabía que estaba presente, mi señor.

— Tranquila mujer — dijo el rubio con calma — No hay nadie aquí, así que podemos volver a nuestro enfrentamiento.

— Yo no lo llamaría así — Delilah sonrió de costado y volviendo a su verdadero ser.

Raymond la miro con burla. Esa mujer, aquella serpiente pareció ser más astuta que el cuando le dejó un reto a cambio de la información que deseaba, eso que paso de ser un pequeño atisbo de curiosidad a una necesidad latente en su mente.

— ¿Resolvió ya mi asertijo, Amber? No lo olvide, "Surgió del fuego y respiro su propio veneno para unirse a la mano de la naturaleza" sólo dígame que criatura es, y yo cantaré como canario.

El rubio sonrió para evitar la desesperación en su alma por el pequeño problema que carcomia su mente las últimas noches — En una noche partiremos a Ancage para la celebración de la vida del príncipe Matheus, y me pondría muy triste irme sin saber su nombre.

¿La rata blanca ira en representación de Arbezela? Pensó la pelimorada con disgusto ignorando la manipulación del rubio.

— Pues mejor para los dos, Amber — la joven continuo limpiando la biblioteca con aquel zorro siguiendo sus pasos como un niño. No, como un perrito siguiendo a su dueña — Así tendrá la mente ocupada y yo podré descansar de su encantadora presencia.

Y allí estaba otra vez esa cara que loe ataba empezando a volver loco. Una sonrisa de colmillos filosos, sarcasmo y ojos atentos dispuestos a lanzarse y atacar a cualquiera que se fuera sobre ella, sin hacer caso a los coqueteos y juegos que el mantenía con las otras sirvientas como distracción cuando la princesa Ariana estaba con alguna otra joya.

Una pista, solo una, pidió el en su interior ahogando su voz con la ayuda de su propio orgullo mientras la serpiente se iba dejándolo con las ganas.

— Detesto esto — dijo ella a su hermano bajo la luz de las estrellas.

— ¿Iras a la celebración en lugar de nuestro padre? — pregunto el albino con sutileza temiendo tocar algún tema sensible para su hermana — Puedo asistir en tu lugar si gustas.

— Como desearía que eso fuera posible hermano — murmuró ella al tirarse en el jardín del rubí de Arbezela — Soy la heredera, y aunque los actuales príncipes sean hijos de la hermana de nuestro señor, eso no nos libra de tener que presentar nuestro respeto como se debe.

— ¿Y luego que? No se como se supone que vamos a llevar a lady Eris a casa.

— De eso se encargarán el duque Phantom y la princesa — aclaro ella — Tan solo hay que ver como esa bestia divina mira a nuestra señora, la idolatra en silencio, hará lo que sea por ella.

— ¿Incluso manipular a la princesa?

— Yo diría que hasta matar — murmuró la joven pelimorada.

Matheus quiero ir a casa y verte de nuevo, pensó ella antes de cerrar los ojos.

— ¡Tu sabes la respuesta! — exclamó Raymond acusando a Jade en el desayuno con las demás joyas antes de partir de Arbezela.

— Puede ser — respondió el ojiazul indiferente.

— Dimela — pidió el rubio recobrando la compostura ante las miradas confundidas del príncipe rojo y el duque Phantom — Hazlo.

— No.

— Jade — pidió algo desesperado como si fuera un niño haciendo un berrinche.

— Si que eres irritante — murmuró el joven Maldea — ¿No has logrado descifrarlo?

— ¿De que están hablando? — interferio Nell ya irritado por la insistencia del chico Amber

— La adivinanza de una sirvienta — Jade dio un bocado a su desayuno cómodamente.

El príncipe rojo estalló en carcajadas — El zorro de Galdeon, un genio estratega, no puede con la adivinanza de una simple sirvienta?

— No es una simple sirvienta — murmuró el rubio con las mejillas calientes por la vergüenza — Hay algo en ella que no me cuadra.

¿Qué no es una sirvienta, para empezar?, pensó el joven de Marloe con gracia al ser el único que sabía realmente quién era esa sirvienta de nombre Delilah.

El truco empezó y el pequeño canario se a dejado caer directo en la boca de la serpiente morada de Ancage casi de una manera tan alegre que parecía irreal.




























































¡Regrese!

No me maten plox

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top