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«Un momento, Tae, te gusta Bonnie. Así que, por qué...



Por qué...



























Te asusta lo bien que se ven juntos?»

Darvid realmente no puede escapar las telarañas del próximo juego mental en su mente y lo refleja sin censura en el rostro. Esa sonrisa juguetona que tenía ha decaído por completo y las cejas enarca arrugando un poco la piel entre ellas. No sabía la razón exacta ni el causante, pero le estaba molestando ver al profesor intimar miradas con su vecino a.k.a nuevo amigo.

Blanconieves parece hipnotizado mirándolo, pero a lo que Tae le pareció una eternidad: realmente la escena tarda tres segundos. TRES SEGUNDOS. Hasta que Tee voltea hacia Tae como si nada.

—¡Te dije que no me asustarás!— Da la queja como un niño. El profesor decide soltarlo, mirándolo como si pensará, «¿Ya dejaremos de mirarnos? ¿Tan rápido?», decepcionado cual cachorro perdido.

—Si tu fueras yo y vieras una habitación llena de máscaras culturales, ¿no hubieras pensado en asustarme?

—Pues no, — Afirma seriecito Blanconieves dando pasos firmes hasta llegar a él y arrebatarle la máscara. —yo no asustó personas. — Entra a un modo divo oculto en su ser, brincando un hombro. Voltea para mirar al profesor sobre un hombro, sonriendo de oreja a oreja.

—Pero sí me interesa ver una habitación llena de cosas raras. — Brinca las cejitas divertido. —Profe, ¿podemos entrar la habitación?

—Claro, sí, hagan lo que gusten. Seguiré vigilando la computadora.

—De acuerdo. ¡Ven! — Tee se lleva a Tae de la mano  corriendolo con él. El moreno ríe al ser jalado repentinamente.

Job baja la mirada sellando sus labios en una delgada línea como, «Bueno pues. » entonces regresa a la habitación con la computadora abierta.

Se sienta frente a la computadora y comienza a notar como la pantalla de numerales, dígitos y palabras inentendibles que corren hacia arriba como los créditos de un filme, comienza a tener varias fallas. Barras multicolores apareciendo en cada esquina.

De repente comienza a escribirse otro código bajo el que el profesor ya había escrito.

—No, ¡No, no! Mierda. — Job teclea rápido. Moviendose tan firme pero cerciorado como puede. Debatiendo el nuevo código con uno suyo otra vez. Intentando derribarlo con algún muro digital. Se apresura en escribir. —Esta gente no son cualquiera, — Murmura. —tienen a un experto de computadoras también. ¿Quién carajos son esta gente?

Sigue tecleando tan rápido como puede. Haciendo una carrera de códigos con quién sea que introduce los suyos en la otra línea. Ambos son rápidos siendo expertos en lo que son, van casi al mismo ritmo, pero Job intenta apresurarse más. Viendo la barra verde que roba los datos contrarios cargar a un 70% en el centro. Solo un poco más y los tendría pero por nada del mundo deberá perder o lo perderá todo.

—Mierda, mierda, mierda. — Va esmerandose el profesor.

71, 72, 73%.

—¿Podrías por favor cargar más rápido? — Súplica el profesor como si la computadora tuviese vida.


Y es que, en otra parte de la ciudad, dentro una oficina oscura super elegante, una chica en cremallera verde aceituna, T-shirt negra, anda enfocada en su computadora. Luciendo aborrecida y indiferente pero batallando con el profesor. Sus dedos de uñas negras tecleando rápido tal cual experta. Su mandíbula rebota con simplicidad al masticar chicle, inexpresiva a algún gesto bocal.

La mujer que asesinó al sr. Blum y al presidente del país posa a su lado mirando expectante el trabajo de su contratada experta. Esa mujer usando un traje negro corto y teniendo su cabello atado en una dona. Los tacones filosos la hacen lucir incluso más alta y intimidante de lo que ya es.

—Vamos, Pat, no me falles en esto. — Pide la mujer. —¿Quién es el hijo de perra que intenta joder con nosotros?

