𝐝𝐢𝐞𝐳

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izzy x edward

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Han pasado unos días desde que Barbanegra volvió a ser el que es, y decide llamar a Izzy a su habitación con un propósito en específico.

¡advertencia: otro smut blackizzy, sí porque por alguna razón son los que más me curro(?.  Bueno, está desarrollado después del último capítulo de la primera temporada, incluye un edward teach trans yyy es más explícito que el anterior smut blackizzy.

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Era en días como estos en los que Barbanegra llamaba a Izzy a su camarote y el segundo al mando no tenía ni idea de a qué se podía deber ese llamamiento.

Quizá Barbanegra le requería para finalizar los planes de alguna estrategia marítima, preguntar cuestiones de la tripulación o idear el asesinato de algún otro pirata, aristócrata o cualquier inocente. Sin embargo, se alegraba de que ahora le llamara a su habitación por esas cosas, y no para buscar a algún pirata de pacotilla o servirle un té.

Aún así, Izzy no se hacía ni idea de para qué lo había llamado Barbanegra en realidad.

—¿Capitán? —preguntó él nada más entrar por la puerta. Se lo encontró fumando en su sillón de terciopelo amarillo.

—Izzy. Acércate, ven.

Hands lo hizo sin rechistar, mientras Edward se daba la vuelta para contemplar al hombre en cuerpo entero. Observaba a Izzy con una mirada un tanto ilegible, pero lo cierto era que no le quitaba los ojos de encima.

El sol estaba puesto encima del barco a estas horas, pero la luz apenas se escapaba por las cortinas que Edward mismo había colocado.

—Izzy, estás muy estresado últimamente, ¿No es así?

El tono de voz se le hizo temerosamente nostálgico a Izzy, de forma que le hizo sentir escalofríos en su cuerpo.

—Lo cierto es que... Sí, señor. Antes, sobre todo, pero eso no es importante.

—No digas tonterías, sí que lo es.

Izzy se quedó en silencio, confuso por el rumbo que pudiera tomar la conversación.

—Dime algo, Israel. ¿Cuándo fue la última vez que te relajaste un poco? Aunque sea aliviar ese ceño fruncido, o eliminar la presión de esos hombros.

—No lo sé, capitán. No me acuerdo.

Barbanegra se levantó con lentitud de la silla. Aunque, en la mente de Izzy, parecía estar yendo mucho más rápido de lo que realmente era.

—Izzy, Izzy, Izzy...

Cuando Edward llegó a él, recorrió una parte de su mejilla hasta la parte baja de su cuello con su mano, de manera suave pero también ciertamente dominante. Después, colocó una mano en su hombro y aplicó una presión que Izzy había sentido ya más de una vez, en situaciones parecidas y por la misma persona delante suya. Hands pilló la indirecta al momento; aquella extremidad, acompañada del tono de voz que casi sonaba como un susurro para instarle a que le obedeciera, prácticamente le estaba indicando que se pusiera de rodillas ante él.
Aquello mismo hizo, flexionando sus piernas en el suelo y mirando hacia arriba para no perder de vista a Edward.

—Señor. —Izzy se hacía una idea de lo que se estaba formado en la mente de Edward, pero Hands no estaba completamente seguro de aquello. Hacía años que había estado en una situación de ese calibre con Barbanegra, y había perdido la costumbre de cómo tenía que transcurrir todo. Sólo recordaba las cosas más básicas, pero lo cierto es que esto estaba empezando a emocionarle de una manera muy peculiar.

—Dime, Israel, ¿Es esto lo que quieres, no?

Izzy asintió.

Sus mejillas empezaban a arder y sus ojos contemplaban a Barbanegra con gran atención. Sentía que el corazón le iba a cien.

—Me gusta tu honestidad, Hands. Ya sabes que es algo que valoro mucho en mi tripulación.

Izzy volvió a asentir, esta vez de forma más lenta.

