𝟬𝟮. 𝗴𝗮𝗺𝗲𝘀

¿Esta será acaso una batalla
pérdida?























































— ¡Ya no aguanto!

— Literalmente has mutilado personas vivas en la guerra casi por tu tétrico concepto de diversión, hermano — dijo la joven — No entiendo por qué tanto drama.

— No lo entenderías nunca — mascullo el albino sin escuchar lo que dijo su hermana.

— Tienes razón. No entenderé por qué tanto drama por pelar unas papas.

— Es todo el día, hermana — el joven Bassett se dejó caer en el pasto del jardín privado del emperador — Papa tras papa, nunca se terminan, ¡son infinitas!

— Aww, mi hermanito no soporta el trabajo pesado — dijo con burla — Ahora levántate, tenemos trabajo — su voz tomó un tono firme y amargo, y entonces Caín supo que su trato con el emperador Jaider podría estar en peligro.

— ¿Es tan grave? — pregunto — ¿Nos va expulsar del palacio?

— Peor — Delilah extendió la mano para que su hermano la tomara — Quiere saber como va la búsqueda.

— Me asustaste — dijo el mientras tomaba su mano — En ese caso, yo me encargaré.

— No olvides hermano, que estamos en Arbezela.

— Y justo por eso, es que somos representantes de nuestro imperio — la sonrisa gatuna de Caín no se hizo esperar — No olvides que siempre encuentro la manera de salir impune.

Delilah sonrió. Su hermanito era una digna serpiente, arrastrándose en silencio antes de morder e inyectar su veneno para que fuera el propio sistema y pensar de su presa lo que lo destruyera.

— Aveces no se si amarte o temerte.

— ¿Que es amor sin un poco de miedo, hermana? — y sin más, sus afilados colmillos sobresalieron de sus pálidos labios.

— Yo, Caín Bassett de la casa Bassett, me inclino ante el sol de Arbezela, el invencible emperador Jaider de Secramise — una vez estuvieron solos en aquella oficina con el padre el imperio, los hermanos se inclinaron en señal de respeto más por deber que por otra cosa.

— Yo, Delilah Bassett, heredera de la casa Bassett, me inclino ante el emperador Jaider de Secramise — a diferencia de su hermano, la pelimorada no era tan astuta como para ganarse la simpatía de alguien de que de buenas a primeras nunca le agrado, así que mejor se evitaba el esfuerzo y la pena.

El emperador hizo un gesto con su mano y los hermanos se permitieron enderezarse.

— ¿Cómo a transcurrido su búsqueda en el palacio? — pregunto el mayor dejando a un lado su papeleo y poniendo sus codos en la mesa y entrelazando sus manos.

— A sido algo, como decirlo — Caín hizo un gesto de frustración mientras su hermana tomaba asiento en una de las sillas del lugar junto a una pequeña mesa — Tan, poco fructífera.

— Aún no encuentran nada, verdad? — la fría y cruel mirada amatista se poso en la mayor de los hermanos — Se suponía que sería una búsqueda discreta y rápida.

— Y lo es — le respondió la joven al notar su mirada.

— ¡Llevan dos meses en el palacio de mi hija!

— Lamentablemente — murmuraron los dos a la par pensando en la caprichosa y lujuriosa princesa.

— No apresuré nuestra búsqueda emperador — dijo el joven cuando su sonrisa gatuna empezó a asomarse — O si no, tendrá que abstenerse a las consecuencias.

El emperador se tensó en su asiento ante la idea de entrar en guerra con Ancage, el imperio gobernado por los distintos, más exóticos y peligrosos tipos de mana del mundo.

— No olvide, su majestad, que estamos aquí por petición de nuestro emperador y por el bien del pueblo — Caín camino con desinterés a uno de los libreros del mayor — Somos la xadha, nacidos de la sangre respirando veneno para proteger a nuestro dios, y a su dios.

— Astotellia, el dios fundador de la luz — murmuró la chica — Me pregunto como será que su dios tomara represalias si usted deja que la sangre de nuestra santa, el linaje que el bendijo para estar en paz con Zaryax, se pierda para siempre.

— Se acercan momentos de incertidumbre — Caín se inclino en el escritorio del emperador y se relamio los labios al verlo tan nervioso — Y una guerra con el trono de las penumbras es lo último que necesita, su majestad.

Oh, como deseaba ejecutar a esos niños, pero no podía. Cada palabra que salía de la boca de la cabeza menor era verdad, podía sentirlo. Arbezela se enfrentaría a tiempos duros de ahora en adelante, y una guerra con el imperio con más misterios y secretos no podía estar presente.

— Mi hija — dijo finalmente — ¿No se a dado cuenta?

— Ambas princesas están muy ocupadas en sus mundos como para notar a dos sirvientes más su majestad — mentira. La princesa Samath los había descubierto más de una vez realizando mal alguna tarea o indagando más de lo debido, pero por algún extraño motivo siempre lo dejaba pasar — No se preocupe, presiento que nuestra partida esta más cerca de lo que pensamos.

— Sea paciente su majestad — pidió la joven mientras se levantaba y tomaba lugar al lado de su hermano — La noche de luna roja se acerca.

— Los muertos y los vivos danzaran por al eternidad en la noche sin fin — continuo el albino con su sonrisa gatuna.

— Y la elegida de la vida y la muerte pondrá equilibrio a la balanza del universo — hablaron ambos al unísono frente al escritorio antes de hacer otra reverencia, logrando dejar al emperador Jaider con la piel de gallina.

— Lo asustamos.

— Casi le da un ataque, hermano — dijo la joven cuando se volvieron a encontrar una vez terminó el día de trabajo en el palacio — Conseguimos algo de tiempo.

— El suficiente, diría yo — murmuró el albino. Caín saco de su espalda una flecha negra con un lazo rojo atando un pergamino y la punta lítica con forma de cabeza de cuervo que ambos conocían — Me llego esto poco después de visitar al emperador. Te espere para abrirlo.

Delilah miro a su hermano, pues sabía que aquella flecha solo podía significar malas noticias y por eso Caín no había sido capaz de abrirla. Suspiró y tomo la flecha en sus manos antes de empezar a desatar el listón. Tomo la nota en sus manos y la leyó.

Imposible, paso por su mente. El no, cualquiera menos el.

— ¿Hermana? — pregunto el chico con la voz temblorosa.

— Matheus murió.

Caín miro la carta en manos de su hermana mayor y como tres lágrimas silenciosas cayeron sobre el mientras los ojos amatista de su hermana no dejaban de mirar la delicada letra de Amelie Falaxe. Matheus Falaxe, primer hijo del emperador Hannet, príncipe heredero de Ancage, había muerto.

El verdadero juego de poder y gloria empezó.























































Y ........

¿Les gusto? Ya se viene lo chido.






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