—Bueno, sea quién sea, es un buen hijo de puta. — Sonríe Patricia Lebourne, una hacker experienciada que aunque vista callejera tiene mucho dinero por sus ofrecimientos técnicos. Es una de las mejores como freelancer digital.

El profesor parece seguir dándole lucha pues no dejan de introducirse sus numerales en la pantalla.

—¡Acaba con él, Patricia! — Grita desesperada la mujer.

—De todos modos obtendremos su IP, tranquilizate mujer. Toma unos putos sedantes.

—No los necesito, perra.

86, 87, 91%.

—Carajo.— Maldice la hacker. Entonces opta por un movimiento final. —A ver qué haces con esto, maldito. — Presiona la tecla “Espacio”, pero en su ordenador está programada para enviar “emojis” texteados contendientes de códigos. Cada uno siendo caritas felices y el símbolo del dedo medio o corazones.

—Si puede superar eso, una computadora no bastará con detener a este desgraciado, créeme. — Patricia apoya su espalda en el espaldar sin dejar de teclear "Espacio" a todo lo que da. Mandando miles de esos textos raros.

Y parece estar triunfando. Porque no hay respuesta digital del otro. Los únicos textos van siendo los de Patricia. Incluso esta se sorprende alzando una ceja. Su rostro gestando, «¿En serio le gané? ». La mujer sonríe viendo la barra de datos robados bajar fácilmente a 67% y contando.

—Creo que no es invencible. — Su voz sale tal cual serpiente: rasposa y seductora. Victoriosa de sus males.

Patricia aún no celebra. Mirando la pantalla toda dudosa.

De repente, su pantalla es interrumpida por muchas barras multicolores. Se agacha para enfrente de nuevo, colocando ambas manos sobre los teclados. —¡Mierda!

—¡¿Qué, qué hizo?! — Se altera la mujer volteando hacia abajo para mirarla.

«¡Miaow, miaow, mia-mia-mia- miaow! »

Se muestra un vídeo de gatitos editados puesto en fila maullando en un coro burlón mientras danzan sus falsas patas delanteras de lado a lado. Patricia bufa una sonrisa sin poder creérselo.

Mientras la barra verde que extrae datos sube a 90% y contando.

—El maldito envío un puto virus masivo.

—¡¿Qué?! ¡¿Y por qué sonríes?!

—Lo siento, lo siento, — La chica niega saliéndose de su trance sorprendida. —durante toda mi vida jamás había tenido a un rival en mi mismo nivel. Pero, eh, espera a que toda esta mierda se vaya y te daré su dirección, incluso quién es y podrás arrancarle la cabecita como a una piñata.

Patricia le sonríe labial sobre un hombro. Trabaja para ella por el momento pero como tal  no está a favor de lo que esa mujer loca hace. Solo cumple su trabajo por dinero.

—Como sea. Avísame cuando esté listo. Voy a una cita.

La mujer se aleja tecleando sus tacones. Dejando suspirar a la hacker que se cabizbaja pensando en todo la épica batalla digital que le fue dada.

𝙈𝙞𝙚𝙣𝙩𝙧𝙖𝙨 𝙩𝙖𝙣𝙩𝙤, Job suspira, enderezando la espalda y mirando el computador. Creando una lenta sonrisa. —Lo logré... Pude hacerlo. — Triunfa.




𝘼𝙡𝙧𝙚𝙙𝙚𝙙𝙤𝙧 𝙙𝙚 𝙪𝙣𝙖 𝙝𝙤𝙧𝙖, Tee estaba bañandose. Desvaneciendo el jabón que puso en severas partes de su cuerpo. Se frota un hombro par de veces hasta quitarse el jabón. Tae y Job están hablando en la sala de estar sentados al lado del uno al otro con la computadora abierta en el regazo del profesor.