Sin embargo, se vio obligado a cerrar los ojos y dejar escapar un sonido gutural desprevenido cuando la bota de Barbanegra se lanzó hacia su entrepierna y su capitán empezó a presionar en ella. Su cuerpo se encontró recibiendo placer de una manera extraña, hecho que no pasó desapercibido por Edward.

—Mírate —le dijo Barbanegra, con las manos apoyadas en sus caderas, la bota en el mismo lugar que antes y observando cada rasgo que Izzy tenía por sus movimientos—, tan servicial. No me extraña que te hiciera mi mano derecha.

Izzy no sabía qué responder a aquello, pero se lo tomó como un cumplido mientras apretaba los dientes por el dolor.

De repente, Edward retiró la bota e Izzy volvió a dónde estaba antes, sólo que sus pupilas y cuerpo se encontraban más sumidos en la lujuria, y esperaba impacientemente a que Edward hiciera **algo** más.

—Joder, ¿Tan pronto? —Izzy no entendió el comentario de Edward hasta que miró abajo y observó cómo una erección había empezado a crecer en él, probablemente desde antes que la bota estuviera apretando en su entrepierna—. Mucho tiempo solo, ¿supongo?

Izzy asintió tímidamente. En cuestión de segundos, Edward bajó más o menos hacia su altura y plantó un profundo beso en sus labios, uno en el que Izzy aprovechó y usó su lengua para explorar ansiadamente la boca de Edward. Había pasado tanto tiempo, y esto le estaba haciendo más feliz de lo que quería reconocer.
Cuando se separó, sólo notó cómo el excesivo rojo de sus mejillas descendía hacia todo su cuerpo.

En silencio, empezó a observar cómo Edward se desabrochaba los pantalones de cuero, desde una vista privilegiada que ciertamente no ayudaba al “problema” que había empezado a surgir entre sus pantalones. Barbanegra lo hizo lentamente, sin quitarle ojo de encima a Izzy e incluso en algún momento le lanzó una sonrisa descarada.
Desde arriba, con sus pantalones amenazando con bajarse si aplicaba un poco de fuerza, Edward agarró del cuello a Izzy durante un breve momento.

—No te levantes. Quiero que me sigas hasta el sillón.

Teach se separó de él y acto seguido se encontraba sentado en el dicho lugar, retomando la pipa con la que siguió fumando mientras se giraba a ver a Izzy.

Izzy volvió a flexionar las rodillas, esta vez dejándolas caer al suelo mientras las arrastraba bajo el suelo. Gateando y ayudándose de sus manos para desplazarse, se dirigió hacia Barbanegra.
El pirata realmente era la única persona capaz de hacerle realizar ese tipo de cosas y que encima las disfrutara.

Cuando llegó hacia él, recibió como bienvenida un río de humo que Edward resopló en su cara y que entró con fiereza en las fosas nasales de Izzy. Barbanegra dejó la pipa.

—Desnúdate.

Hands, servicial, le hizo caso. Se deshizo de los miles de complementos de su ropa que tenía para llevar pistolas y espadas, desabrochó los botones de su camisa para después dejarla a un lado y bajó sus pantalones.

Edward observó su cuerpo con lentitud; examinó sus tatuajes que sólo él había visto, las cicatrices que le habían dejado diversas armas que ahora decoraban su piel y la forma en la que se inclinaba hacia él. Edward no podía soportarlo más, y bajó sus pantalones al son de la impaciencia de Izzy, quién le observaba con los ojos brillosos.

—¿Lo quieres? —Izzy asiente— Pues acércate.

Hands vuelve a gatear hasta su jefe, quién se inclina hacia delante y finalmente deja al descubierto la desnudez de sus piernas, así como la de su ingle, al dejar los pantalones a la altura de sus pies. Su torso sigue cubierto de cuero negro, y ahora es él quién observa impacientemente a Hands, quién no tarda en captar que su jefe le está esperando.

Izzy acerca su boca y en menos de un par de segundos su lengua se encuentra dando vueltas alrededor de la vulva de Edward, siguiendo movimientos que hacen que Barbanegra se vea obligado a cerrar los ojos e inclinar la cabeza hacia arriba cuando Izzy se dirige hacia su clítoris para masajearlo con lo mismo, de la manera lenta y rápida que en su día aprendió que le encantaba a su capitán.