—Aparentemente, una mujer millonaria los dirige. Su nombre es Roxanne Brigochet,— A medida que Job informa presiona "Siguiente" para revelar una titular de periódico donde abajo se muestra una foto blanco & negro. La foto revela a una mujer asiática en túnicas blancas en medio de dos bomberos. Salvada frente una casa quemada cuyo humo aún brotaba, incluso cuando el fuego extinguieron. —fue una sobreviviente de las garras de un asesino serial. Según aquí ella lo mató. Luego, hubo un amorío entre ella y el presidente desde que la invitaron a una conferencia en honor a salvar muchas vidas y detener al asesino.

—Dios, qué horrible. — Tae expresa mirando la computadora atento.

—Luego de ello, unos tres años después, hay unos textos. Le pidió a una tal Patricia borrar la noticia por completo. Eliminarla de todos medios internacionales. — Job procede a unos chats. Ambos él y el ciclista leen los textos. —Así que Roxanne prácticamente no existe ahora mismo. Se hace pasar por el nombre de otra persona y tal parece fue ella quién mató al presidente. Mira, aquí se burla de haberle cortado la cabeza. Pero no sabemos la razón.

—Dios, — Bufa Tae, sonriendo grande. —¡muchisimas gracias! Lo tenemos. Tenemos la evidencia. ¿Puedes descargar esto a un USB?

—¡Por supuesto!

—Eres nuestro salvador. De verdad que te lo agradezco. Mm, ¿tienes la dirección de ellos?

—Sí, sí, claro. —Cierra las páginas de galería, las del chat, para entrar a dónde tuvo la pelea de códigos más épica de su vida. Abajo de toda la batalla digital se encuentra la dirección extraída.

Tae le tira foto con su teléfono. —Bien. Gracias. — Baja el teléfono con varios asentires regalándole una tímida sonrisa amable.

—Aquí al servicio, amigo. — Avisa Job igual de humilde creando un rápido saludo militar que aunque desploma en segundos junto a una sonrisa labial, se vio muy sincero y honesto. Tal  vez Tae lo maljuzgó por sus celos. Job parece una persona muy agradable.

—¡Mm! ¡Chicos! — Llama Tee desde el pasillo.

—¡¿Sí?! — Ambos chicos preguntan en unísono mirando al pasillo como si pudieran mirar a Tee. Tras ambos preguntar, se miran unos segundos, interrogandose con la mirada. Reajustan espaldas brincando una cejita y como modelos de alguna revista miran galanes hacia enfrente. Gestionando un perfecto, «Aquí no acaba de suceder nada.»

—Necesito una toalla. Perdón, debí revisar antes.

—¡Yo... !

—¡YO TE LA LLEVO! — Tae se adelanta levantándose traumadito por callar al propietario de la casa. Da unos pasos firmes hacia enfrente, hasta detenerse, y voltear. Ahora vuelve a ponerse tímido en plan amigable, incomodando una apenada sonrisa arrepintiendo su reciente decisión pues ahora debe preguntar, —¿Dónde están las toallas, por favor?

Pregunta a la que Job aborrece su rostro totalmente pero igual responde: —Última habitación a la izquierda: lavandería.

—Gracias.— Dice tan rápido como Flash para entonces correr hacia adelante. Queriendo evadir más vergüenza.



—Tee, aquí te traigo una toalla. — Se contenta en anunciar mientras entra al baño sin levantar la mirada aún, viendo esa (para nada interesante) toalla púrpura pastel doblada en sus antebrazos. Para cuando alza la mirada debe detenerse otra vez y contemplar.

Tee andaba tras las cortinas completamente mojado. Aún teniendo gotas que indican lo recién que se baño y el cabello mojado en hilos de erizo peinados hacia atrás. Totalmente hacia atrás. Se ve incluso más claro de lo que es y todas sus esquinas faciales súper blancas.

A pesar de que se cubre todo el cuerpo una pierna doblada para enfrente no cabe en la cobertura. Y Tae acontece lo sensual que luce su muslo piel clara reluciente, mojado... Algo enrojecido como rubor natural al agua.

—Ey. Gracias. — Sonríe, tomando la toalla y arrastrando esta a su propio pecho.

—Sí.— Dice Tae embobado. Súper embobado.

—¿Tú no te vas a bañar? — Pregunta Tee rodeandose la cintura con la toalla. El ciclista puede observar entonces esos pezones rosados dar un pequeño rebote por la firmeza en que sus manos crean un nudo.

—Sí... Lo haré, creo que justo después de ti, de hecho.

Sonríe Tae decidiendo salir de ese trance y mirarlo tras unos parpadeos. Comenzando a sonreír de lado.

—Bien. Entonces, iré a ver si Job nos prepara algo y--

Accidentalmente uno de sus pies resbala y va a caer pero Tae rápidamente lo sostiene en un abrazo. Tee se sujeta a él de un hombro y de un brazo. Respirando agitado en su cuello.

—¡Oh por Dios! — Llegó a decir en el momento que iba a caer.

Tae lo sujeta fuerte. Sintiendo su corazón latir rápido. Incluso más rápido que cuando conoció a Bonnie. Agitandose al sentirlo respirar sobre su piel. Se siente como si los respiros fueran humos calientes brotando una tras otra vez sobre él, erizando sus cabellos, activando todos sus nervios y despertando nuevos sentires. Pasmado permanece en su sitio. Congelado.

—Gracias.— Tee retrocede solo centímetros. Mirándolo al principio sonriente, luego congelando esa sonrisa a medias de lo tan cerca que están y como las respiraciones de ambos colisionan. Jamás había visto estos ojos en Tae. Ojos que indicaban atracción pura. Ojos con miedo pero miedo a intentar algo exquisito para ambos.

Tee lo sabe. Y secretamente, había ido sintiendo esta atracción mutua durante todos los momentos que han creado juntos. Toda esta aventura que los acercó.

—Debo bañarme. — Tae desvía la mirada mirando abajo al suelo.

—Oh, — Se decepciona Tee mirando abajo también. Retrocediendo un poco más. —sí, lo siento, iré a vestirme.

—Sí, esta bien. Eso está... — Tae intenta normalizar todo pero Tee ya va abandonando la bañera realmente incomodado. El ciclista cierra los ojos callandose y dándose por vencido en su patético intento de animar el ambiente. Mira para atrás decepcionado de que ambos obtuvieran una idea equivocada.

¿Ahora cómo se supone que se hablarían luego de esto?




Jamás tomó una ducha. Incluso tras pasar horas incómodamente  en silencio comiendo y viendo a Tee reír con el profesor o contarse cosas, reunidos todos en una sola mesa cabe decir, nunca se cambió de ropas. No como Tee que cambió a una camiseta azul del profesor y pantalones cortos.

Ahora esos dos dormían. Tee en la cama del profesor mientras que el profesor en el mueble de la sala de estar. Tae se encuentra parado en la puerta dónde duerme Tee.

Tal durmiendo sobre su pecho, con un antebrazo bajo la almohada rodeando esta y el rostro pacíficamente sobre la almohada. Blanconieves luce bellísimo al dormir. Sus carnosos labios súper juntados por la clausura de una mejilla apretujada lo hacen lucir extra tierno.

«Creo que es mejor irme yo a enfrentar estas personas que seguir involucrandolo. Podrían lastimarlo. Estará a salvó aquí con el profesor.»

Se aleja de la puerta, retirándose por todo el pasillo. Blanconieves sigue durmiendo sin darse cuenta.


𝙏𝙖𝙚 abandona la casa con su bicicleta. Pedaleando por la carretera decidido a llegar a su destino durante la noche. Sin descansar ni un poco. Pero sin importarle, quiere ponerle fin a todo desde ya.



*N/A: 😱¡¿Va a ir hacia aquella mujer solito?! Dejó a nuestro Tee para protegerlo🥺🥺. ¿Qué les pareció este capítulo? Ame la escena de la bañera y la batalla de códigos no sé ustedes jiji ❤. Espero les haya gustado!! 😘😘

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