Siente cómo Edward se humedece alrededor de su boca cuando empieza a chupar con suavidad al principio, y más dureza al acabar. Teach envuelve sus manos alrededor del respaldo de la mesa mientras unos complacientes aunque tenues gemidos se escapan de su boca, e Izzy siente cómo sus oídos se deleitan con el sonido.
Hacía tanto que no había tenido unos de estos momentos con Barbanegra, que se había olvidado de cuánto los echaba de menos.

—Izzy... —gime Edward, agarrándole del cabello y empujando hacia delante para transmitirle que siga, pero con más confianza ahora. Hands capta el mensaje y, aunque no opta por hacer movimientos con su lengua más bruscos, sí mucho más rápidos y en puntos estratégicos en los que lleva el clítoris de Edward hacia diferentes puntos de su boca, de manera que siente cómo Teach apreta sus piernas y envuelve sus muslos alrededor de Izzy por el placer mientras su respiración se vuelve irregular.

Le deja así unos cuántos segundos más hasta que decide que es suficiente y vuelve a abrir sus piernas y empujar a Izzy del pelo para sacarlo hacia atrás, de manera que Hands vuelve a mirar hacia arriba y se estremece al ver las mejillas rojas de pasión de su capitán.

—Mierda, ¿cómo puedo haberme olvidado de que eras tan bueno en esto? —logra decir Edward entre exitosos controles continuos de su respiración.

Izzy estaba a punto de decir algo, o quizá simplemente imaginar que lo hacía, pero en el mismo momento se detiene al sentir cómo Edward le agarra violentamente del cuello, llevándole hasta arriba y Hands fallando al llevar sus manos hacia la que ahora cubre su cuello para intentar liberarse. Siente cómo Teach le empuja hacia el fondo de su cama, y le obliga a ponerse recto con la mirada mientras no le quita ojo de encima.

Izzy ni siquiera tuvo tiempo de procesar lo que le había ocurrido, o lo que estaba ocurriendo, cuando Edward caminó hacia la cama con él y se puso encima suya. Colocó una mano en su pecho, y con la otra liberó la polla palpitante y enrojecida de Izzy para agarrarla y rozar su glande con su entrada. Izzy rápidamente sintió una oleada de placer recorrer su entrepierna hasta su cuerpo y se puso rojo de vergüenza con el acto de su capitán, que en contraste poco tenía de lo que estar avergonzado.

—¿Te gusta esto? —ronroneó Edward, mientras que seguía tentando su pene— Pero dime Israel, ¿Acaso te lo mereces?

Izzy estaba demasiado atento al cariño que su pene precisaba y cómo el líquido pre-seminal se juntaba con los labios de la vagina de Edward. El no responderle hizo que se enfadara, y por lo tanto Teach paró e Izzy al instante añoró el contacto.

—Contéstame. —le repitió con un tono firme, ahora más serio— ¿Te lo mereces?

Hands no tenía ni idea de qué contestar a eso.

—¿Después de venderme a los ingleses y amenazarme de muerte, de verdad crees que eres digno de esto? Eres la persona más impertinente que he conocido en mi vida, Izzy Hands.

No era difícil oler la rabia y la furia en las palabras de Barbanegra.
Izzy hizo un esfuerzo para contestar, quizá aliviar así el odio de Edward y obtener lo que tanto deseaba en ese momento, que no únicamente había deseado en estos insufribles segundos, que se le hacían horas. Intentó hablar, pero sólo dejó escapar un murmuro inteligible.

—¿Cómo dices?

Izzy tragó saliva.

—Yo... Sólo hacía lo que era mi deber. Edward, tú, cuando me nombraste segundo al mando —sus palabras tardaron en salir por el calor asfixiante de la habitación— prometí que haría todo lo posible para honrar a la memoria de Barbanegra... ¿Entiendes? La de Barbanegra.

Edward se quedó en silencio durante unos tenebrosos minutos. Después, musitó una leve y sombría carcajada.

—Qué pretencioso eres.

Izzy dejó escapar un largo gemido ahogado en cuanto su pene fue rápidamente envuelto por el calor de Edward.

Hands estuvo a punto de soltar mil maldiciones, pero fue interrumpido cuando Teach siguió bajando sus caderas, hasta tener todo el miembro de Izzy dentro suyo. Se quedó parado unos segundos, sacudiendo levemente de izquierda a derecha y contemplando el efecto positivo que esto estaba teniendo en su segundo al mando. Izzy se dedicaba a estremecerse detrás de Barbanegra mientras se centraba en no perder el conocimiento. Mirando hacia arriba, al techo, esto disgustó a Ed.

—Mírame, o pararé.

Ahí estaba otra vez el mismo tono de capitán, que bien podía usar para decirle que matara a un francés que le había faltado el respeto o para decirle que no le quitara ojo de encima mientras cabalgaba su polla.
De todas formas, siempre funcionaba como una especie de botón automático para Izzy, y en cuanto observó a Edward sus mejillas se volvieron extremadamente coloradas, si es que podían llegar a serlo más.

—Así me gusta.

Dijo con una sonrisa colocada en su mueca. Acto seguido, colocó sus manos en el torso de Izzy para estabilizarse. Levantó sus caderas y sintió cómo sus labios se alejaban del calor de la piel de Izzy, para una vez cerca de la punta volver a descender con brusquedad. Así siguió sin cesar, optando por ritmos entre intermedios y rápidos: a veces no necesitaba de sus manos para apoyarse y las alejaba para mostrarse en alguna pose para seguir montando la polla de Izzy que le resultara cómoda y lo suficiente satisfactoria para sentirse victorioso ante la cara sonrojada y cubierta de sentimientos encontrados de Hands.

La sala no tardó en llenarse de todo tipo de sonidos, ya fueran los sutiles gemidos que se escapaban de la boca de Edward, los que no quería que fueran tan ruidosos pero acababan siéndolo de Izzy, y el sonido húmedo que hacía la vagina de Edward por cada vez que se movía hasta lo más bajo.
De igual manera, los movimientos hipnóticos de Barbanegra no tardaron en hacer que Hands ya estuviera cerca, y entre respiraciones acortadas y poco profundas, habló.

—Me voy a correr —se aventuró a decir rápidamente.

Hands ya se veía en el clímax, que llegaría en dos o tres saltos más acompañado de los sonidos sucios que producía su pene al ir desde el principio hasta el final dentro de su capitán, pero cuando empezaba a hundirse de forma confusa entre el placer, Edward dio un paso hacia atrás e Izzy sufrió cuando el frío de la habitación golpeó su caliente pene. Fugazmente intentó dirigir su mano para acabar ahí mismo, pero Barbanegra lo vio venir y paró bruscamente sus brazos. Así, observó cómo Izzy le suplicaba con los ojos rociados por lágrimas, su cuerpo retorciéndose en la cama y con una respiración exageradamente irregular.

—Por favor...

Gimió Izzy, pero no obtuvo respuesta. Cuando su respiración empezó a adquirir un ritmo más tranquilo, Edward lentamente acercó su mano hacia su cuello y lo envolvió con suavidad.

—Te ves tan bien así. —murmuró Barbanegra.

Apartó sus manos del torso de Izzy, y sosegado ahora se recostó hacia atrás. Apoyó su espalda en un cojín detrás suya que encontró y abrió las piernas en frente de Izzy, instándole a ir hacia delante con un movimiento sugestivo de los dedos de su mano.

Izzy estaba ciego de placer y su polla había empezado a doler con palpitaciones. En ese momento haría lo que sea que Edward le dijera si con eso conseguía correrse dentro suya. Realmente deseaba que le dejara hacerlo.

Barbanegra empezó a acariciar su clítoris con la otra mano con la que no había llamado a Izzy, y miró ardiente de deseo a éste. Hands ahora se recostaba encima suya e introducía su pene en su jefe, notando que él no era el único que estaba sensible cuando Teach murmuró un largo gemido entre sus dientes.

—Joder —se quejó Teach—. Más te vale ir rápido, o si no...

Sus palabras fueron interrumpidas cuando la poca lógica que quedaba en su mente e Izzy siguiendo las órdenes de su capitán de mezclaron. Con grandes suspiros, adelantó sus caderas hasta el final y luego retiró su pene para volver a meterlo dentro de Edward. Lo repitió un par de veces hasta que optó por un ritmo diferente y fue todo lo rápido que pudo mientras apoyaba sus manos en el cuerpo de Edward, en su torso un poco más arriba de las caderas para sujetarlas y darse impulso a él mismo y sintiendo su cuerpo de forma vergonzosamente cerca al suyo. Lo cuál le habría impactado más si estuviera en una situación más diferente.

—Capitán —se aventuró a decir, intentando mantener un ritmo constante con sus caderas, bajándolo un poco— ¿Puedo-

Izzy se interrumpió a sí mismo cuando vio que volvió a estar cerca de correrse y tenía que hacer uso de una gran fuerza de voluntad para seguir hablando. Edward llevó su mano a su mandíbula, y la acarició suavemente, instándole a continuar con sus movimientos. Ya sabía lo que iba a decir.

—No lo sé, ¿Crees que te has portado bien?

Izzy asintió con torpeza. Realmente no quería pensar, no cuando su mente estaba tan nublada por el calor lujurioso del lugar.

—¿Ah, sí? —sin previo aviso, la mano que antes reposaba en la mandíbula de Izzy se movió y metió dos dedos en su boca que metió y sacó con lentitud. Hands se vio forzado a hacer sonidos palatales seguidos, al cerrar su boca y no poder respirar por ella— Joder, Israel. Eres realmente un maldito engreído. Venga, sí joder, córrete dentro. Será peor si no lo haces.

En una fugaz acción, Edward sacó sus dedos de la boca de Izzy cuando los sintió totalmente humedecidos y los dirigió hacia su vagina para empezar a masturbar su clítoris mientras Izzy seguía empujando dentro suya. Barbanegra fue el primero que sintió cómo un orgasmo recorría su cuerpo con eléctricas cargas recorriendo su anatomía.

La situación no tardó en convertirse en un desastre de gemidos, Izzy se corrió en un débil grito dentro de Edward, tal y como le había dicho y quería. Su pelo estaba totalmente destrozado y el sudor corría por todo su cuerpo mientras finalmente sacaba su pene de Edward, quién en silenciosos gemidos ya estaba en la recta final de su orgasmo y su cuerpo estaba que echaba chispas, para recuperar su ritmo normal de respiración.

Los dos se quedaron en silencio, con sus músculos aflojándose débilmente e Izzy, agotado, acostándose en la cama.

—Diosa mía —murmuró Edward entre largos suspiros—. Eso no ha estado nada mal.

El tono de voz de Edward ahora sonaba mucho más dulce que el que había usado anteriormente. Se podía decir que incluso miraba con una sonrisa a Izzy, quién sintió cómo su corazón se encogía ante la mirada que su capitán le daba.

—Iz, ven aquí.

Hands le hizo caso, y cómo no hacerlo cuando Barbanegra prácticamente le extendía sus brazos con un ligero cariño. Finalmente, los dos se tumbaron en la cama. Izzy primero de forma incómoda, pero se incorporó óptimamente cuando Edward envolvió un brazo alrededor suya y empezó a acariciar lenta y tranquilamente su pelo. Ahora mismo, le daba igual si el hombre al lado suya no estaba siendo Barbanegra en absoluto, pues todo se olvidaría cuando los dos salieran de la cama y tuvieran que volver a la rutina del pirata ordinario y cruel.

Así era la vida en alta mar, e Izzy hacía mucho que la había aceptado tal y cómo era si a veces le brindaba momentos como el que vivía ahora mismo.

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